José de Sousa da Piedade y que por ignorancia burlesca y tal vez malintencionada del funcionario del registro civil del pueblo de Azinhaga (Ribatejo), en las tierras bañadas por el río Almonada, agregó en el registro el mote de Saramago, que en realidad es el nombre de una planta, que suele crecer en la zona del noreste de Lisboa, usada como diurético, antiescorbútica y estimulante, un rábano silvestre, que en algunas épocas de pobreza extrema, servía para mitigar el hambre, comúnmente entre los campesinos de aquellas tierras. Así nació el hombre que conocimos todos como José Saramago.
José de Sousa estaba llamado a ser uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, un autodidacta convertido en premio Nobel, procediendo de los estratos más humildes de la sociedad, el talento, aunque también las circunstancias, lo condujeron a convertirse en traductor de Tolstoi, Baudelaire y tantos otros; periodista, dramaturgo, poeta y narrador, este brillante novelista fue bastante más que un escritor de fortuna; en 1998 la Academia sueca destacó su “capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”, este pensador se inscribía en la corriente del “realismo mágico”.
De profunda convicción marxista, fue un comunista convencido en la profundidad del alma, su pensamiento político trazaba en el ideario un camino diferente al marcado por los errores del comunismo soviético, más allá de una praxis convulsa y desviada, el destino de una ciudadanía más justa e igualitaria se podría encontrar en las bases de la ideología comunista; este hombre que fue participe en la revolución de los claveles, fue un defensor a ultranza de los derechos humanos y del Medioambiente, que sintonizó con la causa de EZLN de Chiapas, cercano a la revolución cubana. Cuando ocurrió el fusilamiento de tres jóvenes cubanos que robaron una lancha para emigrar hacia la fantasía iluminada que representaba EE.UU, el manifestó: «Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo”.
Escéptico e intelectual mantuvo una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano[i], pero también un pesimista, desde el inconformismo, ya que los optimistas suelen acomodarse a la realidad del entorno y dejan de luchar.
Afirmaba Saramago: «Nuestro pensamiento está marcado por nuestro entorno. El capitalismo clásico explotaba a los asalariados; el neocapitalismo explota a los consumidores. Es necesario que las mayorías acumulen cosas para que las minorías acumulen capital”. Destacaba que, según Marx, el hombre está formado por circunstancias, entonces agregaba, es necesario forjar las circunstancias humanamente, pero hasta el momento, ni el capitalismo, ni el socialismo real, ni las izquierdas han formado esas circunstancias, por eso hay que apelar a la ética y a la defensa de los derechos humanos, defendía, y es por eso por lo que en sus obras destaca la esperanza y la utopía y el deseo de que un mundo mejor sea posible.[ii]
De ideas y convicciones firmes fue un crítico sin paliativos sobre la preponderancia de la economía sobre la política, a la dictadura de los mercados financieros, al consumismo desenfrenado. A sus 85 años, afirmaba en un ‘post’ titulado ‘¿Dónde está la izquierda?’ que, a pesar de la situación en el mundo, «la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca», tal vez intuyó que las políticas de izquierda del siglo XXI deben de ser repensada, la crisis de los partidos de izquierda, ya sean socialdemócratas o se encuentren más cercanos a la ortodoxia socialista, se encuentran en retroceso de cara a la aceptación ciudadana, posiblemente porque su discurso, ya no es el discurso de aquellos ciudadanos que aspiran a encontrarse con un mundo mejor, más libre, pero sobre todo más igualitario.
Manifestaba que, «Los males que sufrimos hoy son independientes de las ideologías. Hay un olvido de la conciencia moral que ha contaminado todo. No importa dónde mires, las mafias y la corrupción están allí, como una enfermedad que, espero, no sea incurable (…). lo que cuenta es el triunfo personal, algo que se convirtió en valor, no se puede esperar otra cosa. El triunfo personal es lo que cuenta, valga lo que valga, ocurra lo que ocurra. Está haciendo falta una resolución ética».
Su reflexión conducía siempre a la necesidad de un compromiso real, como motor para cambiar la realidad, «Lo que me preocupa más es la apatía de la gente», ese desánimo, esa crisis de indiferencia que se vive en el país. Parece mentira que sea el mismo pueblo que hace 30 años era el más combativo de Europa», decía sobre Portugal en 2005.
Aseveró, en los últimos años de su vida que, hoy estamos en manos de un capitalismo autoritario y sin ninguna duda lo encontraríamos enfrente de las nacientes autocracias y a los neo nacionalismos de corte populista que, en el presente, cada día se tuercen más hacia la extrema derecha.
Con la claridad intelectual que lo caracterizaba describía la realidad política, como una tergiversación del verdadero sentido del significado de la Democracia y lo expresó con la interpretación del concepto: “Un concepto de democracia que en el fondo significa que, a partir del momento en el que el ciudadano o elector coloca su voto en la urna, cedió su propia capacidad política, su capacidad crítica, la cedió a otra persona de la que, muchas veces, ni siquiera sabe quién es. Lo cedió a un partido, lo cedió a un conjunto de personas que pertenecen a ese partido, o que ocupan ese partido, o se aprovechan de ese partido, y que se van a aprovechar del poder para hacer aquello que “bien saben hacer”.
“Esto no es democracia. Porque todo esto se termina convirtiendo en pura ilusión.» afirmaba. Hoy en día nos encontramos en una dictadura que hoy es económica. Vivimos en una situación que puede llamarse también “capitalismo autoritario”. En una situación de estas, en la que nos hacen creer que lo mejor es triunfar en la vida.
Con una verdadera claridad, analizaba la transición del concepto que se había acuñado como democracia a partir del siglo XVIII, y el de ciudadano, que emergería a tenor de la revolución francesa, este último término, opinaba que había sido sustituido por el de “cliente”, somos consumidores afirmaba. Sin embargo, Saramago era un auténtico demócrata, no solo de aquellos que van a echar el voto cuando hay elecciones, sino de aquellos que trabajan, que militan y defienden la validez del poder del pueblo a través de una representación, claro está que esta acción debería contar con la ética y eso no siempre es así. Algo desilusionado, diría yo, manifestó en los albores del siglo XXI, “No solo ha terminado un siglo, ha terminado una civilización”.[iii]
Pero sobre todas las cosas, más allá de su ideología, de sus convicciones, de su historia personal, de su militancia y más allá también de sus libros, más allá de su narrativa, de sus poemas, de sus novelas, uno de los grandes aportes a la humanidad, ha sido su pensamiento filosófico, que es lo que lo sostuvo incólume a lo largo de su vida.
Rescato de su blog, un texto que bien ilustra ese carácter que manifestaba: Pensar, pensar, en el que decía: «Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte».
Sus ideas se reflejan en distintas entrevistas que mantuvo con la prensa, «Asumo las dudas y las integro en alguna certeza. Por decirlo de otra forma, soy como un sistema de dudas que funciona con cierta armonía. Tengo, eso sí, unas cuantas ideas claras sobre lo que debe ser la postura de uno en el mundo”[iv]. En lo concerniente a su pensamiento filosófico, ilustró sobre el amor y la muerte, reflexionó sobre Dios y las religiones, con lucidez y el respeto de un ateo, pero como laico convencido y desde la óptica que enlaza la harmonía y el hombre.
Criticó la «soberbia infinita» del ser humano, que aspira a vivir por siempre y derrotar a la muerte:
«Uno debe disponer de su propio cuerpo, del que nadie más tiene derecho a decidir. No creo que alguien que se suicide sea necesariamente un cobarde, creo que cuando tu vida mental o cívica ha terminado ya no vives, hay quien llega a esta situación por desesperación”, para afirmar con certeza, “Sé que cuando llegue mi hora entraré en la nada y se acabó; habrá también un día en que se acabe todo, también la galaxia”.
Nos recordó, la necesidad de tener conciencia de la muerte, de tener otra mirada referente a la muerte, no es que la muerte sea mejor que la vida, sin embargo, la muerte debería ser asumida como algo lógico y natural, hay que esperar el fin de la vida, como cuando esperamos a terminar un libro o un proyecto de vida.[v]
Una de sus citas que cabe recordar “no nos resistiremos a recordar que la muerte, por sí misma, sola, sin ninguna ayuda exterior, siempre ha matado mucho menos que el hombre”
En su libro: “Las intermitencias de la muerte”, que publicó en 2005, a sus ochenta y tres años, describe un mano a mano con la muerte: la ridiculiza y la teme, la admira y la ironiza y, a modo de catarsis, la literaturiza: la convierte en un personaje femenino, una dama elegante, seductora sabia y temeraria. “compadece” a la doña de la guadaña por su desconocimiento de saber “qué es vivir”[vi]
Su idea sobre la muerte podría resumirse en una de sus manifestaciones: “La muerte está presente cada día en nuestras vidas. No es que ello me produzca una fascinación morbosa, pero es una de las verdades de la vida.
Al final de nuestra vida descubrimos que la única condición para vivir es la muerte” “Entraré en la nada y me disolveré en ella”.
“Tu estabas, abuela, sentada en la puerta de tu casa, abierta ante la noche estrellada e inmensa, ante el cielo del que nada sabías y por donde nunca viajarías, ante el silencio de los campos encantados, y dijiste, con la serenidad de tus noventa años y el fuego de una adolescencia nunca perdida: ‘El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir’”. José Saramago.
Dicho de otra forma, nacemos para desandar un camino, que inexorablemente nos conduce a la muerte, pero ello no debería ser motivo de angustia, ni tampoco de una ideación, por la que, aterrado, el ser humano ha buscado o bien una explicación en relatos o leyendas o bien lo ha plasmado en creencias dogmáticas en el corpus de alguna religión.
Las religiones, sin la muerte tal vez no existirían, es ella, la muerte la que da sentido a las creencias gnósticas, el ser frente al demiurgo.
Quien vive mirando hacia atrás en su vida, viste con las mortajas del pasado, con los harapos del tiempo y es una pena perder el presente por el deseo de alcanzar el futuro, el futuro es una mentira piadosa que esgrimen las voluntades moribundas[vii].
“La filosofía necesita tanto de la muerte como las religiones, si filosofamos es porque sabemos que moriremos.” JOSÉ SARAMAGO.
En su libro “Intermitencias de la muerte”, reflexiona también acerca de las religiones, ya que todas, por más vueltas que le demos, no tienen otra justificación para existir que no sea la muerte, la necesitan como pan para la boca. Sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay iglesia.
Al antídoto para esperar la muerte sin angustia, se encuentra en el amor, “Nuestra única defensa contra la muerte es el amor”.
Romántico y seductor, otorgaba a los sentimientos de amor, uno de los mayores dotes que el ser humano ha desarrollado.
El escritor habla en ´El hombre duplicado´ de la identidad del ser humano. La única posibilidad la ofrece el amor, «lo único que nos permite conocernos».
Manifiesta, que “La única compensación estaba en el amor, no en el amor obligatorio del parentesco, tantas veces un fardo impuesto por las convenciones, sino el amor espontáneo que de sí mismo se alimenta. “
Para Saramago el amor constituye una vinculación vital, un enlace más allá de la razón, pero, aun así, es racionalmente una certeza que debe no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro. Allí muestra su lado feminista. Repudia el machismo e invita a cuestionar la esencia humana, la capacidad para diferenciarnos entre las demás criaturas del planeta y las disparidades que la misma racionalidad nos obliga.
La vida es un discurrir constante, que nos hace andar por un camino incierto en un mundo injusto, egoísta e innoble, un tránsito de un camino de vivencias hasta la muerte, para encontrarnos con la nada y es ese sendero donde el amor le da sentido a la vida.
Para él, los seres humanos buscan constantemente un lugar en el mundo, cuando no, un lugar donde quedarnos. La identidad de una persona no se refiere a donde nació o creció o a la cultura circundante, sino simplemente a lo que uno es y el ser no puede ser negado nunca. Y el ser en sí, depende del hábito de pensar, de reflexionar, de disentir, de decir basta a lo establecido y cuestionar, interrogarse y volver a pensar, eso es vivir filosóficamente hablando.
El hombre, manifiesta, vive según sus propias convicciones y lo que falta en la Declaración de los Derechos Humanos, es el derecho a disentir. Pero es imprescindible, pensar en que, y quien quiero ser, teniendo en cuenta que «Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace».
En torno a estas reflexiones, gira el pensamiento sobre la vida, que tiene aquel hijo de Azinhaga, que vio la luz hace un siglo, en noviembre de 1922, sin embargo, la historia ha querido dejarnos en el legado de su pensamiento, fundamentalmente, su idea de Dios y las religiones, por la que fuera fuertemente fustigado, por los poderes obedientes de la iglesia católica y el conservadurismo. Lógico si atendemos a que era un ateo y comunista confeso.
Si analizamos con detenimiento su pensamiento y su obra, Saramago se interesa por la vida, por el aprendizaje que nos hace ser como somos. El aprendizaje obtenido en el curso de la vida, y mientras van recibiendo conocimiento, el pasado ya no existe, es eso pasado vestido con los harapos de aquello que fue, él, sin embargo, mira hacia adelante, pero fundamentalmente al hoy mismo, ya que el futuro es un incierto sueño de aquello que imaginamos o deseamos.
Es por ello por lo que el pensamiento de Saramago constituye el ideario de conductor del raciocinio, que magistralmente plasma en sus obras y refleja en sus manifestaciones, siempre coherente con él mismo, con su trayectoria.
La fuerza de su pensamiento construye cual arquitecto un corpus filosófico, que incita a la reflexión en lo referente al tránsito del ser humano por la vida, pero dentro de todos sus pensamientos, destaca de manera crucial, su adscripción a la fundamentación del comunismo como praxis ideológica y su concepción religiosa.
Desde su ateísmo, asentado por el raciocinio, le pareció aberrante la creencia en Dios, en un Dios que ha servido casi siempre para enfrentar a los seres humanos, un Dios injusto, que condena a unos al sufrimiento y a otros a disfrutar de su propia conveniencia, sin ninguna duda el pensamiento “saramaguiano”, afirma que un mundo sin religión sería más pacífico, más justo y seguramente más feliz.
Ya en su novela, Terra do Pecado (1947), los problemas de la religión y del mal son las grandes motivaciones y exponen a la luz de las ideas el universo religioso y su relación con la sociedad en general. Consideraciones que retoma y plasma magistralmente en su obra «In nomine Dei» o en su «Evangelio según Jesucristo», Una biografía paralela a la del Cristo bíblico, en la que el personaje se aleja de la divinidad y se muestra más cercano al ser humano.
Sin embargo, reconoce que de alguna manera todos y él mismo, fuimos educados en una cultura cristiana, pero no es óbice para quitarse la venda y observar la verdad. El por qué se ha interesó tanto en este terreno, es debido seguramente y así lo manifestó en alguna ocasión, a esa necesidad que tienen las personas en creer en algo trascendente, en algo que justifique el trasiego vegetativo de una vida con pocas vivencias satisfactorias y muchas vivencias deplorables, patéticas o simplemente que se corresponden con una vida mediocre.
Claro está que esto no alcanza a la totalidad de la humanidad, pero a la luz de la realidad numérica, si alcanza a una inmensa mayoría que se sumerge en las creencias de lo inexistente para calmar su angustia vital y así se somete a “un Dios que es mala persona y vengativo” (en la presentación de una de sus últimas obras “Caín”).
«No estoy ni en paz ni en guerra con Dios. Si Dios no existe, que es lo que yo creo, no puedo estar en guerra con la nada».
El escritor portugués hace una relectura del Antiguo Testamento y azuza otra vez contra la religión. En esta obra presenta a Dios como el autor intelectual del asesinato de Abel, pues despreció el sacrificio que Caín le ofreció. Caín cuestiona a Dios por su crueldad y su vanidad, así como por ser vengativo y tirano.
Esta obra ofrece una reflexión acerca del origen de la dominación y de las manipulaciones y tergiversaciones que todas las religiones han ejercido sobre el pensamiento y por consiguiente sobre las conciencias de los hombres para evitar que el librepensamiento use la voluntad independiente de cualquier criterio religioso. Esta obra constituye una denuncia de los efectos perniciosos de las alianzas entre religiones y el poder de la gobernanza a lo largo y ancho del mundo. En definitiva, “Caín” es un alegato contra un Dios que mata y condena a quienes dice haber creado a su imagen y semejanza.
“Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo, hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso”.
Y hoy en el siglo XXI, tras el colapso de las ideologías, que en el siglo XX sirvieron de marcos de referencia, tras la debacle del sistema, las religiones han vuelto a hacerse presente y se asocian a los nacionalismos excluyentes y a la preponderancia de las autocracias.
Así, José Saramago (de Sousa da Piedade), una de las mentes preclaras, más importantes del siglo XX, resulta una pluma brillante, que no nos ofrece ficción gratuita, sino que nos brinda, un pensamiento realista, basado en la lógica de la razón y el amor, más allá del creacionismo como mecanismo de defensa para justificar la existencia. Su obra nos traslada a la reflexión de una realidad inexorable de la evolución. Nos invita a pensar acerca de la imperceptible línea que separa lo real de lo infinito y que el amor, siempre es la cara opuesta de la muerte. Vale la pena vivir si se ama y si se es amado.
“Es una estupidez perder el presente, pensando en que pasará en el futuro.”
Referencias
[i] .© Escritores.org. Contenido protegido. Más información: https://www.escritores.org/recursos-para-escritores/19593-copias
[ii] Damián Pachón Soto. Razón Práctica y Asuntos Públicos. Revista de Ética y Filosofía Política Nº 12/2009
[iii] En una entrevista al diario italiano Il messaggero
[iv] suplemento Magazine, del diario El Mundo–1998.
[v] 23 oct 2005
[vi] 23 junio. 2010. La nación.com
[vii] Hombre Mediocre, José Ingenieros. 1913
https://elpais.com/autor/jose-saramago/
https://www.josesaramago.org
https://saramago.blogspot.com
https://culturainquieta.com/es/arte/literatura/item/16894-diez-anos-sin-jose-saramago-instantes-y-reflexiones.html