marzo de 2025

Un poema en “Pasillo Verde Ferroviario” (texto y contexto)  

El pasado 14 de marzo tuve el gusto de participar en un recital poético junto a los autores Fernando Cuesta y Francisco Luque. Fue dentro del Ciclo “Los Viernes Culturales”, que organiza en su sede el Centro Social “Pasillo Verde Ferroviario”, en colaboración con la federación madrileña del Partido Comunista de España (el PCM). Presentó, David Foronda.

Un acto de poesía pocas veces –algunas, sí—, constituye un “acto de masas”. Pero siempre —a mi parecer—, lo es de confraternización y, en su propia forma, “de comunicación”.  Como escribí unos días antes de este evento, servidor ya apenas me dedico a la poesía, y sí a la prosa, por razones —también lo dije—, “inmediatas”; funcionales. Ello no quiere decir que no crea en la poesía. “Sigo creyendo y siempre creeré” (lo escribí). Y cuando hay alguna razón muy especial para mí, ya sea “de barrio”, de camaradería, de amistad, de fraternidad… vuelvo entonces —hayan pasado uno, dos, o diez años—, a platicar en poesía.

Como ya señalé, en estos tiempos cuando tanto se habla, se dice, se opina… en las TVs y en las Radios; en las “Tertulias” de mañana, de tarde y de noche (con debido respeto); ¿importa en estos tiempos tan vertiginosos, mediáticos, y “mediatizados”, la palabra en verso? Yo creo que sí importa. “Palabra” del obrero mecánico de formación que fui (por tanto, sigo siendo).

Un poco a modo de gratitud hacia quienes pudieron asistir al recital (personas, camaradas varias, ateneístas del Ateneo de Madrid, otras; de ambas pertenencias, algunas, y amigas, todas), pongo ahora aquí, por cortesía de “Entreletras”, el poema con el cual terminé. Junto a “contexto” que también allí expliqué y ahora desarrollo.

Se titula el poema —esta es su primera edición en digital—, “Nadie puede vencerme”. Se basa en una película estadounidense de 1949, cuyo título en su versión castellana —en inglés, es “The Set-Up”—, fue ese mismo (1). Mi poema se incluyó en el libro colectivo (2) “La poesía es un arma cargada de Celaya (Centenario de Gabriel Celaya, 1911-2011”. De entre las páginas de aquella obra compartida, recuerdo ahora a tres autores. Ya muertos, pero no olvidados: Marcos Ana, Carlos Álvarez y Armando López Salinas. Tuve el honor de conocerles.

Volviendo a “Nadie puede vencerme” (la película), se trata de un film clásico de boxeo. Narra “en tiempo real” —el rato previo y la lucha en sí—, la pelea de un púgil ya mayor (Bill “Stoker” Thompson, personaje ficticio), quien nunca destacó especialmente (no fue campeón de nada), pero de gran pundonor. En la hora y pico antes de ese combate —que puede ser el último—, y donde tampoco se decide ningún trofeo, recibe múltiples presiones para que no se emplee a fondo, pues “no vale la pena”. De su propio entrenador, quien secretamente ha apostado en su contra. De la mafia de turno, que también ha apostado por el rival. De su misma esposa, la cual con su mejor voluntad, sólo desea que su marido se retire sin ninguna lesión irreparable… pero como se dice ahora, no hago “spoiler”; no adelanto el final…

Comenté, que en mi casa familiar siempre hubo un gran interés por el boxeo, un deporte rudo, pero —sobre la lona—, limpio. Mi padre ganó algún título en el ámbito militar durante su época de Servicio, en años muy próximos a los de esta película (había nacido en 1929). Además, tenía —en la juventud de ambos—, bastante parecido al actor protagonista, Robert Ryan (quien a su vez también había sido boxeador). Creo que ahí estuvo el origen de este poema, el cual comienza sobre un ring y a cámara rápida.

Luego, el pensar en ese tiempo y en esas personas, me llevó a una evocación más amplia, y en paralelo, sobre quienes —véanse nombres y referencias en el texto…—, desde el mundo de la cultura y junto al Pueblo, lucharon —en la misma época—, contra el macartismo en Estados Unidos y contra el franquismo en España.

Creo que, por mi parte, eso es este poema. Y, sobre todo, una reivindicación de una forma de entender la creación artística, el cine, la escritura…, la cual —me permito opinar—, se ha perdido bastante (no digo yo que del todo, no), y era más comprometida con la realidad existente, social, de la mayoría trabajadora, sin por ello dejar de ser también Arte sólido y admirable.

«NADIE PUEDE VENCERME»

Pero así son las cosas:
Si uno es boxeador, tiene que pelear
(Robert Ryan, como Bill “Stoker”
Thompson en Nadie puede vencerme)
                                                                                                        

Al contraluz. Los puños. La mandíbula
que estalla en esputo de sangre
bajo la luz opaca; en poderoso
blanco y negro… La luz de los sobornos
y los chanchullos… Es la timba
por ver quién tumba; son los dólares
crujiendo a la luz de los garitos
con callejón y cubo de basura
donde el gato husmea y vuelca el cubo
con redoble sin conciencia, platillo
de Jazz, Big Bands y “¡Bang-bang!” seco
para dejarte seco.

En claroscuro. Hablando claro.
Con los puños. Con las verdades.
Un tiempo de pelea y de saber
por qué se peleaba. He hablado
ya de ello en otra parte, en otra esquina
del cuadrilátero: un Tiempo
de hombres duros y honestos.

No entraban al juego, al tongo.
Peleando a la contra
peso welter. Con un directo
de izquierda siempre al mentón
tumbando la mentira, la hipocresía,
en la lona por knock-out.

Nadie puede vencerlos: Bill “Stoker”
Thompson en guardia, en V
su izquierda sobre el ring. Bajo los focos
como tallados, esculpidos
sus rostros en arcilla, duro barro
con músculo y sudor, con sangre y cine
negro. A puñetazos. Indomables.
Robert Ryan, John Garfield, Cuerpo y Alma
entre junglas de asfalto, Sterling Hayden.
Cuando Johnny cogió su fusil
para nunca: un torso
y Dalton Trumbo, Howard Fast…
Yo también soy Espartaco,

Jules Dassin, “Ab” Polonsky,
Biberman, Dashiell Hammett, Will Geer, Losey…

La Fuerza del Destino
y La Sal de la Tierra. 

Un Tiempo de Valientes.

Un tiempo en blanco y negro, pero rojo
el horizonte. Hombres con sus blancas
camisas de esparto a pleno sol;
a pecho con el viento solano
o en Gran Sol… Era el corazón,
sus frutos… Eran hombres y mujeres
con-latiendo.
Eran Gabriel Celaya y Blas de Otero.
Era Eugenio de Nora, y eran “Young”
Sánchez con los hermanos Parondi; eran muchos
perseguidos aquí por una dictadura
y allí por una democracia; “La” Democracia.

Nadie pudo vencerlos: fueron tiempos…

Tiempos de hacer arte para el hombre,
el ser humano,
para infundir valor y dar respuesta
llamando a la ignominia por sus nombres.
Plantando cara. Construyendo
el Porvenir… Un Tiempo

de lo que ya no hay o sólo
en Vallecas,
y debe haber (Segundos fuera…)

Un Tiempo adonde todos.

Otro Round. Un nuevo asalto…

Nadie puede vencernos.

Notas:

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Escrito por

Archivo Entreletras

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