noviembre de 2024 - VIII Año

‘Litoral’: la revista más hermosa y representativa de la generación del 27

La del 27 fue una Generación grandiosa. Reunió a un grupo de intelectuales, creadores y, sobre todo, poetas que, sin lugar a dudas, constituye la mejor poesía del siglo XX. Supieron ser innovadores, conservando a un tiempo su respeto por nuestras mejores tradiciones literarias.

En su mayoría fueron progresistas y republicanos. Mostraron una dedicación, una devoción a la cultura y a la poesía firme y persistente. No son, como se ha querido señalar a veces, un siglo de plata sino la mejor Generación de poetas, de la historia de nuestra literatura.

Fueron fieles a sus ideas, a su tiempo… pero especialmente a sí mismos y lograron imprimir a la poesía un aura de calidad, sencillamente magnífico, formidable y sobrecogedor. Además, por encima de sus diferencias personales, del estilo de cada uno y de su pertenencia, más o menos duradera, a diferentes vanguardias. Constituyeron un auténtico grupo humano solidario, una piña que cultivó la amistad y las relaciones personales de forma entrañable.

En este pequeño ensayo voy a intentar hacer una aproximación a las diferentes etapas de la Revista LITORAL que, desde mi punto de vista, constituye la publicación emblemática de esta brillante Generación.

Fueron valientes, reivindicaron la figura de Luis de Góngora, que otros como Menéndez Pelayo, habían descalificado y zaherido torpemente, por no entender la calidad y el auténtico filón poético del genial cordobés. No quiero distraerme de mi propósito, pero sí comentar al menos, la ímproba labor de Dámaso Alonso por recuperar y poner en valor ‘Soledades’ y la ‘Fábula de Polifemo y Galatea’ que constituyen lo más granado y fértil del culteranismo y de la luminosa herencia gongorina.

La Generación del 27 fue fecunda, dio lugar a diversas revistas de poesía, arte y pensamiento

Hace tiempo que en nuestro malhadado país, muy pocos leen poesía. Las Humanidades se baten en retirada y no sólo la mayoría de estudiantes universitarios no conocen a Góngora sino que, probablemente, tendrían serias dificultades para citar tres o cuatro poetas de la Generación del 27.

Creo que quienes desconocen el pasado de su país, su historia, su pensamiento, su literatura y su arte, son unos seres que tienen algo de fantasmales y deambulan de un lado para otro, condenados a no tomar posesión de sí mismos y engrosando, el ya de por sí abultado número de quienes no son de fiar.

Por eso, es de agradecer que un grupo de poetas, profesores e intelectuales tuvieran muy fresca en la memoria la obra de Luis de Góngora y que surgieran como Generación al cumplirse el Tercer Centenario de su muerte.

Hay pasiones  que nos mejoran y nos ayudan a pensar y a conocer. Sin duda, la pasión por Góngora fue crucial y beneficiosa. Logró nada menos que  el viento insidioso  se tornara al menos, momentáneamente, céfiro benigno.

Curiosamente el torero Ignacio Sánchez Mejías, jugó un papel determinante en el pistoletazo de salida. Tal vez por eso, Federico García Lorca, pone en las cuatro elegías a su muerte, una emoción, un dolor y una sensibilidad hacia este miembro de la Generación del 27, que era otras muchas cosas además de torero.

¿Quiénes pusieron en marcha esta revista emblemática, que es la mejor antología de esta Generación? Dos inquietos y magníficos poetas como fueron Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

Tiempo habrá para hacer una relación no exhaustiva de los poetas que colaboraron en los diversos ejemplares y etapas de esta publicación. Antes me gustaría referirme que los ilustradores gráficos y los dibujantes fueron sencillamente excepcionales. Ahí están como prueba  Manuel Ángeles Ortiz, Benjamín Palencia, tan vinculado a la Escuela de Vallecas o los pintores cubistas Juan Gris o Pablo Ruíz Picasso, entre otros.

Todos los años, recuerdo a Federico García Lorca cuando se aproxima la fecha de su asesinato, 18 de agosto. Federico también estuvo presente en LITORAL, con dos romances, que más tarde figurarían en el ‘Romancero Gitano’ y con un dibujo, que yo recuerde.

La Generación del 27 fue fecunda, dio lugar a diversas revistas de poesía, arte y pensamiento. Permítaseme, sin embargo, que destaque la importancia de las andaluzas y muy especialmente de LITORAL.

Vio la luz en Málaga y en el mejor sentido de la expresión ‘entraba por los ojos’, ¡qué excelente tipografía!  El gaditano Rafael Alberti, cuando la tuvo entre sus manos, cuentan que dijo ‘¡qué bellísimo nombre para una revista!’

Lo cierto es que LITORAL puede y debe considerarse una revista con un aire muy marinero, al menos, en su primera época estuvo muy presente el azul del Mediterráneo.

¿Qué pretendieron? Crear con evidente desparpajo una revista que fuera fiel y representara las vanguardias que afloraban en ese momento… pero que fuera mucho más que eso. Poco más tarde, el círculo poético se ensanchó y colaboraron en ella un elenco de creadores que se unieron al proyecto de Emilio Prados y de Manuel Altolaguirre.

Fueron innovadores, vanguardistas y sintieron por las ideas estéticas del momento, una curiosidad intelectual muy viva. Sin olvidar sus preocupaciones sociales y políticas.

Es imposible citarlos todos, ahí van no obstante, unos cuantos nombres que testifican por si solos la importancia que adquirió esta revista y su valor no sólo poético y literario sino histórico, de lo que se dio en llamar la Generación de la República y que hoy conocemos como la Generación del 27. Ya hemos mencionado a Federico García Lorca, citaremos ahora, entre otros, a Luis Cernuda, Vicente Aleixandre. Rafael Alberti, Juan Chavás, Pedro Garfias, Dámaso Alonso, Jorge Guillén… y por no hacer más extensa esta relación Pedro Salinas.

Me parece significativo que cuando Emilio Prados estaba gestando el proyecto, le escribió una carta al pintor Manuel Ángeles Ortiz para pedirle su colaboración, contándole, además, que iba a ser una revista que evocara el mar. El resultado de esta petición no pudo ser más oportuno, ya que dio origen al ‘Pez saliendo del agua’, con el que desde entonces se identifica LITORAL.

Fueron innovadores, vanguardistas y sintieron por las ideas estéticas del momento, una curiosidad intelectual muy viva. Sin olvidar sus preocupaciones sociales y políticas.

Con la finalidad de que podamos ubicar este momento en el tiempo, digamos que acababa de morir Antoni Gaudí y que se estaba fraguando la Escuela de Vallecas, en la que jugaron un papel destacado Benjamín Palencia y el escultor Alberto Sánchez.

El número 2 de LITORAL pone de manifiesto una idea que a Prados le gustaba repetir constantemente por esas fechas. ‘La poesía es lo único que nos salva’. Más que oportunamente, aparece en la portada un dibujo de Benjamín Palencia  que representa una sirena. En este segundo ejemplar podemos encontrar colaboraciones de Luis Cernuda y de Ramón Gómez de la Serna.

Antes de comentar el destacadísimo papel que LITORAL jugó en el Tercer Centenario de la muerte de Góngora, hagamos una ligera cala en su carácter vanguardista, moderno y comprometido. Podríamos decir que en sus páginas se muestra con entusiasmo un ‘ojo de luz’ capaz de iluminar el conjunto.

Los poetas del 27 son tan cuidadosos, tan exquisitos en el uso del lenguaje, que parece que cogen las palabras con la punta de los dedos. La armonía y la estética vanguardista, ponen de manifiesto la rectitud y el acierto de la ruta proyectada.

Admiran al poeta taciturno, con los dedos llenos de tinta…, mancillado, por los intolerantes de siempre, que desprecian todo lo que no comprenden. Podría sostenerse que la actitud de los poetas del 27 hacia Góngora era de cordialidad y de complicidad.  Lo que no deja de tener un enorme mérito.

Los poetas que no saben dialogar con el pasado, frívolamente pasan de una cosa a otra, sin llegar a entender nunca su lugar en el mundo. Los poetas del 27 dialogan con Góngora. Se sientan en el atrio a departir con él y a comentar sus ingeniosos hallazgos, sus descubrimientos léxicos y su dominio certero y ácido de la palabra.

El 27 es pues el año clave. No pudo ser más acertada la idea y el compromiso de reivindicar la figura de Luis de Góngora. Es de justicia destacar que aparte de poetas y ensayistas, colaboran el músico Manuel de Falla, que puso música al soneto que Góngora dedico a Córdoba su ciudad natal y publicó la partitura… y  los pintores Juan Gris, con un espléndido bodegón cubista, Salvador Dalí y Pablo Picasso. Aunque sólo fuera por estas colaboraciones merecería la pena tener en las manos una revista tan completa.

En ese momento LITORAL ya ha levantado el vuelo y ha adquirido un prestigio e incluso, si se me permite, se ha ganado a pulso un lugar en la historia.

En 1929 comienza, lo que podríamos denominar la segunda etapa, que tiene un marcado sello surrealista y donde va a jugar un papel destacado el poeta José María Hinojosa.

Ha  llegado el momento de poner en valor que buena parte del mérito de esta singular y  hermosísima revista poética lo tienen sus suplementos. No es esta la ocasión de hablar de ellos, tan sólo quisiera señalar que fueron doce y que tuvieron la virtud de editar obras magníficas del 27 como, sin ir más lejos, ‘Ámbito’ de Vicente Aleixandre.

La Guerra Civil trajo consigo la abrupta, violenta e irracional desaparición de algunos, el exilio de otros y para los demás un largo periodo de silencio que suele denominarse ‘exilio interior’. Como el Ave Fénix, LITORAL renace de sus cenizas.

Después de algunos años vuelven a coincidir, esta vez en México, Altolaguirre y Prados junto a Moreno Villa, Juan Rejano y otros. Contra lo que podría esperarse la nueva LITORAL es melancólica, triste y con una enorme añoranza por todo lo que se había perdido. Sabe mantener, sin embargo, un tono lírico donde no caben los insultos, los exabruptos o las fáciles descalificaciones. En estos números, exiliados notables colaboran, como es el caso de Max Aub.

LITORAL volverá a resucitar en lo que podríamos denominar el tardo-franquismo. La figura clave de este periodo fue el incansable y batallador José María Amado. Aún vivían Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Francisco Giner de los Ríos, descendiente del fundador de la Institución Libre de Enseñanza o José Bergamín…

Me he propuesto no cargar las tintas pero no lo tuvieron nada fácil. La censura franquista odiaba todo lo que sonara a exilio, republicanismo o izquierdismo y fueron, relativamente frecuentes, las prohibiciones, las zancadillas, las amenazas o los secuestros.

La labor de José María Amado fue no sólo meritoria sino admirable desde cualquier punto de vista. Ahí están para ponerlo de manifiesto los homenajes a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Prados, Altolaguirre e incluso Antonio Machado, que es tanto como decir, algunos de los que eran considerados como enemigos acérrimos del régimen, es especialmente significativa, a este respecto, la dedicada al pintor Pablo Ruíz Picasso. Por si esto fuera poco, mientras miraban con respeto y admiración hacia el pasado, abrían las páginas  a poetas del presente como José Agustín Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald o Félix Grande. Quisiera terminar esta enumeración, comentando de forma emocionada el homenaje que LITORAL dedicó a Jaime Gil de Biedma, poco antes de su fallecimiento.

Quienes pusieron de manifiesto que la libertad se manifiesta muy especialmente en la libertad de palabra, protagonizaron momentos arriesgados pero calurosos y llenos de sentido ético y de insobornable vocación cívica.

De ahí, que las bellas y cuidadas ediciones facsímiles que se han realizado de las diferentes etapas de esta revista, constituyen desde mí modesto punto de vista, un material de incuestionable valor poético, histórico, ético y de pensamiento, de lo mejor de una Generación y por extensión de toda una época.

Para poner fin a estas emocionadas reflexiones sobre la revista LITORAL, creo que es un acto de justicia mencionar otras revistas de gran valor, vinculadas al 27 y hoy poco recordadas como ‘Mediodía’ ‘Gallo’, tan unida a García Lorca en sus orígenes, ‘La Meseta’ de Valladolid, ‘Parábola’ de Burgos o ‘Manantial’ de Segovia.

No deberíamos haber olvidado, de forma tan frívola y tan mezquina, lo que con mayor o menor acierto, he defendido en estas páginas. Mucho me temo que la conmemoración del Primer Centenario de la Generación del 27, pase como de puntillas por algunos de estos análisis, especialmente los más comprometidos y por el incuestionable mérito de alguna de sus revistas señeras como LITORAL.

No me hago excesivas ilusiones, los jóvenes y los menos jóvenes, desconocen la existencia y la obra, por ejemplo, de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, de Pedro Garfias e incluso de Alberto Sánchez y Benjamín Palencia.

El olvido de nuestra historia, la penumbra a la que hemos arrojado a las Humanidades o la falta de escrúpulos con la que pasan desapercibidos, tanto atentados al buen gusto estético, como una despiadada indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y a la cada día más preocupante alienación colectiva, acabaremos pagando muy cara esta desidia e irresponsabilidad.

Estamos adentrándonos en otro obscuro Medievo… sin ser conscientes de que estamos olvidando nuestra principal función como seres humanos, que no es otra que pensar, construir y preparar un futuro mejor para quienes vienen detrás a tomar el relevo.

¡Qué profunda lección de sabiduría y humildad la que ha dejado, para las generaciones futuras, su legado poético y humano!

¡Qué emoción tan viva y palpitante tener entre las manos una edición facsímil de la revista LITORAL para recrear y homenajear una época que se fue, pero que ha marcado indeleblemente el siglo veinte!

 

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