marzo de 2025

LAS NEGRITAS DE ANTONIETA / Entrevista a Basilio Rodríguez Cañada, un editor que establece puentes entre Europa, América y África

Basilio Rodríguez Cañada

Haciendo un poco de historia.

Hoy, uno de febrero de dos mil veinticinco voy a entrevistar a Basilio Rodríguez Cañada. La vida que es generosa nos reúne tras muchas vueltas del camino.

Vamos a hablar largo y tendido en esta entrevista que ofrezco a mis lectores.

En 2027 se cumplirán treinta años de la creación del Grupo Editorial Sial Pigmalión, un intervalo de tiempo que nos ha permitido cambiar de siglo y de milenio, suficiente para hacer un amplio repaso de cuanto ha acontecido en el último cuarto de siglo a nivel global, en la sociedad española así como en la vida y obra de nuestro entrevistado, Basilio Rodríguez Cañada, presidente del grupo editorial Sial Pigmalión, escritor, gestor cultural, africanista y americanista.

Conocí a Basilio Rodríguez Cañada hace más de treinta años, cuando él estudiaba Ciencias de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid y yo era su profesora de Sociología de la Educación. Recuerdo que era un alumno inquieto y popular en el grupo, que intervenía a menudo en las clases y organizaba diferentes actividades culturales, deportivas y de animación.

Tras estas primeras vivencias universitarias compartidas, la vida nos llevó por diferentes caminos, hasta que la literatura nos permitió reencontrarnos hace aproximadamente nueve años, a comienzos de 2016.

Desde entonces, hemos colaborado muy activamente en numerosos y variados proyectos, que nos han permitido realizar múltiples viajes literarios juntos por diferentes países de tres continentes. Y de su profesora he pasado a ser escritora y poeta, con obra en su editorial.

Antes de comenzar el fogueo de las preguntas, quiero regalarte esta cita de Rafael Argullol, uno de los grandes escritores que me gusta sentir esta mañana de nuestra entrevista:

“la amistad es la primera celebración y el último consuelo”.

Al final, he escrito una etopeya de Basilio, más allá del tema profesional.

¿Qué cambios significativos te han ocurrido en estas tres décadas de singladura editorial y vital? ¿Qué te gustaría comentar?

Recuerdo a Jaime Gil de Biedma en su poema “Canción e juventud”, ahora de casi todo hace ya más de veinte años, lo que supone que, irremediablemente, nos hemos hecho mayores.

En consecuencia, el primer cambio constatable en los últimos treinta años es que hemos dejado de ser jóvenes promesas para convertirnos en maduros inconformistas con añoranzas de juventud. Porque los literatos aspiramos a ser jóvenes hasta estar inmersos de llenos en una edad provecta. Y nos gusta creernos vanguardistas y revolucionarios hasta que nuestros gustos burgueses nos hacen tomar conciencia, parafraseando la canción de Presuntos Implicados, de “Cómo hemos cambiado”.

Asimismo, a nivel global hemos vivido cambios sustanciales que han alterado los hábitos sociales y nuestro día a día: habitamos en un mundo digitalizado, estamos mucho más interconectados que antaño, accedemos a un gran caudal de información a diario desde nuestros dispositivos electrónicos, hemos sufrido grandes crisis económicas que nos han empobrecido, guerras retransmitidas en directo por televisión, con las que desayunamos, almorzamos y cenamos a diario, hemos conocido una pandemia que nos ha encerrado en nuestras casas durante meses, privándonos del contacto directo con los demás, llevamos teléfonos inteligentes que captan y resuelven muchas de nuestras necesidades… Sin embargo, creo que también hemos renunciado en buena medida a nuestra intimidad y, sobre todo, no somos libres. La tecnología nos ha esclavizado, nos hemos convertido en consumidores compulsivos y hemos sacrificado al materialismo buena parte de nuestros valores esenciales. Vivimos instalados en las comodidades de una sociedad mucho más deshumanizada, controlada por poderes fácticos, en manos de un capitalismo salvaje y descontrolado.

Soy consciente de que estoy proyectando una imagen de nuestra sociedad casi apocalíptica, pero no puedo dejar de constatar los males que nos aquejan a nivel global y que nos han convertido en individuos más egoístas e indiferentes ante el sufrimiento y necesidades ajenos.

Y quienes tenemos la posibilidad de proyectar nuestras opiniones y lo que observamos a través de una herramienta tan potente como es el lenguaje, pudiendo acceder también a los medios de comunicación, debemos reflexionar, posicionarnos ante el desconcierto y la sinrazón, difundiendo así la visión que tenemos de nuestros congéneres y del mundo. La escritura es la última trinchera desde la que luchar contra la barbarie, adoptando una postura ética y una actitud idealista.

Y ha sido precisamente en este intervalo de cambio de siglo y de modelos de negocio, de revolución tecnológica y de nuevos hábitos sociales, cuando ha surgido y se ha desarrollado nuestro proyecto editorial.

En consecuencia, hemos dejado constancia y literaturizado todos estos acontecimientos a través de las obras de nuestros autores (más de dos mil seiscientos cincuenta, de cuatro continentes) y del trabajo editorial, un oficio antiguo y casi artesanal, pero realizado con las más modernas tecnologías.

El cuaderno de bitácora y, a la postre, el legado de un editor es su catálogo editorial, que se convierte en un registro y archivo del tiempo que le ha tocado vivir.

En nuestro caso, con más de dos mil libros publicados, hemos compartido años convulsos y trepidantes con nuestros autores, lectores y colaboradores, mientras intentábamos explicar el mundo y nuestras circunstancias. No hemos tenido tiempo ni deseos de aburrirnos. La nuestra es la historia de una pasión: por la lectura, la escritura y los libros.

¿Por qué tu amar América? Permíteme esta humorada: cuando viajas, vas y vuelve incesantemente, cruzando la mar océana, como decían los antiguos descubridores, resuenan en mi interior los hermosos nombres del “Adelantado”, en tu caso de Extremadura, de donde procedes. Háblame de esta pasión tuya.

América ha sido siempre tierra de promisión, un continente que supo recibir nuestro legado histórico, cultural y lingüístico para devolvérnoslo enriquecido. Los diferentes pueblos de Hispanoamérica, con quienes compartimos una misma lengua, que nos permite transmitir sentimientos, emociones y experiencias, hermanándonos en lo esencial, han velado por ese importantísimo patrimonio común que es el español (que no castellano, dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, o dialecto del español que se habla actualmente en esta región).

Por múltiples razones, siempre me he sentido como en casa en los distintos países de América, tanto del norte, como del centro y del sur, porque también Estados Unidos tiene un componente hispano fortísimo, y terminará por adoptar el español como lengua vehicular en el plano cultural y literario. Al igual que en Canadá aumenta rápidamente el número de habitantes de habla hispana.

Por ende, la literatura hispanoamericana ha venido a renovar el venero creativo de una gran mayoría de los escritores españoles y, desde luego, ha influido notablemente en el desarrollo de mi propia obra.

Basilio Rodríguez Cañada y María Antonia García de León, durante una de las sesiones de la entrevista

¿Aproximadamente, cuántos libros de temática americana has publicado?

Por muchas razones que hemos hablado, desde que pusimos en marcha nuestro proyecto editorial, hemos focalizado siempre con interés la obra de los autores de allende del Atlántico, ya que, además, muchos de ellos componen el corpus esencial de nuestras lecturas personales desde la adolescencia.

De ahí que entre los primeros títulos publicados hubo varios de autores de Chile, República Dominicana, Cuba, Argentina, México, Colombia…

Calculo que en estos veintiocho años habremos publicado a varios centenares de autores hispanoamericanos y muchos libros también de temática americanista.

A modo de ejemplo, recientemente certificamos que teníamos una nómina de autores colombianos que superaba los doscientos treinta y casi un centenar de autores mexicanos.

Indícame los títulos más sobresalientes.

Como te decía, el legado de un editor es su catálogo editorial, en el que se plasman los gustos personales y sus “logros” profesionales: aquellas aportaciones que puedan justificar una vocación, sus autores y obras de referencia, así como sus aportaciones más significativas al panorama literario, cultural y social de la comunidad a la que pertenezca.

Y, desde luego, aunque en modo alguno querría ser injusto con los autores u obras que no mencione, hay libros de los que un editor se siente especialmente satisfecho y autores a los que une su nombre y que le pueden hacer ser recordado en el futuro por su trabajo.

Entre los autores, es preciso mencionar a los que han sido hitos en nuestro desarrollo profesional, como es el caso de Andrés Aberasturi, Luis Eduardo Aute, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Miguel de Cervantes, Shakesperare, Oscar Wilde, Rubén Darío, María Nsue, Abul Kacem Chebbi, Blanca Andreu, Lord Byron, Dante Alighieri, Berlanga, Giacomo Leopardi, Concha de Marco… También hay obras que a un editor le hacen sentirse especialmente satisfecho con su trabajo de edición o recuperación: El Quijote, La Divina Comedia, los Sonetos de Shakespeare, El Diván del Tamarit y Poeta en Nueva York de Lorca, el Don Juan Tenorio de Zorrilla, o El primo Basilio de Eça de Queirós, por ejemplo.

Si me preguntas por los autores iberoamericanos y sus obras, sería imprescindible hablar de José Eustasio Rivera y La vorágine, de María de Jorge Isaacs, de El canto errante de Rubén Darío, de Alameda de Santa María de Arturo Azuela, de Horacio Quiroga y sus Cuentos seleccionados, etc.

¿Cuántos autores? Háblanos de algunos de tus autores actuales del continente americano.

Muchos autores. Como te dije anteriormente, nuestra nómina de autores supera los dos mil seiscientos cincuenta, de Europa, América, África y Asia. Una gran familia literaria de la que nos sentimos especialmente orgullosos.

Soy reacio a resaltar a unos autores sobre otros, porque todos forman parte de nuestro proyecto editorial y cada uno de ellos nos ha aportado algo muy íntimo y valioso, que nosotros estimados mucho: el fruto de su trabajo, la fortaleza de su inspiración, la manifestación de su arte, su obra.

Pero, ya que insistes, me atrevería a hacer una selección americana de nuestro trabajo editorial por países: Hélène Dorion, por Canadá; Cecilia C. Lee, por Estados Unidos; Nery Santos Gómez, por Venezuela; de Colombia destacamos a Roberto Gil de Mares, Fabio Martínez, Carmiña Navia, Carlos Vásquez-Zawadzki, Plinio Apuleyo Mendoza, Gustavo Tatis, Jaime Galarza, Medardo Arias Satizábal, Luisa Ballesteros, Bella Clara Ventura, Carlos Pardo Rodríguez, Carlos Pardo Viña, Ángela Penagos, María Clara Ospina, Álex Flórez… (serían tantos); Pilar Pedraza Pérez del Castillo, Verónica Ormaechea, Ronnie Piérola y Marisabel Balderrama por Bolivia; Reynaldo Sietecase, Nancy María Vilalta y María Kodama por Argentina; Ondina Zea por Honduras; Laura Hernández, Beatriz Saavedra, José H. Velázquez, Angelina Ortiz, Magali Velasco y Rafael Torres Meyer por México; Carmen Mirabal y Marianne Maldonado de Puerto Rico; de Perú tenemos al maestro Marco Martos, a Rocío Hervias, Mary Soto… Y así podríamos seguir páginas y páginas.

¿Cuáles consideras tus principales aportaciones como editor?

En un gesto de necesaria humildad, cuando se me hace esta pregunta suelo responder que lo mejor está aún por venir, y que nuestro legado como editor sigue incrementándose de manera planificada, prudente y ponderada.

No obstante, creo que en este tercio de siglo como editores hemos hecho algunas aportaciones dignas de ser comentadas.

En primer lugar, hemos logrado dar continuidad a un proyecto independiente, plural y abierto, lo que ya supone un gran logro, dado que hemos tenido que superar varias crisis económicas globales, algunos momentos sociales complicados y una durísima e inédita pandemia que nos encerró durante meses, limitando el normal desarrollo personal y profesional.

Asimismo, creo que hay que reseñar nuestra labor estableciendo puentes literarios entre Europa, América y África, lo que ha posibilitado que muchos autores hayan sido conocidos y leídos en continentes diferentes al que pertenecen gracias a nuestra labor editorial y de gestión cultural.

No es una cuestión baladí haber logrado consolidar algunas colecciones y que se conviertan en material bibliográfico de culto o referencia, como es el caso de Casa de África, Cervantes, Prosa Barroca, Trivium, Contrapunto, Ex libris…

Pero, probablemente, el mayor logro ha sido imprimir dignidad al trabajo de nuestros autores, procurando poner gran cuidado en el diseño y corrección de las obras publicadas, hasta lograr acuñar una imagen característica fácilmente identificable: el sello y el estilo Sial Pigmalión.

Obviamente, estos logros se deben a tener un excelente equipo editorial, a quienes deseo expresar mi gratitud, ya que aportan ilusión, rigor y excelencia a su trabajo.

María Antonia García de León durante la presentación de su libro ‘Amar América’, publicada por Sial Pigmalión Ediciones

¿Cómo ves el panorama editorial en América?

Lo percibo con ilusión, esperanza y de mamera positiva, pero con cierta prevención. Aunque siempre han existido agoreros que vaticinan la desaparición del mundo del libro impreso tradicional, creo que vivimos un buen momento desde el punto de vista editorial: se han recuperado niveles de facturación similares a los anteriores a las crisis y pandemia reseñadas anteriormente, se percibe una mayor demanda del libro impreso no solo entre los lectores asiduos tradicionales de mayor edad sino también entre los jóvenes, más afines a la tecnología digital. Y, aunque las tiradas medias se han reducido con respecto a las de hace una década, hay un incremento en el número de novedades editoriales y un resurgimiento de nuevos proyectos, en los que también impera la envidiable juventud de sus artífices.

Por el contrario, tras la pandemia global ha habido un incremento sustancial de los costes de producción, que oscila entre un 30 y un 40%, factor que se ha llevado por delante a muchos sellos editoriales que no han podido soportar esta repentina subida de dichos costes. Este es un toque de atención para todo el sector que debemos tener muy presente, obligándonos a ejercer con moderación y prudencia nuestro optimismo.

Por otro lado, la irrupción durante la pandemia de la compra online ha hecho cambiar los hábitos de consumo dentro del mundo del libro, obligando a un reajuste de ofertas y posibilidades por parte de editores, libreros y distribuidores, ya que el modelo de negocio ha cambiado y es necesario amoldarse a esta nueva realidad.

La situación descrita se puede extrapolar a nivel internacional y lógicamente también al ámbito hispano.

Si tradicionalmente la industria editorial española se ha apoyado fundamentalmente en el mercado americano, ahora se convierte en una imperiosa necesidad esa vinculación comercial para que la maquinaria editorial de nuestro país puede seguir teniendo un desarrollo efectivo.

Todos nos quejamos de que en nuestros respectivos países se lee poco, pero los lectores hispanos son lo suficientemente numerosos y activos (comprando y leyendo libros) como para augurar un buen futuro al libro en español. Lo que debemos hacer es poner a disposición de estos lectores una amplia oferta de novedades editoriales que puedan satisfacer sus demandas y necesidades al respecto.

Además, como ya hemos comentado con anterioridad, el mercado norteamericano es cada vez más afín y se halla bastante receptivo a las novedades editoriales iberoamericanas, tanto de los diferentes países de Hispanoamérica, como a las que provienen de la otra orilla del Atlántico.

¿Universidades? ¿Instituciones?

Los colegios y universidades son las instituciones en las que se cimenta nuestro futuro. Los estudiantes, tanto de los ciclos básicos y medios como de educación superior son los futuros lectores y los artífices de la sociedad de los próximos años.

En consecuencia, es un terreno propicio para sembrar el hábito de la lectura y la escritura, el contexto donde es preciso aplicar campañas de promoción de la lectura que nos permitan reclutar a los lectores que se encarguen de mantener el mundo del libro en las décadas venideras.

Siempre hemos tenido una magnífica acogida en los centros educativos y en las universidades de Iberoamérica, semillero de la juventud que ha de heredarnos y que ojalá sepa trocar este mundo desigual y caótico en un una sociedad más igualitaria, justa y culta.

El problema que nos hemos encontrado en las instituciones universitarias son los escasos recursos con los que cuentan para la promoción cultural y literaria. Por este motivo, siempre hemos estado dispuestos a colaborar de manera altruista, generosa y desinteresada en cuantas actividades nos han propuesto, impartiendo conferencias, cursos o seminarios, haciendo donaciones de fondos bibliográficos y escenificando ante los estudiantes y los profesores, de diferentes formas, nuestro amor incondicional a los libros.

Igualmente, hemos colaborado estrechamente con numerosas instituciones culturales y literarias, contribuyendo a la realización de muchos de sus proyectos, realizando coediciones, formando parte de jurados de certámenes y premios literarios, asesorando en distintos temas y planes formativos, desarrollando estrategias muy diversas con el personal responsable de la aplicación de los mencionados proyectos, etc.

Siempre hemos mantenido la tesis de que es fundamental colaborar con este tipo de instituciones, estableciendo sinergias y ayudando a la consecución de sus fines sociales y estatutarios. Esto no suele implicar una rentabilidad a corto plazo, pero entendemos que es parte esencial de la labor social que conlleva nuestro trabajo de promoción y gestión cultural.

En algunas ocasiones, nos encontramos con instituciones que, además de magníficas ideas, cuentan con recursos materiales suficientes para llevarlas a efecto, lo que resulta motivador y es una inyección de optimismo en nuestro trabajo cotidiano.

Por género, ¿hombres, mujeres?

Soy consciente de que mi punto de vista puede resultar incómodo para algunas personas y políticamente incorrecto para otras, pero creo que, en el mundo actual, establecer diferenciaciones de género dentro del mundo literario es absurdo y anacrónico.

Es cierto que la mujer ha estado relegada históricamente a un injusto segundo plano en el contexto literario, cuando no a su “depuración” preventiva, por parte de las élites masculinas y machistas que manejaban la política, la sociedad y la cultura.

Pero en el momento que estamos viviendo, en la tercera década del tercer milenio, la mujer ya ha logrado ocupar, por derecho propio, el lugar que le corresponde en la cultura y en la literatura, si bien es cierto que aún debe conquistar otra serie de parcelas sociales e institucionales, en las que debe tener una participación igualitarista y justa, lo que sinceramente creo es cuestión de tiempo que llegue a conseguirlo.

Por añadidura, lo he comentado en numerosas ocasiones, la mujer es la supra lectora de nuestra sociedad, la que en buena medida mantiene el mercado editorial y, por tanto, ha terminado por imponer los temas que le interesan, lo que también ha permitido a muchas autoras convertirse en portavoces, mediadoras, representantes o artífices del modelo social que anhelan las demás mujeres, consecuentemente focalizado también desde el prisma o punto de vista femenino.

Este fenómeno ha hecho que en las últimas décadas hayan surgido numerosas escritoras que cuentan con el respaldo y la fidelidad de una legión de lectoras, una muestra de justicia poética o literaria. Y en Iberoamérica tenemos una magnífica nómina de estas escritoras con una cantidad ingente de lectores: las mexicanas Elena Poniatowska, Ángeles Mastretta, Valeria Luiselli y Laura Esquivel, la chilena Isabel Allende, la nicaragüense Gioconda Belli, las ecuatorianas Mónica Ojeda y Natalia García Freire, la peruana Gabriela Wiener…

Por todo ello, estoy convencido que la mujer marcará la línea de lo venidero, tanto en el terreno creativo y artístico como en el comunitario.

Libros de Sial Pigmalión

Háblame ahora de países, sus diferencias y la edición.

Lo que puedo justificar es por qué hemos apostado por una serie de países para el desarrollo de nuestro proyecto editorial en Iberoamérica.

Cuando hace aproximadamente una década decidimos la expansión de nuestro grupo editorial en América nos planteamos en qué país radicar la cabeza de puente que nos permitiese la ampliación del ámbito geográfico para el desarrollo de nuestra actividad profesional.

Y de inmediato nos decantamos por tres países, por diferentes razones sobradamente justificadas.

En primer lugar, pensamos en el país americano que representa el mayor volumen de negocio dentro del ámbito editorial, por ser el décimo más poblado y el decimotercero más extenso del mundo (el tercero de América Latina), con una población que supera los 130 millones de personas, el país con más hispanohablantes: México. Y por si todas estas razones no fuesen suficientes, mantiene frontera y vecindad con otro de los países más interesantes desde el punto de vista comercial: Estados Unidos.

Sin embargo, en una primera fase nos pareció un territorio difícil de abarcar, en el que establecerse era muy complicado y mucho más insertarse en las líneas comerciales del negocio del libro, por estar allí radicados los grupos editoriales más potentes del mundo, que en modo alguno iban a favorecer nuestro proceso de implementación en América.

En segundo lugar, analizamos las posibilidades que nos ofrecía el país que tradicionalmente ha representado a la cultura y a la literatura en Hispanoamérica, el segundo país con mayor índice de Desarrollo Humano (IDH) de Iberoamérica, de gran importancia geopolítica y económica, aunque esta última, a pesar de haber sido considerada la segunda más desarrollada e importante de Suramérica, no nos inspiró precisamente confianza para hacer nuestras primeras inversiones en el continente americano: Argentina.

Y, en tercer lugar, estudiamos las posibilidades de inserción dentro de la industria editorial de Colombia, por ser un país de gran tradición literaria en el contexto hispano y por la magnífica acogida que nos brindaron la sociedad e instituciones colombianas en nuestros primeros acercamientos y prospecciones.

Por todas estas razones, optamos por iniciar nuestra aventura editorial americana en este país, con el que nos hermanan tantos vínculos y similitudes.

En el momento actual, hemos iniciado una nueva fase para radicarnos también en México y, de esta manera, seguir con nuestro proyecto americanista.

¿En tu imaginación de niño extremeño estaba América?

De una manera difusa. En mis primeros años, me hallaba absolutamente apegado a mi contexto rural, viviendo incluso largas temporadas en pleno campo, donde mi familia desarrollaba tareas de labranza y de ganadería. No me planteaba que hubiese un mundo más allá de las fronteras de mi pueblo. Ni siquiera había conocido el mar.

Pero con apenas diez años viví la experiencia de la emigración, mis padres tomaron la decisión de trasladarnos a la gran ciudad, precisamente para darme una mejor educación y buscar un porvenir más próspero.

Ya he contado en numerosas ocasiones que la experiencia fue traumática para ese niño rural que perdió sus referentes familiares, afectivos, culturales y naturales para ser insertado, en contra de su voluntad, en una jungla de cemento, asfalto, amianto, vidrio y metal. Conociendo así el desconcierto y la soledad. Tarde tiempo en sentirme parte de esa nueva realidad.

 Recuerdo haberte escuchado relatar con gran sentimiento y el encanto de la inocencia este pasaje de tu infancia. Me conmovió. Aún lo recuerdo:

 Estábamos montados ya en el camión del traslado las plantas  y yo, a punto de partir. ¿Pero por qué nos vamos? Las plantas estaban aquí bien, y yo también.

El aprendizaje de la gran ciudad

Sin embargo, la gran ciudad me obsequió también con la lectura, que me abría a mundos nuevos con los que evadirme de mi realidad cotidiana.

Con el tiempo me convertí en un urbanita acomodado a los usos, costumbres y posibilidades de la metrópoli madrileña. En esta ciudad construí mi vida y alimenté mis sueños personales y profesionales. Y aquí sigo, en el mismo barrió donde me deslumbró el escaparate de una juguetería ubicada en la planta baja del edificio frente al que me apeé del camión de la mudanza y que se convirtió en mi nuevo hogar.

Y fue precisamente en Madrid donde conocí a muchos de los autores americanos y donde sentí la necesidad de descubrir esa tierra de promisión, fértil y abundante en todos los sentidos.

Háblame de tus 25 años de experiencias y logros editoriales

En efecto, más de un cuarto de siglo de actividad editorial ininterrumpida, millones de páginas impresas, con las que podríamos envolver espacios inconmensurables de realidad. Un trabajo casi artesanal con el que hemos colonizado literariamente el mundo, un pacto tácito con escritores, diseñadores, maquetadores, correctores, distribuidores, libreros y lectores para intentar forjar una nueva sociedad, más humana y más culta. Un sueño convertido en realidad, que nos ha obligado a vivir al borde del precipicio para tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad, pero también de nuestra gran fortaleza espiritual.

Ojalá que dentro de otros veinticinco años podamos seguir hablando de la continuidad de un modesto proyecto familiar que consiguió fructificar y trascender con la grandeza adquirida de los autores y obras publicadas.

 ¿Cuáles son tus autores y lecturas favoritas?

Necesitaría mucho tiempo para enumerar los autores y obras que han marcado mi vida. Pero vamos a intentar hacer un resumen de ellos.

Mis primeros acercamientos a la lectura fueron a través de los cómics y novelas infantiles. De estas lecturas podríamos recuperar a los personajes de los tebeos y cómics: Mortadelo y Filemón, Asterix y Obelix, 13 Rue del Percebe, El Capitán Trueno, El Jabato, The Phantom (El Hombre Enmascarado), La Patrulla X… De ahí pasamos a la colección de libros de Los Cinco (de la autora inglesa Enid Blyton), después a las novelas del oeste del popular escritor español Marcial Lafuente Estefanía, que escribió más de dos mil seiscientas obras de este género; y posteriormente vinieron las lecturas obligadas de los autores fundamentales de la literatura española e hispanoamericana: Bécquer, Lorca, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Gloria Fuertes, Miguel Hernández, Claudio Rodríguez, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Miguel Delibes, Celaya, Blas de Otero, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Hierro, Luis Alberto de Cuenca…

De los autores iberoamericanos siempre hubo un grupo destacado muy por encima de los demás: Borges, Rubén Darío, César Vallejo, Horacio Quiroga, Alejandra Pizarnik, Cortázar, Pablo Neruda, Elena Poniatowska, Gabriel García Márquez, Gabriela Mistral, Mario Vargas Llosa, Victoria Ocampo, Octavio Paz, Cristina Peri Rossi, Mario Benedetti, Nélida Piñón, Juan Rulfo…

Y, por supuesto, todos los autores que fui incorporando al catálogo de Sial Pigmalión son también parte de mi itinerario personal, profesional y literario.

Si entre los autores actuales tuviese que decantarme por dos o tres, mencionaría sin ninguna duda a Clara Sánchez, David Castillo y Alfonso Mateo-Sagasta.

Y si de obras hablásemos, no podríamos dejar fuera las siguientes: El infinito en un junco de Irene Vallejo, La disparatada vida de Elisabeth de Luis Antonio de Vega, Cuando se acerca la noche de Roberto Gil de Mares, Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio Español de María Elvira Roca Barea, la trilogía de la biografía de Cervantes de José Manuel Lucía Megías, De los caballeros del Temple al Santo Grial de Carlos Alvar…

A través de redes sociales y de nuestras ediciones sigo compartiendo mis mejores lecturas y voy dando pistas sobre autores a los que es preciso no perder de vista.

¿Y mis obras? De ellas no hablo por modestia y humildad. Aunque hay un puñado de versos y frases de los que me siento muy orgulloso. Pero hoy no toca hablar de eso.

Etopeya

Terminada esta entrevista que tantos datos y buena información nos ha proporcionado, tanto de una editorial y su editor en concreto, como de libros, autores y generalidades de interés, siento el deseo irreprimible de contar más de la persona de Basilio Rodríguez Cañada. Quizá su profesionalidad en el tema tratado, y un cierto pudor, no han dejado traslucirla, pero esta llena de cualidades y humanidad.

Etopeya, ya se sabe: descripción del carácter, índole y costumbres de una persona. Voy a proceder a través de flashes sueltos sobre este intrépido y laborioso editor con quien he tenido el gusto de hablar. Son breves que compartimos los escritores y amigos que viajamos con él por el ancho mundo y de una manera informal y amistosa digo:

Edita rápido, bien, y sin erratas.

Tiene una gran capacidad de trabajo, tanta que es casi inenarrable.

No se estresa, no pierde los nervios, al menos no se le nota.

No se enfada, ni pierde la calma.

Detesta las relaciones tóxicas.

Duerme como un lirón (el avión es una buena cama para él).

Cultiva la amistad, es abierto, y crea rápidamente lazos humanos.

Es rápido de mente, sabe enseguida lo que es bueno, tiene calidad y conviene.

Hablando con los amigos, a veces pierde aviones. No hace una tragedia de ello. Todo tiene solución, menos la muerte.

Está orgulloso de lo que lo rodea: su mujer, sus tres hijos, su suegra, y qué decir, de sus escritores y sus mil proyectos editoriales.

Basilio está hecho de buena pasta, como el queso de su tierra, blanco y recubierto con un poco de pimentón picante.

COMPÁRTELO:

Escrito por

Archivo Entreletras

EL ECO Y SU SOMBRA  / “El desencanto”
EL ECO Y SU SOMBRA  / “El desencanto”

La política tiene condición de palimpsesto, de asunto oculto que la realidad no exhibe a las claras, con intención, al…

Afirmación socialdemócrata
Afirmación socialdemócrata

No ha sido solo el 40 congreso socialista. Ni los triunfos electorales en Alemania, en Italia, en Portugal y en…

Las extravagantes recomendaciones del Cardenal Mazarino
Las extravagantes recomendaciones del Cardenal Mazarino

En su libro “Breviario de los políticos”, Mazarino da consejos de cómo alcanzar el poder y conservarlo, aunque algunos rozan…

307