diciembre de 2024 - VIII Año

Ramón Gómez de la Serna, más allá de las greguerías (y IV)

La guitarra es un pozo
con viento en vez de agua
Gerardo Diego

Ramón, las greguerías, la generación del 27 y unas acotaciones de Cernuda

Ramón Gómez de la Serna es la quinta esencia del vanguardismo en España. Por sí mismo, es una síntesis de la mayor parte de las vanguardias europeas de entreguerras. Casi siempre se le ha visto como un solitario, sin apenas antecedentes… y que no dejó huellas apreciables tras de sí. Este aspecto creo que ha de revisarse.

La greguería es, ante todo, un juego de ingenio. Permítaseme que discrepe de la opinión de que no ejerció influencias sobre otros. Una vez más, hay que leer y releer a Luis Cernuda por su fino y elegante olfato crítico, sus conocimientos y su intuición.

Me fue de mucha utilidad la lectura de Estudios sobre poesía española contemporánea, Madrid, Guadarrama 1957, especialmente, las páginas dedicadas a Gómez de la Serna y la Generación poética de 1925. 

En los años 20 y en los 30 hasta la Guerra Civil, se repetía con frecuencia aquello de “cazar metáforas”. Ramón observa la realidad desde su peculiar ángulo visual. Cernuda nos cuenta que enseña a mirar y ver. Otro acierto analítico del autor de La realidad y el deseo, es saber apreciar en Ramón algunos rasgos esenciales del culteranismo y del conceptismo.  Un innegable barroquismo le acompañó toda su vida.

Unos cuantos ejemplos serán suficientes para dar pistas al lector. Todos ellos extraídos del citado estudio de  Cernuda. Así Jorge Guillen, denomina al radiador ruiseñor del invierno; Rafael Alberti por su parte, con gracia poética, nos habla de cuando la luz ignoraba, todavía, si el mar nacería niño o niña,  y el también andaluz, Manuel Altolaguirre de que el eco del pito del barco debiera de tener humo.  Al igual que estos, los ejemplos son numerosos y en algunos casos, se desprenden unos de otros en ramillete.

A los prosistas y, sobre todo, a los poetas que gustan y conocen el culteranismo, a veces, les agrada penetrar en la realidad, descifrando jeroglíficos y glosando sus contradicciones e incertidumbres. Es lo que podríamos denominar la inteligencia de la memoria.

A los vanguardistas les encanta huir “de los caminos trillados” y adentrarse en una búsqueda gozosa de conceptos y formas intrincadas. Si bien es cierto que en esos años los miembros de la Generación del 27, se caracterizaban por su cordialidad y bonhomía, con la excepción de Cernuda, que tuvo siempre un carácter agrio y difícil. Ajenos a las tragedias que vendrán más tarde, les encanta jugar, practicar el arte por el arte.

Al menos en algunas etapas, aspiran a habitar en un mundo totalmente poético. Tienen un instinto muy desarrollado para intuir las múltiples posibilidades que la realidad esconde.

Su delicada sensibilidad estética corre pareja a unos años en que España se abre a Europa y vive, con entusiasmo, los cambios culturales y sociales del momento. El amargo sabor de la ingratitud y el dolor causado por las heridas abiertas y mal cicatrizadas, vendría más tarde.

Como acertó a formular con brillantez, años después Italo Calvino, su fe en el futuro de la literatura consistía en saber que hay cosas que sólo ella puede otorgar.

Tendrían que pasar unos años para que algunos de estos escritores aceptaran, a fuerza de golpes, que la literatura también permite escapar de las fuerzas de la alienación y opresión. No obstante, si no todos, algunos de ellos nunca olvidaron por completo, que en su juventud creyeron que la cultura es lo que hace que la vida merezca la pena. En todo caso, su línea de indagación fue siempre o casi siempre heurística o, lo que es lo mismo, que no cesa nunca de investigar.

Las greguerías desde los años 20 y por influjo de Ramón comenzaron a “calar” en muchos escritores de la Generación del 27, especialmente en los poetas. Las greguerías son “aves” que acompañan las actitudes desrealizadoras y de renovación estética.  Ramón Gómez de la Serna conoce las vanguardias y en su peculiar estilo las incorpora todas o casi todas. El mundo del inconsciente no le es ajeno, ni el del onírico, ni todo lo que se desprende del concepto orteguiano de deshumanización del arte.

Las greguerías se mueven como pez en el agua en medio del desconcierto. Todo es cuestión de apertura de la mente, con una sabia mezcla de sensibilidad, tenacidad, libertad e intuición.

Ramón acierta y transmite a otros su capacidad innata para encontrar lazos ocultos entre diferentes parcelas del arte. Cabe afirmar, asimismo, que en diversos aspectos la Generación del 27 es la negación de la metafísica, o al menos de una suerte de metafísica avejentada y caduca.

En 2019 la Editorial Renacimiento de Sevilla, reeditó Estudios sobre poesía española contemporánea de Cernuda, con un formidable, sugerente y pedagógico estudio introductorio de James Valender, que nos permite apreciar las filias y las fobias, la descalificación del modernismo o las opiniones de Cernuda sobre algunos poetas como Manuel Machado, al que califica de “insustancial y afectado”.

Considero que dicha introducción es esencial para valorar las críticas de Cernuda. Hace hincapié, como no podía ser menos, en la importancia de las greguerías para la Generación del 27, aunque estas apreciaciones pasaran casi desapercibidas.

Ramón tuvo no poco de iconoclasta. Pese a ello o quizás a causa de ello, estableció nuevos vínculos y nexos entre greguería y metáfora, poniendo de manifiesto lo que debe a Ortega y Gasset, cuyo concepto de deshumanización del arte gozaba de gran prestigio en esos años. Pensemos, por ejemplo, en los aspectos lúdicos: el arte como juego y en la ironía. Únase a esto, que el filósofo apoyó, decididamente a Ramón, en la Revista de Occidente, quizás la publicación intelectual más prestigiosa del momento.

Es ilustrativo que Ramón tiene una visión de la literatura desenfadada, alegre, mas con un tono melancólico. Se complace en establecer intrincadas relaciones explorando direcciones no transitadas por nuestra literatura. Se sumerge en lo real y desde allí, más allá de su percepción superficial, juega y establece relaciones novedosas, frescas e incluso inéditas.

No se ha apreciado a veces que Ramón está, siempre o casi siempre, en una posición próxima a evadirse de la realidad. Una faceta más que interesante, es que Ramón con su ironía y su predisposición a dar la vuelta a todo, es mucho más explicito, señalando lo que no es la greguería que parándose a analizarla y conceptualizarla. Lo que por otro lado, no puede extrañarnos, pues en la lógica ramoniana hay siempre un orden, en medio del aparente desorden y una oculta intención de no desvelar  ciertos secretos.

Sus greguerías son paradójicas. A veces, irracionales y absurdas, mas en su mayor parte remiten a un jeroglífico que el lector avisado, reordena y da coherencia.  Pensemos por ejemplo -hay donde escoger- en “el cisne mete la cabeza en el agua para ver si hay un ladrón debajo de la cama”

Como algunos críticos han apuntado y hasta desarrollado un tanto, Ramón Gómez de la Serna es “clave” para comprender  y situar entre los vanguardistas a los miembros más destacados del 27 –fundamentalmente a los poetas-. No es arriesgado incidir en que las greguerías ramonianas “calaron profundamente”, al menos, en la primera época de dicha generación. Lo cual es cuando menos aparentemente curioso, dado que Ramón sólo escribió en prosa, en tanto que la Generación del 27, es esencialmente poética.

Me parece injusto y preocupante, aunque explicable, que la mayor parte de los tratados y ensayos que circularon durante el franquismo, no supieron ver y por tanto omitieron, la influencia de Ramón en los poetas del 27, a los que por otro lado no prestaban, desde luego, mucha atención.

Ramón y los poetas del 27 fueron en muchos aspectos anticonvencionales y suponen un aire fresco en un mundo literario, predominantemente, anticuado. Las metáforas de Ramón y sus greguerías “penetran” por las grietas del espejo y ofrecen visiones distorsionadas y sorprendentes de la realidad, no por eso, menos bellas.

Ramón supo transmitir al 27 su pasión soterrada “por el gran fuego de la duda”. Para él vivir era “interpretar el mundo”, apoyándose en su talento y habilidades.

El pasado mes de Marzo, la revista digital Entreletras me publicó tres entregas sobre Ramón Gómez de la Serna. Es imposible analizar su poliédrica figura desde unos puntos de vista limitados, mas consideré que le faltaba a los pequeños ensayos una incursión sobre su influencia en la Generación del 27.

Con todo, Ramón no está ni mucho menos agotado… y continuaremos, pasado algún tiempo, haciendo alguna que otra incursión más sobre aspectos poco transitados.

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Archivo Entreletras

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