noviembre de 2024 - VIII Año

‘Jugar con fuego’ de Sandra Bruce

jugarfuegoJugar con fuego
Sandra Bruce
Boria Ediciones, 2019

Tengo un libro en las manos Jugar con fuego de Sandra Bruce. Editado por Boria Ediciones, con sobriedad y buen gusto.

Contiene varias sorpresas muy agradables. Es una novela al margen de experimentalismos y del cruce o amalgama de géneros postmodernos, tan al uso. Ante todo, cuenta una historia, un fragmento de vida que pone de relieve aspectos sociológicos, si no estuviera tan manido, podríamos decir históricos, cruce de culturas y hasta reflexiones antropológicas.

En periodos turbios, como el presente, acechan tantas amenazas a la integridad del ser humano que es complicado salir indemne.

Es enormemente frecuente encontrar publicaciones que hablen del proceso de liberación de la mujer, de los techos de cristal y de esa lucha sorda que han de mantener, por ser ellas mismas en condiciones que han sido y siguen siendo adversas.

Hay que saber elogiar, por tanto, la perspectiva, el punto de vista desde el que se observa el transcurrir de los hechos. Jugar con fuego ofrece distintos niveles de lectura. Sería lamentable atender sólo a la superficie, al discurrir de los hechos y no vislumbrar todo lo que está sugiriendo y el subsuelo o la estructura profunda que tiene el relato. Las cosas son bastantes más complicadas de lo que parecen.

El núcleo central lo constituye la incomunicación y sus secuelas. En estos fragmentos de vida, se ponen de relieve mezquindades, agravios largo tiempo guardados y los efectos malsanos del peso muerto de la tradición. Aparece reflejado con perfiles nítidos un mundo que agoniza pero no acaba de morir. El inmovilismo lo envenena todo con sus efectos letales.

El ser humano en medio de las circunstancias que le toca vivir, se ve forzado a no poder superar los ‘condicionantes’ de la realidad que le rodea y de lo que podríamos llamar las ‘barreras culturales’ aunque la dignidad se las arregle para como el Ave Fénix renacer de sus cenizas.

En el estilo de vida de los diversos personajes de esta novela, que tiene más de coral de lo que parece. Ahí está, sin ir más lejos, el entrecruce de historias donde podíamos tirar de cada uno de los hilos.

Es fácilmente perceptible el choque, a veces abrupto, entre las concepciones del mundo anglosajón y del mundo cerrado en que Stella se ve recluida. De ahí, que busque denodadamente, una escapatoria para poder tomar el control de decisiones fundamentales y no sentirse atrapada por una realidad ambiental asfixiante que pretende anularla.

Otro acierto me parece, el que siendo tan distintas todas guarden en su interior la misma sensación de angustia. Estas mujeres, anglosajonas, se ven impelidas a desenvolverse en un ámbito que ni entienden ni las entiende. Por eso, se sienten desgraciadas y desarraigadas.

El leitmotiv es la incomunicación y cada una con sus frustraciones a cuestas, es una metáfora hiriente que constituye en conjunto, una alegoría deprimente.
Puede constatarse que la diferencia entre verdad y mentira, a veces, es una cuestión de éxito y siempre o casi siempre, de poder. Por eso, es tan difícil aprender a sortear escoyos y perseguir equilibrios resbaladizos.

En las últimas décadas, se ha operado una transformación acelerada que ha supuesto el final o la agonía de la familia tradicional y su capacidad de ejercer un control férreo sobre los miembros de la misma, incluido el de admitir o no a ‘extraños’ en su seno, poniéndoles todo tipo de trabas.

La hipocresía, el filisteísmo con sus excusas, sus mentiras malintencionadas forman, también, parte de esa viciada estructura de poder que ha sido considerada por el conservadurismo más rancio, la base de la sociedad y que tiene no poco que ver con el franquismo sociológico.

En Jugar con fuego, lo crudo o brutal de determinadas situaciones está atenuado por un escepticismo que no impide, sin embargo, vislumbrar lo que hay detrás de la intolerancia, del resentimiento o de la manipulación estratégica de la verdad.

Quienes se ven amenazadas de exclusión por ese mundo cerrado y hostil, se ven obligadas a experimentar pequeñas transgresiones que son avances hacia la salida del laberinto.

Van desapareciendo las certidumbres y muchas páginas de esta novela son una clara advertencia de que una visión del mundo se está desmoronando y ha entrado netamente en crisis.

Me parecen dignas de ser reseñadas las distintas formas de reaccionar ante el dolor, ante la pérdida y, en definitiva, ante la muerte. Hay quienes se comportan con indiferencia e incluso quienes muestran su avaricia, su ruindad y sus peores instintos en momentos como estos, en tanto que otros, sería preferible decir otras, muestran empatía y generosidad.

Se pone, asimismo, de manifiesto el oportunismo y la ausencia de valores que se van abriendo paso por doquier. En la organización de esta sociedad tradicional y provinciana que se va hundiendo, no hay apenas lugar para convicciones morales firmes o para actitudes éticas exigentes. Es oportuno poner de relieve que, también, de este mundo sórdido se puede extraer belleza si se acierta a captar los ‘impulsos nobles’ o los momentos poéticos que tantas veces quedan reducidos a añicos por obra y gracia del ‘instinto depredador’ que anida en muchos corazones.

El combate por conquistar la independencia personal así como sus riesgos inherentes es otro ángulo, otra posibilidad desde la que leer Jugar con fuego. Es un duro aprendizaje sobreponerse a la doblez, vencer el miedo y sus efectos paralizantes. Para dar un paso firme hacia delante, es preciso enfrentarse al miedo como nos mostró lucidamente el filósofo estoico Epicteto, que supo sobrevivir al sufrimiento pese a haber sido esclavo y tullido. ‘nadie que tenga miedo, pena, perturbación es libre’

Se describen escenas brutales que no dan pábulo ni a una sombra leve de compasión. Los intereses predominan sobre los vínculos más ‘aparentemente sagrados’… y, sin embargo, quedan resquicios para la complicidad y para el apoyo mutuo entre los excluidos, aunque sería mucho más exacto hablar de excluidas.

Otra verdad amarga que se desliza por las páginas de la novela es que hay morales que se adaptan, perfectamente, a las conveniencias imperantes. El disimulo, la apariencia de normalidad y el guardar determinados rituales no logran encubrir que toda familia guarda un cadáver en el armario, que lentamente va deteriorando hasta eliminar, todo lo que de humano poseen los vínculos familiares oportunistas y trasnochados.

Hay construcciones sociales cuyo envés es una forma de opresión. Las convenciones más rancias son a veces, un obstáculo insuperable para el contacto humano y la comunicación.

La lectura de Jugar con fuego es adictiva. Todo novelista ha sido antes un lector. De un modo elegante, sin ninguna concesión a la pedantería, puede observarse aquí y allá la influencia de Graham Green y George Orwell y la alargada sombra de Aldous Huxley puede verse reflejada en lo que las páginas del libro tienen de utopía negativa… y de incomunicación infernal. Es una auténtica tortura sentir diariamente, alrededor, la trivialidad, la superficialidad y la insustancialidad de quienes viven sin norte y sin horizonte.

Es esta su primera novela en castellano. Antes han visto la luz The Class y I once was lost, que han obtenido diversos premios y reconocimientos, Sandra Bruce muestra un oficio poco común a la hora de transmitir sensaciones y vivencias. Establece con el lector una complicidad para irlo guiando en medio de esa realidad hostil.

Quien se aventure en las páginas de Jugar con fuego, no lo lamentará. El relato expresa con una entereza y un sentido crítico encomiable, el duro combate por ser uno mismo y por superar las condiciones ambientales que tienen un efecto destructivo innegable y que pueden aniquilar cualquier atisbo por ‘saltar el muro’ y conquistar la libertad… más si se acepta el reto, la empresa puede saldarse con una victoria que refuerce la autoestima para seguir adelante.

En esa pugna dialéctica, contra unas condiciones sociales adversas que podríamos denominar patriarcales, que Stella emprende por conquistar su espacio y tomar las decisiones que la conciernen, de cuando en cuando, habrá que seguir jugando con fuego.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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