Cualquier momento es bueno para descubrir o reencontrarse con Vicente Aleixandre. Después de algún tiempo sin frecuentarlo, he vuelto a leer algunos de sus libros. Es tremendamente moderno. Sus poemarios conservan toda su lucidez y, al mismo tiempo, su vitalismo y su visión del mundo, trágica y hermosa. Hay que buscarlo en lo asombrosamente diverso. Es un gigante, que como otro Sísifo, soporta el peso de la soledad del mundo.
La influencia del 27 sigue ahí, emitiendo señales luminosas para quien sabe descifrarlas. Aleixandre supo quizás, como nadie, imaginar el cosmos desnudo y darle nuevas oportunidades de existir, de manifestarse, de sufrir, de amar.
El franquismo no entendió nunca a la Generación del 27. Es más, le irritaba y la despreciaba. La mirada bovina, el mundo en blanco y negro, clerical, adocenado, rancio e inculto le impedía ver lo que en la Generación de la República había de vanguardismo, de vitalismo, de europeísmo y de cosmopolitismo. Quienes sí entendieron después esa capacidad de renovación fueron los jóvenes, aunque el propio Aleixandre, a través de su contacto con ellos se renovaba a sí mismo.
Hay quienes han hablado de su solidaridad cósmica y quienes han esbozado teorías sobre las distintas etapas de su poesía. Creo que es inconmensurable y que, por ejemplo, el tan traído y llevado surrealismo fue para él un estímulo permanente… pero nada más y, lo mismo podría decirse de su misticismo panteísta.
La poesía de Aleixandre es una potente y secreta furia que se va multiplicando. Un leve temblor amoroso sobre las ásperas piedras del camino. Su mirada fue siempre limpia y directa, quizás un poco altiva como la del que se siente orgulloso de no deber nada a nadie y mucho menos a los mandamases soberbios. Descubrió que la vida es dolorosa y oscura. Nada está resuelto. El aire y la tierra pueden llegar a fundirse hasta alcanzar el fondo mismo de la conciencia vuelta del revés.
No cabe duda de que es un poeta difícil aunque exquisito, lo que de paso lo pone a salvo de los tan manoseados tópicos. Posiblemente la suya sea una de las voces más intuitivas, solidas y creativas de la poesía española. Supo vivir oculto, creando, paso a paso, sin prisas, una obra en constante renovación, llena de hallazgos y de fuerte calado humano y poético.
Su aliento lírico tiene mucho que ver con lo barroco. El hecho de que fuera andaluz también, influye y no poco. Nació en Sevilla en 1898 y es el más moderno, pasional e irreductible de su generación. Para mí, junto con Lorca y Cernuda es lo más vivo del 27.
Elegido Académico de la Lengua en 1949, ingresó en el 50 con un brillante discurso, al que volveremos más tarde, que fue respondido por Dámaso Alonso, otro miembro destacado de la Generación de la República
La Generación del 27 fue vital y optimista, incluso diría que confiada… y quizás por eso, sufrió el cruel e implacable mazazo de la Guerra Civil y del exilio o exilio interior que mantuvo a España encerrada en sí misma y rehén de fuerzas brutales, anticuadas y siniestras.
Antes de eso había obtenido en 1934, el Premio Nacional de Literatura por ‘La destrucción o el amor’ donde ya podemos advertir su originalísimo uso de las disyunciones. En 1977, tras la muerte del dictador, la Academia Sueca le otorgó el Nobel de Literatura. No es aventurado sostener que también quiso premiar a una Generación poética que constituye un segundo Siglo de Oro de las Letras y que siempre se mantuvo distante cuando no opuesta a la dictadura.
La Generación del 27 fue un grupo humano, inquieto, extremadamente culto, experimentador y con fuertes vínculos de amistad entre sus miembros. A Emilio Prados lo había tratado desde niño en su etapa escolar, más tarde entabló relación con Dámaso Alonso en las Navas del Marqués y luego en la Residencia de Estudiantes y en diversas actividades y empresas culturales fue ensanchándose y expandiéndose el núcleo inicial.
La vocación poética de Aleixandre es, sin embargo, tardía. Dámaso Alonso puso en sus manos libros de Juan Ramón Jiménez o de Antonio Machado y, sobre todo, de Rubén Dario que lo deslumbró. Es siempre pertinente hacerse la pregunta ¿Qué leía en sus años de formación un joven de salud quebradiza y que padeció una grave nefritis tuberculosa? Sabemos que gustaba de leer a Homero, lo que siempre es empezar bien, los dramas de Jorge Federico Schiller o Conan Doyle… más por encima de todo, a Benito Pérez Galdós. Devoraba sus libros, leyó, con aprovechamiento, a Emilia Pardo Bazán, Valera o Azorín. Podemos afirmar, sin embargo, que ninguna de estas lecturas le produjo una impresión similar a la de los versos de Rubén Dario.
Hemos averiguado que uno de sus autores predilectos fue Marcel Proust, lo que tampoco es de extrañar. Le aportaron mucho algunas lecturas de Sigmund Freud que, por primera vez, le pusieron en contacto con la dimensión onírica así como los libros, de lo que por aquel entonces, se denominaban los hiperrealistas franceses.
Desdeñaba y le producía autentico fastidio todo lo que sonara a artificial. No sería aventurado afirmar que es el poeta de la vida y del amor o, más bien, de la fusión de la vida y del amor con la muerte. Tiene más importancia de la que muchos le han dado, sus constantes evocaciones de la memoria dolorida… pero serena.
Una pregunta que, en todo creador es no sólo pertinente sino clave, es: ¿para quién escribo? En un poema perteneciente a su libro “En un vasto dominio” da cumplida respuesta a este interrogante. Es más, es plenamente consciente de que el poeta cumple una función social.
“Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo
escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los
pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin
oírme,
está mi palabra”
Permítaseme ahora, que sugiera tres libros que para mí ayudan y mucho a penetrar en su intrincado universo poético: uno es el de Leopoldo de Luis que lleva por título “Vicente Aleixandre” de la Editorial Espasa Calpe, otro el de uno de sus mejores conocedores, Carlos Bousoño, aparecido en Ed. Gredos bajo el título “La poesía de Vicente Aleixandre” y un tercero de Dario Puccini “La parola poetica di Vicente Aleixandre” publicado en Roma, Mario Bulzoni, Editore, que ejemplifica además, como durante muchos años Vicente Aleixandre interesó más fuera de nuestras fronteras que dentro. Dámaso Alonso, tan amigo de sus amigos, comenta que en sus conferencias en universidades americanas y latinoamericanas le preguntaban con insistencia ¿cuándo tenderemos ocasión de que nos visite el maestro Aleixandre?
Cada uno debe encontrar el camino más acertado para llegar a desentrañar lo más valioso de un poeta. Iré ofreciendo en este ensayo liviano algunos hilos desde los que llegar al ovillo, aunque naturalmente sea un planteamiento subjetivo.
De lo que caben pocas dudas es de la importancia que durante muchos años tuvo su casa de ‘Velintonia’. Allí fue recibiendo a los poetas de sucesivas generaciones, que llegaban a considerar el venerable lugar, casi, casi, como un recinto sagrado.
Resulta entrañable y simbólico a un tiempo, que precisamente en 1927 plantó allí un cedro que lo acompañó toda su vida.
El estado en que hoy se encuentra su casa de Velintonia es, deplorable y ruinoso. Sería magnífico y, desde luego, muy justo que en el horizonte de la conmemoración del primer Centenario de la Generación se restaurara y se convirtiera en un Centro que homenajeara a la poesía en primer lugar, a Vicente Aleixandre y a la huella profunda e indeleble que tuvo la Generación del 27 en la cultura y en la poesía de nuestro país.
Hay que valorar, en su justa medida el magisterio que sobre varias generaciones ejerció Vicente Aleixandre en su casa de Velintonia, (que hoy lleva su nombre). Ese mantener viva una llama tan frágil… sin permitir que nunca se apague, engrandece su figura y lo convierte en un referente cultural y poético de la segunda mitad del siglo XX.
A lo largo de su vida no se cansó nunca de repetir ‘que la poesía es comunicación’. No deben olvidarlo quienes se aproximan a su obra. Otro hecho por el que merece la pena recordarlo es su valentía. En 1963 fue el primer firmante de una carta al ministro franquista Manuel Fraga Iribarne, solicitándole que se llevara a cabo una investigación sobre las torturas, palizas y malos tratos de que fueron objeto los mineros asturianos y, también, sus mujeres durante la huelga del 62, que tuvo mucha importancia pero que la dictadura silenció. Nada más y nada menos que ciento veinte intelectuales firmaban la misiva. Fraga Iribarne, con un ostensible cinismo, negó los hechos en una misiva abierta dirigida a José Bergamín.
Mencionemos quienes, pertenecientes a otras generaciones, aceptaron el magisterio de Vicente Aleixandre y frecuentaron Velintonia para poder valorar en su justa medida la importancia de su legado. No es posible citarlos a todos, basta sin embargo, con hacerlo con Jaime Gil de Biedma, Francisco Brines, Pepe Hierro o José Luis Cano, sin olvidar a los denominados ‘novísimos’ Vicente Molina Foix o Luis Antonio de Villena.
La Academia Sueca al concederle el Nobel, señala su creación poética innovadora, su capacidad para plasmar la soledad del hombre en medio del cosmos y otros aspectos que durante muchos años la crítica oficial había ignorado displicentemente.
Su visión del mundo fue influenciada por la poesía pura juanramoniana y por los ecos surrealistas y ultraístas, sin olvidar, claro está, la pasión compartida por todo el 27 hacia Luis de Góngora.
Puede afirmarse que sigue una estética irracionalista. Entre sus obras voy a citar solo algunas de las que pienso que hay que volver a ellas una y otra vez: “Espadas como labios”, “La destrucción o el amor” así como “Poemas de la consumación” y “Diálogos del conocimiento”.
Aleixandre es una voz personal y originalísima. Así lo atestigua su amigo Luis Cernuda, cuando afirma con rotundidad ‘su verso no se parece a nada’, explora incesantemente, con valentía y rigor, las posibilidades expresivas del castellano, dando lugar a novedades estilísticas como, por citar solo una, el símil inverso
Es un poeta del amor pero dentro de nuevos paradigmas. Para él el amor es una fuerza irreprimible… que puede llegar incluso a destruir al ser humano. Se ha llegado a hablar de un pesimismo cósmico. Es mucho más que eso pero, hay no poco de eso, en sus poemarios. No abandonó nunca los moldes expresivos surrealistas. La desnudez y la vulnerabilidad que deja tras de sí el tiempo cuando pasa. A menudo, se adentra en un universo simbólico donde abundan las abstracciones. Es la suya una poesía hondamente reflexiva y metafísica,
Nos sumerge en un universo que muestra la angustia del hombre en medio del caos y el camino que emprende desde la oscuridad hacia la luz. Solo la unidad y la fusión pueden poner fin al desorden.
La lírica aleixandrina es un lento camino hacia la libertad en todos los órdenes. El amor y la muerte son conceptos antagónicos con vocación de fundirse… para alcanzar la plenitud. Todo ello aderezado con un uso de la conjunción no disyuntivo, salpicado de anáforas y otras figuras a las que sabe dotar de singular expresividad.
Es una constante, en muchos de sus poemas, el ansia irrefrenable de fusión erótica casi siempre postpuesta. En él las imágenes cósmicas y telúricas otorgan nuevas visiones y posibilidades expresivas. Es incuestionable que sus libros contagian pasión poética y un fuerte impulso de superación ética y estética.
La lírica aleixandrina es intuición, y entereza. Son las cosas las que se van, las que nos abandonan, nosotros sólo podemos asistir melancólicos a su huída mientras la tarde se va ensombreciendo de miedos o dudas.
Vicente Aleixandre es, también, el poeta capaz de perseguir y de alcanzar la belleza herida. El suyo es un microcosmo construido de palabras ciegas, destructivas y, al mismo tiempo, amorosas. Ni es posibilista ni negativista, sino que todo, absolutamente todo, tiende a una fusión armónica que ponga fin a un desarraigo sostenido por una dolorosa oposición dialéctica.
Antes de finalizar creo que es interesante señalar dos más que ineludibles obras en prosa: ‘Los encuentros’ una serie de retratos y semblanzas de singular interés y poco comentados y, sobre todo, ‘En la vida del poeta. El amor y la poesía’ que fue su discurso de ingreso en la RAE y sobre el que no me resisto a hacer algunas leves consideraciones. Hace una cariñosa mención, por ejemplo, de Félix de Llanos y Torriglia, su predecesor en La Real Academia que ocupó el sillón de la letra ‘O’, historiador que compuso cuidadas y meritorias biografías femeninas.
En este discurso-ensayo formula algunas ideas que serían posteriormente de una notable importancia en su poesía. Como que “toda el hambre de inmortalidad que en el ansia de muerte lleva consigo el amor” o “el tiempo quiméricamente yace a los pies del amante”
Dámaso Alonso en su respuesta acierta de pleno al destacar lo juvenil del mundo poético de Aleixandre así como la fuerza manante de la belleza, de la juventud y del amor.
Es hora de concluir estas reflexiones que tienen por objeto señalar el magisterio que ejerció y su constante renovada vigencia. El poeta, como nos dejó dicho el propio Aleixandre, sólo muere cuando muere el hombre. Y entonces vive, para siempre en su poesía. Es sobre todo, un creador que contagia y amplifica la pasión por la poesía.
Hay versos de Aleixandre que me persiguen y acechan desde hace años. Creo que en su poema ‘Corazón negro’ perteneciente al libro “La destrucción o el amor” sintetizan, perfectamente, toda la angustia y a un tiempo la esperanza de descifrar misterios que a veces carecen de solución más, empujan al poeta desde la duda hasta el conocimiento… desde la oscuridad hacia la luz.
“Corazón negro
enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna “.