La sabiduría del bisturí
Esmeralda Sánchez Martín
Ed. Diputación de Salamanca, 2024
Tengo el privilegio de acompañar a Esmeralda Sánchez Martín en el vuelo de sus páginas desde el prólogo del poemario que hoy comentamos, La sabiduría del bisturí, (Ed. Diputación de Salamanca, 2024), de haberla presentado en la Biblioteca Pública de Casa de las Conchas este pasado mes de noviembre y, sobre todo, lo más importante para mí, de contar con su amistad.
Esmeralda Sánchez Martín (Cerralbo, Salamanca, 1958) es licenciada en Filología Francesa por la Universidad de Salamanca y en Filología Hispánica por la UNED. Ha sido Lectora de español en Montpellier y traductora del congreso franco-hispano sobre educación entre las Universidades Paul Valéry de Montpellier y Valencia. Profesora de francés en Educación Secundaria y Bachillerato. Ha organizado actividades de fomento de lectura y escritura, así como tareas de creación literaria con compañeros y alumnos a lo largo de su larga carrera profesional.
Ha publicado en revistas y en periódicos nacionales, escrito reseñas de obras de teatro francesas, organizado encuentros con escritores, conferencias, talleres, concursos y ha sido jurado de distintos premios literarios. En Gijón coordina los Encuentros Poéticos en el Antiguo Instituto Jovellanos.
Entre sus publicaciones destacan, además de colaboraciones en distintos libros conjuntos, antologías y revistas, los poemarios Andén número siete (2016), el Portfolio del Ayuntamiento de Noreña (Asturias) de publicación anual, Gramática imperfecta (2024), con el que se alza con el Premio Nacional de Poesía Treciembre José Luis Quintanilla Sagüillo y el poemario que hoy presentamos, La sabiduría del Bisturí, dentro de la prestigiosa colección de poesía de Diputación de Salamanca.
Su obra poética ha sido reconocida con numerosos premios, entre los que destacan en 2016 Premio nacional de poesía dedicado al vino Utiel- Requena de Radio Nacional de España y Consejo Regulador del Vino, siendo presidente del jurado Luis Alberto de Cuenca, el XXIX Premio nacional de poesía Hermandad de Cofradías de Peñaranda (Salamanca) o el citado Premio nacional de poesía Treciembre (Valladolid).
Como buena filóloga, Esmeralda conoce la fuerza gramatical del sustantivo y, ya desde el título, La sabiduría del bisturí, a través de los términos “sabiduría”, ‘nivel más elevado del conocimiento’ y “bisturí”, según el DRAE ‘instrumento en forma de cuchillo pequeño, de hoja fina en un mango metálico que sirve para hacer incisiones en tejidos blandos’, el lector percibe el aviso de la fuerza que se oculta tras su portada. La misma fuerza sensorial que se percibe en la reproducción de su pintura, pues, como sabemos, Esmeralda Sánchez, además de escribir poesía, también la pinta. Sus cuadros son de enorme contundencia plástica. Sugestivos. Acompañan en este precioso poemario el itinerario del lector en algunas de sus páginas y en la portada.
El poemario se encuentra dividido internamente en tres partes. La primera y más extensa, “Una piel común”, acompañada por dos citas, de Alejandra Pizarnick y de García Mateos, respectivamente. La segunda parte, “Distancia corta”, se abre con una reproducción de un cuadro de Esmeralda Sánchez, formada por poemas muy breves, algunos haikus, y la tercera y última, la que da nombre al poemario, “La sabiduría del bisturí”.
En su primera parte, con una cita de la argentina Alejandra Pizarnik, poeta capaz de transformar dolor y desesperación en belleza, como es propio en su poética, nos abre una ventana metafórica.
“Señor, la jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte (…)”
Jaula que se hace pájaro, y corazón animalizado que aúlla, libre. Metáforas en la que ya el pecho del lector puede comenzar a zambullirse. En las que ya se augura la promesa del vuelo surrealista, cierta entrega al inconsciente, la reflexión en las relaciones a través de símbolos naturales.
La otra cita, de García Mateos, dice:
“Escribo rozando el corazón del aire, (…) un bramido insolente contra el cielo argentado de los dioses absurdos (…) un grito de espuma (…) palabras que me salvan”.
La palabra “corazón” en las citas de obertura no puede ser casual. Después de un título como el sugerente La sabiduría del bisturí, el lector entregado está expuesto, abierto a la intemperie, y el juego de asociaciones inconscientes comienza a funcionar. Corazón herido en busca de sutura que le salve.
Esta primera parte, “Una piel común”, abarca más de la mitad del poemario. En ella las personas del verbo varían desde la primera, el yo poético, en la que la palabra, aferrada a la garganta del yo lírico, quiere ser brasa.
derramo mis brasas
en el mar que boga puerta adentro,
desalojo arrecifes y misterios,
advierto del sol su resonancia
y espero que llegues con una gota de agua
a rescatarme del destrozo
Dice la poeta en otro verso: “alguien adentro (…) arraiga en mí su salmo”.
Y se pregunta por el ser interior / exterior que dirige la palabra “¿quién sacude la palabra /quién agita la conciencia?” Pregunta por la voz poética de la escritura o por la fuerza que dirige la palabra en el papel.
El maestro Antonio Colinas en un verso hermosísimo de su poema “Espeso otoño” dice: “un viento como un dios nos acaricia, penetra en nuestras venas como un vino”. Así pudiera ser la inspiración a la manera romántica, fuerza que tome al poeta en sus adentros e inspire desde la propia sangre.
“Arraiga en mí su salmo” sigue la autora; fuerza que arraiga un salmo, es decir, su oración amorosa, su canto de alabanza u oración. Son muchos los autores que han hablado, y siguen haciéndolo, del sentido salvífico de la palabra, de la palabra poética más en particular:
Raúl Zurita en su recepción del Premio Reina Sofía de Poesía: “Los grandes poemas solo cuentan cuando lo son para ejercer la bondad”. El zamorano universal, Claudio Rodríguez, lectura fundamental para Esmeralda Sánchez y en enorme sintonía con su poética, dirá que “la poesía es rebeldía y salvación.” María Luisa Amaral diría: “La poesía es un vehículo contra la barbarie”.
Rebeldía y salvación, así Esmeralda se adentra en los arrabales del mundo, cruza las esquinas de la ciudad, en lo oscuro, y su palabra se conmueve con el dolor:
Escribiré, a partir de ahora
sobre tormentas, viudas
inquilinos, rescates
y otros aguaceros.
Arrojaré palabras
contra la injusticia
Una primera persona también de plural nos va envolviendo cada vez más a los lectores en una poética válida para náufragos:
la vida nos adentra
en lo imperfecto, lo inválido, lo raído.
Y nosotros que hemos saboreado
todos los refugios
sabemos que mañana será tarde
Primera persona en muchos poemas, pero también la segunda. Un tú que puede ser la propia escritura sobre la que indaga, en la función metapoética del lenguaje.
Serías tú
metáfora
concordancia
partitura
quien viniera
a rescatarme
O el tú lector al que avisa, cargada de metáforas materiales:
Cultiva lo de dentro:
la savia, el tuétano
lo invisible de la médula
la raíz, la grieta (…)
Cultiva el sabroso manantial de la palabra
Ya nos anuncia en uno de sus versos la necesaria cirugía, la sabiduría del bisturí que, suavemente, “néctar durmiente”, traspase la frontera del dolor y nos lleve al otro lado de la riada cuando el dolor o el miedo hagan su mella:
El dolor obedece, calla, esquiva el miedo
bajo el techo de morfina y algodón
y sigue esperando la sabiduría del bisturí
el néctar durmiente que traspase la frontera
que le conduzca al otro lado de la riada
Comenzamos a avanzar en el sentido del título: La sabiduría del bisturí será aquella que cruce al otro lado de la herida, que suture el dolor sin olvidarlo, que reconozca la grieta, ame la luz y la sombra por igual. En otro poema muy breve nos dice Esmeralda:
Trepa la vida
vuela la muerte
sombra y luz
ajustan cuentas
tras el muro
la vida asciende
la muerte espera
dignamente
entre los árboles.
Palabras en principio antitéticas, sombra-luz, vida-muerte, han de convivir en los mismos espacios, ajustar cuentas. La vida asciende-la muerte espera, pero lo hace dignamente, en una poética imagen, “entre los árboles” pues ella también forma parte de la vida.
Árboles, viña, orilla de la charca, la playa sempiterna, la piedra, nobles espacios, dignos, donde habitar y sentir. Lugares donde descansar y sentir la bravura de estar vivos, donde embriagarse, “a la sombra de la higuera”. Espacios, no obstante, avisados de peligro en mitad del derrumbe:
Así como la piedra
poro
esquirla
grieta
historia
soy materia
clarividencia
de lo que es agredido
por el tiempo
yo misma
ara avis
en peligro de extinción.
En uno de los poemas más extensos del libro, iluminado por una hermosa cita de la poeta mexicana Elba Maribel Hernández, el yo lírico nos revela el don que se le regala en la penumbra. En sintonía con la escritora Blanca Varela, de quien también toma una cita, y para quien es la sombra, frente a la luz, espacio de recogimiento y descanso, Esmeralda Sánchez nos dice
la sombra es paralela a mis verdades.
(…) Y vivo entre crepúsculos,
en espera de más noche,
a contra corriente, a espaldas de la luz
de su reclamo
a espaldas de la luz, porque me abrasa.
Luz que puede ser real o simbólica, ambas a la vez. En el hueco se hace el nido y la vida, en la grieta cabe un resquicio de agua. En la sombra se descansa del verano. Pero también luz simbólica como exceso de exposición o muchedumbre, poeta que conoce la bondad de los clásicos, Fray Luis en su Oda la vida retirada, o el vivísimo símbolo del pájaro solitario sanjuanista. Necesaria soledad para el poeta, necesario silencio para la intimidad, tiempo necesario de los ciclos naturales, para el paso de las estaciones, para el crecimiento personal, la reflexión y la escucha de quien busca profundidad para su vida.
Imágenes y símbolos poderosos de la tradición literaria que hacen del poemario un vasto campo de sementera.
Titulada “Distancia corta”, la segunda parte del poemario acoge dos series de haikus: 12 Haikus de las estaciones; versos cargados de vida y color. Blanco, verde menta, azul cobalto… Campos, luna llena, río o cielo, nieve, hojas, almendros, lirios, ranas y tencas…
“La natura es un templo donde vivos pilares / dejan salir a veces sus confusas / palabras; por allí pasa / el hombre entre bosques de símbolos / que lo observan atentos con familiar mirada” escribía Baudelaire.
Espacios renacidos ante la mirada de la poeta. Espacios vivos que existirán siempre al ser ya escritos. Valor salvífico, de nuevo, de la palabra poética, “catarata de versos” que dedica en uno de sus poemas a sus amigos poetas de Asturias, Salamanca, Valladolid, Zamora, León… siempre cerca:
Recogeré en cualquier momento
las palabras (…)
en mis cuadernos de tierra
en mis apuntes de barro
en el amable callejón que he sido.
Vocación de poeta, recuerda una cita preciosa de Thoreau que dice “Mi vida ha sido el poema que habría escrito pero no podía vivirlo y pronunciarlo”.
Haikus del corazón conforman la segunda serie de esta estrofa delicada y sagaz. Momentos muy precisos ligados a la naturaleza, por San Antonio, en Cerralbo, en las Candelas. La ligazón entre poesía y pintura en Esmeralda Sánchez es completa a través de su mirada. Como pequeñas estampas del corazón, vivencias que quedarán selladas en palabras en este poemario.
La tercera parte recoge el título de nuevo, La sabiduría del bisturí.
Noche, noche en su “silencio de espumas”, espacio abierto, universo que se va encendiendo a medida que se acostumbra la mirada o que va amaneciendo, “va llegando lo visible al celeste pergamino de la mística del tiempo”. Noche que se enciende para la revelación del artista, noche que bebe a sorbos, manantial sabroso donde nutrirse. Uno de mis versos favoritos del poemario cita, “Me acerco a la noche piel de becerro”. Conocemos el color y la textura de ese cielo. La imagen es pura plasticidad.
Con ojos de poeta y de pintora nos regala Esmeralda Sánchez una noche encendida y se lanza a ella, “ojos planetarios/ la bebo a sorbos”. Poco a poco se va desvelando la hora y el lugar:
Con la llegada del ave
y su convocatoria
en el germen de la aurora
sobre la muerte vencible
sobre el tiempo perdido
deambulo por la calle de la Rúa.
Espacios reconocibles, habitables, cálidos como el camino de las uvas de la madre cuando el pan habitaba los graneros, como el día que regresa a la rutina del sol de los abuelos, como el silencio cómplice del padre… Ahí decide la poeta resguardarse: “aquí me quedo, —dice— en lo alto del mundo” y con un verso feroz nos entrega su empeño mayor en el último: “Y lo amó sobre todas las cosas”.