noviembre de 2024 - VIII Año

‘Siete ciudades para el siglo XXI’ de José María Ortega Sanz

Siete ciudades para el siglo XXI
Un camino hacia la fraternidad
José María Ortega Sanz
Ediciones Carena, 2021

Tengo un libro en las manos. Un libro para coleccionar y para vivir en su compañía momentos de reflexión que nos muevan a actuar. Su autor, José María Ortega, es licenciado en Bellas Artes, al que le gusta soñar y diseñar el futuro. Su primera obra, llevaba el expresivo título de Proyectos matritenses. Ideas para el Madrid del siglo XXI.

Europa está viviendo estas semanas una situación trágica. Nuevamente, bombardeos, refugiados, actos de violencia gratuita, decenas de miles de heridos y muertos. Nuevamente, las ciudades destruidas y los países reducidos a campo de batalla. Rusia invade Ucrania y esta guerra es, una más de las que nos asolan y nos rompen por dentro.

Precisamente en estos momentos es necesario para seguir viviendo, un poco de esperanza. Soñar con un mundo mejor donde la paz, la concordia, el encuentro, el diálogo y el abrazo de las ciudades, represente una victoria de la fraternidad sobre el odio y de la solidaridad y el entendimiento sobre el rencor.

José María Ortega nos habla de siete ciudades para el siglo XXI. Siete ciudades para unir voluntades, para dejar atrás enfrentamientos estériles y disfrutar juntos un futuro donde puedan realizarse los sueños y donde la generosidad tenga cabida. Donde la libertad se respire y donde un viento universal nos acaricie el rostro.

Este libro es una memoria de un futuro que, tal vez no llegue a realizarse nunca, mas por el que merece la pena luchar. Es algo más que un juego de espejos, porque a través de él no percibimos una realidad sombría… sino puertas y ventanas abiertas hacia otro mundo.

Es un libro de promesas. La esperanza es siempre hermosa por terrible que sea la realidad que vivimos, siempre debe anidar en nuestro corazón un lugar para la utopía.

La utopía no es aquello que no es posible en ningún tiempo ni en ningún lugar… sino lo que no es posible todavía pero, podremos alcanzar alguna vez, si vamos dando paso en la dirección adecuada y aprendemos de nuestros errores.

Las semillas del futuro están en nuestras manos. Es tiempo de siembra y tiempo de trabajo para que lleguen a ofrecernos, más temprano que tarde, frutos granados.

Siete ciudades para el siglo XXI, contiene ilusiones, anhelos de otras vivencias y de un mundo donde seamos capaces de encontrarnos y dialogar, comprendiendo que ese diálogo es un fin en sí mismo.

¿Por qué no soñar? Hemos vivido momentos amargos pero también, otros llenos de esperanza. El Muro de Berlín cayó y puso fin a unos años grises y opacos. Ahora, por fin, hemos comprendido que la sostenibilidad y la transición ecológica son imprescindibles para seguir viviendo y, vamos dando pasos, aunque de momento, inseguros.

Las movilizaciones feministas y ecologistas nos han ido concienciando de que el siglo que ha pasado y en el que vivimos tiene en la igualdad de género, en la lucha por dar pasos significativos hacia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y, también, la necesidad de contribuir a la sostenibilidad del Planeta, a la transición ecológica y a la apuesta por las energía renovables. Además, claro está, de la extensión de la educación y la cultura, la mejora de las condiciones sanitarias y el combate, sin cuartel, contra la miseria.

¿Cuáles son esas siete ciudades emblemáticas que José María Ortega nos propone? Comencemos por África y elijamos Alejandría, en Egipto, tanto por lo que es, como por lo que simboliza como lugar de encuentro y diálogo entre las naciones del Mediterráneo.

En Europa, en la vieja Europa, dos ciudades podrían optar a ser ese puente, ese espacio para poner fin a un periodo de enfrentamiento e iniciar otro de paz. Con buen criterio José María Ortega va eligiendo ciudades que no sean capitales de ningún estado, para que puedan cumplir mejor esa tarea de unir voluntades. Por lo que respecta al Viejo Continente, esa función la realizarían mejor que ninguna otra, Bruselas y Aquisgrán.

Hace décadas Jean Monnet y Robert Schumann pusieron los cimientos de lo que hoy es la Unión Europea. Su idea no era otra que favorecer el intercambio de productos, promocionar una cultura común y, sobre todo, cooperar para que no existiera, nunca más, guerra en Europa.

Con sus vacilaciones, sus insuficiencias pero, también, con su apuesta por la cohesión social y territorial y los derechos y libertades que ha impulsado, ha venido dando muestras de lo que se puede lograr en el futuro. Más pronto que tarde, los equilibrios internos irán disminuyendo las diferencias y permitiendo que Europa pueda jugar un papel en la cooperación internacional.

¿Y, en América? La ciudad de Colón, tanto por las reminiscencias del descubridor como por el valor geoestratégico de su enclave, sería el lugar idóneo para el diálogo entre los países de América.

Muy original es la elección de ‘Fratina Urbo’, un lugar que podríamos situar en Kosovo y que fuera el emblema para el diálogo entre las naciones del mundo. No hay que renunciar a mejorar la convivencia entre los hombres y los pueblos. Para llegar a hacer posible ese sueño, esa utopía habría que prestar mucha atención al cumplimiento de los Derechos Humanos, una deuda todavía pendiente, en muchos lugares del Planeta. Elegir este u otro punto de los Balcanes es apostar, también, porque esos vínculos de paz, cooperación y diálogo se den en una zona tan tradicionalmente conflictiva como los Balcanes.

Seguimos el recorrido que nos propone José María. Para el diálogo entre los cristianos elige Estambul, que durante varios siglos fue Constantinopla, digamos de paso que hay sobradas razones para que Turquía se incorpore a la Unión Europea. Estambul es una sociedad cosmopolita, donde conviven creencias y culturas distintas.

El siguiente paso es Jerusalén, José María apuesta por la convivencia de las Tres Religiones del Libro. El lector no debe olvidar que Jerusalén significa ‘Casa de Paz’.

Continuando con nuestra andadura el siguiente enclave es Moscú, que pese a su historia conflictiva, puede y debe ser el lugar de encuentro de los pueblos euroasiáticos.

África, también debe encontrar su ciudad emblemática. Este continente, que desde una óptica multilateralista. Empieza a vislumbrar su lugar en el mundo, debe elegir cuál ha de ser esa ciudad donde podría sintetizarse el encuentro entre los pueblos y culturas africanos.

El lector debe tener en cuenta que los restos paleontológicos ponen de relieve que el ser humano procede de África.

Antes de finalizar hay unas hermosas páginas que están destinadas a comentar la escultura de Alberto Sánchez, El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, que junto a El Guernica de Picasso, en 1937, fueron las señas de identidad del Pabellón Español en la Feria Internacional de París. No fue posible, entonces, ni detener la guerra que se avecinaba, ni dar una oportunidad a la paz, mas ahí queda como semilla, como anhelo y como esperanza.

El libro se cierra con un epílogo esperanzador. La historia es obscura y trágica sin utopía. Por eso el siglo XXI, pese a todos los pesares, ha de ser el siglo de la fraternidad, que promueva nuevos paradigmas de convivencia y que afronte los desafíos para un mejor entendimiento entre los hombres y los pueblos.

Un último aspecto que no me resisto a mencionar son los diversos emblemas que José María Ortega ha realizado para estas ciudades. Son magníficos estos dibujos geométricos que con sus colores ofrecen al lector símbolos de cada una de estas ciudades.

Empezábamos esta reseña indicando que se trata de un opúsculo original y esperanzador. Es un libro que debe ocupar un lugar en la biblioteca y consultarse de vez en cuando, aunque solo sea para mantener viva la llama de que el futuro puede ser mejor que el presente.

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