¿Cuál es la visión que tiene el lector hoy en día del mundo?
Por Almudena Mestre.- | Octubre 2017
Los avances tecnológicos han suscitado un incremento en el trasvase de información por numerosas vías electrónicas (correo electrónico, videoconferencia, servicio de mensajes cortos, telefonía móvil, blogosfera y sitios web con fines supuestamente sociales como Facebook, Twitter, LinkedIn) lo cual supone un incremento del diálogo, la comunicación, el conocimiento y el espíritu crítico. Todos estos adelantos implican un cambio radical en la forma de leer y de escribir, modificando de ese modo, la forma de recibir e interpretar los textos literarios. El hombre actual necesita adaptarse a la nueva situación de la creación literaria en la que se ven procesos implicados de aspecto histórico, teórico y estético. En pleno proceso de ebullición y metamorfosis nacen nuevas nociones de ‘autor’, ‘lector’ y ‘texto’, a la par que se producen diferentes planteamientos filosóficos, éticos, científicos, políticos y económicos. El mundo sufre un proceso de transformación en pleno S.XX afectando sin duda al mundo artístico y literario entre otros. Aparece la ciberteoría literaria y el hipertexto informático que responden a una concepción de obra inacabada y de continua elaboración en un mundo donde aparecen nuevas trayectorias y recorridos en la lectura, afectando de ese modo, a las nociones de autor y autoridad, según Landow. El hipertexto implica un lector más activo de lo que ha sido hasta ahora que asuma la función de ‘autor’ y añada enlaces según va leyendo, a sus textos.
Actualmente en la posmodernidad, lo que prevalece ante la información de cualquier texto, es la interpretación del lector que se deriva de su lectura. Leer es importante para comprender pero a su vez, no es sinónimo de interpretar. El hecho de interpretar la información que nos llega a través de la lectura implica reformular lo comprendido. Julio Cortázar percibía en la literatura un juego de dos, del escritor y el lector. Muchas veces existe una sensación de incertidumbre por parte del lector ante la ambigüedad de los textos que le incita a desengranar su significado y a completar por su parte, los datos concretos que le faltan. La interpretación del texto establece pues, un pacto entre autor y lector, haciéndole cómplice al último y transformándole a su vez, en autor del propio texto.
La interpretación es una parte importante de la educación literaria en la que entran en juego los procesos de anticipación y retrospección. En la lectura hoy en día se abren nuevos caminos, múltiples trayectos por los que transitar y cambiar a su vez, la noción de autor como ‘autoridad’ de los textos. Los lectores deben rellenar los huecos a su modo que aparecen en los textos de acuerdo a sus características y posibilidades. Tal y como nos recordaba Umberto Eco, indagar sobre la intención del texto es indagar sobre el autor en el sentido autor (modelo). Ya en su obra ‘Lector in fabula’ defendía la cooperación interpretativa del lector y la apertura de los textos. El lector es el creador de la obra literaria y se vincula al desarrollo de la interactividad y la hipertextualidad. La lectura se sumerge pues en nuestra memoria y adquiere automáticamente una serie de perspectivas ante el texto en el cual, confluyen expectativas e imaginación por parte del perfil del lector. El lector ya puede elegir el punto de inicio y de cierre de sus lecturas, pudiéndole ampliar y alargar a su antojo.
¿Cuál es la importancia que adquiere el lector en la literatura contemporánea? El lector cobra importancia en la era posmoderna y más concretamente en la teoría literaria, siendo parte fundamental en la fortuna o el éxito de una obra literaria del mismo modo que lo es, la forma de leer, de interpretar y de apropiarse de ella. El lector se encuadra siempre en un contexto cultural e histórico. La interpretación de los textos es un fenómeno histórico que permite conocer y comprender el contenido, el sentido y la forma de acuerdo a la variedad histórica de las interpretaciones. Ya lo decía Hans Robert Jauss en 1975 refiriéndose a la experiencia estética que adquieren los textos cuando se unifican la literatura y el arte en un proceso concreto, en el cual, es imprescindible disfrutar, recibir y juzgar las obras literarias.
Dentro del género de la autoficción vemos que existe un pacto ambiguo que se establece entre el autor y el lector en el que se plantean dilemas a la hora de interpretar el texto. La recepción del texto por parte del lector se verá influenciada por sus expectativas frente a él. A veces al lector le invade una sensación de ‘extrañamiento’ tal y como refleja Todorov ante la literatura fantástica ya que ante fenómenos y sucesos sobrenaturales no reconoce si es una mera ilusión o verdad o no diferencia, el sueño de la pura realidad. El pacto entre ambos, autor y lector, es una especie de un juego donde se siembra la duda para resolver el misterio que estructura las obras literarias en la actualidad. De ese modo, se le pide al lector cierta complicidad para calibrar el grado de veracidad que existe en el texto.
Los escritores intentan acaparar la atención del público lector y cautivar sus intereses ampliando el horizonte de sus expectativas y la recepción de la obra, según Gérard Genette. Las intenciones del autor de la posmodernidad a veces condicionan el interés del lector y le animan a inmiscuirse en las obras literarias. Al lector de nuestro tiempo se le considera un explorador, un héroe, un aventurero, tal y como decía Nietzsche. Marcel Proust ponía el énfasis principalmente en la sensibilidad especial que tiene el lector con respecto a la imagen es decir, ‘la que conecta el afuera con el adentro, lo presente con lo ausente, lo real con lo irreal, lo material con el signo’. Esta sensibilidad permite al lector desarrollar una percepción más fuerte y más completa de la realidad tal vez, rodeada de una imagen con misterio de la propia lectura.
Según Wolfgang Iser la lectura es un fenómeno lleno de dudas e incertidumbres en donde entran en juego un conjunto de perspectivas cambiantes con la sociedad, la cultura, la historia, el mundo. No se trata más que de una lectura de los textos a partir de ciertas estrategias del lector y de la capacidad de reconstrucción que tenga. Así aparece el lector ‘empírico’ en el que se necesita participación y movilidad en el p
roceso activo de la lectura. Iser e Ingarden aluden a los ‘espacios vacíos’ e indeterminados que existen en la lectura en los que es necesario que exista una interacción texto-lector y se desarrollen habilidades para completar y rellenar lo no dicho o lo sugerido únicamente en el texto. Aquí intervienen múltiples mecanismos que entran en juego como las experiencias, las lecturas, los prejuicios o juicios previos, etc. Eso es lo que llamamos ‘competencia literaria’ y mediante ella se promueve la comprensión y la interpretación de los textos.
En una época posmoderna como la nuestra aparecen diversas teorías en las que predomina ‘la muerte del autor’ tal y como dirían Barthes o Foucault. Aparecen las estrategias de las mezclas, la fragmentación y la reordenación en los textos en los que, los lectores alteran y cambian la disposición formal, la composición y el montaje de ellos. De esa forma los soportes de la escritura y los hábitos de la lectura han sufrido modificaciones debido a la producción y reproducción de los textos que implican un gran universo textual electrónico. El modelo hipertextual de la escritura modifica los hábitos del lector en los que aparecen textos híbridos de palabras, sonidos e imágenes. En referencia al hipertexto, la noción barthesiana concede especial importancia al lector como productor del texto del mismo modo que existe la noción derrideana del descentrar, debido en parte, a la apertura textual. Todo depende de la mirada del lector, el que elige su centro de interés y se adentra por los distintos recorridos del texto. La lectura digital del XXI se caracteriza por ser discontinua, no lineal, interactiva y de creación colectiva; la escritura es abierta, en serie, multilineal, plural y discontinua.
Triunfan los aspectos del individualismo y el quebramiento de la identidad personal en medio de la muerte del autor; así se desligan las intensidades de las emociones, los sentimientos y los afectos de un sujeto individual. El autor o creador de una obra artística no tiene el poder absoluto sobre ella, cuestionándose el lugar desde donde éste ejerce un control sobre el texto. Surge cierta ‘interactividad’ entre los textos hipertextuales provocando distintas nociones de autoría, derechos de autor y originalidad en los textos. Se ha pasado a una literatura con diversos soportes materiales (físicos o digitales) donde la organización de los textos es multidireccional y se complementan los dos tipos de cultura (cibercultura y cultura escrita). Se destruye según Landow la noción de texto unitario y ‘permanente’ así como, la linealidad en la secuencia lógica de los textos. Tanto la literatura impresa como la hipertextual permiten al lector sumergirse en una red rizomática (Deleuze y Guattari), una disposición en red horizontal y arbórea, aleatoria, móvil, discontinua que responde a una forma de lectura y escritura donde priman la hipermedia; ya no existen ni principio ni fin, ni entradas ni salidas ni las mismas relaciones espacio-temporales que existían antes. La personalidad del autor se diluye en esa ‘red rizomática’ sin un centro y le confieren autonomía a los textos.
Aparece el fragmentarismo, textos con varias versiones, textos que combinan dos o más lenguas e hipertextos con múltiples y recorridos tal y como nos explica Alfredo Saldaña en su libro Modernidad y posmodernidad. Filosofía de la cultura y teoría estética (1977). Vemos pues, que laten en la posmodernidad conceptos tales como ‘descentramiento’, ‘diferencia’, ‘desbordamiento’, ‘deconstrucción’ etc. en los que verter las nuevas ideas del pensamiento crítico y estético en relación a la literatura. Una red informativa permite a los usuarios o lectores de nuestra era cibernética abrirse a los textos de una manera sorprendente debido a ese descentramiento que invade la atmósfera en ellos. El lector se enfrenta ante un abismo, una apertura al exterior y una pluralidad de voces y expresiones que le conducen a un continuo cambio de mentalidad, reflejo del latido de la sociedad actual del XXI.
Los discursos que laten frente al hipertexto en el mapa de la posmodernidad conducen a activar en dos dimensiones en el proceso creativo según Ernst Bloch. Una de ellas es latente donde la imaginación juega un papel predominante frente al texto y la otra, más técnica que se refiere a la idea de hacer más comunicable lo que la imaginación ofrece en forma de imagen vaga o idea. De ese modo, en todo el arte posmoderno se cuestiona la validez de la recepción de la obra artística y se ensalza a la ‘experiencia’ como parte fundamental del proceso creativo. Por tanto, en la recepción de una obra interviene un proceso creativo inmerso en un juego lo que supone una mayor colaboración y participación por parte del lector. Tanto en el arte como en la escritura aparecen rupturas, transformaciones y discontinuidades dadas por la propia posmodernidad, era en la que se mezclan múltiples lenguajes y registros con diversidad de voces o autoría colectiva y donde confluye una participación mayor por parte de los lectores o espectadores.