Todos los cuentos son tu mirada
Rosa María Estremera
Editorial Vitruvio, 2021 (Segunda edición, 2023)
88 páginas
La poeta Rosa María Estremera (Ceuta, 1966) ha publicado la segunda edición de su último libro Todos los cuentos son tu mirada (Vitruvio, 2023), ante el éxito de la primera edición. Esto le ha permitido dar a la imprenta un texto aumentado con poemas —nueve más— que fueron desestimados en su momento por razones editoriales. De modo que ahora el lector puede acercarse al poemario como fue concebido originalmente por la autora, circunstancia que no siempre es posible y que puede arrojar algo de luz sobre el proceso de creación en lo que con toda propiedad puede llamarse la cocina del poeta.
Estremera es autora asimismo de cuatro poemarios previos, todos ellos bajo el mismo sello editorial y tres de los cuales en su prestigiosa colección Baños del Carmen. Cada una de estas entregas (Sinfonías y voces, El tacto de la luna hiriente, Las tierras que nos cubren y El monopolio de los árboles) ha ido afianzando la voz de la autora hasta convertirse en un referente dentro de la propia editorial y dentro también del panorama de la poesía actual. No en vano, el último libro fue seleccionado en el 2019 por la Asociación de Editores de Poesía como uno de los doce mejores poemarios de ese año. Estremera es miembro de la Sección de Literatura y Música del Instituto de Estudios Ceutíes y ha formado parte del consejo de redacción de la revista poética Tinta en la medianoche.
La voz de Rosa Estremera es de una insobornable autenticidad: la sinceridad nimba su estro lírico. Su mundo poético bebe tanto de sus lecturas —Emily Dickinson, Gloria Fuertes, Antonio Machado, Federico García Lorca, … — como de su vocación profesional: es psicoanalista y considera que tanto la poesía como esta disciplina clínica “nos abren (gracias a la palabra) la puerta a un mundo interior”. Su escritura ha recuperado su infancia y sus vivencias biográficas —residió sus primeros veintiún años en su ciudad natal, al lado del mar—, siendo la más dura de ellas la que le llevó a cantar/ contar el duelo por la muerte de su padre en el citado El monopolio de los árboles, que también alcanzó una segunda edición. Frente al tono elegíaco de este último —que a la autora le sirve de cesura— Todos los cuentos son tu mirada opta sin embargo por un cambio sustancial en su poética. Una “mirada” —nunca mejor dicho— más contemporánea y vivaz hacia nuevas perspectivas que marcan un acentuado acercamiento al lector. La poeta ha experimentado un desarrollo en la forma “mediante esta extracción que permite al proceso creativo del verso expresar de manera más cercana el interior”.
La poeta es un médium a través del cual la palabra viva y palpitante llega a la página en una interpelación subjetiva que solo “si provoca una emoción, cumple su finalidad”. Ella misma ha dicho en ocasiones: “Yo soy lo que escribo. Soy escrita”.
Por otra parte, Estremera siempre alude de forma constante a la Naturaleza puesto que en ella encuentra atisbos que remueven sentimientos y sensaciones y manifiesta así mismo una preocupación social, aunque no se puedan adscribir plenamente sus versos a ninguna de las dos corrientes anteriores. La obra de la poeta presenta también otros registros que la acercan en cierto modo tanto a la poesía de la experiencia como a la poesía existencial, sin identificarse tampoco con ninguna de ellas. En este su nuevo libro nos encontraremos con Estremera en estado puro, con sus influencias incorporadas de modo orgánico a su discurso poético propio. La mayoría de los poemas del libro fueron escritos durante el tiempo difícil de la pandemia lo que no impide que en ellos aliente una decidida apuesta por el futuro.
El título del libro es toda una declaración de intenciones. Ya, desde el sujeto de la oración —Todos los cuentos son tu mirada— podemos encontrar la clave que define su contenido: esos “cuentos” —en su afán totalizador de absoluto— como en la Sherezade de los interminables Cuentos de las mil y una noches le aseguran a la poeta su supervivencia si no física sí al menos emocional por obra y gracia del poder mágico de la palabra poética. Como dice Lacan —figura cara a la autora— “la poesía es creación de un individuo que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo”. Según Estremera Todos los cuentos son tu mirada es desde su concepción en ese orden íntimo “un libro diferente que intenta contar, más allá de la edad y el momento, el deseo de avanzar con esperanza”.
La percepción sensorial —de la misma mirada del predicado del título del poemario— es tema recurrente en los poemas, aproximándolos al comienzo machadiano de Proverbios y Cantares —El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve— en afortunado guiño a la noción de Otredad, una alusión a la máxima filosófica del irlandés Berkeley: Esse est percipi (Ser es ser percibido). Hay múltiples ejemplos de ello en el libro que comentamos. En el poema ‘Reflejos’ la autora lo hace explícito por medio de una afortunada prosopopeya: Un corredor de luces / descansa en los charcos / y nos mira difuminado / sin saber que es mucho más / fuerte que nuestra percepción.
En el poema ‘Niebla’ la mirada adopta un papel protagónico: “Se desdibujan las esquinas de los edificios / y hasta el sonido de los coches ensordece / con esta falsa bruma que vela despacio / hasta el quicio de mi ventana”, donde se encuentran resonancias descriptivas de la Nouveau Roman. Y tampoco se puede obviar el posesivo que califica a sustantivo tan esencial, para buscar la complicidad del Amor con letras mayúsculas. En ese lacónico “tu” se encierra toda ideología emocional —valga el oxímoron—que nos desvela que solo en la entrega del Otro/ y al Otro podemos encontrar la redención personal para lograr la disolución de los límites del Yo en la comunión decidida y completa. El poema ‘Limitaciones’ es elocuente al respecto: la autora —consciente de su finitud y su frágil naturaleza— no se resiste sin embargo a compulsar su deseo de eternidad en la realización última del encuentro: Si no estuviera atrapada / en mi incompleta forma humana / sería, quizás, / el río que llevara tu mirada / hasta los confines del mar, en esa mirada, de nuevo, que conecta con la mirada del título, mirada construida con palabras y en la fabulación de la propia poética, mirada literaturizada podríamos decir. Del poema ‘Cuentos’—sin duda el más significativo de todo el libro— se nos revela el leif motiv que a modo de bordón se repite a lo largo de todo el texto: Entonces los cuentos se vuelven importantes / y me permiten quererte / entre las sombras y los miedos. Para acabar: Porque al final de cada día / todos los cuentos son tu mirada. Si en él ya aparece el título que adoptará el poemario, en ‘Ficciones’ —rótulo intencionadamente borgiano— la poeta abundará en aquello que da cuerpo lírico al libro: (,,,) de las voces que crean relatos / y alumbran esos personajes / en los que creer, odiar o amar. / Sin ellos, desaparece / la opción de pasearse / por las distintas verdades / y se evapora la ficción del cuento. En el poema ‘El viento’ se vuelven a registrar los mismos aspectos: El viento en su alfabeto / lleva escrito las historias / de las gentes que deja atrás. // Se lleva tu primer amor y el mío / cosido a sus alas, / su mirada y hasta su nombre.
Si, como se ha dicho, somos un constructo lingüístico, seremos, pues, seres narrativos que sintamos la necesidad de contarnos historias. Rosa Estremera lo sabe, pero aún va más lejos: intuye que además necesitamos cuentos rebosantes de belleza que nos permitan seguir viviendo como también lo saben el sultán Shahriar y su princesa Sherezade, para continuar soñando, confrontándonos con la mirada del Otro en una camaradería sin la que la vida pierde todo su sentido. Si en un principio fue el logos, la poeta entiende que en el final también ha de encontrarse ese mismo recurso dialéctico como herramienta de conocimiento y de entendimiento: no podría ser de distinto modo. Las referencias a este hecho en el libro son frecuentes. En el poema ‘A medio camino’ la palabra poética establece el nexo de unión entre los amantes por encima de las urgencias de la carne misma: (…) / me sorprendió lo que siempre había tenido, / tu mano sobre mi hombro, / tu boca en el susurro que me da aliento / (…) para concluir con toda una declaración de principios: “A medio camino, el verso”. De hecho, en Todos los cuentos son tu mirada el erotismo solo aparece muy de soslayo, de una manera velada, sin tener una presencia sustancial, pese a ser el poemario un libro de amor. Esto está refrendado en otro de los poemas: en ‘Mi historia’ volvemos a encontrar la palabra como llave de redención que construye el mundo: Cuando te cuente / cómo llegué hasta aquí / te ofreceré un “viento” / con “v” de “versos”.
En un poema como ‘Pretérito perfecto simple’ —título que ya metaforiza sobre lo que la poeta entiende como vital— podemos leer: Pocos saben lo que es amar, / ser amado es otra cosa / yo, lo aprendí más tarde y acaba con el reconocimiento expreso de una necesidad íntima: Pude ser el astro rey / pero decidí ser la piel con la que cubrir tu mano. Hay más ejemplos. En ‘Capricho’ leemos: … por tu torso, / tu mano acariciando levemente / el hueco inexistente de un deseo… En ‘Lavándulas’: Con una nueva mirada muéstrame / otro camino que lleve a la cumbre, / posa en mi boca los dátiles dulces de las palmeras.
En algunas composiciones cambia el tono, como en ‘Quisiera’, donde la angustia de no llegar a culminar un proceso necesario se cierne sobre los versos: Quisiera ser las palabras / que nombran lo que veo / y solo emborrono el papel / (…) lo que conecta con lo existencial —aspecto que destacamos antes— en el poema ‘El tiempo’: Que pase la vida no me preocupa, / me preocupa mirar en el cristal limpio / y no encontrarme y también en el poema ‘El muro’: Ahora tan solo veo un muro blanco, que acaba con el verso: El sopor de mirar sin ver y el deseo de existir. En ‘Lo reprimido’ aflora la experiencia profesional de la poeta: Me equivoqué de ventana y de silla, / me equivoqué de mirada, / (…)
También irrumpe la crisis sanitaria del coronavirus (como no podía ser de otro modo) que ha dejado su impronta en los versos de la poeta en diferentes poemas como en ‘Insomnio de pandemia’: Se dibujan obscuras / sombras de hojas; en ‘Confinamiento’: Me han preguntado qué pienso. / Estática frente al espejo, / se pueden pensar muchas cosas / con la mirada fija en los ojos o en ‘La nueva normalidad’: Volvimos a ver las caras conocidas / de siempre, (…). En todos ellos la inquietud hace su aparición, pero como en otro momento se nos dirá: La incertidumbre del horror / me mira desafiante, / le devuelvo erguida la mirada / todavía mando yo (poema ‘Noticias’).
Y es que todo ese desasosiego será aplacado cuando acudan a la escritura de la autora los momentos del pasado que a lomos de la memoria asumirán un papel vivificante. En ‘Un recuerdo’ Rosa Estremera se traslada a su niñez y reconoce el legado literario familiar al que debe parte de su vocación poética: Las mil mejores poesías de la lengua castellana / entre las manos de mi abuela. O también, cuando acuda el bálsamo reparador que le ofrece la mirada del Otro, la mirada del amante. En el poema ‘Descubrí que tu abrazo es infinito’ podemos leer: (…) / aprendí a mirar las esquinas, / las hormigas, los restos de papel / volando tras la verbena de la vida. Descubrí que tu abrazo es infinito / y que la mañana no empieza / cuando sale el sol… / comienza cuando me rozas / con tu pie bajo las sábanas.
Innumerables casos en este sentido jalonan el libro. En ‘El cielo de Madrid’: (…) / y en el contorno oscurecido / aparecen millones de destellos / que me recuerdan cada una de tus miradas, / (…); en ‘El adiós’: Tengo la certeza / de esconderme tras su presencia / que ahora soy incapaz de ver; en ‘Murallas de Ávila’: Juntos tú y yo / al abrigo complacido / de un nuevo invierno.
Los nueve poemas —a la altura del resto— que se han incluido en esta segunda edición siguen la misma pulsión creativa que define la inconfundible voz de Estremera, lo que viene a hablar de su madurez en la elaboración de su particular mundo poético. No deja de ser interesante leerlos con la idea de que fueron descartados en el primer original, para —como decíamos al principio— ver qué discutibles criterios se siguen a veces a la hora de cerrar un libro.
En suma, Todos los cuentos son tu mirada de Rosa María Estremera es un poemario que propende al optimismo, un canto a la ilusión de vivir todos los días, un testimonio cargado de fina sensibilidad de una mujer que se siente viva a pesar de las hostilidades que exhibe con desvergüenza el mundo que habita, y —por si fuera poco— Todos los cuentos son tu mirada es un libro de una poeta que aún tiene mucho que decir y mucho aún que mirar. Confiemos en que su mirada siga nutriendo de amor la mirada de todos aquellos que la leemos con devoción.