noviembre de 2024 - VIII Año

‘La habitación del capitán’, de Encarnación Pisonero

La habitación del capitán
Encarnación Pisonero
Prólogo de Antonio Enrique
ARS POÉTICA, boutique de poesía
Asturias, 2023
74 páginas

La habitación del capitán. La consagración de la libertad del navegante

La editorial ARS POÉTICA, en su boutique de poesía, edita este nuevo y exquisito poemario de Encarnación Pisonero, cuya trayectoria como poeta, narradora y crítica especializada en artes plásticas y su relación con el lenguaje y la literatura son impecables. De formación humanista, su actividad ha sido y es extensa, profunda e incansable.

Partiendo de una cita de Joan Maragall, el poema —digo poema, porque todo el poemario es un largo y único poema— se despliega con el capitán del barco evocando lo que fue su pasado, su vida entera, en el retiro final, ya en su habitación, en Corme, Galicia, en el “finis mundi”, como indica acertadamente el prologuista, Antonio Enrique (que introduce el libro con acendrado análisis). El capitán comienza de este modo una larga evocación lírica que va alternando con la épica, desgranando todo lo que ha sido su azarosa existencia. Desde los primeros versos nos arrastra y asistimos a su origen como campesino en los campos de Castilla, y a su búsqueda de libertad echándose a la mar. Como meciéndonos en las olas los versos se encabalgan y disponen visualmente en un continuo que no admite puntuación (la única excepción es precisamente el punto final de cada estrofa o grupo sintáctico) como el mar y el océano. Existe a lo largo de todo el libro, utilizando frecuentes digresiones, la comparativa entre la “mar” de Castilla, sus campos y páramos, y la mar océana del mundo, pues la auténtica vida, la auténtica libertad, carece de límites y fronteras, siempre está más allá, y más allá de nosotros mismos, sobre todo.

Recuerda dolorosamente la derrota al frente de una de las naves de la Gran Armada y la humillación que sintió, el derrumbe moral por la pérdida de honor y la muerte de sus hombres, hecho que le forzó a regresar de nuevo a tierra, a sus orígenes, para posteriormente volver a hacerse a la mar, tras el nuevo llamamiento de la libertad.

Las reflexiones filosóficas y existenciales de nuestro capitán son frecuentes a lo largo de esta continua evocación del pasado, especialmente al enfrentarse con la muerte de varios de sus hombres, con el dolor. La responsabilidad por sus vidas y llevarlos a nuevos territorios con la única enseña de la libertad como bandera fueron uno de los motores de su vida. De algún modo es la consagración de la libertad lo que el navegante obtiene en su periplo continuo.

La poesía —y no podía ser de otra manera— es otra de las tablas de salvación de nuestro capitán, y así se encierra largas jornadas para leer en su camarote. Muchos versos de otros poetas amados por nuestro capitán (Joan Maragall, Lernet, Garcilaso, Goethe, Juan Ramón Jiménez, Adam Zagajewski, Hölderlin…) se insertan en el continuo poema que es el libro, a modo de homenaje, recordándonos a todos que la Poesía nos pertenece a todos, a la humanidad entera, y sin ella no podemos vivir ni explicarnos —aunque sea un burdo intento— las cosas, pero con ella sí podemos calmar nuestro desasosiego, nuestro dolor.

La obsesión por las sirenas es otro de los ejes del poema épico que es “La habitación del capitán”: nuestro hombre las colecciona, salvando los mascarones de proa de los navíos naufragados, comprados en lejanos puertos o encontradas a la deriva; con mimo las restauraba y contemplaba, meditando, su belleza. Las sirenas, símbolo del secreto de la vida que preservan imperturbables con el paso de los siglos, retando al buscador, al navegante, a descifrarlo, a explicar el sentido de su viaje. Porque todo viaje —especialmente si es por mar— es símbolo del periplo existencial, y realmente importa poco el puerto, el destino, ya que lo esencial es el hecho de viajar, en soledad con uno mismo y con el universo que es nuestro interior tras haber aprendido todas las experiencias que el mismo viaje nos depara día a día. Ulises, la Odisea, la identificación con el mito, está presente también en este libro. E inevitablemente también Kavafis: el viaje a Ítaca, que debe ser morosamente dilatado, porque lo importante no es llegar si no acumular experiencias.

Otro de los personajes hermanados con este capitán de Pisonero es el joven marino de Luis Cernuda, que igualmente nos evocaba la libertad y la rebeldía en su entrega absoluta al mar y a su abrazo, sin patria ni frontera. La imagen transfigurada del capitán es la misma que la de los jóvenes marinos de Cernuda, ciertamente, hombres enfrentados a su propio destino y a su libertad, amantes de lo absoluto. Realmente, este poemario también tiene algo de misticismo, porque las imágenes del absoluto son también recurrentes, rotatorias, con los recuerdos de la infancia, la juventud, las guerras, la vanidad del mundo y sus riquezas decepcionantes, su abandono final siempre por amor a la libertad otorgado por el mar, un vasto mundo sin límites, países ni fronteras.

En fin, así asistimos —bajo el auspicio de la luna, nuestro capitán es un hombre nocturno, sus mejores horas de reflexión están en la soledad de la noche— a la conclusión final, en la cual el acercamiento a lo absoluto, al significado de los dioses, y a la tarea del buscador, le llevan a reclamar el papel fundamental de lo sagrado porque “quien pierde el sentido de lo sagrado / pierde el sentido por completo”. Fiel amante, “la mar / el mar / el único que sabe / todos sus secretos /…/ El círculo de su tiempo / se cumple”.

No dejes de leer, lector, este emotivo poemario, porque sus versos nos centran sobre lo esencial de nuestras propias vidas como navegantes vagabundos, y alivian, ciertamente, nuestro dolor. Y también le deseo a usted, capitán, una larga vida. Nos veremos en las islas afortunadas.

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Archivo Entreletras

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