Música de carreteras
José Luis Martínez Clares
Colección Melibea Edición Talavera de la Reina, 2020
Premio de Poesía Rafael Morales, 2019
Hacer un comentario literario o reseñar un libro no es tarea fácil ni superflua, todo lo contrario, es un ejercicio de inspección y escrutado para que aflore el mensaje del texto, para interpretar lo que quiso decir el autor o para descubrir e inmiscuirse en una forma de decir poesía. Y cuando el autor pone su libro en tus manos hay una responsabilidad implícita.
Pero leer a José Luis Martínez Clares es siempre un deleite y recordé que hace un par de años, el buen gusto por las cosas bien hechas, el amor por la literatura y la poesía en especial, el valor de los detalles, la calidad y el buen hacer, nos llevaron a elegir formar parte de la bella familia de autores de Letra Impar, Editorial tristemente desaparecida. Y en esa aventura literaria, descubrí más en profundidad a Martínez Clares. Hoy me parecen muy atinadas aquellas palabras que escribí sobre su anterior libro:
Poemas que se desgranan desde la primera página como un abanico lacónico frente al exceso y la redundancia. El autor, muy lejos de la grandilocuencia, desde el primer verso, desafía los cánones que generalmente limitan y restringen. El poeta lucha consigo mismo, contra sus contradicciones en líneas muy sutiles, mientras se sumerge en el recuerdo de Javier Egea.
Siguiendo una línea invisible nos lleva de la mano en un trayecto vital de emociones y sensaciones, dejando a un lado discursos demasiado ‘trillados’ que poco aportan al panorama literario actual.(fragmento)
Con estas palabras comenzaba la reseña que hice del libro ‘Doctorado en Vientos’ de este magnífico autor y como el mismo dijo, en una entrevista para radio hace muy poquito, ‘Música de carreteras’ es un libro muy del estilo de Doctorado en vientos. Luego de varias lecturas, puedo afirmar que sí, que son libros que al leerlos, reconoces enseguida a su autor y eso suele pasar cuando ya tienes un estilo determinado, una voz y un sonido propios. Este es el caso de José Luis Martínez Clares.
Tiene varios libros publicados y una amplia trayectoria. Hace dieciocho años que vive y trabaja en Roquetas de Mar y quizás por eso se siente tan almeriense como cualquiera. Nacido en Gor, Granada, a menudo tiene la sensación de no saber si es de aquí o de allí, pero él sabe que es de donde se lo valora y de donde puede ser y crecer. Y esas no son ‘Palabras efímeras’ parafraseando el título de su primer libro publicado por el IEA, (Instituto de Estudios Almerienses) son palabras de peso, son palabras de sustancia, como las que contienen sus libros. Porque no escribe el poeta por escribir, lo hace por una necesidad vital, tal y como le sucede a José Luis Martínez Clares.
Hoy en día, después de estos días encerrados en una tensa calma, hemos descubierto que tenemos dentro un cúmulo de sensaciones que, seguramente afloran o surgirán con el paso del tiempo. ‘Escribir es una panacea para el escritor’, dice nuestro autor…y lo dice alguien que no olvida al lector, que escribe para pocos, para las minorías, pensando en que la poesía debe perder importancia para el autor pero no calidad, que debe reflejar las cotidianas vivencias y las rutinas, que ha de traer el pasado como explicación del presente y hasta incluso de un futuro posible, tomando la poesía popular y engrandeciéndola para hacerla cada vez más accesible, sin que pierda por ello filosofía, contenido y calidad, sino que, a través de un vocabulario acertado, vaya haciéndola más cercana y palpable, buscando la universalidad.
Estas características constituyen la poética de este autor y al comenzar a leerlo no te deja indiferente. Seguramente el jurado que le otorgó este premio, sintió y pensó lo mismo.
Dice estar influenciado por la poesía de Caballero Bonald, de Ángel González, de Jaime Gil de Biedma y de Javier Egea entre otros y al leerlo, damos fe de ello.
Este libro, un ramillete de cuarenta y cuatro poemas, repartidos en ochocientos versos, con un lenguaje directo y claro, aborda una temática muy heterogénea y subyace un hilo conductor, una ‘música de carreteras’ que nos acompaña en este viaje. Habla mucho de su pueblo, de Gor, del pasado donde están las claves para interpretar y decodificar lo que ocurre en el presente. También denota rebeldía para saber escapar de las rutinas diarias, huyendo de lo estanco, tratando de ‘Recobrar lo insignificante, lo inostentoso , lo perecido’ tal y como nos propuso Julio Cortázar en Rayuela. Y a ese juego se unen estos versos llevándonos por carreteras secundarias que son símbolo de libertad y de huida hacia adelante, escapando de la normalidad absurda. Es siempre una oportunidad la carretera de encontrarnos con otra realidad, con otro futuro, con otra locura más allá de los libros, más allá de un poema.
En resumen, el autor nos dice que ‘necesitamos, aunque odiemos la poesía,(…) necesitamos/ versos/ que aviven la llama de nuestra vida,/ versos que edifiquen/ una buhardilla inhóspita/ en la que guarecernos,/ versos que corrijan el porvenir/ y que nunca nos abandonen/(altivos y solos)/ ante las puertas heladas de cualquier lugar/ de culto.’ Necesitamos versos contra la ‘indiferencia’, versos antes de una ‘vía muerta’, versos ‘on the road’, ‘versos con faldas’, versos ‘que derriben los puentes con solo cruzarlos’, versos contra ‘tormentas imaginarias’ versos que nos mantengan en el camino, a salvo, escuchando quizás alguna melodía, para no quedarnos perdidos en un ‘punto muerto’.