Dasein noche niebla invierno
Félix Jiménez López
Edición Punto Didot
Tres Cantos, Madrid, 2025
PERMANENCIA
Abulense natural de La Torre, pero asentado desde hace muchos años en el entorno cultural de Madrid, Félix Jiménez ha ido desarrollando, con sosegada cadencia, un perfil literario que aglutina novela, relato y travesía lírica. Suma títulos como Oleaje de nubes y calma, Entre la tierra y el agua, Poesía horizontal y Desde el invierno. Son entregas en las que queda patente el empeño del autor por enlazar estaciones líricas que sondean la azarosa irrealidad de la existencia y sus claroscuros más desconocidos.
Félix Jiménez organiza su poemario en cuatro tramos definidos por los sustantivos que componen la escalera visual del título Dasein Noche Niebla Invierno. Sorprende de inmediato el uso del germanismo “Dasein” un vocablo alemán cuya semántica define el “estar ahí”, como si impulsara un recrearse en la naturaleza mudable del yo poético, en su condición de extranjero de sí mismo. Afrontar las vivencias requiere voluntad y empeño y la convicción de que el discurrir temporal siempre emprende una senda tangencial junto a la incertidumbre. Así lo ratifica también la cita de Chantal Maillard, una de las cimas de la poesía meditativa y filosófica contemporánea: “Escribo / para que el agua envenenada / pueda beberse”.
El discurso verbal comienza con el uso de la prosa poética como estrategia expresiva. Desde el enunciativo fluir de la escritura se va tejiendo el afán introspectivo de quien muestra un cálido tejido confesional. El yo se desdobla para compartir un soliloquio ceñido al tiempo y la memoria. Los recuerdos se reactualizan para convencernos, como escribiera L. Wittgenstein de que “Los límites del mundo son los límites del lenguaje”. Lo vivido no se pierde, está ahí, habitando algún pliegue de la evocación, hasta que el pensamiento se hace lector perseverante del devenir y hace de la palabra poética un ejercicio polivalente y fragmentario, un hilo argumental continuo; El retorno expande una trama difusa, y de apariencia aleatoria, que rompe la cadencia previsible del ahora con fotogramas del ayer. Las teselas de la memoria se convierten, como escribe, con emoción luminosa el poeta, en anclaje y permanencia “Las imágenes del pasado son los tutores del raquítico y débil árbol de tu futuro”.
El sujeto verbal especula sobre el transitar vital como un viaje en soledad que aporta un entrelazado de respuestas. Las certezas personales prescinden de la lógica argumentativa de los falsos profetas. Su experiencia del tiempo acumula intuiciones e imágenes sensoriales. Así se aprecia en el siguiente fragmento: “Cambia de camisa para huir del vasallaje intelectual. Necesitas el sosiego del ermitaño y una voluntad acostumbrada a resistir”.
Percibir el entorno ilumina el afán indagatorio. Las piezas de “Dasein”, autónomas y singulares, asienten voluntariosas para integrar un mosaico, una estructura de colores y formas, aparentemente irregular; contiene vivencias que el poeta resume en el epitafio de cierre: “Aquí yacen algunos sueños compartidos y ardientes secretos que escondí para abrigarme del frío y seguir caminando”.
Honda e introspectiva, la cartografía poética del segundo apartado “Noche fractal” llega precedida de una cita del poeta hermético italiano Salvatore Quasimodo. Se abandona la prosa poética para dar voz a los poemas en verso libre. Las sombras se convierten en senderos iniciáticos que expanden sus nutrientes literarios, recorriendo distancias hacia el vacío de los significados. Queda así el poema como un espacio hermético y singular de la razón en vela. Como una búsqueda de otro lenguaje que se pronuncia en silencio por anhelos, miedos, incertidumbres y sueños; también por el lenguaje del subconsciente, cuyo territorio no conoce las coordenadas del discurso lógico y crea vértigo y asombro: “… La noche es un mineral / cósmico que transporta el tiempo / para que el hombre pueda medir la longitud / y la densidad de sus anhelos.”
“Niebla”, con el fondo sonoro de Franco Battiato, palpa la piel de las palabras para alejar la incertidumbre de lo cotidiano. La presencia de la niebla condiciona la captación sensorial de lo que nos rodea; los contornos se difuminan y todo alrededor se vuelve fantasmal y renacido. El paisaje se viste de un gratificante epitelio poético: “La bruma es la verdad que separa / el parpadeo de las estrellas de la firmeza de la tierra”. Tan sugerente definición transciende lo real; cuando se aleja queda entre las manos la presencia de una luz fugaz y una incómoda sensación de desnudez.
Félix Jiménez compila los poemas del cierre bajo el título “Invierno”. El concepto recrea la sensación de frío, pero la sugerente cita de Albert Camus despierta una paradoja llena de vitalismo y esperanza: “En lo más profundo del invierno, aprendí que había en mí un verano invencible”. En este tiempo gris de soledad y espera, la vida se ralentiza, se llena de quietud como si el discurrir fuese una tregua pactada por emociones y sentimientos. El invierno es un estado que el poeta describe con solvente claridad: “Las palabras del invierno son largas pinceladas, sonidos / graves, onomatopeyas que no vibran, espirales, nidos / sumergidos bajo raíces de árboles gigantescos”.
En las composiciones de Dasein noche niebla invierno Félix Jiménez López reflexiona sobre la memoria y la incesante búsqueda de sentido del transitar existencial. El poeta insiste en unas cuantas obsesiones referenciales a través de un largo viaje introspectivo que va consumiendo pasos en el tiempo, ese río incesante que nunca concluye su andadura. Con la sabiduría de la madurez consigue vislumbrar el pulso de los días, su latido de vida y esperanza capaz también de hablar a solas, de alzar la arquitectura del poema en medio de la noche y el invierno.
