diciembre de 2024 - VIII Año

‘Canto natural’ de Juan Pedro Carrasco García

Canto natural
Juan Pedro Carrasco García
Ediciones Vitruvio, 2023
Colección Baños del Carmen, número 949
59 págs.

Nos llega ‘Canto natural’, el último poemario de Juan Pedro Carrasco, de la mano de Ediciones Vitruvio que lo publica en su prestigiosa colección Baños del Carmen. Carrasco ya ha publicado dos poemarios con el mismo sello editorial: ‘El viento detenido’ (Vitruvio, 2004) y ‘Puertas mal cerradas’ (Vitruvio, 2007). Ha formado parte del grupo ‘Los poetas de la venida’, con autores de la talla de: Ezequías Blanco, Francisco Caro, Manuel Cortijo y Miguel Galanes, entre otros; grupo vinculado a la legendaria revista ‘Cuadernos del Matemático’, que dirigía el propio Blanco con Cristóbal López de la Manzanara en calidad de subdirector.

Carrasco más allá de su condición de poeta es también dramaturgo, novelista y crítico literario y teatral. Tiene publicadas dos novelas: la experimental ‘Mensajes al cielo’ (Ayuntamiento de Valdepeñas, 2009) y, quizá la más memorable, ‘El poeta prehistórico’ (Ediciones Oblicuas, 2016). Su obra de teatro: ‘El vendedor de balsas’ (Ñaque Editora), se representó en la Casa de Castilla La Mancha en Madrid.

Cuando llegó a mis manos el ‘Canto natural’ de Juan Pedro no pude menos de acordarme –por razones de afinidad en el título, evidentemente– de aquella encendida polémica que se desató entre los cantos de Pablo Neruda y Leopoldo Panero, a cuento de las consabidas cuestiones políticas del momento. Por supuesto, estamos lejos de aquellas diatribas coyunturales que infectaban lo poético con soflamas y proclamas varias.

Ni que decir tiene que esta idea extemporánea es totalmente ajena al sentir poético de Juan Pedro Carrasco en su ‘Canto natural’, como uno intuía y luego pudo comprobar después de su lectura. Pero, más allá de lo circunstancial del caso, no parece tan descabellado preguntarse –al hilo de tal “coincidencia” – si este Canto de Carrasco viene a oponerse a “algo”, como se opuso ‘El Canto personal’ del poeta falangista a ‘El Canto general’ del vate chileno.

La respuesta –irónicamente– es afirmativa. La casualidad de los cantos –cantos rodados por el tiempo y la memoria en los tres casos– no mentía: No puede mentir. Pero, ¿contra qué se puede alzar este ‘Canto natural’ de Juan Pedro Carrasco? Desde luego, en su irreductible “naturalidad” el poemario se enfrenta por derecho propio a los oropeles de lo sofisticado, a la falsedad de lo artificioso, a la retórica vacua de lo grandilocuente. Porque si algo tiene la palabra lírica de Juan Pedro es el hecho de que se apoya en la sinceridad más radical –sin concesiones–, en la autenticidad insobornable de un poeta honesto, en lo genuino de un cantor “humano, demasiado humano”, parafraseando a Nietzsche.

Es curioso, sin embargo, que en la mayor parte de los poemas el Yo poético de Juan Pedro se ampare en el plural mayestático o en la voz del reflexivo, que evitan lo abiertamente confesional. Leemos, por ejemplo: “Y nosotros, fragmentos de un sueño prometido…” en el poema ‘Oasis’; o “si intuyéramos algo…” en el poema ‘El lenguaje de las raíces’; o: “somos testigos de las causas…” en ‘Vuelo único’.

Pero no debemos dejarnos llevar por las apariencias: “el poeta expresa –declaraba hace años el propio Carrasco– el mundo que le ha tocado vivir (…) siempre con el sentido y el intento de hallar lo oculta de la realidad para desvelar el conocimiento de una realidad completa, ajena a los sesgos y a una única dimensión. Y como objetivo final llegar al receptor para iniciar y compartir la dialéctica de la palabra.” ¡No se puede ser más claro!

Llama la atención, por otro lado, la estructura “cuasi” simétrica del libro. El poema que le da título –‘Canto natural’– ocupa el eje central, a modo de ese azogue axial del espejo –que viene a duplicar el poemario en dos mitades especulares–. La primera mitad que lo conforma se abre con ‘Heterodoxia’, el poema introductorio, y la sección ‘Todo lo soñado’ para redondearse en la segunda parte con la sección ‘Crónicas recientes’ y el poema que lo cierra ‘La piel de las yeguas’ (bajo el epígrafe ‘Exactitud’). Y digo que llama la atención, por cuanto que la sección que alude al mundo onírico, lleva 17 poemas, mientras que la segunda –que atiende al territorio de la memoria, su réplica, lleva uno más, 18– rompiendo así deliberadamente esa planificada simetría del espejo.

La pregunta, pues, es obligada: ¿qué le mueve al poeta a dejar ese fleco suelto?, ¿qué le arrebata para deplorar su intención inicial por la forma exacta? Y digo “exacta” con absoluta intencionalidad, como veremos.

Mi juicio apela a una lucidez poética desusada: se me antoja que la estructura del libro es una metáfora implícita a lo que los versos anuncian con recurrentes expresiones desasosegantes donde aflora lo existencial. Dice el poeta: “Tan natural llegará el canto/ que, exacto, ha de existir / igual que el mar irrumpe en las afueras”; O también: “Lo que no tiene nombre / sustenta aquella exactitud / de cuanto justifica la destrucción perfecta, / (…)”. Los ejemplos son numerosos. El lector los irá encontrando sin dificultad.

Pero, en cualquier caso, la “dialéctica de la palabra”, tanto escrita como hablada –como la luz, en una poética como la de Juan Pedro Carrasco, que actualiza las bíblicas “en el principio fue el verbo” y el “hágase la luz” – será la que ordene el azar de nuestra contingencia, la precariedad de nuestro secular abandono: “Los hombres, almas / pegadas a senderos / de azar/ tenían su certeza, una verdad indescifrable”, nos dice en otro de sus magníficos versos.

Estamos frente a una intensa voz plena ya de madurez y en su interior late lo que Juan Lozano, el protagonista de la novela de Carrasco ‘El poeta prehistórico’, descubre por casualidad cuando está dispuesto a dejarse morir. A saber: que las pinturas rupestres –ideogramas en ciernes– en las paredes de una caverna, que narran la historia de una época pretérita, le van a dar el aliento necesario para encontrarse con el aquí/ ahora de su propia realidad.

No otra cosa hace el autor cuando en uno de los mejores poemas de su ‘Canto natural’ nos dice: “(…) / como el hombre que quiso / representar la vida en las paredes de una cueva, / así la noche fue el ocre tacto, rugosa dimensión/ que profanó / lo inaprehensible”.

Juan Pedro Carrasco, fiel heraldo de la palabra poética, con ella fija lo inefable –valga tan feliz oxímoron– de nuestra escurridiza existencia, que se nos escapa entre los dedos de las manos, para otorgarle exacta carta de naturaleza: esa es la generosidad de este ‘Canto natural’ que Carrasco afortunadamente ha dado a la imprenta después de tantos años de silencio.

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