Miss polígono industrial mordiendo
Álex R. Bruce
La pajarita roja editores
Castellón de la plana, 2022
Hoy, voy a hablarles de un libro en el que está presente eso que se viene denominando fusión de géneros. Un tanto irreverente, difícil de encasillar y donde queda pendiente una pregunta… sin aparente respuesta ¿es la realidad virtual sólo una realidad paralela? o ¿llega a influir tanto en nuestras vidas, que amenaza con engullirnos, fagocitarnos?
La realidad es desde luego, compleja. Quizás por eso, es tan interesante “el cristal con que se observe” o lo que es lo mismo, las gafas con que se mire.
Alex R. Bruce demuestra una pericia para captar y dimensionar, lo que para otros pasa desapercibido. Las lentes pueden ser cóncavas o convexas, en ambos casos, deforman. Es, sin embargo, apasionante el que con intentos como éste, se pueden captar nuevos lectores que acostumbran a vivir en las redes los anhelos y frustraciones ‘que tienen o creen que tienen’ quienes protagonizan estos micro-relatos.
La literatura de Álex R. Bruce tiene una innegable dimensión lúdica… pero va mucho más allá. Hay quienes son unos ‘disciplinados sirvientes de lo convencional’ en tanto que otros, buscan lo atrevido, las sendas poco o nada transitadas, los juegos de palabras, los conceptos dialécticos, las realidades paralelas y los saltos en el vacío, unas veces con red y otras sin ella.
Vaya un emocionado y cariñoso recuerdo a Gianni Rodari. Puede resultar – y de hecho resulta- conveniente y seductor mezclar libremente personajes, juegos malabares y situaciones que a simple vista parecen grotescas, pero que miradas con atención, dan mucho que pensar y contienen distintas ópticas que deben ser descifradas.
El libro va dirigido a un público amplio, especialmente a quienes están familiarizados con las nuevas tecnologías. La interacción es, desde luego, una de sus características; de ahí los códigos QR, a través de los cuales se pueden escuchar algunos cuentos ‘de pesadilla’, relatos cortos inquietantes, impresiones caóticas que han de ordenarse y realidades distintas a las que sólo puede captar y llegar hasta el fondo, el lector que sepa ‘introducirse’ en estas historias y vivirlas desde dentro.
Muchas sonrisas ocultan, esconden un lado obscuro. “Miss polígono industrial, mordiendo” tiene no poco de huidizo de una realidad, por momentos insoportable, de un mundo que amanece gris tras cada triste batalla de lo cotidiano, perdida.
Los personajes de estas micro-historias, parece por momentos que viven bajo los efectos de un somnífero o que participan con entusiasmo de la paradoja, que no es otra cosa, que lo que contradice a la lógica.
Nos hemos entregado con tanta pasión incondicional, a una realidad virtual amenazante… que nos avasalla, domina y hasta esclaviza.
Hay momentos en que quedan preguntas como flotando en el aire ¿hemos padecido -o estamos a punto de padecer- una invasión alienígena, que se ha apoderado de nosotros por dentro? Es un juego peligroso y, tal vez un misterio, como tantos otros por desvelar.
Lo que acontece en este libro tiene no poco de ciencia-ficción o de anticipación de un futuro, que ya es presente. Leyendo algunas páginas he sentido un ligero sobresalto y he creído encontrar algún sapo en la hierba húmeda, en medio de un paraje desértico.
Me vienen a la memoria unas palabras del venezolano Arturo Uslar Pietri, mediante las que nos advierte que la eternidad es otra pesadilla. No es más que la permanencia de ayeres sin mañana, en la memoria.
Amigo lector, el libro que tienes entre manos es una ‘caja de sorpresas’ con un inequívoco afán provocador, que juega al más difícil todavía en el filo de la memoria, que no es otra cosa que una gran traidora, como acertó a describirla Anaïs Nin.
Hay juegos que terminan en tragedia. Hay tragedias que se manifiestan impúdicamente como juegos. No somos otra cosa que prisioneros encerrados en celdas invisibles que son implacablemente observadas por una mirada inteligente y crítica, a través del retrovisor.
Determinados escritores, a los que se ha calificado con frecuencia como extravagantes, se han ido encargando de mostrarnos el tortuoso camino vampirizador y absorbente de un tipo de literatura, que bien mirado no tiene nada de frívolo, aunque a menudo se haya despachado con frivolidad.
¡Cuánto saldríamos ganando, si fuéramos capaces de extraer la savia nutricia que contienen algunos relatos de terror, si previamente los redujéramos al absurdo!
Una apuesta por la libertad creadora, por los triples saltos mortales en el vacío, por el juego gratuito de posibilidades aleatorias donde, por ejemplo, un elefante puede caber dentro de una capsula.
En estos micro-relatos, hay no poco de dolor y de desconsuelo. Kafka imaginó que Gregorio Samsa, amanecía convertido en un insecto. Es posible que se quedara corto. Cientos de miles de hombres y mujeres son tratados peor que si fuesen cucarachas o seres invertebrados condenados al exterminio.
No hace falta mucha imaginación para que nos sintamos como ratas en un laberinto, condenadas a extrañas pruebas que sólo tienen por destino, el exterminio. Por eso, precisamente por eso, debe llenarnos de una cierta angustia que… un día cualquiera, un repartidor traiga a la puerta de nuestra casa, a las cuatro de la mañana, una gran caja negra que quizás, no contenga más que amenazas y desgracias.
No es posible torcer el brazo al futuro, cuando éste juega con cartas marcadas en contra nuestra. Una y otra vez, regresa la inquietante pregunta ¿Es la realidad virtual una parodia de una vida cotidiana sin sentido o viceversa? ¿Vivimos ya aplastados por una nube irreal y tóxica a un tiempo?
El viejo juego del gato y el ratón se repite una y otra vez, aunque quizás ambos no hagan otra cosa que perseguir fantasmas. Esto, naturalmente, no es óbice ni obstáculo para que no haya que cesar nunca de reinventarse. La literatura de Álex R. Bruce ofrece interesantes perspectivas de ‘resurrección’ ¡Extraña forma de enfrentarse a la distopía!
El juego siempre o casi siempre, acaba en derrota. En esta realidad caótica, desordenada como el cajón de juguetes de un niño, ¿hay lugar para la magia? Una cosa es sentirse mal y otra pensar que nos han echado mal de ojo. El terror es una forma obscura que hace visibles inseguridades y autoengaños. Somos así de débiles. Tenemos muy enraizado lo que nos puede ir destruyendo por dentro. El niño que fuimos nos acompañará siempre, quizás cada vez más asustados.
A veces da la impresión de que el tiempo se detiene. En cualquier momento pueden aparecer de la nada los monstruos, porque tal vez los monstruos, seamos nosotros mismos. Todo monstruo acaba por mostrar el rostro del miedo.
Como tablas de náufragos hay momentos y datos que nos permiten aferrarnos a la realidad que tal vez hayamos perdido. Esos objetos pueden ser, por ejemplo, los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós o una vieja colección de sellos de la República.
Lo ficticio, también contiene frecuentemente, perversiones enfermizas. Todos podemos quedar atrapados, engullidos por una máquina infernal.
La prosa de Álex R. Bruce tiene algo de hipnótica. Nos permite –si sabemos leerla con atención- ‘mirar’ a través de las grietas de madera de la realidad virtual. Es este el momento de recordar a Carlo Collodi, trufado por las imágenes tenebrosas y profundas de Guillermo del Toro.
Platón, el viejo reaccionario forjador de páginas hermosas en sus Diálogos, nos dejó dicho que “el conocimiento sin justicia debería llamarse astucia en lugar de sabiduría” ¡Interesante reflexión en un mundo como el nuestro, donde la justicia ha desaparecido… o está a punto de desaparecer!
Todos usamos máscaras o acabamos siendo las máscaras que usamos… De cuando en cuando, hay que atreverse a cruzar el puente de madera, sin saber si llegaremos al otro lado. ¡Quién no se ha aferrado alguna vez a anhelos o a fantasmas!
Deberíamos preguntarnos ¿por qué no nos es posible vivir sin eufemismos? La dama de la guadaña espera su turno, más hay que vivir. Los poderes de los taumaturgos a veces nos liberan y otras, nos hunden más y más, en nuestro propio fango interior.
Los lectores que habitualmente consultan las páginas de Entreletras, tuvieron la ocasión de leer la crítica o reseña que sobre “Sara y el tigre amnésico” realizamos en su día. El afán experimentador no se ha detenido, lo que no deja de ser un síntoma saludable.
Antes de finalizar voy a dedicar una reflexión a la estructura del libro. La serie de relatos cortos va acompañada de “Al vacío”, que es una novela breve o un relato, desasosegante, que nos abandona en el umbral de otro problema muy significativo.
En sociedades líquidas y desnortadas, como la presente, el peso muerto de las alucinaciones y de los problemas mentales debe ser tenido en cuenta, cobra peso. Está en el origen de no pocos trastornos individuales y colectivos.
Podría decirse más, mucho más. Mas prefiero que sea el lector el que provisto de una buena ‘brújula’ penetre en este bosque, en este intrincado laberinto, intentando atar cabos, poner orden -si es que existe- o moverse a impulsos de conatos instintivos por las numerosas, por no decir infinitas, posibilidades de lectura.