‘Principio de incertidumbre.
Felipe Trigo y Nuestro Tiempo’
Catálogo Exposición
Ed. Diputación de Badajoz y
Ayuntamiento de Villanueva de la Serena
2017
Llegue a la novela como biólogo porque la novela estaba en
condiciones de aceptarme como tal; llegué sabiendo
que iba a ser incalificable con algo de todas las escuelas y
rechazado, afortunadamente, de todas las escuelas.
Felipe Trigo
El inconformista e inclasificable Felipe Trigo (1864-1916) en el centenario de su fallecimiento
Por Antonio Chazarra
Tengo en las manos el interesante catálogo que el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena y la Diputación de Badajoz han realizado de la exposición ‘Principio de incertidumbre’ destinada a conmemorar el centenario de la muerte de Felipe Trigo.
Me parece obligado, poner en valor iniciativas como esta, concebidas con el afán de salvar del olvido y de mostrar a las jóvenes generaciones extremeñas, figuras controvertidas como la de Felipe Trigo que vivió en una época tumultuosa, llena de zozobras como la presente. De ahí que el mérito de coadyuvar a esa función pedagógica y de extensión cultural, merezca la pena. Dice mucho además de quien asume el compromiso de llevar adelante esa tarea. La lectura de sus obras puede ayudar, sin duda, a entender el pasado y a interpretar mejor nuestro incierto presente.
Son muchas las perspectivas y ángulos que jalonan la vida y la obra de este interesante autor vinculado a la generación del 98, sin pertenecer a ella, que vivió episodios tan desgarradores como la independencia de Filipinas y que en sus novelas y relatos cortos tiende a expresar su insatisfacción y sus deseos de reforma social. No puede ser considerado un vanguardista ni, tampoco, un escritor costumbrista. Sus textos se implican en una visión realista con connotaciones naturalistas y que dada su profesión de médico pretende analizar la España de su tiempo como si llevara a cabo un estudio fisiológico.
En sus notas introductorias Miguel Ángel Gallardo, Presidente de la Diputación de Badajoz y Alcalde de Villanueva de la Serena, expone el encomiable proyecto de dar a conocer, valorar y hacer justicia a Felipe Trigo, trazando un puente imaginario que una el pasado con el futuro y que ayude a reflexionar a muchos extremeños. Ahí están iniciativas como la Biblioteca Felipe Trigo, los premios dedicados a este singular autor… y toda una serie de loables actuaciones que tienden a este mismo fin.
Fue un hombre progresista y moderno. Su defensa de la mujer y sus alegatos a favor de la igualdad, que practicó en la educación de sus hijas, hacen de él un protofeminista convencido.
Rastreando en su obra, hay indicios suficientes de este enfoque y otros afines, a la hora de analizar las relaciones de género. Ofrecen, también, interesantes perspectivas, sus análisis de la violencia social y de la crisis en que los nacionalismos sumieron a Europa y le impidieron proseguir sus avances en materia científica, económica, educativa y cultural.
Es conmovedora la aportación de Carmen Trigo, nieta, del autor. Carmen es una mujer nonagenaria pero extraordinariamente vital que ofrece un testimonio lucido y sereno y aporta visiones de su abuelo, tan poco conocidas como atractivas y sugerentes. Podemos apreciar su prodigiosa memoria que nos traslada al presente aquellas vicisitudes y, sobre todo, el carácter íntegro y firme de una mujer que vivió con ilusión los avances de su tiempo y que agradece la educación moderna que recibió en casa.
Las confesiones de Carmen están repletas de sutileza, comprensión y amor, como cuando defiende el que Felipe Trigo se suicidó al sentir que su neurastenia se incrementaba, para ahorrar sufrimientos a los suyos.
Hace una defensa de su abuelo como librepensador, comprometido con los avances de su tiempo y como un hombre integro, moderno y progresista. Le duele que su memoria haya sido tergiversada y calumniada por la dictadura franquista, que pretendió silenciar su legado y nos lo ha presentado reducido a un escritor inmoral que describe abundantes escenas eróticas, subidas de tono. Aquí, como en tantos casos, conviene dejar las cosas diáfanas ya que lo que está en juego es, ni más ni menos que la Memoria Histórica. Son de gran valor las cartas de Felipe Trigo que intercala en sus recuerdos su nieta.
El Catálogo que lleva, asimismo el título de ‘Principio de incertidumbre’, contiene una serie de lecturas que abarcan las distintas facetas de Felipe Trigo sobre aspectos como la llamada novela científica, la pertenencia al Partido Socialista, su visión de Extremadura, las relaciones con Portugal, el entorno familiar del novelista haciendo ‘calas’ en su agitada biografía, su ideología o su actitud valiente y carente de prejuicios.
La primera de estas lecturas, corre a cargo de Luis Sáez Delgado, Comisario de la Exposición. Cada autor analiza y enriquece la figura de Felipe Trigo a su manera, aportando una mirada especializada sobre nuestro novelista y su entorno político, social y cultural.
Algunas pinceladas de estos textos nos ilustraran sobre cuanto venimos diciendo. Trigo vive con angustia su presente incierto ante el auge de los totalitarismos. Es consciente de que nos encontramos ante una crisis de civilización donde la barbarie está agazapada, aunque presta a actuar, como se demostrará poco después.
Son, asimismo, de gran interés sus descripciones del mundo rural y del atraso en que el caciquismo mantiene a regiones como Extremadura, magníficamente descrito en ‘Jarrapellejos’, que viene a ser nada menos que una metáfora de la tiranía rural.
Ofrece una interesante y concienzuda panorámica, examinar los periódicos y revistas en los que fue colaborando y que, al mismo tiempo, ayudan a ver el infatigable esfuerzo de quien tuvo que vencer no pocas dificultades para abrirse paso. Toda su vida fue un verso suelto y padeció las consecuencias de no formar parte de ninguna ‘camarilla’.
Hay quienes han pretendido sembrar dudas sobre su preparación intelectual. Para desmentirlo, ahí están sus variadas y profundas lecturas, su conocimiento, sin ir más lejos, de autores como Emilio Zola, sus inquietudes filosóficas y los variados asuntos que aparecen en sus páginas y que le dan un perfil poliédrico.
Una faceta de gran interés pero, que con frecuencia, tiende a pasar desapercibida es la de ensayista. El ensayo es un género muy útil para exponer opiniones políticas y literarias y para explorar temas y ‘territorios’ sobre los que quizás haya mucho que dec
ir pero, para empezar, se emiten unos criterios y unos argumentos que se desarrollaran posteriormente. Su experiencia de Filipinas la plasma en ‘La campaña de Filipinas, impresiones de un soldado’ repleta de reflexiones y datos de alto interés sociológico, escrita un año antes del desastre del 98.
Como la aproximación a Felipe Trigo es panorámica, citaré, tan solo, dos ensayos más: ‘El amor en la vida y en los libros’ (1908) con reflexiones personales y alusiones literarias que ayudan a entender mejor su producción novelística y ‘La crisis de la civilización’ (la guerra europea 1915) publicada en plena contienda bélica y donde expone las ideas antes mencionadas sobre Europa. He dejado para el final de su producción ensayística, su obra Socialismo individualista de 1904.
Trigo fue un hombre progresista y comprometido, que pasó de un ‘socialismo marxista’, de cartearse con Pablo Iglesias y de fundar la primera agrupación socialista extremeña, a un ‘socialismo evolucionista’ y de mucha menos carga ideológica.
Es meritorio el esfuerzo por explorar ‘El territorio Felipe Trigo’ rescatándolo del ostracismo en el que quisieron sumirlo los retrógrados de siempre.
Un escritor puede tener varias vidas. Cuando parece eclipsado por alguna circunstancia, emerge, se revitaliza y vuelve a ser leído y comentado. Esperemos que en este caso los esfuerzos den su fruto y que sus novelas y relatos vuelvan no solo a editarse sino a divulgarse, porque se lo merece.
El hecho de que su figura se encuentre prácticamente sumida en el olvido, no significa que en el pasado no gozara de reconocimiento y que incluso alguna de sus obras como ‘Las ingenuas’ (1901) fuese un auténtico best seller. Esta novela que tiene un cierto carácter autobiográfico, pues relata lo que vio y presenció en Filipinas antes de regresar a España, es un documento histórico y un testimonio de primera mano sobre el desastre del 98.
Durante la Transición hubo un primer intento de reivindicar la figura de Trigo. Esperemos que ahora, con motivo del primer centenario de su muerte, prosiga esta tarea y se consolide un nuevo protagonismo de su visión de la realidad y de su narrativa. Incluso sería deseable que volvieran a editarse algunas de sus obras con los mismos dibujos y grabados con lo que los publico en su día la prestigiosa editorial Renacimiento.
Con respecto a lo que podemos denominar novela social, el ejemplo más característico es ‘El médico rural’, desde mi punto de vista, uno de sus relatos más duros y descarnados. Denuncia la miseria y la postración en la que vive el campesinado extremeño, en medio de durísimas condiciones, ausencia de asistencia médica, mala alimentación, explotación… condenados a la ignorancia porque así conviene a quienes los manipulan a su antojo en una España caciquil.
Merece, asimismo, atención su faceta como articulista que debería estar más valorada. El estilo directo y seco de Felipe Trigo, hace de él un periodista nada desdeñable. También, podríamos mencionar su afición a la fotografía que le acompañó gran parte de su vida y por la que sintió auténtica pasión así como su preocupación por el pensamiento filosófico que se pone de relieve, mediante citas, directas o indirectas, en muchas de sus páginas.
A fin de que se pueda apreciar el atraso en que hemos vivido y el poder de la censura, conviene recordar que Felipe Trigo figuraba en el Índice de libros prohibidos de 1937. El poder de los jesuitas y la inquina del régimen hicieron que está situación se prolongara hasta el final del franquismo.
Otro aspecto, nada desdeñable, es el interés de Felipe Trigo hacia Portugal y el reconocimiento de los portugueses hacia su figura. En sus páginas alaba a creadores como Eça de Queirós, Guerra Junqueiro y, sobre todo, Eugenio de Castro, tan poco citado hoy, pero tan valorado durante esos años.
Mención aparte, merece su atención y admiración hacia Fernando Pessoa, que al parecer fue mutua. Según algunos testimonios, entre los libros de la biblioteca del autor de los heterónimos, figuraban varios de Trigo.
Para valorar, en su justa medida, a Felipe Trigo son muy útiles las opiniones de críticos tan avezados y concienzudos como Díez Canedo, Torrente Ballester, Rafael Conte y otros. Que con sus acertados análisis y enfoques críticos contribuyen a realzar su figura y a proporcionar nuevas perspectivas sobre el interés de su obra.
Estas reflexiones van tocando a su fin. En una reseña de la Exposición y el Catálogo, necesariamente breve, tan solo me es posible ofrecer algunas pinceladas y vías de acceso para conocer su obra. El lector tendrá que completar lo que aquí sólo está esbozado. El intento de la Diputación de Badajoz y de su Presidente Miguel Ángel Gallardo es meritorio y es de justicia destacarlo.
Quien lea estas líneas no se sentirá defraudado, si hace la prueba de abrir las páginas de alguna de sus novelas. Me atrevo a sugerir, aparte de las que he ido citando, ‘La altísima’ (1907) y ‘El cínico’ (1909), donde pueden constatarse algunas de las ideas, análisis y criterios que he ido desarrollando en estos comentarios, bastante más a vuela pluma de lo que me hubiera gustado y Felipe Trigo merece.