Defensor de la libertad, agitador, viajero empedernido, provocador, brillante dramaturgo, precursor del romanticismo, poeta atormentado…
Necesario es vivir persuadidos de que no hemos nacido para quedar fijos en un punto determinado: mi patria es todo el mundo. Cartas a Lucilio. Lucio Anneo Séneca
El 25 de abril, en Italia se conmemora el Día de la Liberación o lo que es lo mismo, el día de la derrota del fascismo.
Unas cosas llevan a otras y he recordado, una vez más, la egregia figura del Conde Vittorio Amedeo Alfieri (1749-1803). Durante toda su vida fue un defensor acérrimo de las libertades cívicas y un tenaz e infatigable luchador contra toda forma de tiranía.
En España es prácticamente desconocido, sin embargo para los italianos es con justicia, todo un clásico. Me hablaron de él mis viejos amigos del Partito Democratico della Sinistra. Poco después en una librería de Florencia cayó en mis manos ‘Vita di Vittorio Alfieri scritta da se stesso’. Tenían razón. Esta autobiografía me entusiasmó. De hecho es su obra más conocida y ha sido traducida a diversos idiomas, pese a que en nuestro país no ha despertado ningún interés. Tiene el indudable mérito de mostrarse muy duro, incluso implacable consigo mismo, asumiendo plenamente la responsabilidad del conjunto de sus actos, lo que desde luego no es usual.
Antes de comenzar su semblanza, mejor su etopeya, comentaré otra obra suya que es complementaria de la autobiografía. ‘Del principe e delle lettere’ en la que expone con una claridad meridiana su teoría, que no es otra, que el escritor es un héroe en acción. No anda excesivamente lejos de lo que se dio en llamar, mucho tiempo después soteriología de la praxis.
Su existencia abarca de mediados del XVIII a comienzos del XIX. Indudablemente, fue en Europa un periodo convulso y caótico. En sus poco más de cincuenta años de vida sintetiza, ejemplifica y expresa lo que de confuso, lo que de agonizante tuvo ese periodo que prácticamente supuso el principio del fin del ‘ancien régime’ e inauguró una nueva forma de entender el mundo que no se plasmaría hasta bien entrado el siglo XIX.
Es un personaje original, polifacético, profundamente anti-convencional e inclasificable. Es, sin ir más lejos, un dramaturgo capaz de plasmar en escena las contradicciones entre unas inquietudes pre-románticas y unos moldes neoclásicos que siguen los preceptos aristotélicos. Es curioso que los dos renovadores de la escena italiana del momento, Carlo Goldoni y el Conde Alfieri, compartan el mismo periodo histórico y las mismas coordenadas culturales sin tener apenas contacto entre sí. Es este un momento en el que comienza a aflorar el despertar de la conciencia nacional italiana y donde se intensifican los conflictos políticos y sociales que culminarían en 1789 con la Revolución Francesa.
Puede afirmarse que casi toda su obra constituye un ataque feroz contra la tiranía y un canto ininterrumpido a la libertad. Puestos a decirlo todo, también, cayó en no pocas contradicciones. En sus últimos años sintió una feroz antipatía por la figura de Napoleón Bonaparte. Su valoración de la Revolución Francesa fue ambivalente… y se distanció progresivamente de las ideas que la habían hecho posible.
Vamos a iniciar un viaje hacia Vittorio Amedeo Alfieri visto desde dentro, para intentar comprender su temperamento agitado, su pesimismo, su anti convencionalismo y su radicalismo.
Desde muy joven se mostró retraído y taciturno. Vió la luz en Asti, una ciudad del Piamonte. Sus primeros años transcurrieron en el Palazzo Alfieri, primero y más tarde en la Academia Real de Torino. Fue un lector voraz, tuvo una formación bastante completa: retórica, derecho, filosofía…
Lo evoco en sus paseos solitarios, por calles empinadas y estrechas, con un libro bajo el brazo, pongamos ‘De rerum natura’ de Tito Lucrecio Caro. Quizás la pasión por viajar la extrajo de los libros, quizás de su experiencia militar.
Desde muy joven, casi un adolescente se mostró solitario, apasionado y de espíritu aventurero. Se comía con los ojos cuanto le llamaba la atención, cuanto le sorprendía: costumbres, modos de vida, ambientes…
Su temprana orfandad puede ser tal vez, otra de las razones de su pesimismo e introversión. En ocasiones era colérico, le hervía la sangre y todo lo que sonara a opresión, a tiranía lo sublevaba, simultáneamente era intuitivo y poseía el don de la empatía.
Fue un consciente y decidido cosmopolita. La injusticia debe combatirse en cualquier parte y cuando se defiende la libertad en un lugar… se está defendiendo en todos. Viajando se aprende. Conoció las ciudades más destacadas de ese mosaico que constituían los Estados italianos: Milán, Roma, Florencia… Nápoles. Se sintió especialmente atraído por la ciudad del Arno a la que regresó en varias ocasiones y donde reposan sus restos, en ese Panteón de Hombres Ilustres, que es la Iglesia de la Santa Croce. Fuera de Italia, anduvo un tanto errante por ciudades como París, Londres, La Haya, y en sucesivos viajes Viena, Berlín. Hizo algunas incursiones en Suecia, Finlandia e incluso en Rusia. Conoció, también, la Península Ibérica, Lisboa le impresionó favorablemente pero no así Madrid. De su estancia en nuestro país quizás lo que más le agradó fue la primavera levantina en su breve estancia en Valencia.
El lugar que eligió para pasar varios años fue la Toscana. Indudablemente, Florencia atrae, podría decirse incluso que Florencia vampiriza. Me parece un detalle significativo, que para él fueron un descubrimiento las obras de Maquiavelo, mostrándole una nueva visión del hombre, de los valores republicanos y una aproximación desde una perspectiva diferente al periodo renacentista, de hecho, del autor de El Príncipe, tendrá siempre presente su ideal de una Italia unificada.
Otro aspecto al que es obligado aproximarse es, a su desordenada, anti convencional y turbulenta vida amorosa. Tuvo varias relaciones, siempre con mujeres casadas, por lo que en algunos casos se vió envuelto en situaciones comprometidas y de algunas ciudades tuvo que huir precipitadamente. Pueden citarse, entre otras, Penélope Pitt, esposa del Vizconde Eduard Ligonier, que lo retó a duelo teniendo que abandonar las Islas Británicas, la Marquesa Gabriella Falleti de Villafaletto, esposa del Marqués de Priero y la Condesa de Albany, esposa de Carlos Eduardo Estuardo pretendiente al trono de Inglaterra. Esta fue la relación más duradera y la que más problemas y quebrantos le causó. El divorcio de la Condesa de Albany fue sonado y hasta el fin de sus días fue acosado y estuvo en el punto de mira de sus enemigos. Puede decirse, sin embargo, que fue el amor de su vida y a ella están dedicadas sus composiciones poéticas más íntimas, aunque también, abundan las que ponen de relieve su profundo desconsuelo existencial.
De un autor tan poliédrico y de vida tan intensa no es posible explorar todas las facetas. No obstante debe reservarse un espacio para sus tragedias, en muchas de las cuales pone el acento en reivindicar la libertad.
Creía, firmemente, en los valores éticos y en el valor moral de las acciones encaminadas a que el hombre se libere de la tiranía, de la influencia religiosa y de los convencionalismos que encadenan y limitan las aspiraciones del ser humano.
En sus obras se advierte una antipatía feroz contra toda forma de poder injusta y opresiva. Es inexcusable afirmar que para Alfieri, la libertad no fue nunca un concepto abstracto sino que tiene siempre unas connotaciones y consecuencias políticas.
Hay quienes han puesto de relieve que la libertad alfieriana debe ser entendida, ante todo, como expresión de un individualismo muy acusado y un deseo de ir más allá y transgredir todos los límites.
En algunas de sus tragedias se opone a las fuerzas oscuras, que acostumbra a identificar con la monarquía. Apoyada en dos instituciones que desprecia igualmente, la iglesia y la milicia al servicio del poder. La tensión dialéctica, libertad-poder y los impulsos que mueven al hombre contra la tiranía, de una forma u otra, están muy presentes en la mayor parte de sus obras.
En ocasiones tuvo la fortuna de cara. Algunas de sus tragedias se representaron y obtuvieron un éxito notable en vida. Los jacobinos, sin ir más lejos, las aplaudieron a rabiar. Es el caso de ‘Virginia’ que levantaba pasiones que estaban encendidas de antemano, de ambiente romano, ensalza sin tapujos los valores republicanos. En una escena memorable tiene lugar la sublevación del pueblo contra los que quieren esclavizarlo y privarlo de sus derechos.
Otra obra donde la defensa de la libertad es patente, aunque discutible su fidelidad histórica es ‘La congiura de ’Pazzi’ donde aborda un tema esencialmente político, basándose en escritos de Nicolás Maquiavelo. Los Pazzi organizan una especie de complot para arrebatar el poder a los Medici, que según Alfieri, ejercían un poder despótico sobre Florencia.
Debe reconocerse que Alfieri es una pieza fundamental para la renovación del teatro italiano del momento histórico que le tocó vivir. Por un lado sigue los preceptos aristotélicos… pero por otro, en sus tragedias está presente un fuerte sentimiento prerromántico al que se adelanta algunas décadas.
No es posible citar más que unas cuantas. Sin embargo de sus tragedias de ambiente moderno debe mencionarse al menos, ‘Felipe’, es decir Felipe II, al que al igual que otros literatos de la época, considera un modelo tiránico y opresor.
Son particularmente interesantes las inspiradas en los grandes maestros de la tragedia griega como ‘Antígona’ o ‘Polinices’, en las que adapta y en cierto modo recrea, las desdichas de los hijos de Edipo. Obviamente, son un homenaje a Sófocles.
Se pone de manifiesto, como no podía ser menos, que personajes, situaciones y formas de expresión del siglo de Pericles, pese a ser intemporales, habían de sufrir modificaciones cuando iban dirigidas a espectadores del siglo XVIII. Respeta las unidades aristotélicas pero, si se me permite una licencia, italianiza las tragedias griegas, dotándolas de un ardor y una pasión que puede ser perfectamente calificado de prerromántico.
Las páginas que anteceden sólo pretenden ser un aperitivo, todo lo más, una introducción propedéutica para que el lector que se sienta atraído emprenda su búsqueda particular.
Para ello voy a atreverme a sugerir dos lecturas. La bibliografía sobre Alfieri es abundante, a la hora de elegir, he optado por la de Pietro Cazzani ‘Vittorio Alfieri, la vita, le opere, l’eredità spirituale’, Centro Nazionale di studi ‘Alfieriani-Casa d’Alfieri, Asti 1942. En Asti, Piamonte, su lugar de nacimiento, se encuentra el Centro de Estudios alfierianos que realiza una labor de investigación y divulgación. Pese a ser una ciudad de mediano tamaño (75.000 habitantes) mantiene viva la memoria de Vittorio Amedeo. El segundo libro es de Piero Gobetti, ‘La filosofia politica di Vittorio Alfieri’, Pittavino, Torino, 1923. Ambos estudios son una excelente embajada para aproximarse a un conocimiento más detallado del poeta, dramaturgo y revolucionario. Gobetti pensador y periodista antifascista, que murió como consecuencia de una paliza que le propinaron unos matones ‘mussolinianos’, tiene páginas muy interesantes y esclarecedoras sobre la figura de Alfieri.
La existencia de Vittorio Amedeo Alfieri fue breve pero intensa. Destacó en tantas facetas que no es posible abarcarlas todas. Por eso, me limitaré a señalar algunos posibles itinerarios, que sirvan como puntos de referencia para el lector que quiera conocer más de este apasionante personaje: su carácter ciclotímico que con el paso del tiempo se convirtió en fuertemente pesimista y que incluye un intento de suicidio que logró evitar Elías, su criado de confianza, su altanería que le llevó a algunos sonados desplantes que tuvieron como destinatarios a Federico II, Catalina II, María Teresa de Austria e incluso Napoleón Bonaparte, cuando quiso nombrarlo miembro de la Academia de Ciencias de Turín. Su odio contra los tiranos y gobernantes dictatoriales por más que se vistieran con el manto de déspotas ilustrados, fue patente y constante.
Como muchos otros intelectuales de su tiempo, tuvo sus veleidades con la Masonería. Llegó a formar parte de la Logia Vitoria aunque, posteriormente, se apartó criticándola con dureza.
Debe destacarse, por otro lado, su sólida formación que le permitió traducir a autores greco-latinos como Sófocles, Eurípides o Virgilio, del que vertió al italiano su Eneida. Leyó con fruición a sus coetáneos y supo incorporar a sus obras ideas que coincidían con las suyas. Pueden apreciarse a estos efectos, influencias de Voltaire, de Rousseau o de Helvetius… Como es de rigor, en su biblioteca no podían faltar Dante o Petrarca. Igualmente, es de justicia destacar la huella que dejó en literatos como Leopardi y en destacados prohombres del ‘Risorgimento’ como Cesar Balbo. Durante el proceso de Unificación de Italia, se le tuvo como un auténtico inspirador y se valoró su fuerte compromiso en pro de la creación de la Nación Italiana, ideas heredadas de Maquiavelo.
Fue un pensador ilustrado pero, también, muchas más cosas. En el célebre folleto de Kant ‘¿Qué es la Ilustración?’ nos habla de una etapa de la historia que pretende sacar al hombre de su culpable minoría de edad. Vittorio lo intentó… y puso en ello todo su empeño más fracasó en el intento.
Se opuso a la tiranía. Más sus contradicciones son palpables y… por encima de sus cambios de criterio queda un individualismo feroz que arremete contra todo y contra todos.
Es sobradamente conocida la ilustración francesa, así como la prusiana y la británica, sin embargo, y debido a la situación política, se habla muy poco de la italiana. Vittorio Alfieri es un buen ejemplo de las ‘peculiaridades’ y ‘particularidades’ que el pensamiento ilustrado tuvo en la península itálica.
Este atormentado personaje resulta de lo más atractivo. Protagonizó tormentosos incidentes y las investigaciones de los historiadores que se han aventurado en la Italia de esos años son, con frecuencia, dispares a la hora de valorar su trayectoria.
Tuvo la intuición de que no viviría mucho tiempo. Todos los días miraba por la ventana un reloj de sol como si quisiera adivinar la vida que le quedaba. Se entregaba sin freno a sus pasiones o caía en el pesimismo y la melancolía. Fue un hombre en busca de equilibrios… que en muy pocos momentos logró alcanzar la paz interior.
Puede considerársele un clásico en la medida en que lo es aquel que mantiene la continuidad de una cultura. Solo se puede recuperar lo que está en una tradición aunque olvidada… lo que hace Vittorio Alfieri es traer al presente la herencia trágica greco-latina.
Estas evocaciones me vienen a la memoria el día en que se conmemora la victoria de Italia sobre el fascismo. Es hermoso ver a través de la televisión cantar el ‘Bella Ciao’ desde los balcones y, al mismo tiempo, siento rabia y pena al observar, una vez más, en nuestro país que la ultraderecha organiza otra cacerolada reaccionaria contra el Gobierno, en lugar de prestar apoyo para salir de esta situación comprometida en la que haría falta más unidad, generosidad y altura de miras y menos demagogia.