Nieve
Ana María Bustamante
Valparaíso Ediciones, Colección Valparaíso de Poesía, nº 275
Granada, 2022
96 páginas
La publicación en España de Nieve, Premio Latinoamericano de Poesía “Ciro Mendía” – 2020, ha representado, además de una feliz noticia, una feliz constatación: quienes teníamos la fortuna de conocer el trabajo literario de su autora, Ana María Bustamante (Medellín, Colombia, 1991), desde finales de la pasada década, no habíamos errado, pues, en nuestra percepción del mismo. Su anterior obra, Antes de ser silencio, de 2019 –Premio Nacional de Poesía “Tomás Vargas Osorio”-, junto con las más breves composiciones que han venido hallando difusión internacional a través de cabeceras digitales, hablaban ya de una de las voces más singulares y prometedoras de la joven creación literaria en Iberoamérica. Y ello es así porque en cada página de Ana María Bustamante late una pureza sorprendentemente genuina; ardorosamente instintiva, cabría incluso señalar. En la glosa que figura en la contracubierta de Nieve, Ben Clark ha dejado escrito: “Los poemas de Bustamante rescatan la emoción honda de la palabra sencilla”. Hondura y sencillez cuyo venero nacería a contracorriente, pues ni rastro encontramos, en estos versos de incandescente blancura, del universo de referencias generacionales que podríamos considerar vinculables, por así decirlo, a la juventud de la autora.
Lejos de cosméticas “pop”, el primer poema del libro, “Árbol de fuego”, es una composición magnífica que, sin tardanza, da el tono general de cuanto ha de venir, con su fuerza, su pureza, su expresividad bien generosa, bajo la bóveda aparente de un sosegado lirismo (“No voy a rendirme ante mi rostro / voy a encender la hoguera”). La dimensión simbólica y el impulso metafórico se alían muchas veces en estrofas brillantes –“Has venido a conocer la nieve / cargando tu espejo de piedra, / nadie más que el sol / habita tu cansancio / esa roja marea que llevas dentro”-; alianza que se produce en el marco de un lenguaje, sí, de evidente profundidad, pero que nunca se desliza hacia cavilaciones absortas o duros andamiajes metafísicos, sino que resulta sumamente despierto a los ojos del lector: “Hay dolores / que son voces antiguas / gritadas en cajones cerrados”. A la manera de “un trozo de vidrio”, “un faro” o “una espada que dibuje el camino del tiempo”, el lenguaje le alcanza a Ana María Bustamante para proponer formulaciones de un desamparo brutal (“Sobrevive tan solo el infinito”). O para la conquista de poemas espléndidos, como el titulado “La muerte del sol”. Es el lenguaje entregado a la noche, lo mismo que el cuerpo, de modo que el temblor y el grito constituyan el envés físico de una cristalización serenamente espiritual.
Nieve, por añadidura, se antoja un libro de unidad encomiable, no sólo a lo largo de sus tres primeras secciones –“Cristales de hielo”, “El recuerdo del fuego”, “Raíz blanca”-, sino también durante el breve trayecto dibujado por los cinco poemas en prosa que integran “Geometría del frío”, la cuarta y última de sus partes. ¿Por añadidura? Mejor sería decir que la sensación de homogeneidad transmitida por estas páginas tiene que ver con un planteamiento muy de fondo, inequívocamente medular, en torno a la idea de la nieve como símbolo proteico, y cuyo desarrollo musical evocaría una estructura de tema y variaciones; por supuesto no de forma palmaria, pero sí desde luego implícita. “Como ha sucedido desde el primer nombre / que apareció en la tierra / surgirá el sueño de la nieve / que es el mismo del olvido”, leemos, mediado ya el poemario. También que somos “pequeños dioses / en busca de nieve”. Y también que la nieve nace de la oscuridad, mientras la hierba no se resigna a apostatar de su espontáneo credo, la esperanza, que crece “sobre la nieve hasta el último de los destinos”. En el decurso de la obra, los lectores habrán de descubrir, tema y variaciones adelante, la dialéctica entre frío y fuego que sólo un motivo lírico como la nieve puede suscitar. Ana María Bustamante se hace eco de ello con medida elocuencia y flexible imaginación, con hermosura, en lo que constituye una tarjeta de presentación inmejorable de su creatividad en España.