noviembre de 2024 - VIII Año

‘Viento de Marzo’ de Javier Sánchez Sánchez

Viento de Marzo
Javier Sánchez Sánchez
Luceat Ediciones (Colección Isla de Delos), Madrid 2020
Edición ilustrada
516 Páginas

Se acaba de publicar la última novela de Javier Sánchez Sánchez y su título, Viento de Marzo,  nos remite  al furibundo vendaval político que asoló la antigua Guinea española en los primeros días de marzo de 1969.  Nos encontramos, pues,  en cierto modo ante una “crónica novelada” de una realidad que todos los españoles llevamos dentro pero que hemos decidido olvidar. Y la pretensión del autor, como rezuma el libro ya desde sus primeras páginas, es acercarnos a ella, al reconocer el «cariño de esta tierra con España».

La novela está inserta en  el Boom de la novela de la memoria que arranca con el nuevo milenio,  fenómeno que ha basculado desde la recuperación de la memoria histórica de la guerra civil a la represión del franquismo o a la etapa de la  Transición, pero que  se ha preocupado poco de recuperar nuestro pasado en las colonias africanas, con sus propios conflictos y sus  traumas. Claro que de casta le viene al galgo: si ya en los pasados siglos XIX y XX  destacan pocos autores,   excepción hecha de  Galdós (Aita Tettauen, 1905 y Carlos VI en la Rápita, 1905) y de  Juan Goytisolo (Reivindicación del conde don Julián, 1970), la gran mayoría de ellos abundan en el género popular, romántico o de aventuras con tintes pintoresquistas. Predominan  a su vez las novelas de ambiente bélico y todavía hoy siguen apareciendo algunas donde destaca lo militar, careciendo casi por completo de un acercamiento a la vida civil. El ambiente familiar, mercantil o social apenas tiene reflejo en esta literatura. Y dentro de esta exigua producción, si ha habido cierto interés en nuestra narrativa por este continente, en general se ha circunscrito a un país como Marruecos, como señala Antonio M. Carrasco, en su imprescindible Historia de la novela colonial hispanoafricana (2009).

A Guinea Ecuatorial apenas se le ha prestado atención. Y no deja de sorprendernos la amnesia que nos aqueja sobre esta tierra puesto que, a pesar de situarse a 4.000 Km de distancia, ocupa un lugar medular en nuestro inconsciente colectivo.  Así pues, el interés de Viento de Marzo de Javier Sánchez Sánchez es doble por cuanto que viene a desmontar ese señalado borramiento de este nuestro pasado histórico, reforzando nuestras particulares Memorias de África, a la vez que pretende poner al descubierto los lazos fraternales que nos unen a sus habitantes.

De la mano del protagonista, el diplomático Luis Cardona, el autor nos va a sumergir en los conflictivos años de la colonia guineana en vísperas de su descolonización. La España franquista no está a la altura que exigen los acontecimientos y no es capaz de encontrar una salida adecuada a la crisis. ¡Magnífica esa imagen de la novela donde una turista italiana sorda asiste en el Museo de El Prado a la visión del Saturno devorando a sus hijos de Goya a tan solo unos metros del Ministerio donde se dirimen las decisiones…! En ese orden de cosas, se enfrentan dos posturas antagónicas desde el mismo Gobierno: la visión monolítica y carpetovetónica de Carrero Blanco, en el Ministerio de la Presidencia, y la posición más abierta y moderna de Castiella, en el de Asuntos Exteriores,  que secunda los requerimientos de las Naciones Unidas. Como contrapunto, los intereses económicos de las potencias extranjeras en la zona, que tienen un ojo puesto en la explotación de las reservas petrolíferas,  arman un puzzle siniestro en el que Luis Cardona se encuentra encerrado de la noche a la mañana. Las vivencias de Cardona permiten al autor ofrecernos una mirada irónica y mordaz de las contradicciones del régimen colonial. La situación se saldará finalmente, como todos ya sabemos, de la peor manera posible: la independencia del país con la llegada a la presidencia del lunático Francisco Macías, que sumirá a la población en un caos de pobreza,  terror y desolación. Pero el consabido spoiler no merma ni lo más mínimo el suspense de la trama que nos va a llevar por la lectura trepidante de la novela como a lomos de una vertiginosa montaña rusa. Con estos mimbres, Javier Sánchez, gran conocedor de la realidad guineana por su condición de doctor y profesor en Derecho con vínculos profesionales en el país, construye una narración ágil y  amena con brillantes diálogos, que con un rigor histórico intachable se aleja conscientemente de la banalización y el exotismo que Antonio M. Carrasco ya advertía  en la narrativa sobre África desde el  siglo XIX.  Javier huye de los personajes estereotipados, de las almibaradas historias de amor  de telenovela  y del socorrido gusto por las escenas de acción propias de otras novelas previas como el best-seller Palmeras en la nieve (2012) de Luz Gabás. Su apuesta se centra en recuperar historias, acontecimientos y personajes de carne y hueso que, por un lado, van a acrecentar el conocimiento colectivo sobre los hechos del pasado, y, por otro, nos van a dar la medida del horror, del sufrimiento o de la virtud humana al enfrentarnos a las encrucijadas de la Historia. Hay que señalar que la literatura es un medio privilegiado para estos dos objetivos,  que exigen, irrenunciablemente, un posicionamiento ético y político por parte del escritor.  Javier cumple ambos con creces y su esfuerzo va a ir dirigido a perpetuar, como decíamos más arriba,  una vivencia de confraternización que no se ha extinguido con el paso del tiempo.

En suma, Viento de Marzo es una novela coral y caleidoscópica, de ritmo casi cinematográfico, que por cierto aceptaría muy bien su adaptación a la pantalla tanto en formato de largometraje como de serie televisiva. Por sus páginas desfilan los primeros episodios históricos de la colonia, desde la llegada del Conde de Argelejo en 1778, hasta su independencia en 1968 e incluso nos lleva hasta muchos años después, lo que nos permite conocer el destino final de los personajes. Asistimos a las luchas entre las dos etnias dominantes, fangs y bubis, a los tejemanejes de la diplomacia y los servicios secretos internacionales, a los afanes de los finqueros y a las intrigas del incipiente gobierno de la poscolonia…

De este modo, Javier  articula un relato de identidad nacional para un país que a día de hoy no acaba de encontrarlo del todo. En este empeño se une a los que ha alentado la reciente narrativa ecuatoguineana con novelas como El reencuentro. El retorno del exiliado, (1985) de Juan Balboa Boneke -padre de la cantante Concha Buika-,  Las tinieblas de tu memoria negra, (1987) de Donato Ndongo-Bidyogo y, la fascinante  Los caminos de la memoria (2016), de Justo Bolekia Boleká. Lo cual no es poco.

Una de las últimas reflexiones de Luis Cardona, al final de su carrera, cuando rememora las actitudes y las decisiones de las autoridades de la época, le lleva a concluir que «la inflexibilidad, la obsesión y el egoísmo suelen ser los compañeros de viaje hacia el desastre, la tragedia y la locura; mientras que la entrega a los demás, la altura de miras y la capacidad para adaptarnos a las circunstancias cambiantes de la existencia desde nuestra posibilidades reales, ayudan a disfrutar de una vida más plena y feliz».

Ojalá los lectores que se acerquen a este Viento de Marzo logren contagiar a propios y extraños el mismo anhelo de concordia cuando recomienden la lectura de esta magnífica novela.

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