No te detengas nunca Cuando quieras buscarme Pedro Salinas
Con motivo de su Centenario están apareciendo una serie de libros, ensayos, artículos y comentarios sobre Galdós de desigual interés. Entreletras se ha hecho cumplido eco de la conmemoración y lo ha homenajeado con acertados textos.
Siempre he pensado que Benito Pérez Galdós es una caja de sorpresas. Hay muchos Galdós en don Benito, y no todos se pueden apreciar a simple vista. Por el contrario, algunos permanecen ocultos y poco explorados. Tiene muchas capas y niveles de lectura y como en el caso de las ‘katiuskas’ unos se esconden dentro de otros.
Creo, sin asomo de dudas, que don Benito fue un protofeminista incuestionable. Procuraba describir, con propiedad y rigor, lo que tenía delante de los ojos y elegía la realidad como materia novelable. Lo que es asombroso es que va bastante más lejos que ninguno de sus contemporáneos al describir, con pulso firme, la insatisfacción, el ansia de rebelión, la lucha de algunas pioneras por encontrar su espacio y critica, con inteligencia pero contundentemente, las trabas, las dificultades de todo tipo que las mantuvieron sujetas y enjauladas.
Por no citar más que un solo ejemplo elegiré el de Tristana, que lucha por ser ella misma, que se rebela contra los convencionalismos y que adelanta muchas de las reivindicaciones que hará, unas décadas más tarde, el incipiente movimiento feminista.
Galdós era viajero y cosmopolita, observaba y cuanto escrutaba su mirada lo plasmaba en sus libros. Ahora bien, su espíritu libre se fija en lo que a otros pasa desapercibido.
En 1888 viajó a Italia en compañía de Alcalá Galiano, Cónsul en Newcastle, y a su regreso escribió unas Crónicas para el diario bonaerense La Prensa que, posteriormente, aparecieron en forma de libro bajo el título ‘De Vuelta de Italia’
Su mirada es escrutadora, penetrante y capta, tanto los aspectos sociológicos como los históricos y culturales de las ciudades que va visitando. Le interesa, sobre todo, el pálpito vital de las calles y aquellos elementos que constituyen y dan forma al carácter de los lugares que visita.
Sus impresiones de Turín, Roma, Florencia, Verona o Nápoles merecerían un análisis pormenorizado, sin embargo, voy a detenerme en Bolonia, capital de la Región de Emilia y, muy especialmente, en su magnífica Universidad, una de las más antiguas de Europa, a la que llama ‘lumbrera de la Edad Media’
De su historia puede escribirse mucho. Fue pionera en la recuperación de los estudios de Derecho Romano y en el Siglo XII, poblaban sus aulas más de cinco mil estudiantes, lo que por sí sólo es una prueba de su importancia y prestigio.
¿Qué le llama especialmente la atención a don Benito? Es destacable que conceda una singular importancia a una serie de brillantes mujeres que fueron profesoras de dicha Universidad, desde el Siglo XIV. Naturalmente, esto hubiera sido inconcebible en nuestro país y pone de manifiesto como el Pre-Renacimiento y Renacimiento italiano, tenía indudables diferencias y poseía una vitalidad, una creatividad profundamente alejada de la visión triste y sombría que se respiraba por nuestros lares, que sólo tuvieron acceso a sus logros culturales e intelectuales de forma tardía y parcial.
Pasemos, sin más dilación, a hablar de estas ‘adelantadas’ en la conquista de espacios públicos tradicionalmente reservado a varones. La primera que quiero traer a colación es a Novella d’Andrèa una destacada jurista que –en todos lados cuecen habas- se veía obligada, eso sí, a impartir sus clases detrás de una cortina para no distraer a los alumnos, a causa de su gran belleza y atractivo.
No es, ni mucho menos, un caso único. Su hermana Bettina d’Andrèa, sin ir más lejos, enseño Derecho y Filosofía en la no muy lejana Padua.
Quisiera, ahora, dedicar un espacio a Laura Bassi, profesora de Física, Matemáticas y Filosofía que llegó a ser miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia, lo que naturalmente no era nada sencillo. Fue una firme defensora de la Física de Isaac Newton. El Senado le concedió la Cátedra de Física Experimental y, hasta donde llegan mis pesquisas, fue la primera mujer catedrática y la segunda en obtener el Doctorado en Europa, tras Elena Cornaro Piscopia.
Es inconcebible que ningún libro de Historia haga mención de estos hechos, ya que tienen sobrada importancia para erigirse en pasos ineludibles de la lucha de la mujer por conquistar, tanto su libertad como aquellos espacios que tradicionalmente le estaban vetados.
Más adelante destacaron en la misma Universidad, Anna Morandi Manzolini que impartió cursos de Anatomía y Clotilde Tromboni, que en época más reciente, destacó por sus clases de Griego Clásico y cultura griega, de las que era una consumada especialista.
Para mí Benito Pérez Galdós es, ante todo y sobre todo, un centinela de la memoria, un hombre cabal y un intuitivo e inteligente escritor que no se limita en sus textos a describir el presente sino a vislumbrar el futuro, lo que está al alcance de muy pocos.
De su viaje a Italia como de otros viajes nos ha ido legando algo de mucho más valor y hondura que meras observaciones de un realismo ramplón. Huye, por tanto, de detenerse ante las chocolateras de cerámica o de describir, detenidamente, un libro de Turgénev, encuadernado en rojo, hallado en una de las bibliotecas de las mansiones que visita. Muy al contrario, para él, vitalista como era, existir es una constante fuente de sorpresas y le estimulan lo que ve, lo que oye y el espectáculo del bullicio de las calles, que prefiere a los museos y a los lugares apartados y recónditos.
Describe lo que ve con sencillez, se muestra aliviado al verse lejos de sombras monacales. Le llama la atención un patio de luces boloñés y las risas, las conversaciones, la gente que comercia o deambula, despreocupadamente por las calles. Este palpitar es algo vivo, enteramente preferible a las paredes de un color pardo y apagado y a los objetos que despertarían la curiosidad de un anticuario. De pronto, fija su atención en mujeres con moño y delantales y con ojillos menudos en sus expresivos rostros, depauperadas por el polvo del tiempo pero con una energía que no ha visto en otras partes. Otras veces gusta de comentar la placidez de una música de viola de gamba…
Galdós lo demostrará, con creces, en sus novelas y Episodios Nacionales, de cuando en cuando gusta hacer un alto en el camino… dejarse llevar y aprender.
Sabe apreciar, en lo que valen, las observaciones que una vez asimiladas, se convertirán en literatura. No se ha insistido lo suficiente en que muchas páginas de don Benito son un lienzo impresionista, lo que por cierto, pone de manifiesto que nos encontramos ante un escritor que maneja, con soltura, las técnicas vanguardistas imperantes en la Europa de su tiempo.
En De vuelta de Italia tiene una frase que me ha dado mucho que pensar, porque me parece una intuición magnífica: la bondad del modelo ayuda al artista, pero el artista es quien verdaderamente crea.
Estas notas atropelladas ponen, sin embargo, de relieve la actualidad y hondura de su pensamiento.
Sería, desde luego, interesante, que se rastrearan en sus novelas, en sus Episodios pero, también, en sus dramas y en sus ensayos las notas y rasgos protofeministas que abundan. ¡Meditamos tan poco! Lamentablemente ejercitamos, ‘a cuenta gotas’ el sentido crítico y así nos va.
No me resisto a citar a Fortunata o a ese personaje atormentado e insatisfecho que es Mauricia ‘la dura’, por no hablar de Soledad y de otras mujeres que presentan rasgos que anticipan la lucha por romper los ‘techos de cristal’ que van apareciendo aquí y allá con sus secuelas de insumisión.
Antes de concluir esta aproximación a una faceta de don Benito que ha permanecido, hasta la fecha en la penumbra, me gustaría señalar sus comentarios sobre Viajes por Inglaterra e Italia de Leandro Fernández de Moratín, donde se pone de relieve la admiración que hacia los llamados ‘afrancesados’ sentía Galdós por su europeísmo. Advierte, con deleite, la capacidad de observación de los lugares a los que le condujo su exilio. En Bolonia, precisamente, residió Moratín durante un prolongado espacio de tiempo. Asimismo, quisiera hacer una breve mención a Amos de Escalante y a su libro de viajes Del Ebro al Tiber’ (1864)
La lectura de esta obra y las andanzas y peregrinar que contiene, motivaron frecuentes tertulias, que sobre Italia mantuvieron en el viejo Ateneo de la calle Montera, lo que acentuó el deseo de don Benito por conocer este atractivo país, su cultura, su historia, su arte y su reciente unificación. Se le despertó el ‘gusanillo’ por comprobar ‘in situ’ algunas de las observaciones de su amigo.
Concluyo aquí estas reflexiones que pretenden, si bien de forma liviana, exponer que Galdós es un pozo sin fondo. Sólo ha sido explorada una parte de su vasta obra y aún existen múltiples perspectivas y enfoques para adentrarse en su ‘universo narrativo’
Es esta la principal razón por la que podemos considerar a Galdós contemporáneo nuestro. Sabe hablarnos de nuestros problemas y parece que muchos de sus textos han sido escritos la semana pasada o hace apenas unos días.
Los clásicos y don Benito lo es, son aquellos creadores privilegiados que saben decir algo nuevo a cada generación. Ese y no otro, es el fundamento más sólido de su ‘rabiosa’ actualidad.