enero de 2025 - IX Año

‘Islandia, 2004’, de Ezequías Blanco

Islandia, 2004
Ezequías Blanco
Editorial Huerga & Fierro. Colección Narrativa, 2023
176 páginas

“LA VEROSIMILITUD DE LO INVEROSÍMIL”

Para leer y disfrutar esta obra no estaría mal seguir esta máxima proclamada por Julio Cortázar, “todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo”. De ahí que haya escogido como título “La verosimilitud de lo inverosímil”, y es que mientras leí esta nueva novela de Ezequías Blanco, a quien conocemos sobradamente como poeta y como editor de la extinta “Cuadernos del Matemático”, no pude evitar acordarme de tres novelas leídas anteriormente y a las que alude claramente nuestro autor: “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, “1984” de George Orwell y “Sin noticias de Gurb” de Eduardo Mendoza. En ellas se apuesta por la utopía en un momento en que estamos viviendo una constante amenaza con forma de distopía hacia los valores establecidos. Pero las visiones en estas obras son bien diferentes y Ezequías es consciente de ello, así que desde el primer momento de su ejecución, se planteó dar constantes notas de humor hacia unas situaciones que podrían ser verosímiles dentro de lo inverosímil, así como cameos constantes de personajes más o menos reconocibles para quienes hayan tenido alguna relación con ellos en el submundo de la trama.

Sin embargo, para no confundir a los lectores de esta reseña, me voy a aferrar a la referencia que me parece más próxima a su novela: la divertida y celebrada parodia de Mendoza con su disparatado y chocante extraterrestre llamado Gurb. Y es que el lector, nada más adentrarse en las primeras páginas, se percatará de que se trata de un personaje de características bastantes similares que se hace llamar Gran Hermano, en claro guiño hacia la fábula de Orwell. El alejamiento de esta obra hacia las respectivas de Orwell y de Huxley se debe principalmente a las miradas con las que no parece estar de acuerdo nuestro autor porque se trata de obras con carices pesimistas. En cambio, las de Mendoza y Blanco son divertidas, alegres, incluso con ternura y condescendencia hacia sus personajes y ciudades respectivas; esto es, la Barcelona natal de Eduardo Mendoza y el Getafe residencial de Ezequías Blanco, quien en realidad es zamorano de pura cepa.

El comienzo de la historia parte de un imprevisto que determina el curso de la misma. Le ocurrió a Gurb con la avería de su nave, y a GH con las interferencias que le harían llegar al lugar equivocado que cambiaría para siempre su vida, Getafilandia en lugar del destino previsto, la lejana Islandia. Al igual que Mendoza, Ezequías muestra un profundo conocimiento de la sociedad residente en la antigua ciudad dormitorio al sur de la gran capital. Sin embargo, el enfoque es diferente; mientras Mendoza emplea una mirada periférica a partir de su personaje  —no Gurb sino el comandante que escribe un diario narrando su desesperada busca del desaparecido Gurb—, Blanco nos acerca hacia una mirada meridiana y plena sobre los personajes de la trama. Para ello utilizará un recurso diferente, el de la línea clara, en lugar de los garabatos caricaturescos y acaso vaporosos de Mendoza que prefiere definir a los personajes circundantes como evanescencias que deberá enfocar el propio lector. Dicho de otra forma, en esta obra son los mismos personajes quienes se autorretratan con sus respectivas formas de hablar y registros  —y los hay muy variados: desde el escrupuloso perfeccionismo del elegante Cristóbal López de la Manzanara, personaje existente en la vida real; al desarrollo de los cultismos constantes por parte de Luis Carlos, marqués de la Chorra Pelada; a la insistencia en la intención didáctica del tutor del hijo de una de las protagonistas o al lenguaje coloquial rayano en lo vulgar de los personajes principales: Encarni, Rosi, Alfredo, Hilario, Manolo, incluso hasta el cura Tito Armando—. Esto dice ya mucho de la habilidad del autor para evitar la detallada descripción de los personajes. Por otra parte, no deja nada al azar respecto al entorno social y los habitantes de Getafe son descritos con bastante fruición en boca del Gran Hermano.

Por tanto, aconsejo al lector imaginarse que está siguiendo las viñetas de un cómic incoloro en el que los personajes se hayan trazado con una línea definida que los contornea y configura respecto al entorno de los diversos escenarios. Yo lo he leído así y disfrutado, y es que verdaderamente hubo gente que conocí personalmente que me decía que era imposible extrapolar unos textos literarios a unas viñetas dibujadas. Ezequías Blanco demuestra que esto no es así. Con esta obra y quizás, en algunas ocasiones dentro de sus novela anteriores como “Memorias del abuelo de un punk” o posteriores como “Nuevas nuevas sobre Colón” hace posible que la literatura pueda suplir con creces cualquier recurso que se entienda inherente a las artes expresivas. Pues, como bien decía el ilustrador Will Eisner, “en el cómic, las imágenes son en general impresionistas”.

Incluso el lector no necesita de capacidad plástica desarrollada para imaginar las viñetas divertidas de una obra que encandila en todo momento hasta el final, y conste que son 176 páginas que se pueden leer de un tirón. Lo digo porque es el mismo autor quien nos facilita las herramientas necesarias para lograr captar todos los mensajes con limpieza y plenitud. Así tenemos las grabaciones en vídeo que determinarán los capítulos y serán transcritas por una máquina a nuestro idioma, y para diferenciar los sucesos externos de los monólogos del principal personaje, se limitará al uso de las cursivas. Esta máquina de Inteligencia Artificial es otro guiño-recordatorio del Gran Hermano de Orwell, y es que GH son omnipresentes tanto en esta novela como en “1984”. Con ópticas diferentes, claro: en la obra de Orwell, GH es truculento, cruel, controlador. En nuestra novela, GH es indulgente, tierno, resignado acaso, llega desde fuera y acaba integrándose en el tejido social getafense, de hecho se enamora de uno de los principales personajes, de Encarni, mujer que nos cae bien desde el principio, casi desamparada por la vida difícil que le tocó vivir, con una familia variopinta y unas circunstancias bastante coercitivas. En la novela de Orwell, en cambio, GH sigue omnipresente e implacable, inalterable en el tiempo y en el espacio, ajeno a todos y por encima siempre del bien y del mal.

En suma, notable novela, divertida, amena, con personajes claramente contrastados y definidos. Cabe felicitar a autor tan versátil por un nuevo logro en su producción, y por demostrar a este escéptico de pro lo equivocado que estaba sobre las fronteras entre el lenguaje literario y los superficiales trazos viñetistas para mentes poco acostumbradas a leer. Por otra parte, las indicaciones de los diversos lugares donde ocurren los sucesos de la historia nos hacen pensar en un recorrido que me ha recordado al celebrado periplo de Leopold Bloom/Stephen Dedalus en el Dublín del “Ulises” de James Joyce. Quizás no tengan nada que ver, quizás el autor no haya sido consciente de ello, pero me ha resultado llamativo, de ahí esta conexión que sugiero para su lectura. Acaso haya sido GH un Ulises/Odiseo extraviado en busca de un destino que encontraría al final, no como algo ya establecido como objetivo como el caso de Penélope/Molly Bloom a la espera del héroe.

Como conclusión, podemos decir que la literatura y la narrativa siguen de fiesta con novedades como esta novela que recomiendo y me ha enseñado a conocer más sobre el lugar en que vivo y sobre quiénes somos a nivel existencial.

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