Verdadera vida
Adam Zagajewski
Acantilado, Barcelona, 2023
El autor renueva, en estos versos, su función tan delicada de observador-descriptivo-pensante para trasladarnos una forma de sensibilidad que le ha acreditado como notario atento, literario, de la realidad de estos tiempos.
Siempre es oportuno una voz así, educadora y animadora a reparar en el matiz de las cosas. En este caso, es curioso, me pareció que, en uno de los poemas, Instrumento, acaso no sin deliberación, alude a algo así como a un trasunto irónico que me llamó la atención a la vez que me parece -tal vez, tal vez- muy oportuno y sugerente. Y manifiesto la doble duda no sin intención.
Después de una serie casi retórica de preguntas que se le plantean al protagonista -al lector-, éste se topa con el dilema, no pequeño, de seguir respondiendo a ciertas vinculaciones con la música; ¿o con la mística? Éstas pudieran ser, por qué no, alusiones pertinentes en la intención del poeta, pero tales valores o vínculos pudieran, también, ser complementarios, y a la vez disímiles, por cuanto uno de ellos podría aludir a una pasión casi instintiva y el otro a una pasión casi racional: «.y qué es la música en general, cree usted que la mística tiene futuro, y si lo tiene, por qué?» ¿Error tipográfico? ¿desprevenida meticulosidad’.
Es un dilema curioso, intencionado diríase, que hace pasar al lector embebido en la lectura desde una postura casi material, electiva, a otra que se nutre de ensayismo cuando no de una voluntad de pertenencia a una categoría filosófica llena de significado.
El autor, nutrido de cultura amplia como para jugar con el valor intrínseco de las palabras, parece aludir a juego retórico y pensamiento hondo a la vez. Una postura curiosa como deriva de un poeta que, si bien ha sido generalmente profundo, ha sabido también aludir a la realidad concreta y material como alimento poético.
El libro, sin embargo, parece alejado de lo que ha venido siendo el tono natural del autor, estando más vinculado ahora, en este caso, a lo anecdótico, casi circunstancial, con una cierta intención prosaica, por ejemplo en el poema Estambul: «Vuelvo a ver a esos muchachos, en el sol/ del sur, cómo se tapan la nariz/ y saltan al mar en Estambul/ desde un bajo muelle de cemento (.) No sé si eran felices, pero yo/ lo fui, por un momento, en el fulgor/ de un día de mayo al mirarlos».
¿Y eso es todo? Si al menos quisiese referirse al hermosísimo fresco de la tumba etrusca que representa ‘el saltador‘, donde la imaginación constructiva nos lleva a pensar que todo es elegancia, trascendencia, belleza.