Hacia… la libertad
Natividad González Crespo
Ediciones Ende
Ha habido en nuestra historia periodos colectivos de ausencia de libertades, represión, cárcel, hambre y miedo, mas ninguno como la tétrica dictadura franquista cuyas secuelas, todavía hoy padecemos, después de casi cincuenta años de la desaparición física del dictador.
Natividad González Crespo en “Hacia… la libertad” da forma a los recuerdos, aspiraciones y sufrimientos de una familia, la González-Rebenaque, desde 1907 a1985, narrando con emoción, sensibilidad y ternura, es más, solidarizándose y comprometiéndose con aquellos a los que se les arrebató, hasta el uso de la palabra.
¡Qué importante es romper los muros de silencio! Tiene efectos saludables hacer que brote lo que ha permanecido callado durante demasiado tiempo. Puede decirse que Natividad da voz a los que no la han tenido, a quienes han padecido bajo un silencio impuesto los aconteceres históricos, a los vencidos, a los humillados.
Los miembros de la familia que van apareciendo en los sucesivos momentos narrados, podría decirse que son intrahistóricos. No han tenido nunca un primer plano, pero han padecido, luchado, resistido y entregado los mejores años de su vida a una causa que creyeron justa y liberadora: la defensa de los derechos y libertades que la Segunda República trajo a los trabajadores.
El libro es un intento logrado de favorecer la recuperación de la Memoria y el conocimiento de hechos y sufrimientos, que los jóvenes deben asimilar para protagonizar una vida democrática, valorando en sus justos términos la importancia de haber recuperado lo que unos golpistas arrebataron… y que ahora, aun siendo conscientes de sus limitaciones, debemos defender.
El propio título es un buen ejemplo, ya que pone de relieve que estamos en camino pero que aún no hemos alcanzado la meta. Hemos recuperado buena parte de lo que nos arrebataron, más todavía quedan pasos significativos por recorrer.
Un mérito indiscutible, que Natividad acierta a plasmar, es qué en los hombres y mujeres de esas tres generaciones, en alguna medida, podemos vernos reflejados todos. Es necesario dar visibilidad a lo que se ha mantenido interesadamente oculto y llevar a cabo un acto de reparación y de gratitud hacia quienes padecieron la dureza y crueldad de lo que se describe en estas sinceras páginas.
Hay unas palabras del dramaturgo griego Eurípides que nos ayudan a comprender la gratitud que les debemos. Su luz no se apaga con su desaparición, sino que sigue viva iluminándonos: “No borra el tiempo las huellas de los hombres nobles, la virtud sigue brillando, incluso cuando han muerto”.
El pasado jueves, 27 de abril, tuvimos ocasión de recordar esto y mucho más, con motivo de la presentación del libro, organizado por la Fundación Progreso y Cultura y presentado por el periodista Miguel Revuelta. El acto tuvo lugar en la Casa del Pueblo de UGT en la avenida de América.
Los testimonios que aparecen en el texto tienen un sabor inequívoco a verdad. Las páginas de “Hacia… la libertad” combinan y entrelazan las descripciones de Natividad González con fragmentos de protagonistas del relato como Miguel Ideal González Rebenaque ¿Qué se pretende?, salvar del olvido estos recuerdos… porque van más allá de la memoria individual.
Fueron años donde parecía que el tiempo se detenía. Una pesadilla inacabable. Años que se hicieron muy largos y penosos. Donde el miedo se imponía a sangre y fuego. Por eso, hay que romper los ‘pactos de silencio’ para que resplandezca la verdad de lo ocurrido.
Es no sólo oportuno sino imprescindible que hablemos de lo que tanto tiempo se ha venido callando y que traigamos al presente ejemplos de lucha y dignidad. Escenas de la vida cotidiana, afiliarse a juventudes socialistas, a UGT o al Psoe… así como un respetuoso recuerdo por la labor que las maestras y maestros republicanos hicieron para elevar la educación y la cultura.
Se recuerdan, como no podía ser menos, algunos logros emblemáticos de la Segunda República: el matrimonio civil, otorgar por vez primera el voto a la mujer, los avances políticos y sociales, la mejora de las condiciones laborales… todo lo que se tragó esa tragedia sangrienta que fue la Guerra Civil y la venganza brutal y planificada de los vencedores.
Hemos olvidado y, es bueno que Natividad González lo recuerde, que en nuestro país hubo Campos de Concentración como el de Albatea, también conocido como Campo de los Almendros, donde sin ir más lejos, protagonistas de esta historia compartieron su reclusión con Miguel Hernández o Marcos Ana.
Igualmente, es preciso traer a la memoria, aunque sea por unos momentos, las torturas, la siniestra Dirección General de Seguridad, los juicios que constituían una auténtica farsa y que condenaban a penas de muerte o a muchos años de reclusión, las delaciones o lo que padecieron las denominadas ‘mujeres de rojos’ o ‘mujeres de presos’ y por no citar más que un último ejemplo, los vencidos tratados como esclavos y condenados en condiciones de falta de higiene, frío y hambre a construir líneas de ferrocarril o el Valle de Cuelgamuros.
Me parece escalofriante el capítulo en que se habla de las ‘sacas’ de presos, de los fusilamientos en las tapias de los cementerios y los cuerpos arrojados apresuradamente, a fosas comunes, algunas de las cuales continúan sin exhumar.
Con elegancia, Natividad solo lo apunta, más la complicidad de la iglesia Católica con la dictadura franquista fue infame y repugnante.
Quizás no se ha hablado lo suficiente de lo que padecieron los que se quedaron, aquellos que se vieron obligados a soportar un atroz y descarnado exilio interior.
Esta reseña solo pretende contribuir, modestamente, a la justicia, reparación y divulgación de lo que se ha querido mantener ‘enterrado’
Cuando prácticamente no quedan ya supervivientes de aquella tragedia colectiva, hay que mantener viva en la memoria su dignidad, resistencia y rebeldía.
Poco se ha hablado de la oposición democrática a la dictadura. Hay a quien no le interesa recordar que no disfrutaríamos de las libertades y derechos que nos otorga una Constitución democrática, si varios cientos, miles de resistentes no hubieran mantenido viva la llama de la libertad y de la dignidad jugándose mucho en el empeño y pagando las más de las veces, cara su valentía y generosidad.
Hay que dar las gracias a Natividad por hacernos pensar en todo esto y por compartir sus recuerdos. La familia González-Rebenaque tiene un alto contenido simbólico y un indudable valor testimonial, altamente representativo de muchas familias y de diversas generaciones.
Se ha dicho que leer es recordar. Probablemente, sea más que eso. Leer es volver a vivir… y en cierto modo reparar.