Tiempo de cerezas (2 tomos)
Marta Muñiz Rueda
Ediciones Camelot, 2017
Por Carlos Villarrubia
Empezamos a perder cuando amamos, aligeramos peso del pasado, nos descubrimos como un nuevo ser con voluntad de revivir a cada paso. Nunca dejemos de buscar el amor. El tiempo de cerezas, aguardiente divino, no es fiebre estacional. Siembra la geografía de frutos adivinos que enlazan continentes por la memoria ejemplar. Contar es desenredarnos y Marta desteje con excelencia porque necesitamos revolucionarnos, salir de la pasividad. Agítalo bien, cóctel misterioso, con ingredientes extraídos del árbol milenario de la sabiduría afectiva. La fuerza de Marta está en no olvidar el tiempo narrativo de la tradición oral. Ondas concéntricas que destapan cientos de puntos luminosos que insinúan caminos para el lector ávido de gimnasia intelectual. No es asunto de otros tiempos ni las emociones caen pasto de la trepidación. Si México es lindo también León con su toque Quijano. Si Barcelona universaliza plazas de concordia también el alma enamorada crea íntimas aldeas para disfrutar el tú a tú al amor del fuego. Porque no hay cárceles para el libre ejercicio de los sentidos y aunque todos soñamos amores correspondidos, quién sabe si el valor de la entrega es -con el tiempo- elixir contra los grandes socavones de la vida. Bautizan como realismo mágico a lo que trasciende la crónica cotidiana si lo extraordinario es la desaparición de la magia por la dictadura de una incierta racionalidad. Si somos pura magia y misterio, milagro de amores vivos, poesía en movimiento más allá de nuestros provisionales trajes corporales. Marta escribe también con su mirada risueña y pizpireta, mirada que abraza desde unos ojos-geografía que te invitan a pasear por canales de sensual exploración. Tiempo y ritmo, seguro que lo suscribiría un tal José Alfredo, si mi querido Joaquín arrancara una hoja volandera de su diccionario de rimas. Sueños en paralelo desde el Barrio de la Catedral, Barcelona gótica en danza, a las ventanas de Brel. Que si voy o vengo, que si huyo o me quedo. Dulce vaivén de deseos mojando los labios de un venturoso porvenir y Marta no perdiendo ni un detalle de lo que le cuenta su corazón fiestero.