Defensa de la luz
Carlos Javier Cebrián
Prólogo: Eduardo Boix
Los Libros del Mississippi, 2025
48 páginas
Algunas reflexiones a propósito de DEFENSA DE LA LUZ de Carlos Javier Cebrián
Para Carlos Javier Cebrián (Salies de Bearn, Pau, Francia, 1965), los libros, la poesía, sigue siendo algo muy serio. Y la prueba es su último libro, Defensa de la luz, y toda su actividad relacionada con la cultura, como su labor de editor en Frutos del Tiempo o de gestor cultural en ciclos como La dignidad de la palabra, en Elche, título que lo dice todo: la dignidad de la palabra.
Defensa de la luz es un libro de auténtica y buena poesía, breve, como deben ser los libros de poesía. No hay nada más triste que un libro de poesía grueso cuyos poemas se amontonan sin llegar a despertar en nosotros el mínimo asombro, ese detenerse y volver a leer el poema, a quedar atrapado por la magia de las palabras, sin que sobre ninguna ni echemos en falta otras, sin que leído en silencio o en voz alta tropiecen unas con otras y nos nutran el entendimiento con su belleza, su verdad.
En poesía la unidad es el poema, no el libro. Un gran poeta lo es por unos cuantos poemas capaces de pasar a la memoria colectiva, de ser recordados al cabo de los años, de los siglos. Uno daría toda su obra porque un poema, solo un poema, sea recordado, como ocurre con Gutierre de Cetina y su madrigal Ojos claros, serenos, como ocurre con Manrique y sus Coplas.
Seamos humildes. De cada siglo apenas quedarán dos o tres poetas, a lo sumo, para los venideros. ¿Alguien recuerda versos de algún poeta del siglo XVIII? ¿O del siglo XIX, aparte de Espronceda, Bécquer o Rosalía de Castro, estos dos, por cierto, ninguneados en su tiempo?
Pero centrémonos en el libro que nos ocupa, y digamos que todos sus poemas nos atrapan, nos invitan a releerlos, no nos dejan indiferentes. Son apenas 14 poemas, suficientes para afirmar que Cebrián es un verdadero poeta, un poeta necesario en estos tiempos. Y como todo verdadero poeta, su poesía vive de la poesía de otros (no es de esos que dicen que no leen para no sentirse influenciados). Las citas iniciales y el Listado de apropiaciones, al final, con los nombres y los versos imbricados en sus poemas lo muestran. Aunque hay que decir que esto último no era necesario, ya lo hicieron grandes poetas, como Elliot, y lo siguen haciendo otros.
En cuanto a los poetas incorporados, quiero citar a dos grandes, Eloy Sánchez Rosillo y Carlos Sahagún, alicantino de Onil injustamente olvidado. Las citas de estos poetas, como las del resto, inciden en la luz del título, que, sin entrar en sus muchos significados y simbolismos, es lo mismo que decir defensa de la vida, la alegría, el milagro y el prodigio de la existencia, de los objetos cotidianos y los afanes de las gentes que se nos revelan cada mañana con la luz que nos despierta.
Poesía reunida 1984-2018 (pasar página) es un ejemplo de lo que llevamos dicho. Con un sentido de la ironía muy en la línea de Jaime Gil de Biedma, presente también en otros poemas, Cebrián hace recuento de su obra poética y su vida antes de pasar página con ese sentido del pudor que falta en muchos de los falsos poetas actuales, diciendo mucho no diciendo y con las palabras justas y en el momento preciso, con la lucidez de la distancia:
Si es real este sentimiento de lejanía, si es
verdad esta intuición de ser ganado
por la sensación de que se me acabó el decir, al
menos en verso.
Si todo esto es así,
ahora sé que tengo que atreverme a escribir de estas cosas.
Debo saber, también, que todo está dicho ya, por otros…
Decir por ejemplo:
después de ti se hizo la luz… Y es en defensa de la luz
por lo que tengo que escribirlo.
Poesía y vida van unidas en Cebrián, pero el poema, una vez escrito queda detenido en el tiempo, mientras la vida sigue, debe seguir hacia la luz, pasar página:
Si reviso esta mi poesía reunida, perdón,
esta mi vida, quise decir, estos 34 años de escritura,
tú apareces en la mayoría de estos 339 poemas, es así,
no cabe negarlo,
lo que ocurre es, tenlo por seguro, que en estos poemas
el que ya no está… soy yo.
Esta exacta manera de recibir y defender la luz, esta
exacta manera de pasar página.
Un gran poema de amor, o desamor, haciendo referencia a su libro anterior, Maneras distintas de amar (o des-amar), (2020), que no desmerece de los siguientes.
Hay muchas maneras de expresar la soledad. De un modo egocéntrico, victimista, tan frecuente en otros, o como lo hace Javier: describiendo las vidas de sus vecinos contemplados desde su vivienda, para acabar declarando, después de mirar hacia dentro, al interior de su mundo, que todo es un circunloquio para saber que tiene ganas de llorar:
la verdad es que ahora mismo podría gritar, ahora
mismo podría llorar,
ahora mismo lloraría.
En Fracaso de la luz declara que aspira “a la luz, a la gracia, a la alegría sin recato”, esto es, a la celebración de la vida, al conocimiento de las cosas, a la precisión de las palabras, lo que viene a ser toda una poética. Sin embargo, duda y no puede dejar de preguntarse para qué sirve la poesía:
Pero ¿qué significa esta ceremonia inexacta de la escritura?
¿De qué me sirve o de qué te sirve a ti?
¿Para qué os es útil a vosotros mis
desprevenidos, improbables, indefensos
lectores?
Preguntas que nos hacemos muchos. Al comienzo afirmaba que se escribía y publicaba mucha poesía, más que nunca, pero ¿realmente se lee poesía? ¿Hay verdaderos lectores de poesía en este mundo de locos al que cada mañana dice el poeta asomarse, para acabar confesando que el mundo y la vida “nunca ha dejado de ser para mí / un lugar desapacible, / esta inhóspita naturaleza / que ni me comprende, ni comprendo, /en lo relativo y en lo absoluto, / este preciso fracaso de la luz”.
Se trata, tal vez, del poema más desolado, por lúcido, del libro. Pero Javier no se resigna al fracaso, los que lo conocemos sabemos que es un luchador, un resistente, así lo declara en el poema Biografía:
Poseer la luz y perderla, una y otra vez,
una obstinación,
el éxito de todos los fracasos.
Así he crecido,
en el ensimismamiento, en el sueño
del monstruo,
en la querencia de la luz perdida, en todos
los tropiezos repetidos,
en la angustia y el miedo a equivocarme, en el orgullo
del derrotado.
El poema acaba con una clara voluntad de seguir luchando, de creer en las palabras, de afirmación y defensa de la vida:
Aferrado a las palabras y a los versos, como gritos en
el vacío,
vivir sin estar viviendo. Escribir
escribiendo, respirar respirando.
Una lucha feroz por querer ser nacido, querer vivir
viviendo.
Luz difusa, Luz primeriza y Naturaleza muerta son tres hermosos poemas que manifiestan el prodigio de la luz, su capacidad de hacer amable las cosas cotidianas, la vida. En ellos encontramos versos intensos, luminosos:
Subir las persianas, abrir las
ventanas
y que se desparrame la luz.
Dejar pasar, así, justamente,
la naturaleza primigenia de las cosas, la
ingenuidad.
…
La luz no se explica, tampoco se entiende, la luz
sucede o no sucede…
Es así de sencillo.
… Nunca dejes de saber
que es la dicha de la luz lo que persigues,
aunque reniegues de ello, y en esta
naturaleza muerta que es tu vivir indistinto
y consuetudinario,
la belleza se arracima
y en la luz se te ofrece…
Pero la luz hay que compartirla, somos en el otro, “ser es ser percibido” o, como afirma Ángel González en la cita que encabeza el poema Solus ipse, “Yo sé que existo porque tú me imaginas”. Y así, compartiendo, enfrentarse al reto de la vida, a la lucha cotidiana con el mundo y consigo mismo:
He de llegar contigo hasta la alegría, no me
perdono otra resolución anímica, no concibo otra
peripecia,
saber mirar la luz,
aceptar esta ceguera que viene de ella,
y con este magicismo del deslumbramiento vencer al
dragón,
vencerme a mí mismo.
Defensa de la luz es un libro de combate, de resistencia, una apuesta luminosa por la vida, con todos sus pesares y fracasos, por la felicidad, por una felicidad de las cosas sencillas, cotidianas, lejos de todo idealismo romántico.