Episodios Nacionales
Benito Pérez Galdós
RBA, 2020
Galdós descifra, interpreta y divulga la historia del siglo XIX
Tengo entre las manos el primer ejemplar de la nueva edición de los Episodios Nacionales de RBA. Es una contribución meritoria y que hay que agradecer, ya que permite el conocimiento de la obra más completa de don Benito. Nos llega, además, en un año plagado de promesas incumplidas, de frustraciones que dejan… un regusto amargo.
Se ha comentado, en más de una ocasión, que el llamado “Año Galdós” está quedando, a todas luces, deslucido. Es cierto, que hemos vivido unos meses presididos por la pandemia, difíciles, llenos de sobresaltos, angustia y miedo por nuestros familiares y nosotros mismos.
Benito Pérez Galdós, también, ha sido una víctima colateral, como se dice ahora, de la COVID-19. Casi todo lo que estaba programado para este año galdosiano, se ha venido abajo como un castillo de naipes.
Únase a esto una notable improvisación, desinterés y falta de compromiso. Es una lástima, porque era el momento más oportuno para poner en valor sus dotes intelectuales, su capacidad y fuerza narrativa, sus hallazgos estilísticos, su apuesta por la modernidad, el europeísmo y la democracia y su lucha denodada por combatir la intolerancia, el fanatismo, el poder de la Iglesia que pretendía monopolizar y controlar las conciencias, el cainismo y todo lo que mantenía a nuestro país anclado en el pasado y apartado de las corrientes filosóficas, políticas y culturales que circulaban libremente por el viejo Continente.
Galdós fue un autor tremendamente sólido y poliédrico. Cultivó el periodismo, la novela, el teatro… sin embargo, pocos son los que dudan que su gran contribución, fueron los Episodios Nacionales.
Desde su concepción progresista y laica, buscó acercar la historia a miles de lectores y exponer, con amenidad y sencillez pero con rigor, todo lo que se había tergiversado y ocultado. Se enfrentó con valentía y audacia a los tópicos imperantes, así como a una visión simplista e interesada que muchas veces, no era otra cosa, que una velada invitación a la sumisión, al nacional-catolicismo, y a la exaltación indisimulada de viejas tradiciones que no traían consigo más que pobreza, atraso, aislamiento y explotación.
Por eso, debemos recordar en este año galdosiano, que los Episodios son ante todo, un acercamiento crítico a la historia de España del siglo XIX. Se afana en preguntarse el cómo y el por qué, de acontecimientos históricos de relieve, así como de su transcendencia y proyección. Quiere hacerlos comprensibles para el lector medio y en ese empeño pedagógico pone toda su energía. Por eso, como han indicado alguno de los mejores estudiosos de Galdós, la entraña histórica es la esencia y la ficción novelística la cáscara, la envoltura.
Por eso, hace tanto hincapié en mostrar los males endémicos de España, la violencia, el guerracivilismo, el aislamiento, el inmovilismo… que impide una convivencia pacífica y una tolerancia hacia quien piensa de otra manera. Es la suya una apuesta firme por superar viejas y anquilosadas estructuras sociales. Pide, abiertamente, más ciencia y menos superstición.
Uno de los grandes aciertos de don Benito fue el poner de relieve, sistemáticamente, el enfrentamiento del que aún no hemos salido, entre las dos Españas. La que critica concienzudamente el presente e intenta adentrarse en el futuro, la que predica la tolerancia y está abierta al progreso y la que pretende permanecer en un inmovilismo paralizador, glorifica el pasado y se niega a admitir el contacto con las ideas y la cultura de los países europeos de nuestro entorno, descalifica el pensamiento y glorifica a los “espadones”
Una pregunta pertinente es, sin duda, ¿tienen unidad los Episodios?, ¿hay un hilo conductor en los mismos? Desde mi punto de vista, la respuesta es afirmativa… más habrá que dejar a los lectores y lectoras que extraigan sus propias conclusiones. Galdós, es obvio, tenía una intención clara y un programa que seguía unas pautas muy concretas… pero en ningún caso quiso hacer una obra de tesis.
Los Episodios Nacionales iban a componer cinco series de diez novelas cada una, es decir, iban a ser cincuenta. Es interesante destacar que tras la primera y segunda serie, transcurren veinte años hasta que retoma “la empresa”, con la tercera, cuarta y quinta. Son cuarenta y seis en lugar de los cincuenta previstos ya que Galdós, casi ciego y enfermo, no tiene fuerzas para ultimar la tarea.
En los Episodios se mezclan, se entrelazan los personajes ficticios con otros de realidad histórica, que son claves para descifrar los aspectos más relevantes de cada momento histórico. Es de destacar, que los personajes creados por Galdós están, dotados de una enorme vitalidad y fuerza, lo que contribuye a que los relatos tengan un enorme interés y provoquen sentimientos, a veces, encontrados en los lectores. Rara vez sus páginas dejan indiferente.
En alguna ocasión, se ha dicho que son el germen, el inicio de la novela histórica en España. En ellos, junto a reflexiones de índole sociológica o política, hay una enorme pasión y habilidad narrativa así como una indisimulada simpatía por hombres y mujeres del pueblo, de la gente sencilla. Puede afirmarse que Galdós cuenta “la historia desde abajo”.
Por estos motivos y otros que iré desgranando, me parece una apuesta culturalmente interesante la de la Editorial RBA, de poner en manos de los lectores los cuarenta y seis Episodios Nacionales, que irán apareciendo semanalmente. Los atractivos de esta colección no acaban ahí. Se reproducen dibujos e ilustraciones de la primera edición. Es particularmente emotivo, ver las ilustraciones del arquitecto, pintor y dibujante Arturo Mélida que dejó muestras de su talento en algunos lugares emblemáticos como el Ateneo de Madrid, al que estuvo muy vinculado.
Las ediciones de los Episodios, sin exageración alguna, se cuentan por docenas. Algunas con la bandera tricolor en su portada y otras con la bandera rojo y gualda. Es una espléndida iniciativa que haya una edición específica que recuerde a Benito Pérez Galdós en este año tan especial. Es de un valor incuestionable su despliegue de inteligencia, ardor intelectual así como su carga de humanidad.
Un dato significativo que merece la pena destacarse es el cambio de narrador en cada una de las series. A veces, el protagonista tiene un antagonista, como prueba de la tensión dialéctica y el enfrentamiento entre las dos Españas.
Antes de enumerar los protagonistas de cada una de las series, me gustaría indicar que a lo largo de los Episodios, don Benito se muestra como un escritor vanguardista, lo que puede apreciarse, entre otras cosas, en los cambios que se van operando, en el modo, en la forma de narrar y en los recursos estilísticos que emplea. Lo que por otro lado, pone de manifiesto un conocimiento nada superficial de la literatura europea del momento.
Gabriel de Araceli es quien protagoniza la primera serie. A lo largo de las diez novelas de que consta, pasa de ser un adolescente a un oficial del ejército. En la segunda serie el verdadero protagonismo lo tiene el enfrentamiento cainita entre liberales y absolutistas. Salvador Monsalud es un afrancesado que va evolucionando hacia un liberalismo progresista. Frente a él, la siniestra figura de Carlos Garrote, intransigente, reaccionario e inmovilista. Don Benito en esta segunda serie ya no recurre al narrador omnisciente sino que los personajes hablan en primera persona. Esto sirve naturalmente, para abordar los problemas de España con sus contradicciones, odios y conflictos.
En la tercera serie, la atención se centra en Fernando Calpena, en cierto modo, un romántico desarraigado, que tiene otras inquietudes además de sus ideas políticas, un tanto endebles, lo que permite a don Benito, utilizar lo que podríamos denominar, “técnicas de distanciamiento”. En la cuarta se nos presenta a un personaje contradictorio, débil y apasionante, José García Fajardo. Es y se comporta como un señorito de la Alcarria, aunque le hubiera gustado ser otra cosa. Liberal y católico es incapaz de desprenderse de sus prejuicios y de su forma de vida. Fajardo es el encargado de hablarnos del reinado de Isabel II.
Llegamos así a la quinta serie, protagonizada por Tito Liviano, periodista y mujeriego. El propio nombre tiene mucho de ironía, de burla y de parodia. Obviamente evoca al historiador romano Tito Livio, aunque representa un modelo bien diferente de dar cuenta de los hechos. Particularmente interesante es la figura de Maryclio que es una personificación, un tanto sarcástica e hiriente tanto de la musa de la Historia como del modo de transmitirla.
No me resisto a mencionar algunos personajes femeninos, de indudable interés, que recorren estas novelas históricas de ficción. Un buen ejemplo lo constituye Genara, intransigente y estéril que representa la España inmovilista y Soledad activa, abierta y luchadora que representa la España del futuro. Como puede apreciarse, Galdós era aficionado a las metáforas y a los símbolos.
Un aspecto, en el que no se ha insistido en exceso, es su cosmopolitismo y su conocimiento de las corrientes culturales europeas. Es ostensible su familiaridad con Balzac, con Dickens y en menor media con Walter Scott. Hay quien sostiene que tomó como modelo los “Romans Nationaux” de Erckmann y Chatrian. No cabe duda, de que conoció su obra, especialmente Waterloo… pero superó ampliamente el modelo, la intención y el alcance en sus Episodios Nacionales.
Es bastante conocido el hecho de que cuando fue propuesto para el Premio Nobel de Literatura, la “caverna” se movilizó, provocó, como diríamos hoy, “mucho ruido mediático” y logró que sus artimañas obtuvieran el fin deseado. A Galdós, que lo merecía sobradamente, no se le concedió el Nobel, al igual que posteriormente a otras destacadas figuras literarias.
Es oportuno indicar que pese a que no ha obtenido el reconocimiento que merece su obra y pese a un bombardeo constante y dilatado en el tiempo de la derecha más atrabiliaria contra su memoria y legado, Benito Pérez Galdós ha merecido páginas intelectualmente brillantes y profundas por parte de destacados pensadores y creadores. Estoy pensando en Tierno Galván, en José Fernández Montesinos, con sus brillantes y críticos estudios galdosianos, en Rosa Chacel que le dedica palabras llenas de emoción en la Revista “Hora de España” y por no citar más que un último ejemplo, María Zambrano que tanto ha escrito sobre la España de don Benito y especialmente sobre sus personajes femeninos.
Estas breves reflexiones, van tocando a su fin. Quisiera no obstante, señalar que en medio de tanto desinterés, tanto desangelamiento y tanta comodidad que ha impedido, por unas causas y por otras, que revisemos críticamente nuestro pasado, es un buen precedente y un signo esperanzador la aparición de esta colección de RBA que tiene, sobre todo, el atractivo de propiciar que los jóvenes y los menos jóvenes, tengan la oportunidad de encontrarse con Galdós, de cotejar su visión de España, de valorar la lucha contra el inmovilismo, de apreciar sus esfuerzos por modernizar nuestro país y por democratizar sus estructuras.
Es una colección fiel a la primera edición y al primigenio proyecto de don Benito, que ofrece una nueva oportunidad para explorar y adentrarse en el vertiginoso siglo XIX que, en buena medida, sigue influyendo sobre nuestro presente. Es difícil no estar de acuerdo que, todavía hoy, perviven prejuicios e ideas desfasadas que siguen poniendo cuantas “zancadillas” pueden a cualquier intento de modernización y progreso.
Hay que felicitar a RBA por esta estimulante iniciativa. Tan fiel al espíritu y al proyecto galdosiano. Los dibujos constituían, cuando se publicó, un complemento perfecto para los textos. Qué duda cabe que es un acierto recuperarlos e incorporarlos en esta edición, destinada a quedar como una de las pocas realizaciones fecundas de este, en buena medida, frustrado año conmemorativo del Centenario de su muerte.
Sólo me resta añadir el cariño y la entrega del pueblo madrileño por don Benito. El monumento en el Retiro, obra de Victorio Macho, por suscripción popular, así lo atestigua. Otra imagen que ha quedado grabada en varias generaciones es, su entierro que constituyó un homenaje de respeto y cariño. Pocas veces el pueblo de Madrid se ha echado a la calle como lo hizo para despedir a Pablo Iglesias, a Enrique Tierno… y al autor de los Episodios Nacionales, donde nos deja como legado, una visión crítica de la historia de nuestro país.
Dados los exiguos niveles de lectura de nuestro país, todos los esfuerzos que se hagan por incrementarlos son pocos. Hay que leer más. Nunca es tarde para conocer y disfrutar los Episodios Nacionales. Hay, eso sí, que asumir el compromiso, proponérselo y actuar en consecuencia. El viejo Aristóteles ya nos dejo dicho que dar el primer paso es, prácticamente, la mitad del todo.
¿Por dónde empezar? No hay porque seguir un orden cronológico, voy a atreverme a sugerir un episodio de cada serie. De la primera Cádiz, porque rememora la elaboración de la primera Constitución democrática, la célebre “Pepa”, y de las polémicas y controversias que la acompañaron, en medio de una guerra que se va perdiendo y con las tropas francesas avanzando.
De la segunda serie he elegido El terror de 1824, ya que pone de manifiesto la barbarie que siguió a la invasión de los Cien mil hijos de san Luis. Fernando VII, uno de los monarcas absolutista más crueles y sanguinarios, mando ejecutar, encarcelar y reprimir con dureza a los liberales. La violencia, la opresión, la aniquilación de todo atisbo de libertad… han sido lamentablemente una constante en la historia de nuestro país.
Propongo de la tercera serie el episodio Mendizábal. No se ha hecho justicia a este político reformista y con una visión de Estado. Galdós juzga interesante analizar la Desamortización y las reformas que intentaron llevar a cabo algunos liberales… y que los hechos se encargaron de frustrar. Algunas de las consecuencias, políticas y sociales, de las guerras carlistas aparecen descritas con minuciosidad y rigor.
De la cuarta me parece oportuno leer o releer Prim, ¿por qué? Porque fue un general progresista que puso fin, temporalmente, al reinado de los Borbones, encarnado en Isabel II. Es muy interesante ver como Galdós analiza la corrupción, la mediocridad y la superstición de la corte isabelina. Por otra parte, contiene unas páginas dedicadas al Ateneo de Madrid, del que Galdós era socio y en cuya biblioteca pasó tantas horas. Las descripciones del Ateneo son tan ilustrativas como poco conocidas.
De la quinta y última serie, voy a proponer el episodio Cánovas, como ya hemos indicado, esta quinta serie está inconclusa. Cánovas es el último episodio, aunque don Benito diseñó y trabajó en el siguiente, que no llegó a ver la luz, que se hubiera denominado Sagasta. Será sin duda una agradable sorpresa apreciar la lucidez de Galdós, leyendo algunas de sus páginas, parece que están escritas hace muy pocos años… y es que no hemos cambiado tanto desde aquella Restauración.
Dispongámonos pues a leer y a disfrutar. Ese y no otro es el mejor homenaje que puede hacerse a Benito Pérez Galdós en este desvaído Centenario.