Cielo y Chanca
José Antonio Santano
Editorial Alhulia, 2019
Con un clarividente prólogo del poeta Antonio Enrique, José Antonio Santano nos propone en su última entrega una bajada a la luz y al silencio, que en realidad supone una ascensión al pretérito, a lo esencial ninguneado, a las sombras luminosas de los seres y de las cosas que resplandecen en la cal de la memoria: ‘…ya no quedan palabras que devuelvan al hombre/ aquel blanco silencio/ viva fe por la vida.’
Un poemario que trasiega por los añiles que navegan de una orilla a otra, de la mar, de una medina a otra, de las vidas de sus moradores, de un universo perdido, sin memoria, y ahora plasmado en negrita para solaz y aprendizaje del devenir, tan extraviado en raudas instantáneas, en mensajes fugaces, sin luces ni permanencia, en el tiempo, encantados por epatamientos sin substancia para desgracia de lo humano circulante en un mundo cargado de vulgaridad: ‘…y el silencio en el blanco absoluto del viento/ que ya ruge en la altura de este monte de piedra/ al abrigo del trino/ de la aurora y del mar/ mariposa teñida de colores austeros/ cercana a ti la luz transfigura volúmenes/ descompone los signos en la cúbicas casas/ y acelera la vida más allá de la muerte.’
El poemario es una loa al barrio almeriense de La Chanca, a su geografía y geometría, a su cúbico urbanismo, a la riqueza de su mestizaje y a la peculiaridad de todo lo extramuros, a su cromatismo resplandeciente: los blancos, los amarillos, los azules, los verdes, los ocres… que reverberan reflejando colores en la muralla de La Medina, que siempre quiso y no pudo desterrarla al olvido: ‘Claro estertor de la hoja y fuego de arcoíris/ en la roja colina como un largo gemido/ de mizmar/ llama solo en los labios/ viva lluvia de pétalos en la fuente dormidos/ donde altísimo levita/ el beso y los nenúfares…’.
Santano ha llegado con este poemario al preciosismo asertivo. Su decir es franco, profundo, nítido, como el eco de un pozo manantial de agua limpia: espejo de reflejos que ondean por su memoria o su imaginario, y que difuminan en el lector olores de yerbabuena y la alegría de lo diverso procedentes del blanco brocal de cada verso: ‘…sola ya como templo con liturgia de vientos/ arqueando las pitas/ una suerte de alquimia en la oscura caverna/ condenada al silencio que los hijos silencian/ con el hórrido estruendo/ del abismo en los ojos y en las manos el hambre/ monumento de sal/ en desiertos de arena ya sin aire en las branquias/ ni dolor en la sangre…’
Un sugestivo texto que ratifica la madurez literaria de José Antonio Santano y su decir blanco y sereno.