El relato de “La caza del Snark” de Lewis Carroll, es un texto singular y apasionante. Resulta singular porque contiene humor, ingenio, cultivo del absurdo, invención de términos y la creación de un ambiente irreal habitado por unos personajes delirantes. El efecto que en el lector ejerce esta fórmula carroliana, llevada al extremo en este poema épico, es una fascinanción intensa. Al placer de seguir una acción desbocada se suma la perplejidad ante su significado. O, para ser más exactos, el interés que ejerce sobre el lector el hecho de leer un poema que es un sin sentido dentro de la obra del propio autor en el que nos enseña la perspectiva de qué ocurre cuando el sin sentido encuentra, dentro de su propio sentido, un afuera de sí mismo. Esta perplejidad es un incentivo de la lectura, pues incita al juego de buscar sentido a las situaciones y, muy especialmente, al desenlace de la acción.
Pero: ¿Qué significado tiene la historia? ¿Qué representan los personajes de la expedición? ¿A qué simbolismo remiten los animales fantásticos que aparecen en el poema?
“La caza del Snark” es excepcional en el sentido de que esta obra de Lewis Carroll es la única que no transcurre en el país de las maravillas, está escrita en verso y lo primero que escribió de ella fue su verso final. Aunque esto no parezcan más que datos irrelevantes o, en cualquier caso, hechos que tienen más de interesantes en un estudio literario, en realidad nos aportan una cierta cantidad de información que quizás se podía escapar dentro de un análisis basado en la normatividad del sentido de Lewis Carroll; en tanto rara avis, “La caza del Snark” es una recensión sobre la extrañeza, del sin sentido, dentro de la obra de Lewis Carroll.
EL relato se define desde el primer minuto como un irreverente acto de perversión de todos los códigos que le suponemos comunes a Alicia. Como ya he dicho no transcurre en el mismo lugar que el resto de la obra de Carroll, no está escrito del mismo modo y está comenzado por el final. Aquí el “sin sentido” es utilizado en su terminología más exacta, como una perversión del lenguaje para subvertir cualquier idea preconcebida que tengamos sobre las palabras en sí; a diferencia de las historias de Alicia que estaban repletas de un sin sentido físico, de una locura existencial en tanto tal, el Snark es una concatenación de metáforas del sin sentido.
No nos debería resultar extraño, por lo tanto, que Lewis Carroll eligiera para este relato el formato del poema, por ser este tal vez más metafórico que los textos en prosa, ya que parece que el simbolismo y la metáfora son casi un terreno donde se le es permitido de forma abierta, y no en forma de excepción, a la poesía. Llegados a este punto debemos preguntarnos, ¿Qué valor tiene la metáfora? A lo cual nos responderíamos, la metáfora nos presenta una realidad que no podemos o no queremos conocer directamente a través de un rodeo que nos permite verlo a través de su simbolización. Y esto tiene que ver con el sin sentido en tanto pueden ocurrir dos cosas al respecto: que lo que queramos decir pueda ser nombrado y, por tanto, lo convirtamos en un sin sentido; o que lo que queramos decir no pueda ser nombrado y, por tanto, es un sin sentido en sí mismo (para nosotros) siendo su intento de nombrarlo un sin sentido al aludir a algo que ya no tiene sentido de por sí.
Bajo esta condición la metáfora nos deja en una extraña posición con respecto de la normatividad en uso del lenguaje, pues parece ser que es a través de ellas como se conforman nuevas palabras. Sólo cuando aludimos a algo con un sentido ulterior al sentido ya normativizado, cuando aludimos al sin sentido presente en el mundo nominándolo de algún modo sea cual fuere este, es entonces cuando podemos comenzar a nombrar lo innombrable; aquello que no se puede nombrar no se nombra hasta que se metaforiza y, a partir de allí, se crea una imagen dada a través de la cual se entiende literalmente. Es por ello que podríamos entender que el sin sentido, no es sólo algo que no resulta ofensivo sino que, en último término, ayuda a construir el sentido ulterior de una realidad en perpetuo devenir para la cual necesitamos aludir constantemente a través de nombres de los que están desposeídos antes de su “bautismo”.
Pero ¿Qué es el Snark?, el Snark es un animal desconcertante ya que estos tienen varias especies dentro de sí, distinguiendo los que tienen plumas y muerden de aquellos otros que tienen bigotes y arañan. Ahora bien es importante señalar, que algunos Snark no son propiamente Snark, sino que son Bujum (podríamos decir que es lo mismo pero no exactamente) por lo cual aun cuando los personajes intentan nombrarlo no pueden. El Snark es una cosa y el Bujum otra aun cuando son parecidas, y en tanto se ha decidido que son cosas diferentes no se les puede nombrar como la misma sin caer en el puro sin sentido. Sin embargo jamás se nos aclara que haya alguna diferencia real entre ellas, de hecho parece que la única diferencia entre ambos es si actúan o no violentamente con respecto de los marinos ‑y ni siquiera esto queda del todo claro. He aquí el auténtico sin sentido, el perfecto ejemplo de cómo funciona la metáfora en el mundo, ya que aunque para nosotros no tiene sentido el cambio nominal, para los personajes de la aventura lo tiene y lo entienden.
¿Qué es un Bujum entonces? Es aquello que si es confundido con un Snark te envía al vacío metáforico de la existencia. Cuando un personaje confunde al Bujum con el Snark es acusado de ser una entidad sin sentido, un loco, y es arrojado al sin sentido absoluto donde no cabe más que ver como una clarísima distinción ha conducido a un hombre a comportarse de un modo irracional, de nombrar a un animal con el nombre de otro. Podemos decir entonces, que en “La caza del Snark” el sin sentido es el precipitarse hacia una realidad que no tiene sentido aquí y ahora, pero quizás tenga sentido o en un futuro o en otro lugar o para otra gente al estar sumergidos en otras condiciones fácticas de normatividad lingüística en la sociedad.
Concluyo mi análisis señalando que la interpretación de “La caza del Snark” es una actividad inagotable y, a la vez, una invitación a reflejar las ilusiones y los temores de cada cual en estas agradecidas páginas de Lewis Carroll.