noviembre de 2024 - VIII Año

Almudena Grandes: el poderoso influjo de Galdós

Si vas deprisa, el río se apresura.
Si vas despacio, el agua se remansa.
Ángel González

Me gusta lo que escribe y como lo escribe. Carga sobre sus hombros una tarea encomiable y necesaria. Ha sido ninguneada y menospreciada por algunos miserables, pero ha obtenido algo que es enormemente difícil de alcanzar, estar en el corazón de los lectores.

Fue galdosiana y galdosista. Quienes no aprecian la literatura de Benito Pérez Galdós, con frecuencia son elitistas que pretendiendo marcar una distancia, ponen de manifiesto su narcisismo y soberbia. Por eso, escriben para ser entendidos solo por quienes pertenecen a círculos que se pretenden privilegiados.

Ser galdosiano, sentir a Galdós es algo de mayor calado que tener conocimiento sobre su figura y sobre su literatura. Supone adoptar una posición sobre la sociedad y sobre el adonde nos encaminados y, también, considerar a don Benito un guía espiritual, alguien que nos va marcando el camino a seguir.

Me propongo en este breve ensayo exponer las razones por las que Almudena Grandes era ante todo y sobre todo, galdosiana de los pies a la cabeza. Nunca se sentirá a don Benito como algo próximo si no se participa de su fuego prometeico y de su afán redentor. Quienes siguen sus pasos admiran su afán reformista, su tolerancia, su laicismo y su ‘batallar’ sostenido en el tiempo contra la España inmovilista anclada en el pasado y reacia a cualquier cambio.

Almudena Grandes ‘capta al vuelo’ los mensajes galdosianos. Por eso, la huella del novelista decimonónico es sencillamente decisiva. De él sabe extraer lo que pervive de la memoria colectiva y transmitirlo para que se mantenga vivo.

Sus relatos actualizan y evitan que caigan en el olvido unos años oprobiosos, una España negra y un afán mendaz por parte de quienes obtuvieron privilegios de la dictadura y se apresuran a pasar página de forma oportunista… a fin de que, quienes no vivieron esa época, desconozcan y no tengan interés alguno en conocer todo el horror y la violencia de lo que sucedía, quizás porque por acción u omisión fueron cooperadores necesarios.

Empatiza con los ‘perdedores’ y nos describe como tuvieron que pagar un precio muy alto de sangre y dolor al finalizar la Guerra Civil.

Comenzaron por llamarla cruzada. La postguerra parecía que no iba a terminar nunca. Se caracterizaba por la represión más sanguinaria y el implacable propósito de extirpar el menor atisbo de resistencia.

Almudena Grandes siente un rechazo no sólo político sino moral hacia Franco y lo que significó su régimen dictatorial y opresivo. ¡Cuánta soberbia e ignorancia acompañó además el miedo, el nacional catolicismo y el hambre… mas al mismo tiempo, aunque ocultos y en silencio, empezaba a mostrarse la inquebrantable voluntad de los perdedores de no doblegarse y de luchar pensando que habría un mañana democrático!

Almudena leyó a Galdós con pasión, entusiasmo y, desde luego, con complicidad. Por eso, fue mucho más que una epígona galdosiana. Una mujer valiente que entendió que la España de ‘aquí y ahora’ tenía no pocas similitudes con la de don Benito, tal vez porque éste fue un adelantado a su tiempo, tal vez porque la inercia, el atraso, el fanatismo y el oscurantismo pervivieron durante mucho tiempo. Por eso, no es casual sino causal que considerara un deber continuar la tarea de conciliación, de modernización y de regeneración moral que llevó a cabo, sobre todo, en los Episodios Nacionales.

Con sensibilidad y una actitud humanista comparte el sufrimiento y el dolor de los vencidos. “Los Episodios de una Guerra Interminable” están destinados a narrar el heroísmo de unos seres anónimos que tienen un valor simbólico. Son los amantes de la libertad, supervivientes a la violencia de la bota de la opresión y logran salir adelante pese al odio de los verdugos, a la complicidad de la Iglesia y a la arbitrariedad y sumisión de los jueces; es más, lo logran con inteligencia, perseverancia y astucia.

Almudena es una intelectual comprometida que fustiga el inmovilismo, la explotación, el atraso y añora un futuro donde el laicismo y el respeto a los valores republicanos sean el firme baluarte de una sociedad más democrática.

No duda, al igual que don Benito, en hacer pedagogía social. Frente a tanto aislamiento y tanto oscurantismo, cree firmemente en las ventajas de un sólido espíritu europeísta tras una larga etapa de enclaustramiento y de persecución de las ideas democráticas.

¿Qué pretende? que recordemos de dónde venimos, hacernos conscientes del letargo en que hemos estado sumidos y que el ejemplo de quienes han luchado por la democracia y la libertad nos ayude a ser consecuentes y a seguir la tarea que ellos comenzaron.

En Los Episodios de una Guerra Interminable late una clara conciencia de que luchar por la democratización del país era inseparable de contribuir a su modernización, lo que obviamente es muy galdosiano.

Benito Pérez Galdós dejó sobradas muestras de feminismo en sus obras. Almudena Grandes ‘capta al vuelo’ su protofeminismo y su dignificación de la mujer. Algunos de sus personajes siguen la senda rebelde y opuesta a los convencionalismos de Tristana o de Fortunata. Repárese en el hecho de la importancia de las mujeres en estos Episodios de Almudena Grandes.

Es sencillamente conmovedor el valor que da a la educación y a la cultura como instrumentos para lograr una sociedad más justa y más compacta, donde la virtud y el mérito sustituyan a la vulgaridad de una sociedad inculta y ociosa a la que la dictadura y la iglesia procuraban mantener en la ignorancia y en la sumisión.

Más que probablemente, Galdós es el mejor novelista español después de Cervantes. Almudena Grandes sigue la senda de don Benito mezclando personajes reales con otros de ficción. Consigue efectos relevantes describiendo con crudeza la España de aquella postguerra interminable.

En ellos discurre el río de la vida… el río de la historia. Aquellas aguas, que como apostrofaba Heráclito, el Obscuro, no volverán. Aquellas aguas turbias pasaron. Constituyen un periodo tenebroso, mas nuestra obligación es dar cuenta de él. Almudena lo hace de forma profunda, admirable y certera.

¿Cuál es el hilo conductor y el leitmotiv de estas novelas? Mostrar con toda crudeza la durísima represión existente, mas demostrar que incluso en los peores momentos hubo una resistencia antifranquista.

Los Episodios de una Guerra Interminable estaba previsto que fueran seis. Otra curiosa coincidencia con los Episodios Nacionales de don Benito que tampoco pudo concluirlos. Ha escrito y publicado cinco y dejado bastante avanzado el sexto, “Mariano en el Bidasoa” que ojalá podamos ver pronto publicado, aunque como obra inconclusa. En él pensaba tratar algunos temas como ‘los topos’, aquellos combatientes republicanos y guerrilleros que permanecieron escondidos largo tiempo, así como la inmigración económica o la falaz interpretación triunfalista que se hizo de los Veinticinco años de paz, que no fueron sino una etapa de largo silencio impuesto.

De los otros cinco, iré realizando algunos comentarios porque tienen más unidad de la que parece y son mucho más que cinco momentos concretos de la lucha por la libertad.

Es lamentable el desconocimiento que sobre determinados hechos históricos existe entre nosotros. Así Inés y la alegría, está dedicado a glosar la invasión del Valle de Arán y las causas, cobardías y desafecciones que motivaron su fracaso.

Es más que interesante que los jóvenes se aproximen a ellos, libres de los prejuicios que se han inculcado a otras generaciones, para que los juzguen con serenidad y arrojen fuera de sí tantas tentaciones adanistas.

Sus páginas son conmovedoras, van dirigidos a lectoras y lectores que no han perdido la ilusión y la facultad de soñar y que rechazan y no se resignan a admitir cualquier tipo de silencio impuesto.

Almudena Grandes conocía bien y admiraba la poesía de Ángel González. En más de una ocasión solía repetir que “mañana es un mar hondo que hay que cruzar a nado”, me parece una idea de calado. El futuro hay que ganárselo. Nadie nos regala nada. Por eso, hay que saber desentrañar los hechos históricos para ponerse a salvo de tergiversaciones y de revisionismos interesados de nuestra historia reciente.

Es absolutamente lícito exponer, como ella hace, sus originales enfoques sobre esos años obscuros caracterizados por la degradación de la vida humana y por la imposición a sangre y fuego de la visión de los triunfadores.

En el segundo de estos episodios, El lector de Julio Verne trata, entre otras cosas, de las guerrillas que durante años operaron y se mostraron activas en diversas zonas y regiones de nuestro país, en este caso en Andalucía.

En Las tres bodas de Manolita, pone el dedo en la llaga en los fusilamientos, que tenían lugar a diario en los muros de los cementerios. Nos informa, con precisión, sobre cómo se construyó el Valle de los Caídos o cómo tuvo lugar el nacimiento de la resistencia clandestina que se fue extendiendo radialmente.

En Los pacientes del doctor García, describe otro episodio del que se tienen pocas noticias ya que se ha intentado borrarlo de la memoria. Me refiero, a la siniestra red encargada de propiciar la evasión hacia Sudamérica de jerarcas nazis que estaban de paso en España. Lógicamente, la dictadura franquista permitía, toleraba y alentaba sucesos como estos.

En el quinto y último publicado en vida de la autora, La Madre de Frankenstein, rastrea la historia de Aurora Rodríguez Carballeira, que asesinó a su hija Hildegart. Almudena Grandes describe implacablemente la vida degradada que tiene lugar en los manicomios como el de Ciempozuelos, reflejo de los múltiples atropellos que se podían observar a diario en cualquier ámbito.

Pone el dedo en la llaga hablando de retorcidos personajes, que aprovechan su poder para cometer tropelías como Antonio Vallejo Nájera, con su teoría de ‘el gen rojo’. Este emulo de degradantes prácticas nazis, operaba a los pacientes abriéndoles la cabeza para extirpárselo. Aparece, también, el robo de bebes, tras el fusilamiento de sus progenitores, para entregarlos a familias adictas al régimen.

En noviembre de 2021, Almudena Grandes se nos fue. Sin embargo, no creo exagerar al afirmar que es ya una autora clásica y de referencia. Lógicamente, los historiadores, sociólogos y otros científicos sociales han ido poniendo de relieve aspectos de la dictadura franquista, muchos de ellos, poco conocidos u olvidados.

Almudena Grandes primero con El corazón helado y más tarde con Los Episodios de una Guerra Interminable, a través de personajes intrahistóricos nos ha hecho pensar, nos ha dotado de memoria y ha realizado un diagnóstico durísimo de lo que fue la dictadura.

El mejor homenaje que puede hacerse a un escritor o escritora es leer sus obras enmarcándolas, además, en las coordenadas históricas, culturales y sociales y descubriendo el sentido y finalidad que las alentaba. Este 23 de abril, Día del Libro, es una ocasión que viene como de molde, para como homenaje a Almudena Grandes leer o releer algunos de estos libros.

Cuando se pretenda estudiar, con rigor la dictadura franquista, especialmente entre el final de la Guerra Civil y mediados de los años sesenta, tienen un valor testimonial inapreciable, estas narraciones para entender cabalmente lo que pasó y para rendir un tributo de admiración hacia quienes con su lucha permitieron que el país fuera desprendiéndose de lacras y encaminándose hacia ideales democráticos de justicia.

Hay que valorar en ellos su humanidad, su prosa contundente y resolutiva y su objetividad. En Inés y la alegría, por ejemplo, analiza las razones por las que silenciaron los sucesos del Valle de Arán, tanto la dictadura como el Partido Comunista. Repárese, además, en el hecho de que Inés con su fuerza, con su determinación y su capacidad de resistencia es un personaje femenino nítidamente galdosiano.

El lector de Julio Verne junto a otros logros, es un proyecto que incide en cómo se puede descubrir una visión del mundo a través de la lectura. El personaje ‘Pepe, el Portugués’ es un modelo para ‘Nino’ el niño que empieza a vivir. Hay personajes –y esto también es muy galdosiano- que ayudan a descubrir y a hacer nuestras, verdades que nadie nos ha revelado.

Las tres bodas de Manolita es un relato a un tiempo desgarrador y tierno. Almudena combina, acertadamente, el narrador en tercera y primera persona. Recoge muy bien los ambientes como el del tablao flamenco, en cuyos sótanos se esconden perseguidos de la dictadura, así como las vicisitudes para hacerse con una multicopista o “vietnamita”, para dejar constancia de la resistencia y demostrar que pese a todo la lucha continua. En estos relatos describe muy bien algunos personajes torturadores y despreciables como el comisario, Roberto Conesa.

En otra de sus novelas, Los pacientes del doctor García, nos describe con precisión y emoción, como algunos republicanos se libraron del paredón, adoptando una identidad falsa. Nuevamente mezcla personajes reales con otros ficticios. En la red encargada de evadir jerarcas nazis, juega un destacado papel la fascista alemana y falangista española Clara Stauffer. Son de un enorme interés las páginas dedicadas a la Argentina de Domingo y Eva Perón, donde se pone de manifiesto la corrupción, el matonismo y la violencia que practicaban estos impúdicos, dictatoriales y populistas personajes. Sus páginas son estremecedoras y extraordinariamente vivas.

En la madre de Frankenstein, pone de manifiesto su hartazgo ante las tropelías impunes de tantos personajes sin escrúpulos. Además del repugnante Vallejo Nájera, también aparece el sibilino y ‘trepador’ López Ibor que tanto rédito sacó de su complicidad con la dictadura.

El interés y la fortaleza de ánimo de los personajes femeninos, es patente. No puede pasar desapercibida María Castejón, una Fortunata del siglo XX. Causa espanto y asco la situación y las continuas humillaciones que los enfermos mentales padecían en la España nacional católica. Resulta interesante constatar que algunas ideas ultras, que hoy vuelven a manifestarse, se ponían en práctica en aquellos años. López Ibor, sin ir más lejos, pretendía curar la homosexualidad mediante electro-shocks o lobotomías. Para comprender el poder y la falta de escrúpulos del nacional catolicismo, basta con atender a la figura del obispo de Madrid-Alcalá, Eijo Garay.

Leyendo Los Episodios de una Guerra Interminable, Almudena Grandes muestra a quien quiera entenderla, la realidad de esos años. No sólo fueron obscuros sino aterradores. Presta atención a la situación de las mujeres, a la clamorosa ausencia de derechos, a la dependencia del varón y a la explotación de que eran objeto.

Este breve ensayo va tocando a su fin. Me gustaría, no obstante, añadir a lo expuesto que al igual que don Benito, Almudena Grandes documenta muy bien los periodos en que sitúa la acción de sus novelas. Decimos esto, porque el lector o la lectora debe conocer, que por espantoso que sea lo que describe, es un fiel reflejo de una realidad mucho más inhóspita.

Por muchos motivos, considero que hay que leer, releer y colocar en el lugar que le corresponde, la literatura de denuncia, exaltación de la memoria y valoración de la tolerancia, la justicia y la libertad en un periodo donde casi todo estaba prohibido… y lo demás era obligatorio.

Se están realizando y van a realizarse diversos homenajes a Almudena Grandes que irán a más  en los próximos meses. Me parece extraordinariamente justo. Dentro de poco se va a recordar su trayectoria en el Centro Social Covibar de Rivas Vaciamadrid y en la Fundación Progreso y Cultura de UGT.

Agradezco, una vez más, a la revista digital Entreletras, que preste sus páginas para divulgar  este emocionado recuerdo.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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