Flores de la sardonia
Esteban Maciques Sánchez
Ed. Autografía, 2022
Microrrelatos que sirven de punto de partida para evocar, imaginar, sentir, o simplemente sonreír —por alusiones u omisiones. Nos introducen en un más allá, en contrasentidos de lo aparente, en la fábula para adultos que no es tal, en lo vívido de realidades pasadas que aún perduran, en la mística de lo atemporal. Son una narrativa leve escrita para que el lector la continúe por sus propios medios y consiga que, de esta manera, se abran las flores de la sardonia.
Hay textos que hacen reír, otros sonreír, pero abundan los que producen una risa que no nace de alegría interior, a lo que alude el título del libro. Y entre todos ellos has algunos envenenados, en pequeñas dosis, pero no deben preocupar al lector pues dispone del antídoto: o imaginación, o tolerancia, o benevolencia. La sardonia, aunque tóxica, también tiene usos medicinales.
La mayoría de los microrrelatos están pensados como unidades en sí mismos, aunque se agrupen por razones de temas o formas en apartados. Se puede leer uno de aquí y otro de allá. O uno hoy y otro mañana. Sin embargo hay un apartado, Antillanos, que tiene una pretención mayor: los reúne en su sucesión conforman una micronovela, se deben leer en el orden en que aparecen y preferiblemente de una vez, para que el lector haga que el universo y la cultura que se evocan crezcan novelados dentro de él. El mundo que sea capaz de revivir será su particular memoria de un pueblo extinto, el taíno, que late detrás de estas leves palabras.
En ocasiones la poesía aparece en la prosa o, quizás, a la inversa; en ocasiones es una prosa directa y libre de formalismos pero, como quiera que sean, no dejarán indiferentes.