Por Almudena Mestre.-
Tachones, escritura ilegible en muchos casos, en otros letras separadas…es el comienzo en color sepia que antecede al título ‘Velocidad de los jardines’ de Eloy Tizón. Un prólogo dedicado a Almudena, ‘Zoótropo’ (Biografía de un libro), induce a la droga del amor en medio del verso de Chesterton, la rima de Lorca en «Poeta en Nueva York y las ‘victorias’ de Rilke; una llamada metaliteraria donde verter la escritura anclada en la propia vida. El vacío, la desesperación, la nada llega ante el papel en blanco, donde al galope el artista se refleja en un espejo y su mente vuela entre los dos extremos de la existencia, la velocidad y la quietud. La aparición de los primeros cuentos penetra en la mente del autor y le crean confusión; en medio de su escritura se desvela su yo poético y su yo narrativo.
‘Agolpas las palabras, enredas el lenguaje bajo los colores de las margaritas en medio de un jardín abandonado por la luz. Escribes inquieto por el tiempo y arropado por los jardines, embriagado por el olor de las flores y la inquietud ante la forma de tus cuentos aletargados, vagando por el aire limpio del deseo, del misterio de las tardes solitarias que dan paso al crepitar de la luz. Un libro se teje en tus manos a ritmo lento entre nostalgia de juventud y anhelo de verlo publicado.’
Cuartillas en tinta azul y roja se entremezclan en el mundo onírico mientras subrayas y tachas palabras que te conducen a corregir tu expresión a un ritmo lento y preparar el borrador de tu futuro libro para publicarlo en el año de la Expo de los Juegos Olímpicos. 1992, el año que marca el primer libro de Eloy Tizón siendo el punto de partida para ir entrando en su mundo literario entregado a sus lectores, a ritmo lento, similar al crecimiento de la hierba en la estación primaveral.
Después de veinticinco años la escritura vuelve a dibujarse en este delicioso libro Velocidad de los jardines para provocar furor entre su público, gratitud por reeditarlo transcurrido un cuarto de siglo en plena era de la posmodernidad. Las coordenadas espacio-temporales se diluyen en la realidad de los relatos de Eloy Tizón para atravesarlos por la luz de su lenguaje; la memoria se pierde del mismo modo entre los fantasmas del tiempo y aparece la muerte en medio del bosque, el vacío nocturno y el pasado efímero y solitario entre Bergson y Marcel Proust. La conciencia reflexiona en palabras del autor a lo largo de sus páginas marcando el hilo conductor hilvanado por el narrador. Acaso el desorden de la palabra inducido por la nada invita al lector a sumergirse en la prosa líquida de Tizón, la misma que aparece en las respuestas que la mitología greco-romana intentó responder al origen del mundo, a la cosmogonía. Las luces y las sombras yacen en las palabras de Eloy, un universo plasmado de haces que convergen en la vida, la que acoge al escritor y al lenguaje.
Un viajero que deambula por el texto narrativo, vaporosos jardines de hojas secas en medio de caminos que los recorren y confunden la belleza del lenguaje con la frontera que separa el significado de la palabra. Una vida intermitente sin rumbo que la mantenga, acelera el pulso del autor en su mundo narrativo el cual está inmerso en el arte, el cine y la literatura.
La lectura de sus cuentos atraviesa el inconsciente colectivo introduciéndose en lo onírico, envuelto en un halo de misterio tenue y suave, por el que el autor se pasea y camina a lo largo de diferentes voces narrativas en medio de las poéticas. Los finales de los relatos se diluyen en el tiempo, quedan flotando en la armonía y belleza de la vida para endulzar la lectura del que interpreta el texto. Una línea latente perfuma el ambiente del lector y le invita a proseguir la trayectoria del ensueño de cada frase que le permite vagar a su vez, por esos mundos de soledad y misterio en busca de la identidad humana.
Mediante metáforas visuales el autor nos introduce en su mundo narrativo similar al de Chéjov en cuanto a la caracterización realista de sus personajes manteniéndose al margen de lo que ellos sienten o expresen. Un narrador omnisciente en tercera persona dinamiza los diálogos o monólogos de los personajes con un estilo indirecto libre que según Doležel, permite que los sucesos que se narran se autentifiquen ipso facto dando mayor veracidad y credibilidad a los relatos. Muchos de los monólogos que se introducen en ellos nos recuerdan a James Joyce por la maestría psicológica que demuestran; del mismo modo, el narrador nos describe continuamente un flujo de conciencia que versa sobre el punto de vista quizá del autor, el que se desvela como una incógnita, una ‘X’, un anónimo, un puro observador, un simple testigo privilegiado de cuanto acontece a su alrededor.
Obviamente aparece el autor implícito en gran parte de los cuentos en los que Eloy Tizón se despliega y se proyecta dentro del texto; se perfilan las líneas que caracterizan la trayectoria del propio autor en una búsqueda continua del lenguaje, un «ir más allá» y avanzar en la escritura, un acercarse al lector mediante la palabra para hacerle partícipe de su proceso creativo…De esta forma la habilidad del autor para impactar y manejar el lenguaje a su libre albedrío, le permite dejar ‘huecos’, ‘lagunas’, ‘vacíos’ en el texto donde el lector los llene con su conocimiento y experiencia. Se establece por tanto, un pacto narrativo entre el lector y el escritor en el que el primero realiza diversas y múltiples interpretaciones del propio texto mientras que el segundo aprende y se sorprende de los diferentes puntos de vista que él mismo no ha contemplado ni tan siquiera, tal vez, imaginado.
Las diez historias en que se estructura ‘Velocidad de los jardines’ se presentan autónomas; sin embargo, el lector encontrará un nexo de unión en tiempo lineal de cada una con el resto.Todas guardan el mismo hilo conductor, un viaje interior expresado mediante el código axiológico a las profundidades del lenguaje, una búsqueda del inconsciente que late en su proceso creador desde el inicio de su escritura. Un halo de misterio, un tanto enigmático y huidizo se devela en la trama de los cuentos revestidos de un lenguaje culto y refinado, selecto y exquisito que indaga en sus vericuetos. Abundan las escenas descriptivas donde el autor demuestra con maestría e ingenio el uso correcto de la estilística utilizando con talento los adjetivos, las frases cortas pero envolventes, precisas y con un conciso significado.El autor envuelve sus cuentos de un sabor dulce dando voz a los seres inanimados, a los conceptos metafísicos, a las ideas y los sentimientos introduciendo por tanto en su narrativa, el poder enfático del lenguaje sujeto a las prosopopeyas. Del mismo modo nos abre la puerta a la vida del presente siglo mediante las oposiciones binarias en sus cuentos en donde la rea
lidad y la ficción se solapan y se crean diferentes niveles de simulacro para aumentar a su vez, los de la realidad, alcanzando a veces, la hiperrealidad de la que hablaba Braudillard. Es complicado y difícil separar el simulacro de la copia de la realidad.
Un pensamiento lógico-matemático yace en los cuentos de Eloy mediante el dibujo de ángulos y líneas imaginarias por los que atraviesa su razonamiento, los mismos que maneja para utilizar la palabra justa expresada en los símbolos, las imágenes y las metáforas. Un mundo se dibuja bajo diferentes colores en un prisma sensitivo de los haces de luz que irradia su poética del amor, del dolor, de la muerte, de la soledad…en un universo vertido bajo el azar, el destino, la causalidad. Cada cuento va asociado a un color del arco iris que se identifica ya las primeras frases. Un vergel de emociones se desencadena en los jardines por los que Eloy transita y se pasea.
Una mente amueblada como la de Eloy Tizón nos recuerda al pensamiento de Umberto Eco en cuanto que, el simple acto de escribir desenmascara un enigma, un lado oscuro e instintivo que supera al deseo; al final, la cuestión metafísica se resuelve interrogando a la materia en la que se desenvuelve el propio autor y con la que trabaja. ¿Eloy se sumerge en la perfección del lenguaje? Es un tránsito, un viaje hacia la realización del deseo de pulir la expresión y desvelar el secreto de la palabra mediante el acercamiento al Otro, al lector que se enfrenta a su pensamiento. Ahora, la Editorial Páginas de Espuma, coincidiendo con su vigésimo quinto aniversario, ha vuelto a apostar por la ‘Velocidad de los jardines’ con la reedición del libro, revisada con esmero y cuidado por su autor. Adentrémonos pues, en los jardines de Eloy Tizón que, sin duda, nos conducirán a la esencia de la vida en su vuelo poético alcanzando las profundidades del alma del ser humano.