La intimidad del agua
Cristina Godefroid
Ed. La Equilibrista, 2022
La editorial La Equilibrista ha puesto en circulación en su colección de narrativa “La intimidad del agua”, un interesante texto de la fotógrafa, pintora, ilustradora y escritora Cristina Godefroid, compuesto por veinticuatro relatos y una novela corta que hace de epílogo.
Con un prefacio que funciona curiosamente como otro relato, porque lo es, del polifacético Patrick Lowie (y si usted no conoce al escritor belga, traductor, director escénico y editor citado, pues para eso está Internet entre otras cosas), Cristina Godefroid nos sumerge con “La intimidad del agua” en un imaginario digno de analizar por su profundidad introspectiva en algunos casos, por su versatilidad a la hora de describir entornos tanto rurales como urbanos, pero, sobre todo, por la fantasía exuberante y desbordada de algunos otros, que recuerdan al maestro Borges, a Cortázar o a Julio Ramón Ribeyro, sin dejar atrás a los españoles Ignacio Aldecoa o Álvaro Cunqueiro, ambos tan olvidados hoy por las grandes editoriales y por tanto por los lectores al uso. Pero, ese es un tema del que no toca hablar hoy.
Principiaré diciendo que Cristina Godefroid es una potente narradora que adoba las historias que cuenta, con la elocuencia propia de quien ha leído mucho y con provecho, y que, además, arriesga en su apuesta por encontrar eso que podríamos denominar una voz propia en un mundo cada vez más mimético en lo literario. Que, cada uno de los relatos, así como los cinco capítulos de la novela corta que cierra el texto, están precedidos por ilustraciones o pinturas de la autora, o bien pertenecen a Reginald Nowe, Alain Godefroid, Max Morton o Ilva Sinta. Que Cristina Godefroid lleva tiempo buscando un vínculo narrativo entre las imágenes y las palabras, y que, sin duda alguna, con “La intimidad del agua” lo ha encontrado. Desconozco si son las historias que fabula quienes la inducen a tomar el pincel para plasmarla en un cuadro o el asunto funciona a la inversa; es decir, una vez finalizada la obra plástica, de esa concreción matérica emergen por inducción las palabras que conformarán el relato. O, en última instancia, que ese camino, como toda carretera, tenga un doble sentido: uno de ida y otro de vuelta -según reglas insondables en las que no procede pronunciarse, porque tengo por cierto que sería un error además de una manifiesta imprudencia por mi parte-.
Sea cual fuere la estrategia asumida por Godefroid para componer estos constructos pictórico-literarios y la necesidad de hacerlo de esta manera, no dejan de resultar fascinantes en todo caso. Llegado a este punto, uno debería inquirirse si un relato no es en realidad una pintura cuya belleza se expresa mediante el uso adecuado de la palabra cierta, precisa, esencial…, en cada momento, que al ser observado -interpretado- por el lector, es el que llega a imaginar el dibujo final, y, como parece obvio, la resultante es diferente para cada persona que pose los ojos sobre dicho contexto.
Respecto a la novela, que supura a mi entender tintes orwellianos y que lleva por título “Crónica de la comisión Alfa”, se trata de una curiosa y bien escrita distopía llena de un humor ácido, que, como buena parte de ellas, tiene demasiado parecido con la realidad de lo que acontece en determinadas instancias del poder; ese que se concentra en células a veces no bien definidas ni explicadas a la ciudadanía, que es la que padece la acción de esas estructuras opacas.
Para hacer más mistérico el libro del que hablamos, finalizaré diciendo que Cristina Godefroid es un pseudónimo de una consejera política del parlamento europeo, que vive en Bruselas, y que lleva media vida ejerciendo labores en instituciones internacionales.
Si le gusta la literatura en corto, lea el libro.