Javier Velasco Oliaga entrevista al autor de ‘La niña que miraba los trenes partir’
Además de escritor, Ruperto Long es ingeniero y ministro de Estado de Uruguay. Es uno de los siete integrantes del Tribunal de Cuentas de su país. ‘Para proteger la independencia de mi nación, controlamos todos los presupuestos del Estado’, señala el autor de ‘La niña que miraba los trenes partir’ y de miles de artículos técnicos y columnas de opinión en diferentes medios de comunicación. ‘Ahora ya no escribo artículos, me reservo para la ficción’, reconoce con su elegante y envolvente acento uruguayo.
‘Para mí, la literatura es una pasión. Mi nuevo libro me ha costado escribirlo cerca de tres años, pero la idea surgió muchos años antes cuando conocí a Charlotte S., una superviviente de holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial, en el ámbito universitario uruguayo’, rememora con emoción Ruperto Long en la entrevista que mantuvimos en el centro Sefarad-Israel de Madrid.
‘La guerra muestra lo mejor y lo peor del ser humano’, afirma con rotundidad el escritor nacido en Rosario y añade ‘olvidar lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial va a costar muchos años’. La génesis de su libro empezó con una inocente pregunta a Charlotte: ¿tú dónde pasante los años de la Guerra? En un principio, Charlotte no quiso rememorar su periplo vital que inició en Lieja y la llevó a París, Lyon, Grenoble e Italia. Hasta que un buen día le dijo a Ruperto Long quería sacarse de dentro ciertos recuerdos que no había ni contado a su marido y ni a sus hijos.
Gracias a Dios, ese que estuvo de vacaciones durante los años de la Segunda Guerra Mundial, decidió contar a Ruperto sus experiencias de la guerra ‘desde adentro’. ‘Charlotte lo tenía como una carga guardada durante demasiados años, en una caja cerrada y lacrada’, recuerda el autor uruguayo. Poco a poco, Charlotte fue desgranando lo que tenía aparcado en el fondo de su corazón. Los recuerdos de su hogar infantil y del viaje que emprendió junto a sus padres y hermano por la Francia ocupada por los nazis.
‘Debían de tener mucho cuidado en todo, se pasó más de un año escondida en un armario, con unas muy pocas salidas a cafés de Lyon donde tomaba helados de fresa. Los cafés de la ciudad francesa era como la Internet de hoy en día. La información se recogía en ellos, ya que los medios de comunicación estaban controlados por los nazis o por los colaboracionistas franceses. La gente salvaba su vida por datos que obtenía en los cafés’, explica el autor de ‘La niña que miraba los trenes partir’ y continúa diciendo ‘los pequeños detalles son muy importantes para salvar la vida’.
La forma en que escribe Ruperto Long es muy ‘peculiar’. Escrito en primera persona, da voz a 34 personajes diferentes, 20 de ellos de manera especial. ‘Es una forma de escribir polifónica, donde caben muchos puntos vista, algunos son simpáticos, otros odioso. Creo que esa confrontación genera una gran cercanía. He puesto especial cuidado en que todas las voces no se pareciesen. Ha sido la gran dificultad de la novela. Creo que es poco frecuente hacer esto’, sostiene el polifacético escritor.
‘Algunos de los personajes están inspirados en personas que he conocido, en alguna ocasión son la mezcla de varias personas porque ha sido muy difícil encontrar la información precisa. Ya han pasado muchos años desde aquella cruenta masacre. Lo hice de esa manera porque creía que tenía que hacerlo así’, expone de manera clara. ‘Durante la guerra mundial, mucha gente estuvo en donde tenía que estar. Los que tuvieron que ayudar, ayudaron. Era muy difícil ser indiferente. En todos los países, hubo personas maravillosas y, también, gente abyecta; y en el medio hubo muchas personas que trataron solo sobrevivir’, describe con precisión.
En la novela, ha recogido numerosos testimonios personales. ‘Algunos me han explicado que las decisiones que se tomaban en cuestión de minutos podían salvar vidas. Muchos judíos no se creían que los alemanes iban a llegar hasta esos extremos de crueldad y exterminio. Algunos pecaron de ingenuos, pero hubo de todo. No es nada sencillo opinar sobre esos hechos después de haber pasado tantos años. Hay que ponerse en la piel de esas personas, hay que ser muy cuidadoso en dar opiniones sobre ese periodo’, evalúa de manera certera.
Lo que sí tiene claro es que ‘la investigación es muy importante para la ficción. Algunos protagonistas cometieron crímenes horrendos, por eso no hay que simplificar. Algunos podían comportarse como locos, pero no lo estaban. Todo fue un plan prefijado por los jerarcas nazis’, sostiene con lucidez. Lo más extraño es que genocidas como Klaus Barbie pudiese vivir tantísimos años después de los hechos que perpetró.
Para Ruperto Long, ‘la literatura es una comunicación de vivencias que despiertan sentimientos. Hay que poner el corazón en lo que se cuenta, por eso he contado la historia de Charlotte para que se tome su vida como algo lleno de luz, que conmueva y que pese a todo lo vivido, todos somos más parecidos de lo que creemos’, finaliza el escritor uruguayo que ha conseguido reflejar en su libro una historia aleccionadora, que removerá conciencias. Me despedido a la puerta del Centro Sefarad de Ruperto con la sensación de que me ha mostrado el lado más amable del ser humano y que pese a lo que ha vivido Charlotte, que no ha podido asistir a la entrevista por sentirse indispuesta después de tan largo viaje, la llama de la esperanza debe permanecer en la menorah de nuestras vidas.