noviembre de 2024 - VIII Año

‘Los sitios del dolor’, de Juan Antonio Mora

Los sitios del dolor
Juan Antonio Mora
Ilustraciones y cubierta de Rafael Toribio

Ediciones Corona del Sur
Colección Almud Literario, Málaga 2024
104 Páginas

ANDAMIOS DE VIDA

La escritura poética es una forma de soledad  que concede una callada compañía. Es una forma de quedarse a solas con los recuerdos y la tenaz combustión de la memoria con la sensación de que pretérito y presente son compañeros de viaje que transitan itinerarios comunes; lo vivido respira, es raíz y savia que anida en las ramas más altas del transitar diario. Llevo muchos años disfrutando de la fértil madurez poética de Juan Antonio Mora (Andújar, Jaén, 1950)  y  cada nuevo libro consolida en mí la certeza de que el legado poético del escritor jienense conforma una autobiografía poética. La existencia personal se convierte en zona central de la obra escrita. Lo cotidiano es conocimiento y revelación. Encierra en su parco discurso los temas orbitales del pensamiento reflexivo y empuja hacia una adecuada configuración del lenguaje para que consiga su eficacia expresiva y sea capaz de capturar la emoción.

Sin contrastes formales ni distorsiones, con una ejemplar coherencia evolutiva, se percibía en el recuento La alegría del aire (2019) con prólogo del poeta, narrador y ensayista Alberto García-Teresa, quien analizaba las afinidades discursivas de las últimas entregas del poeta y su estética basada en un hiperrealismo emotivo y autobiográfico, con una asentada presencia del intimismo en el sujeto textual de Juan Antonio Mora.

El cauce poético prosigue con Los sitios del dolor que nuevamente se publica en la editorial más querida del poeta, Corona del Sur, el sello fundado por el inolvidable Francisco Peralto que ahora prosigue con la brújula luminosa de Carmen Peralto. El excelente prólogo de Manuel Moya contextualiza con retina solidaria la temperatura argumental del poemario y la actitud del  hablante lírico: “La poesía de Juan Antonio Mora, escueta, casi caligráfica, no exactamente dolorosa, pero sí comprometida con la verdad interior, no se da al adorno innecesario, no busca deslumbrar con su artificio, no pretende engolarse, sino que a la manera machadiana se dirige directamente al corazón y a la cabeza del hombre que desde su misma altura lo lee, comunicándole su sentir, haciéndole partícipe de su pensamiento y de su visión del mundo.”

Las citas de apertura nunca son apuntes mínimos sino conocimiento y confianza en el discurrir de otras voces que acercan el discurrir de la tradición y el entrelazado de magisterios que galvanizan el pensamiento propio. En ese estar hombro con hombro Lao-Tse, Maiakovski, Jorge Reichmann, Cioran, Juan Carlos Mestre, Rafael Pérez Estrada, Antonio Escohotado y Paul Celan, un aporte verbal denso, proclive al existencialismo indagatorio, al compromiso con la verdad de quien no se siente ajeno a las desolaciones personales y colectivas que a diario nos propone el tablero de la vida.

Alguna he comentado que en la poesía de Juan Antonio Mora nunca está ausente la contingencia personal. Y corrobora esta idea la dedicatoria a su hijo Juanvi, que abre un libro casi aforístico. Quien percibe el entorno mira las grietas y amplifica la necesidad de evitar cualquier escapismo. Frente a la realidad hay que combatir la apatía. El sujeto verbal no es un simple espectador del realismo enunciativo, busca andamios en el pensamiento para comprender un entorno inestable y lleno de zonas en conflicto como Gaza, que es ahora paradigma de los sitios del dolor y moldea la semántica nocturna de la tristeza y la impotencia. La guerra sigue, con su ferocidad y su continua destrucción y solo queda la palabra, la denuncia, una larga noche oscura y fría.

El avance de Los sitios del dolor es una reflexión intensa de “un obrero de la palabra”: Busca una escueta llama para la lumbre del compromiso: “No me arrepiento de ser yo / en este mundo horrible / y neurótico, / busco la verdad / y mi incierto destino”. Son pasos de una huida hacia dentro que, con mínimos elementos, desde la introspección, muestra los asuntos centrales que vamos abandonando a cada paso del tránsito diario. Las pérdidas que invitan a buscar en la casa encendida la manta de cuadros, el amor, la verdad y  la coherencia que arropa tanta soledad.

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