El tiempo en las manos
(Relatos de lo inesperado)
Ricardo Martínez-Conde
Ediciones Vitruvio, 2018
El poeta y prosista (cultiva el aforismo, el relato y el ensayo) Ricardo Martínez-Conde ha publicado recientemente un nuevo libro, esta vez en prosa, que se suma a la amplia obra literaria de este prolífico autor de larga y reconocida trayectoria. Titulado El tiempo en las manos, el libro contiene sesenta y seis Relatos de lo inesperado, tal y como ha denominado el escritor a estas prosas breves.
De la prosa de Martínez-Conde destacan varios libros de aforismos escritos en castellano y gallego, como Debullar, Cuentas del tiempo, Alusión al paisaje, Ecos da néboa, Por el camino y el libro de relatos La luz en el cristal. De su poesía publicada cabe citar títulos como Lento esvaece o tempo, Los argumentos de la tarde, De cuanto nos es dado, Na terra desluada, Esa manera lenta, Paisajes y Verum in nubibus. Su obra Orballo nas camelias pasa por ser la primera obra de Haikus en la literatura gallega.
En este sentido, al igual que podemos observar en otros trabajos de la producción literaria de Martínez-Conde, esta nueva colección de relatos que nos entrega en El tiempo en las manos ha sido construida con el cuidado estilo que siempre define a este autor y confiere una innegable calidad a su literatura.
Los relatos de este libro vienen precedidos de un excelente prólogo, firmado por la profesora en la Universidad de Neuchâtel Irene Andrés-Suárez, que nos desvela las claves más relevantes de esta obra. Andrés-Suárez califica estas prosas de Martínez-Conde como ‘microrrelatos‘, donde cristaliza la cosmovisión del autor ‘centrada en percepciones artísticas, existenciales y metafísicas‘. En este libro el prólogo es una pieza fundamental que, como se ha mencionado, analiza con maestría el contenido de esta obra e invita a lectura de estos relatos que nos van atrapando según avanzamos por sus páginas.
Uno de los atractivos de estos microrrelatos es, para deleite de los lectores, la amplia variedad temática que contienen: la belleza que podemos descubrir en tantas cosas que pasan desapercibidas, el amor y el deseo, la condición humana, la naturaleza con mayúscula, el paso del tiempo, el sentido de la existencia, la complejidad de la realidad que nos circunda, el silencio como fuente de conocimiento,… todo lo cual aporta una gran riqueza a esta obra.
Estamos ante un mosaico de escenas o situaciones, a partir de las cuales el autor plantea aquellos temas sobre los que gusta reflexionar o le sirven para examinar y obtener alguna que otra original conclusión sobre el mundo que le rodea. Uno de esos temas es, por ejemplo, la aproximación al arte como experiencia vital. En el relato El almacén nuestro autor fija la mirada en los libros de arte. Esos libros que ‘necesitan estar acomodados (¡con el tiempo que tienen que esperar a veces los pobres!) en un lugar especial, con un mínimo de cuidados;‘. En el relato A man pissing at de Moon nos dice ‘El cuadro parece tener más voluntad de ser una invitación alegórica, un gesto propio de una personalidad acusadamente libre‘. Estas y otras consideraciones similares que encontraremos en los textos de este libro nos revelan, a mí juicio, la importancia que tiene para el autor afrontar la existencia desde un quehacer intelectual y creativo.
Un rasgo a subrayar que hallamos en esta serie de microrrelatos es un acentuado empleo del humor, un humor inteligente, acompañado de no poca ironía, aportando giros y finales a estos relatos breves que sorprenden y hacen pensar.
En cualquier caso, no pasará desapercibido para el lector atento que la prosa elaborada con esmero de El tiempo en las manos es la prosa de un poeta. Sirvan algunos relatos como evidencia de su huella poética, donde el autor concede, por ejemplo, protagonismo a las cosas sencillas y, en apariencia, insignificantes que sin embargo resultan ser a veces tan valiosas para entender nuestro propio devenir. Lo vemos en su relato Fidelidad, donde el prosista-poeta fija la mirada en ‘unas diminutas pompas de jabón‘ y lo hace así ‘porque son delicadas y libres, como soñadoras‘. En el relato Mi pequeña vecina hará de una diminuta araña, a la que califica como ‘la más hacendosa de sus vecinas‘, el centro de atención, lo que le lleva a dejar ‘su telaraña intacta‘. ‘En lo pequeño está lo significativo‘, escribe en el relato Utilidades colectivas.
En diversos textos de El tiempo en las manos también hallaremos la relación de Martínez-Conde con muchos aspectos de la vida, relatada en primera persona y sin abandonar ese afinado humor al que ya me he referido. Veamos. El autor práctica el Deporte minoritario del futbolín; dice salir de La cocina discretamente aunque hay quien ‘ha aprendido de mí a hacer la tortilla a la francesa‘, afirma; envidia a ese vecino que ‘lleva una vida despreocupada‘; se maravilla ante ‘la inocencia‘ de Una rosa, ‘una forma tan elaborada y perfecta‘; o nos habla de cuando cumplió con el servicio militar obligatorio (hoy desaparecido) como un tiempo áspero de ‘soledad inerme‘.
Un elemento presente en este libro que también surge en otras obras de este autor es el mar. Quizá por su origen gallego, quizá porque para este autor hay algo hipnótico, algo seductor en el mar. Ese mar que mira temprano, cuando ‘la luz no se había vestido todavía‘. Cuando el mar está ‘transparente‘ y ‘los sonidos se desplazan en el agua sin dificultad‘. Pero el mar también son las gaviotas que lo sobrevuelan, porque ‘La gaviota, a solas […] posee la libertad creadora de escribir: ¡escribir música en el aire!‘ Y los barcos. ‘Me encanta ese barco de pesca‘ en el que repara cuando está ‘leyendo sentado cerca de la ventana‘, apunta en el relato Navegación de cabotaje.
La música es otro componente a destacar en estas prosas de Martínez-Conde, para quien el viento, como anota en su relato Músicas, quizá sea ‘el mayor músico de la historia‘. En otro texto, El violín, con su anónimo personaje femenino quiere ‘escuchar el sonido del viento‘ en el violín desnudo. Y en Tristeza de amor rememoramos al genial Vivaldi que ‘Murió en tierra extraña, pobre, olvidado‘.
El Martínez-Conde viajero, como creo era inevitable, emerge igualmente en diversos momentos de este libro. El relato Casi París nos transporta a la ciudad de la luz y…a Liubliana, en Climatología cita a Estambul en la lejanía. Es el viajero que piensa en hacer navegando el ‘viaje deseado: a Génova, a Cariño, a Salónica…‘ o a la península de Kamchatka y en viajar en El tren que ‘va construyendo su narración con el devenir del viaje‘.
La Naturaleza es asimismo parte de estos relatos. A ella mira y en ella se mira el autor. No es solo contemplación por mero agrado, también es un medio para conocer, interpretar y reconocernos en nuestro propio entorno. Los relatos Insectos, Hierbas y Al señor Sol son buena muestra de ello.
Para ir finalizando, regresemos al principio. Porque no conviene perder de vista la cita de Leautaud que sirve de pórtico a estos microrrelatos: ‘Tenía la justa elegancia que otorga la melancolía‘. En efecto, cierta melancolía invade este libro que unida a la habilidad del autor en el uso de los recursos técnicos y formales del lenguaje, consiguen imprimir un toque de elegancia en los relatos de Martínez-Conde.
Por otra parte, de la lectura del libro podría decirse que la soledad y el silencio son los materiales con los que se han forjado estos microrrelatos y, por ende, esas Intimidades, donde el autor señala que ‘lo más importante de un hombre, sin duda, son sus secretos‘.
Cobran significado en estas páginas las reflexiones del autor sobre el sentido de la existencia y la presencia de la muerte. Aquí no solo encontraremos al Martínez-Conde creador, también al ‘hombre que piensa‘, como expresa la imagen que aparece en el relato La duda abierta, donde leemos: ‘la auténtica narración humana, la duda abierta…‘. Hay preguntas recurrentes en estos textos pero, al tiempo, esenciales, como la que se hace el autor en el relato Memoria: ‘¿y si volviera a nacer haría lo mismo?‘. Esa vida que el relato Post-Autobiografía define como ‘Pura teoría. Pura duda (a veces gozosa)‘. Otra vez la duda. Y la vida sin horizonte surge en el relato Casi nada, cuando en ‘uno de esos días aciago por opaco‘ todo parece ‘hecho de Nada‘.
De este modo, relato a relato, El tiempo en las manos nos propone un itinerario por la literatura de lo inesperado de cuya lectura no debiéramos prescindir. Como siempre el público lector tiene la última palabra.