José Ruiz Guirado rememora la figura de Antonio Machado con motivo del día de su nacimiento, el pasado 26 de julio
UN día como hoy (26 de julio de 1875) imagina uno, en una Sevilla calurosa, vino a la vida don Antonio Machado. Ando estos días convaleciente. Lo he pasado mal. Echaba de menos, sobre todo, salir estas tardes tras sol del julio, a la fresca del verano, en este lugar serrano, que antaño fue segoviano, donde el viento trae recado de amor; o sea, olores seminales de la sierra (tomillo, espliego, romero). Estuve, estoy pesimista y ello me hizo evocar a mi desaparecido profesor de Literatura José Antonio Huertas Muñoz, que a la vez fue alumno de don Antonio Machado en su Segovia natal. Aquel recuerdo ha precipitado este trabajo, en el que se pretende acercar la modestia del poeta sevillano, a la sociedad actual, como modelo a seguir; basándonos en los entresijos de una conducta, que si alcanzamos iremos deshilando a través de estas líneas.
Esta luz del estío, nos ha traído a la memoria otra luz, que vendría a darse hacia un 22 de febrero del año de 1939, en Colliure, donde el poeta sevillano escribiría en un papel, que aparecería arrugado en su bolsillo, quizá lo que viniera en ser su último alejandrino: “ Estos días azules y este sol de la infancia”. El último que vería el poeta.
Las penúltimas las contemplaría en Segovia al otear: “Torres de Segovia, cigüeñas al sol”. Mi profesor vivía en la calle de Escuderos, por donde tantas veces pasaría el poeta. Puede que él y sus padres le saludasen desde el balcón de su casa, camino de su cátedra: “Por allá Antonio Machado más a rastras que de costumbre/, hábito de Desamparado/, desde el Callejón a la cumbre”, lo describiría Gerardo Diego y, seguramente suscribiría nuestro alumno. Pero vayamos a la nuestro, que la modestia del vate nos tenía embarcados.
El Adelantado de Segovia, que es la prensa de la castellana ciudad, daba cuenta de la llegada del ilustre escritor, el 26 de noviembre de 1919: “Ayer llegó a esta población , con objeto de posesionarse de su cátedra de francés del Instituto General y Técnico para la que recientemente fue nombrado , el vigoroso y culto poeta Antonio Machado, que en hermosas estrofas ha sabido cantar las grandezas de Castilla, de la que es un ferviente enamorado. Enviémosle nuestro más afectuoso saludo, y mucho celebramos que encuentre grata su estancia en esta vieja ciudad castellana, donde seguramente hallará motivos de inspiración el genial poeta”.
En esta ciudad permanecería hasta 1932. Además de su asignatura le correspondió explicar la de Literatura, hasta la llegada del titular de la misma Ángel Revilla. Mi profesor —Huertas— me aseguraba que la bondad del poeta le llevaba a no suspender a nadie y a mantener una relación humana y comprensiva con sus alumnos. A su llegada se alojaría en un hotel; pero muy pronto lo haría en una modesta pensión regentada por doña Luisa Torrego, de la que sería huésped hasta su marcha de la ciudad. El testimonio de José Tudela —bibliotecario y archivero—, quien le introdujo en la sociedad segoviana, viene en corroborar lo que estamos sosteniendo, con el contenido de la carta que le envía el poeta desde Madrid:
“Señor don José Tudela.
Segovia.
Querido Tudela: Mil gracias por su amable carta. Siento no estar en su casa por lo pronto, y espero que tal vez pueda pasar para después de Pascua, aunque sospecho que los precios de ese hostelero han de exceder algo a mis recursos. Como V. conoce tantos rincones de Segovia, le ruego, y perdóneme esta molestia que vea si es posible algún pupilaje relativamente económico —aunque sea en la posada del Toro— para mi vuelta a ésa, que sería el lunes. Una pensión de cinco pesetas, con habitación independiente, aunque modesta, resolvería el problema por de pronto. En fin yo le buscaré a V. a mi vuelta a ésa. Perdone tanta impertinencia y reciba un fuerte abrazo de su buen amigo.
Antonio Machado
Madrid, 28 de noviembre de 1919”
Habitó en el número 11 de la calle de los Desamparados, que se conserva y visita hoy en día gracias al cuidado de la Academia de Historia y Arte de San Quirce. Quien la visita contempla las estrecheces y modestia en la que vivió en la gélida ciudad castellana hasta que tras proclamarse la Segunda República en el balcón del Ayuntamiento hubo de irse a su último viaje, acompañado de su madre y un maletín con sus papeles.
Ya en Colliure, gracias a la Fundación Antonio Machado, que dirigía Jacques Issorel y a los testimonios de Jacques Baills, Corpus Barga, Juliette Figuères, José Machado y Matea Monedero de Machado, conocemos este testimonio, que vendría a ser una situación parecida a la conocida por la carta de Tudela. “Durante las comidas eran ellos la preocupación constante de Madame Quintana —y eso que era costumbre suya el cuidar de su clientela— porque sintió que esta gente quizá necesitara más consuelo que los demás. Por eso se preocupaba sin cesar por saber si tenían bastante comida y sin cesar les preguntaba: “¿Han comido bastante?”¿Les gusta esto o no?” Y ellos, siempre discretos y sencillos, respondían: “ Sí, está bien, nos basta”. Siempre les bastaba. Hay que añadir que tenían una gran preocupación —lo supe por José que me lo dijo— y era que disponían de poco dinero y temían no poder pagar la totalidad de la cuenta cuando llegara el día de marcharse de Colliure”. Nunca marcharon. A su madre le dijeron, cuando murió el poeta, unos días antes de morir ella que su hijo había viajado. Bien podía haber usado de su fama de poeta, de figura del republicanismo para subsistir. Y en su modestia, según testimonios como éste, no dejó de ser un hombre sencillo, humilde y modesto. Mi profesor seguramente estaría al cabo de la calle. Y me habría guiñado el ojo para decirme algo así como: “Don Antonio Machado, poeta y hombre modesto, no te olvides”.