La sangre Música
Antonio Daganzo
RIL Editores, 2021
Antonio Daganzo acaba de publicar un nuevo poemario titulado La sangre Música (RIL Editores). Una obra que supone un indiscutible paso adelante en la trayectoria de una de las voces poéticas más sólidas de la poesía española actual.
En este libro el poeta Antonio Daganzo, autor también de obras en narrativa y ensayo, ha unido de una forma notable dos ámbitos a los que este escritor ha dedicado una gran parte de su labor literaria: la poesía y la música. La música fue objeto de estudio para Daganzo en su ensayo Clásicos a contratiempo: la música clásica en la era pop-rock, publicado en 2014, y la música es un componente sustancial en su novela Carrión que vio la luz en 2018.
Asimismo, la música es un tema que ya había aparecido en anteriores poemarios de Daganzo, pero en La sangre Música es algo más, es el magma, la materia poética de la que surgen los versos de los seis espléndidos y extensos poemas que forman este libro. La propia estructura sinfónica de este poemario, un Preludio y cinco Cantos, revela hasta qué punto los poemas de este libro giran en torno al binomio poesía-música.
Daganzo es un autor con mucho oficio literario y esto se manifiesta en varios aspectos. Desde el principio nos percatamos de cómo el poeta emplea el lenguaje con maestría. El discurso poético se desarrolla a través de seis poemas cuya longitud no dificulta la lectura en ningún caso, pues dicho discurso está hilvanado con brillantez, coherencia y proporcionando una acertada homogeneidad al poemario.
Los poemas que descubrimos en La sangre Música son, sin duda, el resultado de la madurez expresiva que ha alcanzado Daganzo en su poesía. Por otra parte, la elección de la palabra adecuada, la musicalidad intrínseca que el autor confiere a sus versos, la construcción de imágenes que captan la atención de quienes se acercan a estos poemas, la riqueza del vocabulario empleado o la habilidad para construir con armonía poemas extensos sin tropiezos ni recovecos innecesarios son muestra irrefutable de un cuidadoso quehacer literario.
La voz poética de Daganzo nos conduce en La sangre Música por un ámbito donde las referencias al misterio van a estar presentes. ‘Qué tentación lo oscuro: se parece a una esfera’, leemos en el primer verso del poemario. En el Preludio reconocemos ya el enigma de la palabra poética, la nostalgia y la melancolía, una mirada hacia la ‘fervorosa’ infancia, y el desvelo por hallar respuestas venciendo ‘la tentación de nombrar la derrota’ se hace patente.
En su afán poético el autor no baja la guardia y nos advierte: ‘Alrededor se vuelve todavía / con una precisión de reinos otoñales: / hay lobos por fronteras. / Sí, / son los aullidos, / la nostalgia que miente, / y que nunca nos falten sus requiebros veloces.’ El poeta aviva nuestro entendimiento y nos pide que ‘Comprendamos al fin: / sobre el silencio clama / un lenguaje más sabio.’. Un lenguaje sapiencial que debemos escuchar con la sangre, un idioma con nombre propio que nos permitirá reencontrarnos a nosotros mismos: ‘Escuchad con la sangre / este idioma que todo lo interpreta / y lo trasciende / y nos devuelve el alma que perdimos. /… / Comprendamos por fin: / se llama Música.’ Quizá por ello, la poesía que nos ofrece Daganzo en estas páginas es una poesía que ‘…ha de doler como la luz primera, / como la luz primera en los ojos nacidos, / como un enfermo pecho que al fin vive.’
En el primer Canto, ‘Derrota del silencio’, se observa un marcado acento existencial. El poeta introduce con sutileza alusiones a la pasión, al dolor, al sentido del destino o al amor. Elementos significativos de ese cotidiano vivir, dulce o áspero, que se refleja en los poemas. ‘El amor escondido se veía / allí, / tras las metáforas, / tras los versos de todos los índices del mundo / sin mi nombre, /…’, escribe el autor cuando trata el tema del amor o ‘Qué oscura, / qué sangre tan oscura / la del destino equivocado.’, cuando habla del destino errado.
Otro elemento que surge también en este Canto primero es la ciudad, Madrid, como entorno en que se desenvuelve una parte fundamental de nuestra existencia: ‘Si he de deciros todo, / la ciudad sobrevino como una nuez vacía, / gigantesca y vacía, / quebrada en su esperanza silenciosa. / La ciudad sobrevino como un salto sin linces / y una deuda impagable cada noche.’
Según nos adentramos en la lectura del libro, es posible observar como en el trasfondo de estos poemas no solo hay expresividad. También parece haber aliento narrativo que construye un relato poético a partir de la memoria del autor.
Tras la ‘Derrota del silencio’ llegan los ‘Desafíos del aire’ en el segundo Canto. Entonces el poeta habla del pasado, del adolescente que buscó sus raíces y del ‘altar gallego’. Aquí, al igual que en su poemario anterior Los corazones recios, el autor explora de nuevo su genealogía. De esa forma, se adentra en la Galicia de sus ancestros, de ‘Mis ancestros callados, longevos y lentísimos’, escribe. Los bosques y los campos del ‘Norte’ o las aguas del río Tambre que a la postre se hace ría, trazos del paisaje galaico donde emerge la figura de los Celtas: ‘Celtas de barro y calma, / ancestros íntimos / de los míos huidizos, / anfitriones de sombras como extraños amantes,…’.
El poeta señala el alcance de Galicia en sus versos: ‘Galicia es el clamor callado / de los discretos míos que por fin no se esconden / en el hórreo de casa, / con sus longevas lágrimas,…’. Un contexto en el descubrimos la relevante presencia de los abuelos: ‘¿Veis al hijo más joven, / regresado? / Es mi abuelo. / Adalid de mi estirpe, / constructor de puentes por hispánicas cuencas, / que hizo del Norte todo un solo vino, / uniendo sus extremos / con mi abnegada abuela catalana, / a quien sumó al amor del cosmos,…’. Señas de identidad que para el poeta desembocan en un linaje compartido: ‘Los míos son los vuestros, sois vosotros / porque soy yo la voz de vuestro canto íntimo,…’.
‘El fundador secreto’ es el título del tercer Canto que conlleva ese misterio de la palabra poética siempre latente en este libro, para hablarnos ahora de la duda, como sinónimo de incertidumbre, y también de desvelos y desalientos: ‘La duda, la vigilia, la fatiga, / pero también mi dios secreto, / mi fundación más pura.’ En este tramo del libro la figura de los padres toma protagonismo (‘Mi madre no era el humo ni mi padre la niebla.’), cuando el poeta hace crónica doliente en clave autobiográfica de un tiempo pretérito: ‘Ellos eran, / entonces, / enfermeros de luz, de la esperanza / que yo sacrificaba en honor de los médicos. / Mi padre no entendía; / si mi madre lloraba,…’. Una intensa afirmación que destrona a la angustia: ‘Mirar: fundar por fin. / Llorar para vencer.’. Versos que enuncian como la música fue la respuesta contra la desolación: ‘Cantemos, / sí, / cantemos, /y pregonad conmigo / que allí nació la Música.’
Sigue haciendo memoria el poeta para abordar las vicisitudes del querer en el ‘Cantar de los galanes’, penúltimo de los Cantos del poemario. La aflicción da paso en estos versos al amor, pues ‘Nada canta en los brazos que la mujer no invente. / Siempre canta el querer si la mujer lo abraza.’. Amor con lugar propio: ‘La femenina América esperaba mis dones’, escribe Daganzo, ya que la biografía amorosa del poeta está ligada a tierras americanas, donde la riqueza del paisaje parece confundirse con la exaltación misma del amor: ‘toda la exuberancia del paisaje, / bosques, lagos, volcanes, / bosques, cascadas, bosques, / verdor, verdor, verdor, / hasta la orilla del Pacífico el verdor,…’. Versos, los de este cuarto Canto, que evocan la historia de un amor.
En este sentido, como corolario a lo ya comentado, solo resta apuntar que este poemario es un libro esencial para comprender la obra de un poeta en el que poesía, música y vida están íntimamente unidas. En este sentido, diríase que el último Canto que pone título al libro está escrito desde la sangre: ‘Al fin nos lo decimos con la sangre: / desde el silencio clama / un lenguaje más sabio.’. El poeta ha rememorado el pasado, pero mira hacia adelante: ‘Madrid, Galicia, América, / todo cuanto haya de venir / subirá con nosotros a ese autobús de hoy, / que es el de ayer; / donde quizá unos ojos de generosa almendra / prosigan su ternura de vernos en el mundo.’. Memoria que asume el pasado con sus luces y sombras para afrontar el presente y encarar el futuro: ‘sobre el alma galopa / fuego de sangre sabia. / Toda la sangre Música.’. Es la poesía de Antonio Daganzo en todo su esplendor.