noviembre de 2024 - VIII Año

Galdós para ‘Dummies’

El 63 o el 64 – y aquí flaquea un poco mi memoria – mis padres me mandaron a Madrid 
a estudiar Derecho, y vine a esta Corte y entré en la Universidad, donde me distinguí 
por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar.
Memorias de un desmemoriado 
Benito Pérez Galdós

GALDoS por Eugenio RiveraBajo título tan desafortunado y antipático como el que llevan esos fastidiosos libritos que inundan las librerías hago unas reflexiones a salto de mata al hilo de los fastos culturales que ha traído el centenario de nuestro primer novelista contemporáneo.  Nos ha tocado vivir tiempos procelosos. ¡A estas alturas, quién lo duda! La verdad es que no me gusta entonar esa eterna cantinela manriqueña del cualquier tiempo pasado fue mejor, del  dónde vamos a llegar, del antes no pasaba esto…  Recuerdo oírla en boca de mis padres y de mis abuelos como si de una letanía entonces se tratara. Hoy, por aquello de la modernidad y la cultura new age, la podríamos etiquetar con más fatuidad de mantra pero, no nos engañemos, vendría a ser el mismo latiguillo rancio y gastado. Y, eppur, como decía Galileo, si muove

Bien, abandonemos prejuicios y reparos innecesarios, y constatemos un hecho incontrovertible: a Galdós no lo ha leído ni dios. Ya, ya sé que seguramente el lector de Entreletras se quedará ojiplático ante semejante afirmación y la protestará. Y está en su derecho y tendrá razón, sí. En esta revista, sin ir más lejos, se han publicado todo tipo de artículos, a cual más interesante, sobre las distintas facetas de nuestro autor. Pero el que esto suscribe no se refiere al lector lector. No. El que esto suscribe alude a ese común de los mortales que se mueve en un rango de edad medio bajo, que lee ocasionalmente, pero que sabe idiomas,  que ya ejerce seguramente  una profesión liberal y que se ha educado bajo ese sistema educativo que amputó inmisericorde la enseñanza  de las Humanidades, que está enganchado a las series  y, que también juega al pádel (con perdón) y que espera ansioso el finde para darse un baño etílico con sus amigos/as…

En este punto quiero tranquilizar al lector porque el objetivo de este modesto artículo no tiene ninguna intencionalidad política. Para ello hay autoridades de sobra. Simplemente, me sorprende que los millenials sepan quién es Berto, o Rosalía y no les suene lo más mínimo Juanito Santacruz, o Rosalía Pipaón de Bringas, por ejemplo.  Cuanto menos resulta desconcertante  pensar que durante la Segunda República se pusieron en marcha épicas iniciativas como las Misiones Pedagógicas para llegar a los últimos rincones de nuestra sufrida geografía con los clásicos del siglo de Oro, fueran pintores o dramaturgos, a lomos de reatas de mulas y quejumbrosos automóviles y, sin embargo, hoy día con la TV como barato y democrático medio de difusión FORTUNATA Y JACINTAasistamos a tan lamentables espectáculos en los platós infectados por el hedor de la telebasura. ¿En qué está pensando nuestro flamante Ministerio de Cultura? ¿Por qué, en lugar de seguir la senda abierta por los hombres de la I.L.E. se empecina en seguir roturando los estériles eriales culturales de la dictadura con su panem et circenses? Cómo recuerda uno aquellos Estudios 1 –auténticos oasis en aquella  tierra baldía –, y a aquellos grandes actores que daban vida a los personajes de La de san Quintín por traer el agua al molino galdosiano. O aquellas series televisivas magistrales como la Fortunata y Jacinta de Mario Camus… Se me puede hacer el justo reproche de que esto no es conocer de primera mano al gran novelista. Desde luego que no. Pero es que en el cole, todos aquellos que ya peinamos canas o no peinamos nada por imposibilidad evidente leímos su Misericordia en el Bachillerato y comentamos sus Episodios Nacionales y,  andando el tiempo, pudimos disfrutar como espectadores en las Salas de Arte y Ensayo de la época, las adaptaciones fílmicas de don Luis Buñuel, con sus personales lecturas de Tristana, Nazarín y Viridiana, o aquella magnífica Tormento de Olea con la gran Concha Velasco en el reparto.

Si actualmente hay dos trending topics, como ahora se dice, que inundan nuestros mass media son, a saber: la Memoria Histórica y la enfermedad de Alzheimer. ¡Qué curioso! Y a uno se le antoja, aunque solo sea por la común referencia a esa facultad tan denostada en la pedagogía moderna que tienen las dos dichosas expresiones,  que quizá ambas guarden una estrecha aunque disimulada relación.

GALDoS SOL por Eugenio RiveraAsí pues, la pertinente pregunta que nos debemos hacer no puede  esperar más, si bien cobra diferentes formas: ¿no estaremos aquejados de un Alzheimer social?  ¿No somos víctimas de un hedonismo narcotizante alimentado por el olvido pertinaz de nuestros ancestros culturales y aventado por los intereses espurios de nuestra interesada clase política?  ¿No tendremos una memoria selectiva y caprichosa que nos define como enfermos alienados?  ¿No estaremos sentados en un banco del parque de nuestra historia sin saber regresar a casa? ¿Es necesario recordarnos, pues, que somos animales históricos?

Y por último, ¿no nos hemos percatado lo suficiente de que  hemos decidido  extirparnos nuestro indispensable siglo XIX con sus algaradas y sus pronunciamientos, su caciquismo y sus enfrentamientos inciviles, sus pucherazos y sus derramamientos de sangre…?  Y que, por cierto, es descrito con tanta veracidad por la pluma lúcida del novelista canario en sus Episodios Nacionales que ha permitido afirmar que si desaparecieran todos los documentos de la época Galdós por sí solo sería más que suficiente para salvar nuestra memoria histórica…  Cuando al simpar Camilo José Cela en una entrevista  le cuestionaron si el latín valía para algo afirmó categóricamente sin pestañear que valía para… pensar. Don Benito Pérez Galdós, también.

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Archivo Entreletras

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