Mujeres en el tercer salón de baile
María Amalia Rubio (Coordinadora)
Editorial Hilos de Emociones
Sevilla, 2021
Tengo en las manos un libro valioso. Es original, coral, feminista, rebelde y proyectivo. Ofrece una colección de testimonios de mujeres, de distintas edades y procedencias, que exponen con valentía y rigor sus experiencias al enfrentarse a estructuras patriarcales, al romper ‘techos de cristal’ y al experimentar la sensación de estar viviendo un nuevo periodo histórico, donde el feminismo se ha ganado un papel a pulso.
La presentación es de Carmen Calvo, ex vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de relaciones con las Cortes y Memoria Democrática.
Las experiencias que va desgranando tienen un valor testimonial importante. No es frecuente en nuestra sociedad, que se trate con tanta serenidad, fortaleza de ánimo y cercanía el tema del edadismo. Es un hecho, que se margina a las personas mayores, a la tercera edad, a los viejos o como los queramos denominar. Vivimos una época que ‘ensalza’ la juventud y provoca un miedo a envejecer, con todo lo que lleva consigo. Quizás, por eso, me parece admirable el modo como se denuncia el edadismo y las visiones que demuestran que esa edad ofrece oportunidades para iniciar proyectos, reconciliarse con uno mismo y vivir en todos los aspectos la vida con intensidad.
La vida, es una carrera de fondo donde no todos –ni mucho menos todas- han tenido las mismas oportunidades. Por eso, las mujeres concienciadas han luchado y siguen luchando por ser dueñas de su propio relato.
Muchas han dejado atrás décadas en las que han tenido que desplegar inteligencia, esfuerzo y pasión para conquistar la independencia, aprovechar las libertades y dar pasos firmes hacia la igualdad.
Los procesos vitales son individuales pero lo que nos cuentan cada una de estas mujeres es representativo de lo que les ocurre a otras muchas. Es por eso, que tienen un valor social y cultural de primer orden. Cada paso que han ido dando… ha sido muy útil para otras que han seguido la senda emprendida.
Son encomiables los actos de resistencia, mas no se sienten heroínas, sólo –y no es poco- mujeres conscientes de los nuevos roles que desempeñan, de que la sociedad está evolucionando y de que el feminismo ha sido uno de los factores claves de esa evolución.
Es importante y socialmente relevante, enfrentarse con éxito a determinados tabúes que amenazan, hablar sin tapujos de la menopausia y opinar libremente sobre el derecho a morir dignamente, es decir, a poner fin a la vida por decisión propia antes de perder el control sobre una misma. De ahí, que el derecho a la eutanasia haya que situarlo en un primer término.
Mujeres como las que aquí exponen sus vivencias dan testimonio de lo importante que es decir con libertad lo que piensan y decirlo públicamente.
La historia de cada una contiene miedos, represiones, obstáculos que ha habido que vencer.
Una sociedad en la que aun siguen vivos tópicos machistas y añejas estructuras patriarcales. Algunas de quienes cuentan sus experiencias nos hablan de los abusos que padecieron de niñas, de la influencia –positiva o negativa- de sus madres y de las inseguridades que tuvieron que ir dejando atrás.
Muestran en sus testimonios generosidad, voluntad de servicio público y una complicidad en la lucha común, donde el sorerismo supone un estímulo y un apoyo que conforta.
El despertar de lo que podríamos llamar la conciencia social, las ha llevado al socialismo y al feminismo de la misma forma que un río sigue su andadura hasta desembocar en el mar. En su ‘despertar’ han tenido influencias, antecedentes personales, libros, necesidad de encontrar cauces adecuados a través de los cuales vehicular sus visiones del mundo, sus angustias, sus esperanzas…
Hay que conceder una enorme importancia a la sanidad pública en particular y a los servicios públicos en general. Las que expresan sus ideas y conocimientos son conscientes de que el feminismo es un avance para una sociedad democrática.
No faltan análisis sobre el papel negativo que jugó la religión en sus vidas, las ataduras que traía consigo y la necesidad de romperlas. La religión ha influido, con sus miedos, fomento de la desigualdad y sumisión y, por eso, en muchos procesos de liberación ha sido necesario romper esos vínculos opresores.
Las luchas que han mantenido han dejado cicatrices, mas también han ido abriendo, primero resquicios y luego puertas y ventanas para vivir de otra forma.
El compromiso político y social está expuesto con sencillez y de forma natural. Fruto de estas acciones fueron la creación de Instituciones como el Instituto de la Mujer o el Ministerio de Asuntos Sociales. Vaya nuestro recuerdo y homenaje para quienes han sido pioneras y artífices de estos logros por la igualdad como Carlota Bustelo o Matilde Fernández.
La Federación de Mujeres Progresistas demostró que se puede luchar por la igualdad desde distintos frentes. La ideología socialista es uno de estos caminos fecundos.
Otras veces, ponen de manifiesto la importancia de la constancia así como de no dejarse atrapar por el victimismo. Diariamente, hay que luchar contra roles y estereotipos impuestos y generar una nueva dinámica dotando de nuevos contenidos feministas, conceptos rebeldes y transformadores.
Tuvieron que abrirse paso y demostrar en la práctica, que en la independencia económica está la verdadera libertad.
Las experiencias de estos testimonios son intergeneracionales. Para las más jóvenes, ir a la Universidad y hacer una carrera, ya no significaba una conquista, sino el resultado del ejemplo y de la praxis de quienes las habían antecedido. Combatiendo la desigualdad se llega a la igualdad.
Algunas fueron pioneras en el acceso a Instituciones científicas y de investigación un reducto que se muestra particularmente esquivo a la presencia de mujeres. No hace tantos años hubiera parecido quimérico, por ejemplo, que una mujer perteneciera al Consejo de Seguridad Nuclear
Queda mucho por hacer en diversos campos. Se siguen produciendo malos tratos y vejaciones a personas mayores, donde las mujeres llevan la peor parte. Por eso, es más necesario que nunca dotarnos de nuevos planteamientos activos para la jubilación y, que esta ni nos aparte de nuestras actividades sociales, ni nos recluya, ni nos anule.
Para quienes llegan ‘al tercer salón de baile’ las ONGs, las Asociaciones de contenido social feminista o ecologista son otros lugares donde la experiencia será muy útil y donde proseguir las reivindicaciones por una sociedad más justa y transformadora. Es más, hemos de adelantarnos a los problemas futuros.
Como el lector apreciará son muchas las ideas que pueden extraerse de la lectura de este libro. Es un elemento para la reflexión más también, un arma para la acción. Antes de finalizar, nos falta un último aspecto por tratar. El testimonio de una inmigrante. Hay mujeres, latinoamericanas, que han conocido tres países y tres culturas: Perú, Egipto, España donde se puede comprobar en carne propia, que hay que luchar por los mismos ideales emancipadores en todos los lugares del mundo, aunque algunos se encuentran en una fase más adelantada que otros. Por eso, es de extrema necesidad hacer llegar estas experiencias, estas luchas y estas realizaciones a otras mujeres para que le sirvan de estímulo en su proceso de liberación.
Los emigrantes –y, una vez más, principalmente las mujeres- sufren racismo, xenofobia y exclusión. El auge de la extrema derecha y de la derecha extrema, dificulta aún más la integración y unas condiciones de vida digna de este colectivo.
Mujeres en el tercer salón de baile, es una invitación al análisis de la lucha de las mujeres por la igualdad, a la reivindicación de combatir el edadismo y encontrar nuevos enfoques para vivir en plenitud una etapa de la vida que se ha venido menospreciando.
No es sólo eso. Es, también, una invitación a discutir, a intercambiar ideas y a posibilitar que surjan nuevos proyectos para mejorar la convivencia social.
Por estos motivos creo que una lectura ayudará no poco a aclarar ideas… y a fortalecer ese espíritu de lucha y de resistencia que ha venido caracterizando al feminismo.