Maldita épica salvaje
Jimena Alba
Los libros del Mississippi. Colección Poesía, nº 38
Madrid, 2023
ISBN: 978-84-126500-5-1
El lenguaje como ariete
Jimena Alba, misteriosa escritora vasca, ha publicado con anterioridad los poemarios “Introducción a la locura de las mariposas” y “El último manifiesto”, así como el texto “Ensayos fronterizos” en un libro colectivo. La editorial “Los libros del Mississippi”, que ya recogiera en sus publicaciones el testigo de la generación beat, publica “Maldita épica salvaje” con el mismo espíritu.
Comienza Jimena Alba citando al Conde de Lautréamont y al Marqués de Sade, una declaración de intenciones individualista y feroz que no deja lugar a dudas del territorio que nos invita a explorar con el ariete de la palabra. Porque si algo atestigua la poeta, además del profundo malestar de nuestra época (me pregunto: ¿qué época no ha sufrido sus correspondientes enfermedades?) es que el punk no ha muerto en absoluto desde su explosión rabiosa a mediados de los años 70 en Inglaterra.
Nihilismo y desasosiego es lo que enfebrecidamente transmite con sus versos la autora en estos largos poemas en prosa —poemas río, diría yo— que nos zarandean en nuestras firmes presunciones sociales y nos colocan frente a un lúcido espejo deformante allí donde nos creíamos a salvo, entre vapores de alcohol, absenta y quizá cualquier otro tipo de drogas, que como su auspiciador malvado —aquel que no es nombrado en la dedicatoria y cuyos heterónimos representan— conoce muy bien, diría que demasiado, ya que la condena de los humanos es “ser libres para hacer el bien, pero no para hacer el mal” (parafraseando los versos del propio Lautréamont).
Y en esas seguimos: “Está claro que a estas alturas todo cambia / para no cambiar nada.”
El libro se estructura en dos grandes partes: “Intrapoesía”, y “El pestañeo de la eternidad (coda civil)”. Sin descanso, la autora sujeta nuestros párpados impidiendo que los cerremos, y sin consideración alguna nos lleva allá donde el conformismo y lo políticamente correcto son pisoteados sin remedio, en un ejercicio que recuerda bastante al realismo sucio de Bukowski y a los estadounidenses John Ford, Allen Ginsberg o William Borroughs, también de la generación beat. Bueno, la verdad es que se agradece porque en estas últimas décadas la poesía española oficial deambula por unos vericuetos incoloros, inodoros e insípidos para no decir nada apenas —o por lo menos nada digno de ser recordado—. Porque, ¿de qué sirve la belleza neutra o los versos biempensantes con que los estamentos literarios españoles desde los años 90 regalan los oídos de los lectores? De nada, si no conmueven sus conciencias y sus corazones para provocar algún tipo de cambio en su interior. Y queda claro desde los primeros versos de este furioso libro que a Jimena Alba le repugna ese tipo de poesía.
“Intrapoesía” repasa de forma intensa y desmesurada los particulares hitos y mitos de la autora en su educación sentimental y entiendo que artística también. Y debo decir que de todos nosotros, en mayor o menor medida, pues la cultura la conforman los artistas que plasman el inconsciente colectivo en sus obras, los intelectuales que lo enuncian, y el público que asimila el producto final y se supone que le hará reflexionar.
El primer poema del libro adquiere especial significado: el sentido de la heteronimia y las “máscaras” que todos estamos obligados a mostrar constantemente, tomando prestada la praxis de Fernando Pessoa (me llama la atención especialmente esta época nuestra donde algunos hombres se escudan en identidades femeninas para vindicar la masculinidad que también corresponde a las mujeres, al fin y al cabo ¿no era la destrucción del género lo que el feminismo persiguió siempre?) Y más allá aún: la autora vindica la farsa de toda identidad, de todos los “yoes”.
“Empiezas por destruir tu nombre, como los antiguos místicos, para que parpadee nuestra nada.”
“La Literatura es mentira. Una mentira más. La mentira del ideal y de la perfección.”
La autora, sí, nos conmina a vivir en la Utopía, la que todos olvidamos al crecer y “madurar” porque sino seremos desterrados para siempre, y arrojados a la sima de la despersonalización, de la máscara anclada a nuestros rostros que jamás podremos levantar.
En otro poema se homenajea a David Bowie y su Space Oddity. El chico extraterrestre fue importantísimo para tantas personas que la onda expansiva de su obra se sigue notando hoy en día.
Otro poema reflexiona sobre “El albatros” de Baudelaire. En él se muestra que el señor del mal sigue gobernando el caos y por ende nuestras vidas, mucho más de lo que nos gustaría.
En los siguientes poemas utiliza a dos grupos de heavy metal, Eskorbuto y Extremoduro, como motivo argumental para vindicar el antiautoritarismo que arroja contra la política y el desorden social en que vivimos sometidos.
En otro poema desgrana un bello panegírico de la película de culto “Holy motors” para ilustrar lo anárquico, casual, sorprendente y salvaje de nuestras vidas, de cualquier vida humana, con cinismo, lucidez, rabia y buena dosis de humor.
Otro poema efectúa un análisis poético de la película “Los idiotas”, de Lars Von Trier, donde francamente no salimos bien parados, y con razón. Todo es máscara, nos recuerda, todo es actuación en el gran teatro de la vida.
Y así continúa, por ejemplo, con el “Manifiesto unabomber”:
“Cuando seas un híbrido enchufable podrás enseñarle / a tu vecino lo grande que eres, / cuando te conviertas en las rebajas de un centro comercial / podrás vivir la Navidad como realmente se merece, / cuando pongas excusas tontorronas a tus (supuestos) amigos para no quedar con ellos / sabrás que tu tiempo ha pasado y te hundirás en el sillón / y los cojines te tragarán…”
La segunda parte, “El pestañeo de la eternidad”, quizá es más intimista, por lo menos la que más directamente me ha cautivado y tocado en lo profundo. Me encanta el cinismo con que desvela la profunda estupidez del ciudadano convencional y que tanto me ha hecho reír amargamente en poemas como “Apuntes para un diccionario de la tontuna” o “Elogio de la violencia” que me parecen fantásticos. O también el profundo conocimiento de nuestras conductas y costumbres que la autora desvela en tremendos poemas como “La filosofía en el tocador” o “Breve historia de la masturbación”. Por no hablar de maravillosos consejos prácticos políticamente incorrectos que da a la humanidad para paliar un poco los efectos del cambio climático o la política irracional de la guerra eterna y la violencia, como ilustra en los poemas “Invitación al suicidio colectivo” y “El nuevo arte del asesinato”. Chapeau. No deja títere con cabeza.
Del otro lado y como crítica debo añadir, por señalar los defectos, que el libro está escrito demasiado salvajemente, con poca reflexión posterior, quizá demasiado inspirado, y se echa en falta algo de estructuración formal lírica para dotar de más belleza —o repugnancia— interna a los poemas. Pero bien es cierto que entre lo positivo y lo negativo del libro, pesan mucho más los factores positivos ya que precisamente su defecto es el que lo impulsa hacia los territorios de la Utopía anárquica.
Maldita épica salvaje la de esta vida perra que soportamos, sí, la de este mundo loco que gira incesantemente y del cual no podemos bajarnos aunque queramos. Se agradece la denuncia y la rabia que rebosan este poemario por si en algo pudieran servirnos para mejorar las cosas, sí. Seguro que lo conseguiremos. Gracias, Jimena Alba, por usar el ariete del lenguaje contra las convenciones sociales que nos sojuzgan.