diciembre de 2024 - VIII Año

Memorias de cine: José  Luis Cuerda

Memorias fritas
José Luis Cuerda
Editorial Pepitas de Calabaza, 2019
288 páginas

La aproximación a la vida de José Luis Cuerda a través su autobiografía “Memorias Fritas” es un viaje lleno de referencias de humor relatadas por un niño grande.

Constituye un cosmos de monólogos reflexivos e interesantes, algunas veces hilarantes, otros agudos, pero siempre plagados de ternura, fruto de la vida de uno de nuestros mejores cineastas españoles, ya fallecido.

Decía él mismo que los cineastas en la España reciente se dividen en dos tipos, los que se alinean con José Antonio Bardem o los que son de la escuela de Luis Buñuel. José Luis Cuerda se alinea con este último claramente. Por convicción y por estética.

El cine en el que participó y le interesaba era el retrato del lado humano de las personas, su sensibilidad, sus respuestas ante los estímulos, sus debilidades y sus fracasos. Siempre buscó tamizarlos, situándoles sobre un sustrato de humor y de comedia. Estas memorias son una reflexión, una ventana para asomarse al cine español y un retrato sobre la vida de los que lo hacen posible.

Su vida contada por él mismo es un relato de las peripecias de un cineasta. Lo ha entregado todo a la causa, esa mezcla extraña de empleos a caballo del arte, la artesanía y la industria cinematográfica. El suyo, su cine, tiene muchos rasgos artesanales, ocurrentes, inteligentes, compartidos en ocasiones con sus próximos, y otras veces, con los ajenos.

El autor ha disfrutado en las producciones con los actores, las actrices y con todos los componentes del tinglado que hace posible que el cine funcione. Como dice Serrat evocando a Machado, este libro es un monólogo de un hombre bueno.

Le costó, como a todos alcanzar el nivel, la altura necesaria para descollar, pero su perspicacia y, en muchos casos, la hibridación con otros le permitió alcanzar la solvencia que sin duda esperaba. Se puede anotar el maridaje con Azcona, a quien admiraba y de quien no se despegaba, juntos ha generado guiones y escenas impagables.

Nacido en Albacete en 1947, sus padres son de Masegoso, un pueblo de la Sierra de Segura, donde se ha criado. Ha sabido trasladar muchos ecos de su infancia y de su juventud al celuloide y otros los ha llevado siempre consigo. Murió enamorado de su afición convertida en oficio en el mes de febrero de 2020, a los 72 años, el mismo mes en que nació.

Relata al comienzo su ruda educación en los escolapios, y su salto al seminario menor de Hellín donde cuenta que gastaba su tiempo leyendo. Acabó después por aterrizar en el seminario mayor de Albacete, de donde decidió apearse definitivamente de la religión católica, informando a la familia que su ciclo de influencia clerical había concluido. Le esperaba Madrid y la Facultad de Derecho donde no destacó por su afición al estudio.

Estos saltos los relata con humor y sabiduría, describiendo el entorno local y su origen donde se ha criado. Una aldea de un pequeño pueblo manchego, en el contexto de una España nacional católica, y su salto posterior a un entorno urbano de un Madrid cada vez más cosmopolita. Ese tránsito ha inspirado en él referencias muy significativas.

Cuenta la anécdota en aquellos momentos que era corriente preguntar a los niños que quieren ser de mayores. Mientras lo demás apuntan a oficios varios, incluso de falange, o militares, el apunta que quiere ser pastelero.

Su infancia manchega y su humor socarrón acabaron por impregnar sus aficiones personales a la buena mesa, llegando en la senectud a alejarse de su tierra de origen para recalar en Galicia. Su periplo vital desembocó en un pueblo de Orense. Allí acabó cultivando viñas en su tiempo libre y embotellando vino de Ribeiro como últimas aficiones.

Siempre dijo que el entorno gallego le daba la paz que buscaba, pero no en el frente marítimo, sino el interior, en el entorno fluvial de los ríos gallegos,  en contacto con los diversos verdes de su paisaje.

Recuerda dentro de esos orígenes rurales de la infancia, dos cosas: aparte de la crianza en un cálido entorno familiar, la afición de su padre por la caza de reclamo y el juego de cartas con apuestas. Siendo un gran jugador de naipes, su padre acabó por prosperar y amasar una cierta fortuna, recursos que acabó dilapidando al final de su vida.

Su infancia queda recogida en la narración con abundantes anécdotas, algunas muy divertidas, como cuando presenció  el parto de una cabra en el campo, o la observación invertida de la imágenes en el cine en la máquina cuando se proyectaba sobre la tapia de una casa cercana a la suya.

Sus estudios de derecho en Madrid fueron uno de sus fracasos más sonados, deambulando por Madrid, y gastando los fondos que le remitía su padre. Así pasó esos años jóvenes. Se dedicó a viajar y a conocer aquello que le estaba vedado desde que salió de su pueblo.

Los contactos de su padre en el juego acabaron proporcionándole las relaciones suficientes para dar los primeros pasos en TVE.

Es curioso que Juan José Rosón, el director de la cadena en pleno franquismo, terminará dándole un trabajo modesto con la condición de que si no vale o no resulta útil, acabará en la calle. Hay algunas anécdotas de sus tribulaciones iniciales en el oficio televisivo especialmente divertidas.

Muchos de los que iniciaban sus pasos allí militaban en la variopinta oposición al régimen, extremo al que tampoco hizo ascos, aunque reconoce que participó sin mucha convicción en una célula del PCE. Poco a poco acabará cumpliendo las exigencias bien como guionista, como ayudante o como realizador. Era un tiempo para fijar conceptos y establecer amistades.

Algunos con los que se tropieza, conformarán un círculo que consolidará con el tiempo, como son los casos de Méndez Leite, Josefina Molina, o Rafael Azcona. Con este, pasado el tiempo, consolidará una amistad inquebrantable. Con todos  ellos y algunos más conformará proyectos posteriores, como realizador o bien como productor.

En ese periplo acabará por abandonar parcialmente la televisión para componer encargos de films tomados de ideas propias o de adaptaciones como “El bosque animado” de Wenceslao Fernández Flórez. También ensaya guiones para otros que acabarán por abrirle un lugar en la difícil industria que es el cine español, escasa de recursos, aunque rica en imaginación e improvisaciones.

“Pares y Nones” guión de sus primeros inicios de Estela Films es un ejemplo. Suelen ser comedias, el estilo preferido de Cuerda. Filma otras como director, como “Tocando Fondo” con Antonio Resines y Jorge Sanz y otros actores secundarios eternos como Manuel Aleixandre, con quien trabará amistad.

El relato se detiene en algunos de ellos, como Aleixandre, gran aficionado al billar y a los naipes, de voz temblorosa y tímida y temerosa siempre. Eterno secundario en el cine, acaparará papeles obligados de perdedor, desgranará, con gesto amargo, chistes insólitos. En esa empresa, el actor siempre acometerá con pesar el enorme hándicap de su seriedad natural.

Incluso para cumplir con el guión pero siempre respetuoso con el director, Manuel Aleixandre, antes de rodar las escenas que le tocan, le discute el libreto solicitando del jefe el plácet para insertar algunas morcillas. Cuenta el director que el permiso le fue denegado lo que constituyó un arduo debate que Cuerda recuerda entre la indignación y el espanto.

Existe en la filmografía iniciática de éste director, algunas películas inolvidables, como “La Marrana”, comedia rural con guión y dirección del propio autor, e interpretada por Alfredo Landa y por Antonio Resines.

Ambos actores figurarán en otras obras suyas aportando su presencia como actores de comedia. También se puede citar “Total” con Agustín González o “La viuda del Capitán Estrada”, con Ana Galiena.

Fernando Fernán Gómez, actor polifacético, es otro de sus actores preferidos. Su actuación quedó retratada para la historia del cine por la interpretación magistral del actor en su papel de maestro rural protagonista de la “Lengua de las Mariposas”. Está película que ha constituido un film inolvidable fue presentada en el festival de Sundance, donde alcanzó notable éxito.

Para ese film, tan admirado después por Woody Allen, contó con la inestimable colaboración de Rafael Azcona, que supo adaptar las obras de Manuel Rivas, autor del “Lápiz del Carpintero” y otros relatos afines, fundiéndolos, para dar vida a aquellos momentos que retratan el esfuerzo educativo de la Segunda República. No será el único trabajo con Azcona, con el que consulta y comparte muchos momentos.

Cuenta que una vez el autor norteamericano Woody Allen que deseó conocerle. Cuerda muy tímido rehusó el encuentro al no conocer el idioma. No sabía que Allen conocía el francés que Cuerda dominaba.

Ha realizado también otras formidables películas dramáticas como “Los girasoles ciegos”, adaptación de la obra de Alberto Méndez, con guión de su amigo inseparable, Rafael Azcona, que junto con la anterior alcanzarán cumbres muy notables del cine español.

Los actores Javier Cámara y su adorada Maribel Verdú están impresionantes y le resultan al director imprescindibles.

Pero también figuran a su cargo comedias muy significativas de su filmografía, quizá las que más fama le han otorgado como director de ésta singular modalidad.  “Amanece que no es poco” o “Así en el cielo como en la tierra” que han marcado su cinematografía en el lado de la comedia.

Es significativa su predilección por algunas de sus actrices favoritas como Maribel Verdú, a quien rinde pleitesía como actriz, sin dejar de citar a otras con las que ha trabajado.

En cuanto a su faceta de productor, perfil que acometió cuando ya estaba clara su dedicación al cine y cuando contó con los recursos necesarios.

Es conveniente citar su apoyo al cine de Alejandro Amenábar. Su opera prima, “Tesis”, fue un hito en su punto de partida inicial que luego trajo consigo otras realizaciones en la que Alejandro Amenábar desplegó su talento. Siempre contó con el apoyo de José Luis Cuerda.

Muchos de los films producidos se financiaron con la marca de “Producciones del Escorpión” o “Sogecine” en las que figuraba José Luis Cuerda, junto con otros promotores. Bajo ella se producen otras películas de Amenábar, como “Los Otros” y la de otros realizadores importantes como Gracia Querejeta o Julio Medem.

Pero dejando de lado su filmografía, que es conocida, lo importante de su relato es la sabrosa prosa, plagada de anécdotas personales, de reflexiones sobre la vida, sobre lo sustantivo y sobre lo anecdótico. Es en éstas reseñas donde reside la salsa de sus memorias y se refleja su personalidad.

Su pasión por retratar los sentimientos de la gente, su amor por destacar el perfil de los perdedores. Son personajes con los que se siente cómplice. Y por encima de todo, en lo personal, su sentido de la amistad..

Le reconforta mucho la presencia de sus innumerables amigos en las veladas que organiza en su último refugio, el caserón gallego que adquirió para retirarse. A menudo los echa de menos. El propio autor dice encontrarse huérfano cada vez que uno falta.

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