No recuerdo como llego a mis manos el primer ejemplar de Bajo la sombra de Jack Martínez. Luego compraría dos más y no fueron cuatro o cinco porque la edición de tan sólo 500 ejemplares hecha por Animal de Invierno se agotó con merecida rapidez. Ahora Jack acaba de presentar su segunda novela, Sustitución. Lo hace en esta ocasión con el sello editorial Emecé Cruz del Sur de Planeta Perú. Jack pasa brevemente por su Lima natal para presentarla.
Quedamos a almorzar como escritor y lector, como amigos. Creo que vale la pena hablar de sus dos obras. Ambas tienen mucho en común y características que las diferencian. Decir que son cortas no miente pero no basta. Son contenidas, concentradas, no hay una sola coma de más, la acción se construye de punto en punto, sin adjetivos ni frases subordinadas. El estilo es tan abrupto como lo narrado, donde la muerte planea sobre el sujeto, el verbo y el predicado. El comienzo de Bajo la sombra sirve de ejemplo: «Llevo varios años pintando ataúdes. Un oficio jodido. No pasan más de doce horas entre el encargo y la entrega.»
No es una novela de situaciones surrealistas como podría llevar a pensar el oficio del protagonista. La primera página deja claro a que se enfrenta el lector: «Carola nunca pagó mi segundo trabajo: el cajón de su marido. Cincuenta y dos días atrás ya había pintado el cajoncito de su niño. Carola cree que él jugaba con muñecos y veía la televisión cuando unos tipos entraron a su casa en busca del padre. Ella aún seguía en el hotel. Nunca supo dónde estaba su marido en esos momentos. Los tipos no esperaron mucho. Dejaron todo dicho con dos disparos en la cabeza del pequeño.»
Jack mantiene en Sustitución la propiedad de mostrar en sus principios que no dará concesiones: «Creía que por fin me iba recuperando del suicidio de mi padre, dos años atrás […] Así pasaron dos años y, como dije antes, creía que me iba recuperando. Pero fue precisamente en esa etapa de mi vida cuando Laura apareció.»
Recuerda a ¿Acaso no matan a los caballos? de Horace McCoy. También arranca sin rodeos: «Me puse en pie. Por un instante vi a Gloria sentada en aquel banco del muelle. El proyectil le había penetrado por un lado de la cabeza; ni siquiera manaba sangre de la herida.».
Americano y peruano enfrentan al lector a una realidad contemporánea a ambos en la que desnudan una sociedad enferma, abatida por la Gran depresión en un caso y lo que sea que es ahora. Las tres lo hacen en poco más de cien páginas y sabemos que la de McCoy está cargada de simbolismo en las que por ejemplo la pista de baile funciona como un espejo de dicha sociedad.
-¿Está también Bajo la sombra cargado de simbolismo?
-Eso lo dirán mejor los lectores, pero ya que me lo preguntas y ya que mencionas la representación de una sociedad enferma en la novela de McCoy, diré que en Bajo la sombra intenté reflejar los márgenes de la ciudad—de cualquier ciudad contemporánea—y la manera en la que esos espacios marginales construyen sus propias dinámicas económicas y sociales. Es decir, la manera en la que la gente tiene que adaptarse a un espacio en el que el Estado tiene poca presencia, y en la que las bandas criminales y la informalidad son los elementos dominantes del paisaje.
-Pero además de los márgenes sociales y un estado que deja huérfanos a sus ciudadanos la figura del padre es fundamental en tus dos obras, una figura importante en la literatura peruana, una figura casi omnipresente, a todos los escritores peruanos antes o después les preguntan sobre ello, no es difícil rastrear en cualquier buscador sus respuestas y no te voy a preguntar a ti sobre ello. En Sustitución la figura del padre se inspira en la de tu propio abuelo. A través de este personaje fundamental y de los recuerdos de su infancia en la ficción oímos hablar de Chulec, «una pequeña urbe a veinte minutos de La Oroya, en la que vivían los empleados extranjeros con sus familias» a la que tu abuelo, como el personaje de la novela, iba a hacer pequeños trabajos para aquellos trabajadores extranjeros, norteamericanos en su mayoría. ¿Es tan sólida la ficción porque está construida sobre tu realidad o memoria?
-No lo sé. Decir que sí significaría limitar el universo de elementos del que me puedo valer como escritor. En todo caso, creo que una ficción puede ser sólida independientemente de si está construida sobre la base de las vivencias del autor o no. Pero al mismo tiempo, es cierto que lograr esa solidez se me hace a veces más sencillo si es que la historia tiene su origen en la realidad, mientras que lograr esa solidez en una escena completamente inventada puede plantearme mayores retos.
(Jack estudió literatura en Lima y es candidato a doctor en Literatura Latinoaméricana y Estudios Culturales en la Universidad de Northwestern (Illinois). Chicago está presente en tu segunda novela, donde vive Jesé, su protagonista. La literatura lo está en la primera a través del padre del protagonista que habla desde las páginas de su diario sus proyectos como novelista.)
-Tu presencia sobrevuela ambas obras, más que parecer que narras situaciones vividas, lo que haces es impregnar cada párrafo, cada página de un barniz de «realidad» que se ve asentado con el uso de la primera persona que domina toda su obra. «Solo en su celda, mi padre llegó a contarme cómo había perdido la pierna en el campo de batalla. Debo confesar que, a pesar de los entrenamientos extremos, no llegamos totalmente preparados a esa guerra, me dijo.» La naturalidad con que pasa la voz de padre a hijo en ambas obras hace que te pregunte sobre esa primera persona, sobre si es recurso literario o implicación personal…
-Algo de ambas cosas, tal vez. Lo que puedo decir es que la primera persona es fundamental en mi escritura. Siento que de esa forma el lector puede sentirse más envuelto en las peripecias que plantea el personaje. Por otro lado, al momento de escribir, intento ponerme en la piel de mis personajes, imaginar que yo mismo estoy experimentado lo que le sucede, que estoy envuelto en su escenario, que su pasado, su presente y su futuro son también los míos. Intento hacer algo similar a lo que hacen los actores cuando internalizan a sus personajes. Creo que esa es mi manera de lograr o de intentar lograr que el lector logre sentir afinidad frente a las historias que narro.
-Creo que consigues esa afinidad, al menos la lectura galopante a las que las dos novelas invitan lo hacen parecer. Además de manifestar una interiorización de los personajes y sus historias esto lo haces desde una madurez que llama la atención en un autor nacido en 1983. Una madurez que se expande por dos territorios fundamentales, el de la muerte y el de las mujeres. La muerte es tratada de frente en cualquiera de sus formas, ya sea una muerte anunciada en forma de diagnóstico médico, de condena mafiosa o de violencia familiar. Por su parte, las mujeres son fuertes, auténticos pilares asentadas en el mundo masculino de Bajo la sombra que las condena o apoyando los pedazos del protagonista de Sustitución tras el descenso a su origen descubierto en otro diario, en este caso sonoro. ¿De dónde viene esa madurez?
-Vaya pregunta. De la vida misma, diría. Y, sobre todo, de los golpes que ésta te puede propinar sin importar que seas un niño, un adolescente o un anciano.
-¿Tanto te ha golpeado o son golpes que has visto caer sobre otros cerca de ti?
-He visto y me ha sucedido. He estado al borde de la muerte y al borde de matar (de forma involuntaria) hace ya muchos años, de adolescente, pero prefiero no ahondar en el asunto, por lo menos no de forma pública. A lo mejor la tercera novela se encarga de detallar lo que aquí solo pongo como esbozo.
-Uno de los personajes que aparece en Bajo la sombra, Sebastián, presenta en dos pinceladas un demoledor ejemplo de las mentiras discursivas que rodean el arte, en este caso el arte urbano que pretende traer la «verdad» invisible de los excluidos, son palabras mías, las de Sebastián suenan aún más rimbombantes. Así funciona la narrativa de Jack, apenas apuntes para abordar situaciones de enorme calado como la que hace merecer el apodo de Barbero en la guerra al padre de Jesé, apenas una página de las cinco que narra su experiencia bélica, una página que se hunde en el lector como el cuchillo en la carne. Me queda la duda de si realmente no hay más que decir ante semejantes experiencias o si podrías haber ahondado más en ellas…
-Siempre se puede decir más. Sí se puede ahondar en situaciones que a veces esbozo de manera concisa y breve. Pero mi propuesta pasa más bien por decir lo mínimo necesario. Lo que deseo es darle las piezas de un rompecabezas al lector, no todas, pero sí las suficientes para que éste pueda adivinar la figura y completarla a través de su imaginación, sus cuestionamientos o reflexiones. En otras palabras, lanzo parte de la historia esperando que ésta sea lo suficientemente atractiva para que el lector se sienta atraído a intervenir en ella.
-A pesar de las similitudes y diálogos que fluyen entre las dos obras cada una respira su propio aire. El ámbito geográfico en que se desenvuelven cada una de ellas las condiciona en forma y fondo. Bajo la sombra oprime desde Lima, desde San Juan de Lurigancho, desde su penal. Hay un fatalismo que recorre la novela, es un fatalismo peruano pienso, pero no sé si es una apreciación acertada. ¿Es así?…
-Es peruano, pero también es más que eso, es decir, es un fatalismo del margen en general. Porque lo marginal también es cosmopolita. La miseria y la pobreza, así como la delincuencia y la violencia generalizada aparecen en barrios pobres de Lima y también en los de Chicago, en los de Madrid o en los márgenes de otras incontables ciudades en el mundo. Por supuesto, cada escenario tiene sus particularidades, pero las sensaciones de inseguridad, de la fragilidad de la vida misma frente a un arma de fuego, por ejemplo, esas sensaciones son las mismas en todos los espacios marginales de la sociedad global.
-En Sustitución parece que el cielo se abre y deja pasar el aire que no circulaba en tu primera novela. Se pierde el escenario urbano, cambia por un espacio indefinido propio del viaje y los cuartos de hotel en los que Jesé y Laura van desencontrándose «Desperté al mediodía. La primavera le comenzaba a devolver la vida a los árboles a las ardillas del patio.» No hay primavera en Lima, no al menos en Lurigancho ¿Condiciona el escenario la narración y su estilo?
-Sí, en cuanto al escenario, el condicionamiento es tal cual lo planteas. Lima es una ciudad gris, de un cielo triste la mayor parte del año y por supuesto que esa atmósfera tenía que formar parte del primer libro. Con Sustitución pasa lo contrario, sobre todo cuando hablo de Chicago. Y allí no solo tenemos la luz del día primaveral, sino también la nieve del invierno, en especial la del 2013—año en el que se enmarca parte de la novela—en el peor invierno en la historia de Chicago, invierno que junto a mi esposa tuvimos la suerte o mala suerte de experimentar.
-El diario que el padre de Joaquín deja escrito en Bajo la sombra anticipa algunas situaciones que vamos a encontrar en Sustitución, un personaje principal con pasado militar, una joven latina en busca de respuestas a la cuestión de la identidad como inmigrante y un tercer personaje aún por definir. Aún falta una tercera novela según tus declaraciones en algunas otras entrevistas para completar una trilogía que marcará un punto y aparte, o final en la obra. Parece otra pregunta obligada ¿una más y ya no más? o ¿el final de la trilogía será el principio de una nueva etapa creativa, libre de la figura del padre y el fatalismo andino?
-Por ahora solo algo es seguro: la tercera novela va en camino, un libro que completará la trilogía que me gusta denominar: ‘del margen’.