Poeta y ensayista, Cláudio Guimarães dos Santos nació en São Paulo (Brasil) en 1960. Médico y diplomático, es maestro en Artes por la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo (USP) y doctor en Lingüística por la Universidad de Toulouse-Le Mirail.
En 2014, publicó el poemario ‘Definiciones Fundamentales’. Como artista plástico ha expuesto su obra en diversos museos y salas de arte. En su faceta de cineasta, escribió y dirigió el largometraje ‘El Acosado’. En el ejercicio de la medicina ha actuado en el área del diagnóstico y tratamiento de disfunciones cognitivas relacionadas con la memoria y con el lenguaje. Asimismo, ha realizado investigaciones en los campos de la neuropsicología, de la psicoterapia, de la semiótica y de la filosofía de la mente, siempre con un enfoque transdisciplinar. En Brasil, trabajó en el Instituto de Estudios Avanzados (USP), en la Facultad de Medicina (USP) y en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (USP). Ha impartido conferencias en Francia, Estados Unidos, Canadá, México y Uruguay.
Diplomático de carrera desde 2010. En la actualidad, está destinado en el Consulado General de Brasil en Faro (Portugal), donde es Jefe del Sector Cultural y Cooperación Educacional. Acaba de publicar el poemario ‘Colección de Epifanías’.
-¿Cómo se compagina el poeta que lleva dentro con el diplomático de carrera que suele estar de acá para allá?
-Jamás sentí que los cambios profundos por los que pasé en mi vida —que me han permitido actuar en áreas tan distintas de la actividad humana como la medicina, la investigación en las neurociencias y en la psicología, la filosofía, las artes visuales, el cine…—, habían sido rupturas. Para mí, siempre ha sido una cuestión de agregar vivencias, conocimientos y experiencias. Sin embargo, si tuviera que formular, en una especie de ‘inscripción lapidaria’, una definición de mí mismo (en cuanto actividad/hacer), diría que soy un poeta, un artista y un pensador, que también es, circunstancialmente, diplomático.
-Desde la localidad de Faro en Portugal, donde reside, ¿cómo ve ahora mismo el panorama cultural del Algarve?
-Portugal siempre me gustó y me interesó muchísimo. Amo a su gente y a ese país. Sin embargo, no había nunca pensado que iba a vivir en el Algarve, hasta que apareció esa gran oportunidad de trabajar, como Vice-Cónsul, en el Consulado-General de Brasil en Faro. Confieso que fue una agradable sorpresa el hecho de constatar la actividad literaria efervescente que existe por aquí, a la cual hay que añadir el intercambio artístico intenso que se hace entre el sur de Portugal y el sur de España. Yo diría que me siento, un poco, caminando entre las huellas de João Cabral de Melo Neto, que también ha vivido y trabajado como diplomático y escrito muy buena poesía en esa Península Ibérica —Sevilla y Oporto principalmente—, que le gustaba mucho.
-Díganos, con sinceridad, qué espera de su nuevo libro ‘Colección de Epifanías’.
-Deseo que mi libro sea leído por gente que pueda comprenderlo y obtener provecho de todo lo que hay en los poemas y textos que contiene. Que sea leído por gente a quien le guste hacer conexiones, correspondencias, descubrimientos. Que sea leído por gente que tenga ganas de lograr una síntesis posible de lo improbable, que es el deseo de todo fragmento, como escribí en el poema ‘De Fausto me visto’. Para mí, es también un gran placer saber que doy ahora un pequeño paso para ir más allá de las fronteras de la lusofonía ―territorio de donde vengo y en el cual construyo mi obra― y llegar al vasto mundo cuyo idioma común es la hermosa lengua de Cervantes, de Borges y de Neruda, fijando los pies, de algún modo, en un territorio híbrido, ‘más allá de Tordesillas’. Como escribí en el Prefacio del Autor: Los libros y los hijos, una vez puestos en el mundo, siguen caminos propios, los cuales se tornan, a medida que el tiempo pasa, siempre más independientes de quien los generó. Y es muy importante que eso acontezca. Que el arribo de este libro sea bien recibido por los dioses. Que ellos jamás vean en él cualquier trazo de arrogancia o de afrenta a su beatífica y olímpica perfección. Que pueda ir en paz y tornarse, para aquellos que vinieren a leerlo: ‘Luz brillante por el camino de lo posible,/ mas, también, de lo imposible,/ cuando y como sea posible.’ (‘Destino de poeta’).
-El libro tiene un marcado sesgo generacional; nos habla de su progenitor, de usted y de su hijo. ¿Fue su padre quien le inculcó el veneno de la poesía?
No, para nada. Mi padre era una persona muy lógica, muy involucrada en todo lo que es científico y especialmente aplicado. Le gustaba, por ejemplo, desmontar el motor de un coche sólo para volver a montarlo otra vez… Aprendí muchas cosas con él, especialmente a tener una sola palabra y a ser una persona con principios. Sin embargo, la verdad es que fue mi tío Acácio, hermano de mi madre, quien verdaderamente me ha conducido por los caminos de las artes visuales, del cine, de la música ―incluyendo la ópera― y de la literatura. A él debo mucho. Es por eso que mi tío figura en la contraportada del libro: en esa foto, es posible vernos a los dos en la playa, intentando hacer a una cometa subir hacia los cielos…
-Y Gabriel…
Con respecto a mi hijo, Gabriel, hay toda una historia. Vino al mundo en el mismo día en el que nació mi padre… Su llegada a esta Tierra ha sido decisiva en mi vida. Descubro, todos los días, una inmensidad de cosas interesantísimas con él. De esa placentera y rica convivencia nace mucha de la poesía que escribo ahora… Él ha venido en el momento exacto en que debería venir y le estoy muy agradecido a Dios por haber tenido esa gran oportunidad en mi vida.
-Casi a la par, han salido bajo el sello de Bohodón Ediciones su poemario y la novela de nuestro común amigo François Luis-Blanc ‘Tras las huellas del chamán inka’, ambos traducidos al castellano por Manuel Moya. ¿Nos puede explicar cómo surgió la posibilidad de contar con Manolo para este trabajo?
¡Bueno, Manolo es…, Manolo! Una buenísima persona y un gran artista. El hecho de que haya accedido a traducir mis poemas ha sido, para mí, un honor y una gran demostración de amistad. No es fácil traducir poesía… Especialmente cuando el poeta a ser traducido está aún vivo… Es por eso que fue una hermosa experiencia el hecho de haber podido trabajar con él en ese proceso riquísimo que es el de transportar un poema a otra lengua. En su Palabra del Traductor, incluida en el libro, Manuel hace una comparación entre el oficio del traductor y el del contrabandista. Para lograr esa tarea compleja, he podido contar no solamente con la larga experiencia de Manolo (es hoy el principal traductor del gran Fernando Pessoa), sino también con su gentileza y su paciencia… ¡Muchas gracias, entonces, a Manuel Moya!
-Algo más…
Me gustaría también recordar que mi libro contiene una traducción, al francés, de un largo poema —Canto de todos los cantos propio—, que ha sido hecha por mi amigo, el poeta, ensayista y traductor, François Luis-Blanc. Se trata de una feliz traducción de mi poema, e invito a todos a los que les gusta la lengua francesa a leerla.
-Como artista plástico que es, ¿cuál es su opinión sobre este libro, como objeto en sí mismo?
Me gustó mucho el resultado final. La ilustración de la portada viene de un acrílico sobre lienzo que hice hace algunos años y que está allá en Brasil. Es parte de la serie de lienzos ‘Pintura Arquetípica’. Para los que quieran conocer un poco más de mi trabajo en las artes visuales, les invito a visitar mi ‘Galería Virtual’ en el sitio: http://claudiogs000virtualgallery.blogspot.pt/
-Está satisfecho…
La calidad de la impresión, el cuidado con la revisión…, todo eso hace que sienta un gran placer cuando manoseo y examino mi nuevo libro. Mi enhorabuena, por eso, a la gente de Bohodón, y a ti, estimado amigo Joaquín González, pues con tus ojos de lince, has contribuido en gran medida a que se produzca este excelente resultado final. Me gustaría, también, dar las gracias a mi amiga Leda Jamal, la cual, desde Brasil, me ha ayudado con la revisión de los textos en portugués. Por fin, la bella foto donde estoy con mi hijo, Gabriel, ha sido hecha por mi esposa, Amanda, que escribe e ilustra libros para niños, y que va a lanzar también su nuevo libro a comienzos del próximo junio, en Faro.
-¿Para cuándo una presentación en Brasil?
No lo sé. Depende de muchas cosas. Casi seguro no será para este año. Vamos a ver… La vida es muy misteriosa… Y los caminos que se abren para nosotros son muchas veces sorprendentes. ¡Que vengan, entonces, los tiempos futuros!
-Ha contado con un buen puñado de amigos para que participen en este nuevo libro. ¿Cree que la literatura es una de las formas de la amistad?
Tú sabes… Hay mucha gente que diría lo contrario… Que la literatura es una buena forma de hacer enemigos… (risas). Afortunadamente, no es mi caso. He encontrado personas fantásticas por acá. Voy a nombrar algunas, pero eso no significa que no haya muchas otras también importantes: además de Manuel Moya, de François Luis-Blanc y de ti, que ya he mencionado, están Fernando Cabrita, Pedro Ferré, Adriana Nogueira y su marido, Rui Monteiro, el Embajador Igor Kipman, de quien he recibido mucho apoyo por aquí en el Consulado General de Brasil. En fin, hay tanta gente…
-Hay mucha filosofía salpicando las páginas de estas ‘Epifanías‘. Al respecto, ¿de qué fuentes suele beber?
De todas. De todo se puede aprender alguna cosa y de todo se puede hacer poesía. Eso lo aprendí muy temprano en mi vida. Yo leo mucho y he leído muchísima literatura en mi vida. Me gustan especialmente los clásicos; es decir, los autores de lo que se suele llamar el Canon Occidental. Sin embargo, si tuviera que nombrar un solo autor, nombraría a Dante Alighieri. La música también es una gran inspiración para mí. Leo, también, mucha filosofía, desde muy jovencito, 11 o 12 años… Aprovecho la oportunidad para anunciarles que mi próximo libro va a ser, muy probablemente, una colección de ensayos filosóficos. Vamos a ver… El tiempo dirá… Confieso que me gustaría, también, profundizar en mis incursiones por la Física y las Matemáticas superiores, las cuales son igualmente inagotables fuentes en las cuales bebo con frecuencia… Pero de eso hablaré en otra ocasión… ¡Qué pena que la vida sea tan corta!
-Por último, ¿para qué y para quién escribe Cláudio Guimarães dos Santos?
Escribo, primero, para mí mismo. Creo que no se puede huir de esto. Soy mi primer y principal lector —uno muy crítico y exigente, debo confesar―. Escribo, en segundo lugar, para una especie de ‘lector-modelo’ que se me parece mucho… Hay, también, unas pocas personas que conozco y que representan, para mí, una especie de encarnación de ese ‘lector-modelo’. Las veo un poco como jueces cada vez que les presento mis textos y tengo muy en cuenta sus opiniones, aunque jamás haya modificado una letra de mis textos solo por haber recibido una crítica. Puedo cambiar cosas en mis poemas, pero tengo que estar interiormente convencido de la pertinencia de ese cambio. Verdad es que mi más grande deseo es que los lectores presentes y futuros de mis textos sientan, al leerlos, el mismo placer del que disfruto al hacerlos. Escribir, para mí, jamás fue un acto sufrido o dolorido. Al contrario, siempre ha sido una actividad placentera. Debo también añadir que, después de que nació mi hijo, escribo siempre pensando en él, especialmente en lo que va a sentir al leerme. Me pregunto, además, si estaré vivo para hablar con él de todo este maravilloso enigma que es la existencia. Espero que sí, y por mucho tiempo. Gracias.