El señor de Savarín
Edición y producción: Grupo Pandora
Relatos del desertor del presidio
2023 – Número 18
Proyecto y dirección gráfica: Pedro Tabernero
Texto: Ignacio Vázquez Moliní
Imágenes: Pepa Gordillo
Colaboración literaria: Luis Landero / Patricia Sierra
96 páginas
El Grupo Pandora publicó hace unos meses un libro singular, bellamente ilustrado y con excelente literatura en su interior, su título: El señor de Savarín de Ignacio Vázquez Moliní, Pepa Gordillo y edición de Pedro Tabernero. Uno de esos libros que reafirma y prestigia la labor de un editor, enaltece la tarea del escritor y el buen hacer de una artista que al unísono han preparado y compuesto con sumo cuidado los materiales que integran esta obra. El señor de Savarín es sin duda una joya, tanto por su contenido como por su valor bibliográfico.
Publicada en gran formato, la obra contiene a modo de pórtico dos textos firmados por Luis Landero y Patricia Sierra. Otro lujo que añadir a esta edición. En el primero, Landero nos pone en antecedentes sobre el autor del relato que contiene el libro, Vázquez Moliní, y sobre la mezcla de “humor, locura, fantasía desatada” y el gusto por contar e inventar que caracteriza la narrativa de este escritor. Por otro lado, Patricia Sierra nos invita a descubrir la pintura de Pepa Gordillo en la que hallaremos “algo profundo envuelto en una atmósfera viva y radiante”, ya que, entre otros elementos, las “formas y los colores que acompañan a este maravilloso libro son prueba de enorme versatilidad y valentía” en los dibujos o pinturas elaboradas por la artista.
Amparada por las excelentes ilustraciones de Pepa Gordillo, la elegante prosa de Ignacio Vázquez nos conduce, entre delicadas copas para espirituosos y puros habanos, por el universo del extraño e inquietante señor de Savarín, “un personaje irrepetible” como anota el autor del relato. De la misma forma, podremos conocer al verdadero protagonista de estas páginas, Adriano del Bule, que estuvo al servicio del señor de Savarín bajo el precepto de guardar “silencio absoluto” sobre los acontecimientos que iba a vivir en primera persona, pues de ello dependería para De Bule “no solo el sustento actual sino, quizás también, la futura riqueza y la fama” que pudiera obtener.
Sin embargo, como él mismo asume, Adriano de Bule traicionará la exigida confidencialidad de su labor y revela, para deleite de los lectores o lectoras, lo que el señor de Savarín quiso ocultar: ciertos conocimientos herméticos sobre gastronomía y la identidad de los personajes a los que agasaja con sus extraordinarios banquetes.
De esta forma, tendremos noticias sobre cuestiones esenciales relativas al consomé; la preparación del faisán; el vino dulce de malvasía de Corfú que inflama “rápidamente los ánimos”; los efectos “milagrosos” de un guiso sudamericano de pollo aderezado, entre otros ingredientes, con jarabe de la flor de edelweiss; la sopa de cebolla como mandan los cánones; el lenguado à la meunière; la sopa da pedra portuguesa; los excelentes caracoles de Borgoña o los manchegos y calóricos Duelos y quebrantos…. No faltan tampoco relevantes consideraciones sobre la manera en que han de cortarse las carnes y el pescado, tomando como referencia la obra Arte Cisoria del Marqués de Villena, o las reglas del arte de la mesa, cuya finalidad es disponer adecuadamente los cubiertos, servir bien los platos y comer con corrección.
El relato de Ignacio Vázquez se volverá apócrifo, como quizás no pudiera ser de otro modo en este ingenioso autor para quien el tiempo y el espacio son materiales literarios flexibles y maleables con los que jugar a la hora de confeccionar la narración. Un relato en el que el humor inteligente y la ironía también están presentes como una sutil corriente subterránea.
Flanqueado aquí página tras página, como ya se ha mencionado, por las atrayentes ilustraciones de Pepa Gordillo, colmadas de fuerza visual y expresiva, irán surgiendo en el relato personajes reales o ficticios, entresacados de la historia o la literatura, como Odiseo de Ítaca; militares caribeños, como el coronel Aureliano Buendía; geishas y samuráis japoneses como Junichiro Tanizaki (a la par ilustre escritor del siglo XIX nipón); el egregio e imaginario portugués Rui Vaz de Cunha, íntimamente ligado al autor por motivos que averiguarán si deciden indagar sobre la trayectoria literaria de Vázquez Moliní; el shakespeariano Tito Andrónico; el depuesto presidente de México Porfirio Díaz camino del exilio, junto a la reconocida escritora del país azteca Laura Esquivel; o el más universal e inimitable de todos los caballeros andantes que han recorrido el mundo: el Caballero de la Triste Figura.
Otro tema que emerge en este relato es el viaje. Quizás porque los viajes son sin duda un asunto fundamental en la obra de Vázquez Moliní. Para el autor, según afirmó en una ocasión, todos los libros son libros de viaje. Posiblemente porque a través de la palabra, primero el autor y luego el lector, emprenden de alguna forma un viaje a lugares y ámbitos desconocidos o revistados desde diferentes puntos de vista. En cualquier caso, en El señor de Savarín, entre exquisiteces culinarias, espléndidos aromas y amenos episodios, nos embarcaremos en un viaje fascinante, e incluso psicodélico en ciertos aspectos, en el que iremos transitando por épocas y situaciones imprevisibles.
En definitiva, este libro heterodoxo es una obra que nunca tendría que haber sido escrita. Adriano de Bule expone en ella “secretos que tenían que haber quedado para siempre ocultos, sin dejar al albur de los siglos futuros el que alguien descubra un día mis palabras y quiera desvelarlas.”. Sin embargo, hoy tenemos a nuestro alcance el relato de El señor de Savarín, cuyo final, unido al de un poeta llamado William, resultará al lector tan imprevisto y provocador como todo lo que podrá leer en estas páginas. Un libro que, como el “perturbador sabor” de las ostras que hace soñar a De Bule, nos transporta a un universo fabuloso, original y deslumbrante. Qué lo disfruten.
