diciembre de 2024 - VIII Año

‘Filosofía para decir y dar que decir’ de Ubaldo Fernández

Filosofía para decir y dar que decir
Ubaldo Fernández
Ediciones Doce Calles, 2022

Cuando uno conoce a Ubaldo Fernández, con su aire conversador y su rostro enmarcado por una barba blanca, no cuesta mucho imaginarlo vestido con una túnica compartiendo pareceres en un ágora de la Grecia clásica.  A esa pasión por explicar la existencia, desde los maestros de la Filosofía, ha dedicado su vida y eso es lo que hace en este libro, de una manera más literaria, por medio de una interesante colección de relatos. Son cuarenta y nueve narraciones que se pueden leer de manera independiente y aleatoria. Así en Filosofía para decir y dar que decir el autor parece que buscase ir por los cerros de Úbeda, en el decir popular, aunque siempre acompañado de una guía por donde desfilan los saberes de los grandes pensadores. Una literatura, a veces extraña, que se entremezcla en la espesura de la filosofía, pero sin caer en la oscuridad. ¿Cómo va a resultar ininteligible si viene de la pluma de quien ha consagrado su biografía a llevar la filosofía a los jóvenes y a todo aquel que se ponía por delante? Y es que Fernández dedicó su vida profesional a la enseñanza de la Filosofía en Institutos de Educación Secundaria y por ello su libro tiene una intención didáctica. Prueba de este afán pedagógico es que Ubaldo, ya jubilado, sigue impartiendo la Amistad por la Sabiduría, desinteresadamente, en el Centro Cultural Antonio Machado de Madrid. Es más: este curso en dicho Centro, a petición de los casi cien alumnos adultos, el libro, diríamos “de texto”, es precisamente Filosofía para decir y dar que decir. De esta manera, y como debe ser, consigue que la obra pase a pertenecer al lector. Lo que sea o lo que diga el libro viene de la mano del que lo está leyendo. Así es siempre: el artista, el escritor… dejan de ser dueños de su creación y ceden sus derechos y hasta sus mismas ideas a esa persona curiosa que desea observar, leer o interpretar la obra que tiene ante sus ojos o el libro que sostienen sus manos.

Pero volvamos al texto que consta de cuarenta y nueve regalos, envueltos en papel de seda y lazo rosa, como dice Carolina Fentanes, autora del prólogo, en la contraportada. Cada uno de estos cuarenta y nueve relatos es como una pregunta a la que Fernández responde desde su propia pluma y una brújula que oscila entre los grandes nombres de la filosofía. Pero dentro de tantas historias diferentes hay un todo que tal vez sea más importante que la singularidad de cada una de las partes. ¿Qué es ese todo? Hay una coherencia en los hilos conductores que van cosiendo las páginas del libro. Hay temas que se repiten y se engarzan formando una cadena apasionante: la mitología con el brillo y color de los dioses, la muerte en sí misma arrastrando sus huesos que producen miedo al ser vivo hasta que descansa entre cipreses, el determinismo y la libertad, un ateísmo a veces contradictorio, lo antirreligioso, la ausencia de nombres propios, el control, el amor, el otro y lo otro, el sentido de la vida… y tantos otros temas que forman, interesan y preocupan al ser humano. Todo ello desde una perspectiva que a veces, aunque nos lleve a rincones lejanos, sobre todo del mundo clásico,  posee el candor de los barrios de la ciudad donde reside el autor  y en particular de su tierra manchega natal, que azotada por el sol y los vientos, nos habla de toda una filosofía de ver la vida ya desde las páginas de El Quijote.

Antes de escribir estas líneas hablé con Ubaldo para que me respondiera sobre la intención y motivo de este su último libro. Aclaro de pasada que, además de artículos, conferencias y publicaciones didácticas, es autor del ensayo filosófico En torno a Saramago, de Cuentos sin moraleja y de una novela muy especial, sobre todo para el género femenino, cuyo título es La lectora de Saramago. Respecto al libro que nos ocupa explicó que la intención del mismo era escribir sobre lo simple, lo obvio, con unas ocurrencias que se transforman en insinuaciones, sugiriendo un pensar desde la calle, una filosofía callejera, de compañía… En resumidas cuentas: una invitación, grata a curiosear, a caminar con los ojos bien abiertos para no dejar ningún rincón de la existencia sin explorar y con el arma de la interrogación siempre atenta ante la vida y lo que nos rodea, ante el otro y lo otro. Como vemos hay que leer el libro con calma, porque entre línea y línea, en ese espacio en blanco, podemos hallar una idea, una sugerencia que podían haber pasado desapercibidas. No queda solo aquí la invitación: hay también un afán y un empuje para despertar del sueño tecnológico, de las falsas verdades o, lo que es peor, del desprecio por la verdad.

Las últimas páginas se dedican a un índice onomástico compuesto por filósofos en su mayoría, pero también tienen sitio  en este apartado literatos, científicos, artistas… y toda aquella figura que ha dejado algo dicho de interés para el autor ¿Por qué este índice? Por la sencilla razón de que Fernández no escribe nombres, o muy pocas veces, en el mismo relato y deja al lector el trabajo de averiguar el personaje o la filosofía que se pone de manifiesto en cada narración. Obligado es entonces acudir a ese índice donde, de forma muy acertada, encuentras quién se esconde en el relato y cuáles fueron sus ideas. En conjunto resulta un libro de muy aconsejable lectura, un tiempo muy grato para el lector que quizás vuelva  a releer sus narraciones una y otra vez en diferentes ocasiones. Y como suele suceder con todo buen libro, quien lo ha leído acabará haciendo suyas las palabras de sus páginas olvidándose entonces de quien las escribió.

En cuanto a las ilustraciones, como resumen de lo dicho, aparece su autora, Mara Fernández, licenciada en Bellas Artes e hija del escritor. Creo recordar que fue Hegel quien afirmó que “el arte es la manifestación sensible de la idea”. En estas icónicas páginas de filosóficas insinuaciones podemos hallar esas oscuras imágenes, brillantes de luz propia, que hacen renacer y traer de nuevo a la memoria del lector esas ideas que se desvelan en la narración. Bella forma de presentar un libro: filosofía, literatura y arte. Con estos brochazos queda presentado Filosofía para decir y dar que decir, esperando que, abierto por las manos de cada lector, llene con sus palabras los momentos de silencio, llegando este, quizás, a escuchar la voz de algún personaje que, deslizándose por sus páginas, le pueda hablar de algo cercano a sí mismo.

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