Por J.L. Novelda.-
Poeta y psicoanálista, la escritora ceutí afincada en Madrid, es autora de actualidad a raíz de la publicación de su tercer libro, Las tierras que nos cubren, que está siendo muy bien recibido y la sitúa entre las voces femeninas de mayor proyección. Es también autora de El tacto de la luna hiriente y Sinfonías y voces.
-¿Qué lugar cree que ocupa la poesía en la sociedad contemporánea?
– El lugar que queramos otorgarle. La sociedad, engañada por sí misma espera siempre que «algo» ajeno a ella la salve. La sociedad la constituimos todos. Es el conjunto de individuos que la formamos los responsables en última instancia de lo que sucede. Es nuestro compromiso para con nosotros y para con el resto, solucionar lo que hemos creado. El cuestionamiento económico, político, social, ético y por supuesto cultural debe empezar por cuestionarnos a nosotros mismos. ¿Hacia dónde quiero dirigirme? Hoy en día pocas cosas importantes ocupan el lugar apropiado. La poesía no podía estar al margen de esta deriva, porque nada más subjetivo, social, político y ético que el aliento que emerge directamente del alma del ser humano. Es hora, quizás, de empezar a colocar los espacios que nos sostienen.
– Usted es poeta y psicoanalista, ¿cuál fue su primera vocación?
– La palabra, y eso engloba a mi entender ambas cosas. Siempre escribí, desde la infancia. A los doce años empecé a colaborar en el periódico de mi ciudad natal con una página juvenil. El olor a papel y a tinta se han configurado en mi memoria como un maravilloso y determinante recuerdo. Desarrollé sin duda alguna, en primer lugar una admiración y necesidad vital de expresar lo que de mi interior surgía a través del verso, mi manera de sentirme en el mundo, mi espacio. También intuía que las personas nos movíamos, a veces, por motivos que desconocíamos pero que determinaban nuestros actos. Años más tarde, descubrí que era el inconsciente, que éste estaba estructurado como un lenguaje y que constituía un saber. Y en ese saber vive la palabra y el verso como la parte más pura de la creación. Pero también es el lugar donde guardamos «los secretos» que nos conducen, sin saberlo, a situaciones que no siempre son las que queremos. En mis conferencias siempre decía que para mí el psicoanálisis es el arte de descubrir y descifrar las palabras que tenemos escondidas en lo más profundo del alma. Como en un poema.
– Muchos psicoanalistas son poetas también, ¿son dinámicas similares?
– La poesía se equipara al psicoanálisis en cuanto que nos abre a ese mundo interno al que me refería, a través de un lenguaje específico. Poesía es creación y construcción, como en un análisis. El psicoanalista francés Jacques Lacan entendía la poesía como «la creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo». Ambos utilizan la palabra para crear un nuevo sentido tras el aparente, produciendo cierto efecto de verdad. La poesía como el inconsciente, tal como decía antes, contienen un «saber» que sale a la luz, bien por mediación de un poema, o en análisis. Los dos comparten el desciframiento de esa verdad y estimulan el deseo como motor de la vida. La poesía decía Heidegger, «es fundación del ser por la palabra» y también decía que «la realidad de verdad del hombre, es en su fondo poética». Yo, soy lo que escribo. Soy escrita.
– La poesía siempre parece una hermana pequeña, ¿es posible vivir de ella?
– Tengo una opinión muy personal al respecto, la poesía puede llegar a intimidar, porque como en el cuento de Hans Christian Andersen «El traje nuevo del emperador» se atreve a gritar sin tapujos que el emperador va desnudo. La poesía, si es auténtica, puede llegar a demoler bellamente el velo con el que ocultamos lo más escondido del ser. Definitivamente no se puede vivir de la poesía, aunque con total sinceridad no podría vivir sin ella.
– ¿Qué poetas son sus preferidos?
– Hay un libro, una antología poética: Las mil mejores poesías de la Lengua Castellana de ediciones Ibérica; que durante mi infancia reposaba en la mesita de noche que separaba mi cama de la de mi abuela. Ese libro suyo, es el primer recuerdo que tengo. Durante muchos años lo cogía entre mis manos, ahora oscurecido y manchado por el arrastre del tiempo y leía, al azar y sin ningún orden sus poemas. Así descubrí desde el Poema del mío Cid a Lorca. Dámaso Alonso, Santa Teresa, los efectos del amor de Lope. La Rosa de Francisco de Rioja. Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco Martínez de la Rosa, Las rimas de Bécquer, Las Campanas de Rosalía de Castro. El amor oculto de Manuel del Palacio. El «meeting «de la humanidad de Jacinto Benavente de tan extraordinaria actualidad, mi adorado Antonio Machado, Eugenio D´Ors … Luego me gustaron otros, aprendí con otros, pero aquellos y aquel libro marcarían de por vida mi amor y respeto para con la poesía.
– El pasado mes de septiembre asistimos a un hecho insólito, la concesión del Premio Nobel a Bob Dylan, ¿qué opinión le merece?
– Efectivamente fue un hecho insólito. Como decía antes, hoy en día, las cosas no parecen ocupar el lugar adecuado. Ante esta pregunta, sin quererlo se me viene a la cabeza una frase del libro de Haruki Murakami en «Crónica del pájaro que da vuelta al mundo», donde el protagonista dice: «Yo no soy más que un simple camino por donde pasea el hombre que soy» Para mí, ahí reside la literatura. Y como en cualquier camino siempre hay obstáculos que sortear.
– Y por extensión, los premios, muchos poetas viven obsesionados con ellos…
– Los premios deben ser un reconocimiento al esfuerzo que siempre existe tras un buen trabajo, sea cual sea el ámbito. Es bueno recompensar y apoyar el esmero, el empeño y el sacrificio que acompañan la elaboración de una labor. Sobre obsesionarse, habría que pensar qué mecanismos inconscientes, posiblemente de naturaleza masoquista se esconden en el sujeto para llegar a condicionar la vida de una persona. El poeta solo es un cauce, por donde la palabra llega a un otro que la hace suya, en ese momento, el autor se desvanece y el verso se convierte en la proyección subjetiva del que lo interpreta.
– Su último libro se titula ‘Las tierras que nos cubren’, ¿se refiere a la opresión del tiempo sobre nosotros?
– ‘La tierras que nos cubren’, mi tercer poemario publicado por la prestigiosa Editorial Vitruvio es un libro que busca más allá del sentido las coordenadas que nos definen. Bajo estas tierras se esconden el miedo, la disolución, el arrastre del tiempo. Un libro vertebrado por la mujer, la escritura y la muerte. La mujer que se asoma sin
red a la falta y al abismo propio. La que es un misterio para sí misma. La escritura como creación y como proceso vital me deja al borde de una muerte que simboliza la caída, la duda, la pérdida. La transformación necesaria a lo largo de la existencia y el alejamiento que otorga la suficiente claridad para reconocernos. Para explorar nuestros propios desechos. Un libro de historias que marcan las distancias imposibles entre el pasado y el presente. Un pasado indefinido e imperfecto que contempla un futuro solo definido por nuestra relación con el deseo. La tierra donde no existe el tiempo dibuja el límite de mi mundo interno, allá donde la sensación transformada en emoción se traduce en palabras. Tras ‘Las tierras que nos cubren’ siempre quedará la huella inequívoca de lo perdido.