La Edad Media
VV.AA.
Pasado&Presente, Barcelona, 2022
Ese calificativo de Media, al parecer, siempre le ha sentado —y le sigue sentando— fatal a un período de lo más fecundo y transformador de cuantos le hayan afectado al asentamiento de la especie humana sobre la geografía y la realidad. Es un calificativo que, por su condición intermedia de Banal (ni una cosa ni otra) ha llegado a banalizar el propio sentido y significación históricos.
Se nos da ya a entender al comienzo del libro; eso sí, apoyándose, también desde un principio, en imágenes elaboradas a mano (dibujos) muy expresivas en la idea, y a la vez en un lenguaje deliberadamente elaborado y riguroso para resultar atractivo y didáctico a un tiempo.
Los ejemplos (algunos) que se ponen de manifiesto parecen, desde luego, del todo pertinentes. Aludiendo al período de Carlomagno leemos: “Carlomagno también puso en marcha lo que hoy llaman los historiadores el Renacimiento carolingio, el florecimiento de la actividad intelectual y cultural que se dio en torno a su corte desde finales del siglo VIII hasta principios del siglo IX. Buscó lumbreras por toda Europa y los invitó a quedarse por allí un tiempo para dedicarse a pensar”. En los dibujos que acompañan al texto, el poder civil expresa: “necesitamos al menos un 70% más de erudición” a lo que el representante intelectual (Alcuino, considerado luego el primer ministro de Educación de la historia) responde: “en ese caso, tenemos que crear escuelas” Todo ello, todo esa práctica de gobierno, creó un legado que serviría para que durante siglos se hablase de la centralidad, como germen, de la cultura europea.
Tuvo, es cierto, la Edad Media, episodios de una violencia que, expresada con el lenguaje desnudo y directo de un idioma prístino, que se estaba haciendo, resulta incluso físicamente revelador. A propósito de un episodio sobre el sitio de Jerusalén, leemos en las crónicas: “En las calles de la ciudad se veían montañas de cabezas, manos y pies. Costaba abrirse camino por entre los cadáveres de hombres y caballos” Curiosamente una prosa didáctica que podría tener un equivalente a las figuraciones en capiteles o como pinturas en las paredes de las iglesias, pues todo debía servir para informar e inducir al conocimiento de la realidad y a una instrucción deliberada de cara a conseguir los fines pretendidos.
La lectura —visión de este libro, al fin—, se hace, entonces, como un ejercicio grato y ameno, provechoso y eficaz, razón por la cual podemos aceptar sin reticencias que “esta historia gráfica echa por tierra en buena medida un mito, el de la ‘Edad oscura’, arrojando luz sobre la relevancia y el interés de la Edad Media (siglos V al XV, a grandes rasgos, con sus distinciones parciales en los períodos conocidos como Alta, el primero, Media y Baja) para el lector de hoy día”. Y para ello nos conduce “a través del auge y caída —destinos inscritos en el hombre y su tarea social y política y vital— de imperios, papados, califatos y reinos.
Toda una lección de historia animada, en este caso, gracias al apoyo de losas precisos e intencionados dibujos, para hacernos más entretenida y llevadera la tarea —tantas veces difícil de entender e interpretar— de los avatares que han definido hasta hoy al hombre y su historia. O, lo que es lo mismo: “Nos descubre cómo se establecieron los cimientos del Occidente moderno y cómo la Edad Media influyó en el arte, las prácticas religiosas y el pensamiento”. En última instancia. “fue un período de cambios cruciales, de curiosidad, investigación y desarrollo, no tan distinto a nuestro tiempo” Aprendizaje como medida de conocimiento y comprensión.