diciembre de 2024 - VIII Año

‘Cancionero’, de Pedro López Lara

Cancionero
Pedro López Lara
Huerga y Fierro Editores (Col. Graffiti),
2024
131 págs.

LA PASIÓN AMOROSA EN PEDRO LÓPEZ LARA

Pedro López Lara se adentra en Cancionero, editado por Huerga y Fierro, en el terreno del amor y lo hace a través de la historia de un hombre que se enamora perdidamente de una mujer (¿o acaso un sueño?), en el mundo de la noche.

La poesía de Pedro López Lara ha tenido en todos sus libros una mirada honda hacia el reverso de la vida, hacia la fantasmagoría de la existencia. En este libro vemos cómo la noche y la mujer amada son tema central, con la pasión y el desencanto, que no excluyen la ficción de que todo haya sido un sueño. Un tema esencial en la poesía de López Lara es la conversión de todo mundo en una ficción, en una oquedad, donde transitamos: “somos seres que nos encaminamos a la muerte”.

En el poema “Engaño y desengaño de la noche”, oímos su respiración:

“Quien la vivió lo sabe: / la noche no es tu amiga”.

Noche que no distingue al que sabe o no sabe, noche que trata cruelmente al desvalido y al triunfador, túnel donde se sumerge la vida. En la parte central del libro, cuyo título es el mismo del poemario, vemos cómo somos títeres de la persona amada:

“A veces convocabas / a todos tus payasos. / Nosotros acudíamos, / y hasta momentos antes de morir / te entreteníamos con nuestras gracias. Después, / volvías a estar triste y nos resucitabas”.

Cuerpo de mujer para todos y para nadie, como un vaso de cristal manchado, la pasión amorosa se colma de lo efímero en esa mujer que se vende y que el poeta ama con fervor, pero sintiendo la derrota de la despedida. No ha de durar lo que es instante, el cuerpo que ha sido acariciado por otros, la huella en la piel que ha sido tatuaje de muchos seres que han impregnado sus labios sobre sus senos.

En “Recepción de lo sacro”, el autor sustituye lo religioso por el amor pasional, que es también un acto de unción, de cuerpo a cuerpo, piel a piel, goce que alcanza el éxtasis añorado:

“Tu cuerpo está al llegar. / Poco o nada me importa / que otra vez venga solo. / Con él me sobra y basta”.

Sexo, pues, entregado, pero, dice el poeta, dentro de lo razonable. Curiosa forma de entender que dos cuerpos no se entregan del todo, que son dos universos distantes y distintos:

“Se imponía por aquel entonces / con naturalidad el sexo entre nosotros, / imperativo y loco, / pero dentro de un orden razonable”.

Y hay algo que trasluce el libro, la idea del espejismo, un tema que lo sobrevuela todo: ¿vivimos acaso lo que soñamos o somos solo fingidores, seres a la deriva? De ahí que en el poema “La noche solicitada” se nos diga:

“Aún recuerdo tus labios al caer la tarde / diciéndome, dictándome: / Quiero una noche grande”.

Y luego llega la duda: “Lo habré soñado”; una idea que germina en el libro: el amor apasionado no es más que un juego que el creador se impone, solo en su habitación, perdido en el tiempo, como cuando encontramos una joven que nos seduce con su mirada y se baja del autobús y no la volvemos a ver. Somos seres efímeros que no consumamos todo lo que deseamos, seres que nos enterramos en el aire del mar una tarde olvidada.

En “Vampira”, el deseo se entiende como el de Drácula, un deseo que nos absorbe, porque nada más carnal que nuestra sangre, que nos succione el ser amado. Por ello, en ese juego de espejismos que es el libro, se afirma:

“Succionaste mi alma. / Devoraste mi vida. / Vampira desmadrada. / Beso negro en el centro / de la jodida nada”.

Y uno se pregunta si un cancionero de amor puede ser derrota; conviene recordar a este propósito, entre otras tradiciones, la del amor cortés, en la que el caballero es desdeñado por la dama. Al final, en la tradición de la lírica provenzal vencía el deseo, pero aquí, como en todo poemario que lleva al desfiladero de los abandonos, uno se queda solo, mirando el espejo de los sueños rotos.

Pedro López Lara ha escrito su libro más pasional, desvelado, despojado, y nos lo ofrece como el que comparte su desnudo o una libra de su sangre, como el judío de Venecia pedía. Un libro cuya lectura suscita la revelación de cuerpos, besos, noches y adioses, y una calle vacía, y la luz de neón de un lugar de citas, todo un universo que Pedro López Lara nos retrata con el eco de su poética. Luces y sombras caminan en este paisaje de versos, que quedarán para siempre en nosotros.

 

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