Colección de epifanías
Cláudio Guimarães dos Santos
Edición bilingüe (Traducción Manuel Moya)
Bohodón Ediciones, 2017
Es médico, le gustan las matemáticas, la música, los escritores alemanes, y también pinta. Es brasileño de São Paulo y ejerce de diplomático. ‘Está diplomático’, como él dice, pero es escritor. Es decir, sobre todo, poeta. Escribe en esa lengua tan perfecta para la poesía que es el portugués.
Cláudio Guimarães dos Santos vive ahora en Faro, pero ya vivió en Montevideo, donde nació su hijo Gabriel, y también en Toulouse, donde investigó las relaciones de la escritura con las sensaciones cerebrales, neurológicas.
Paseando por Lisboa y por Olhão, en el Algarve, hemos ido conversando y me habla de sus preferencias literarias, de cómo ve la vida, de esa vida que Cláudio sabe apreciar y expresar en sus poemas. Su último libro se llama, y no por casualidad, ‘Coleção de Epifanias’. Es una edición bilingüe, de Bohodón Ediciones, cuya versión española ha corrido a cargo del gran traductor actual de Pessoa, Manuel Moya, también poeta.
Entre sus poemas destacan, para mi gusto, sus cantos, largos, casi narrativos, que dejan entrar al lector, compartir, la sensación del poeta. Hay cantos que nos hablan del Brasil, de Montevideo (‘La ciudad vieja’), de la amistad perdida, de sus fantasmas y de sus deseos o quimeras.
Cláudio Guimarães evoca una cultura poco común, pero sin aplastar bajo el saber. A veces -me dice- una referencia es más sintética, más clara que una metáfora, como ‘la tristeza de Orfeo’, o ‘cada libro era una Atlántida perdida’. E insiste siempre en la síntesis entre el verso, la nota musical, la imagen, incluso la mancha.
Son sus frecuentes referencias a los mitos un guiño al lector, una invitación a descubrir, tras el poema, otros significados menos obvios. Como dice en sus versos,
que garabatea a todas horas,
junto a los amigos
que han surgido ahí, de las historias
que un viejo aedo le contara
No en vano Guimarães ama las matemáticas -‘es mi hobby’- en cuyas fórmulas universales se puede profundizar infinitamente. También le gusta tender puentes entre la pura poesía y el humanismo, la filosofía, la historia (‘Sagres son’, ‘Poema portugués’, ‘En los tiempos en que mi padre no tenía hijos’, por ejemplo), la literatura. ‘La poesía puede hacer la síntesis entre diversas áreas del conocimiento’, nos dice, mientras saboreamos el excelente café portugués cerca de la lisboeta rua de Anchieta (el padre Anchieta fue precisamente el fundador de São Paulo), donde todos los sábados hay una feria de libros viejos para solaz de bibliófilos, lectores y paseantes accidentales.
El poeta Guimarães siempre está involucrado en varias cosas a la vez, sea el cine, la pintura, la poesía, la medicina, el Derecho. ‘La especialización excesiva perturba la perspectiva, oculta el paisaje, sólo vemos el árbol, nunca el bosque’, continúa.
Es la suya una poesía sin drama, sincera pero sin esas quejas victimistas a veces tan profusas en los poetas (él habla de su ‘larga, pero placentera, odisea’), pero profunda, que interpela, una poesía en la que nos sumergimos y en la que, cada vez que releemos el canto largo, encontramos un detalle, un rincón que nos había pasado desapercibido en la primera lectura. Su ritmo, sus hallazgos verbales, sus consonancias y rimas, nos van llevando a lo largo de sus cantos. En algunos he podido detectar, leyéndolos en voz alta, en portugués, un crescendo musical, hecho de reiteraciones acompasadas que culminan en una frase, en un verso que cierra el canto (por ejemplo, en ‘Pero existe’). La ‘Colección de epifanías’ es un libro para conservar al alcance de la mano, una especie de espejo en el que gustaremos de mirarnos y reconocernos de vez en cuando y además es un libro vitalista que nos abre a otras lecturas, a otras visiones.